HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Este documental de Asif Kapadia es un tributo a la memoria de Amy Winehouse, la popular cantante británica, compositora y autora de la letra de muchas de sus canciones que abarcaron diversos géneros, con especial énfasis en la música de jazz afroamericana y soul. Fallecida a la temprana edad de 27 años, su vida ha sido una sucesión de extraordinarios logros en materia profesional gracias a su sólida voz, pero también plena de turbulencias de diferente índole que la han conducido a un dramático final.
En un trabajo meticuloso, tal como lo brindó en el muy buen documental Senna (2011), el realizador revive a Amy valiéndose de material de archivo, filmaciones en videocámara, fotos, así como los testimonios de sus amistades, familiares, ejecutivos de la industria discográfica, productores, empresarios, guardaespaldas, colegas y de su ex marido. De este contacto mantenido por Kapadia y su equipo con más de 100 personas, surge el retrato de una artista que llegó a tocar el cielo por el enorme éxito logrado del público y de la crítica especializada pero que al propio tiempo se revela como una persona de comportamiento autodestructivo.
Producto de un hogar judío disfuncional donde su padre Mitch Winehouse abandona a la familia cuando Amy tiene 9 años, a los 16 años es ella quien deja el hogar familiar para vivir en un departamento con su mejor amiga Juliette Ashby; de allí en más inicia una meteórica carrera profesional, coronada en 2003 con el suceso de su primer álbum Frank.
De lo que se aprecia en el film hay dos personas que gravitaron emocionalmente en esta joven diva. Una de ellas es Blake Fielder, el gran amor de su vida con quien llegó a casarse en 2006 divorciándose tres años después; sin embargo él constituyó para Amy un arma de doble filo dado que si bien influyó en su segundo álbum Back to Black que obtuvo extraordinaria repercusión popular, también fue quien la inició en el consumo de la heroína y otras fuertes drogas que la deterioraron física y emocionalmente, lo que la obligó a una cura de rehabilitación. Precisamente allí emerge la figura oportunista de su padre, quien aprovechando la celebridad de Amy retorna a ella después de haberla abandonado en la infancia y sin tener escrúpulo alguno de llevar consigo un equipo de grabación para filmarla en la clínica de desintoxicación de la isla de Santa Lucía donde permaneció durante cierto tiempo.
De presencia agradable, mostrando elocuencia y espontaneidad en sus entrevistas a la vez que un dejo de ternura, el material filmado en su primera etapa juvenil ya la muestra a los 13 años sufriendo de bulimia y depresión al propio tiempo que comenzaba su afición por la marihuana. Pero es en su último período cuando al dejar las drogas, éstas son reemplazadas por un desmedido consumo de alcohol. Un tropiezo evidente en su carrera se produce semanas antes de su deceso cuando en un concierto que debía ofrecer en Belgrado, al hacerse presente en el escenario se niega a cantar con lo cual los aplausos iniciales del público ansioso de escucharla ceden paso a una colérica protesta de la audiencia frente a esa gran frustración. El final es demasiado conocido: Amy muere accidentalmente el 23 de julio de 2011 después de haber ingerido una excesiva cantidad de alcohol, según surge del informe oficial producido.
El honesto trabajo de Kapadia no ofrece respuestas específicas a las causas del descenso infernal de Amy. Pero en todo caso, juzgando el material expuesto y magníficamente montado, puede deducirse que su lamentable desenlace es debido a la suma de numerosos factores ya citados en esta crónica; aparentemente, el gran talento innato y enorme éxito no han sido capaces de refrenar la tumultuosa existencia y el enorme sufrimiento interior de esta frágil y vulnerable artista.
Conclusión: Un documental sobrio y cautivante a la vez que triste y devastador exponiendo la convulsionada existencia de una excepcional cantante popular.
MADAME BOVARY. Gran Bretaña-Bélgica, 2014. Un film de Sophie Barthes
Aunque Madame Bovary, la muy conocida novela romántica de Gustave Flaubert publicada en 1857, fue objeto de varias adaptaciones cinematográficas -entre ellas la de Jean Renoir (1933), Carlos Schlieper (1957), Vincent Minnelli (1949) y Claude Chabrol (1991)- es razonable preguntarse si era necesario una nueva versión del célebre libro; la directora Sophie Barthes así lo creyó aunque a juzgar por su resultado nada nuevo o distintivo agrega a lo que se ha visto anteriormente a pesar del refinamiento y la esmerada atención a los detalles formales del film.
En el guión concebido por la realizadora junto con Felipe Marino, los aspectos esenciales de la novela están presentes aunque de ningún modo se encuentra expresado el espíritu contenido en la descripción literaria de su autor. Con algunos personajes disminuidos en importancia así como otros que se agregan en la trama, desde el inicio se sabe cuál es el destino final de su protagonista, de manera tal que a través de flashbacks el espectador se va imponiendo de su vida. En pocas palabras, Emma (Mia Wasikowska), es una desilusionada ama de casa que se ha casado mediante un matrimonio arreglado con Charles Bovary (Henry Lloyd-Hughes), un buen hombre y doctor de profesión. Su vida conyugal, carente de excitación o sorpresa alguna, motiva a que canalice sus románticas fantasías con León (Ezra Miller), un modesto empleado, y con un marqués seductor (Logan Marshall-Green); todo ello motivará que a la postre la adúltera Emma deba pagar un precio demasiado caro por sus andanzas amorosas.
Casi repitiendo la vivencia conyugal de Emma, podría afirmarse que el espectador se encuentra con un relato desapasionado, y sin mayor aliento donde mucho de lo que se contempla podría igualarse al de un telefilme visto en días lluviosos. Así, la presente versión impide que uno se compadezca con la suerte de su heroína, donde en cambio sí existe empatía con Charlie quien impresiona por su integridad y decencia.
A su favor, es necesario destacar que tanto la fotografía de Andrij Parekh como los suntuosos diseños de producción de Benoit Barouh son impecables reflejando el ambiente de los escenarios en que transcurre la acción y sobre todo la atmósfera asfixiante que rodea a Emma; con todo, estos elementos visuales no alcanzan a compensar la medianía del relato. El elenco multinacional, que además de los nombres ya citados se agregan los de Paul Giamatti, Rhys Ifans y Olivier Gourmet, actúa correctamente a pesar de las diferentes dicciones que emergen en los diálogos mantenidos en inglés.
ELLE L’ADORE. Francia, 2014. Un film escrito y dirigido por Jeanne Herry
Una agradable comedia entremezclada con algunas notas dramáticas y un ajustado suspenso psicológico es lo que brinda Jeanne Herry en su debut como realizadora. El film sin ser excepcional se distingue por sus muy buenos diálogos, la actuación de su elenco y sobre todo por su ritmo dinámico que se ajusta a las diferentes e inesperadas situaciones que acarrea el relato.
Sandrine Kiberlain anima a Muriel Bayen, una esteticista que trabaja en un salón de belleza de Francia y que como buena mitómana tiene la manía de imaginar y relatar historias donde algunas de las mismas podrían ser verosímiles. Mujer divorciada y madre de dos hijos, suele distraer su tiempo libre asistiendo a los conciertos que ofrece Vincent Lacroix (Laurent Lafitte), un cantante de gran popularidad de quien es ella una apasionada fanática. La frecuencia con que acude a verlo hace que Vincent la conozca como espectadora y la considere como una de sus fieles seguidoras.
El elemento que moviliza al relato es un grave accidente producido en el hogar de Vincent donde su imagen podría dañarse si el incidente llegara a cobrar dominio público. Para evitar que eso ocurra, él se dirige a la casa de Muriel para pedirle que le haga el favor de sacarlo del apuro en que se encuentra; para ello le encomienda una diligencia que consiste en transportar algo muy especial en la maleta del coche y llegar hasta un lugar de Suiza donde habita su hermana para hacerle entrega del encargo. Aunque sorprendida, Muriel sin saber qué es lo que habrá de transportar está dispuesta a efectuar todo lo que su ídolo le requiera con tal de satisfacerlo.
Como cabe de esperar, nada resulta según lo planeado, y las peripecias que se suceden van adquiriendo un clima de tensión a partir del momento en que dos policías, Antoine (Pascal Demolon) y Coline (Olivia Côte), son asignados para investigar el caso de una persona desaparecida. Es ahí que cuando Muriel se ve confrontada a los mismos, debe poner a prueba su condición de fantasiosa fabulista para ver si puede salir airosa de la situación enredada en que se encuentra. A todo ello, las discusiones mantenidas por el par de policías quienes están románticamente vinculados originan algunos momentos graciosos tornando ameno al relato.
Además del espontáneo humor y la existencia de incidentes originales no previstos debidos a las continuadas vueltas de tuerca del relato, el mismo se valoriza por la fascinante interpretación de Kimberlain así como por el rol natural y carismático ofrecido por Laffite. Finalmente, la madurez demostrada por Herry en su condición de realizadora y guionista, crea genuina expectativa para apreciar sus futuros proyectos.
Conclusión: Aunque con situaciones difícilmente realistas, el film está muy bien construido conformando un buen entretenimiento para el público que gusta de las comedias policiales.
VIDEO
LA PASSION D’AUGUSTINE. Canadá, 2015. Dirección: Léa Pool. Distribución: Séville/Entertainment One (2015)
Un relato delicado combinando la fe religiosa con el amor por la música es lo que se aprecia en La Passion d’Augustine.
La historia se ubica en un área rural de Quebec y tiene lugar en 1968, período en que en esta provincia se vive el proceso de secularización y modernización con la denominada Revolución Tranquila. La época es importante en la medida que la iglesia católica de naturaleza monolítica comienza a fragmentarse y perder influencia en la población provincial.
En base a lo que precede, el guión de la realizadora junto con Marie Vien presenta a la Madre Augustine (Céline Bonnier) dirigiendo un convento donde funciona un pensionado para alumnas que reciben educación religiosa y también musical. Sin embargo la educadora así como las otras hermanas de la institución deben enfrentarse con la Madre Superiora (María Tifo) que no ve con buenos ojos la práctica musical; además, para reducir los costos del convento, ella le hace saber a Augustine sobre la posibilidad de cerrar la escuela; eso es debido a que con la instauración de la educación pública por parte del gobierno de Quebec se produce un éxodo de estudiantes de los establecimientos religiosos privados.
Si bien la amenaza del cierre de esta escuela musical constituye uno de los ejes de la intriga del film, el otro elemento importante es la llegada de Alice (Lysandre Ménard), la sobrina de Augustine, una adolescente de libre espíritu dotada de buenas condiciones como pianista. Indirectamente, su comportamiento, un tanto rebelde que cuestiona sin muchos tapujos la autoridad del sistema, motiva a que el film adquiera un tono netamente feminista. Así, Augustine comienza a constatar cómo la conducta de su sobrina es un reflejo de una libertad social que hasta ese entonces la mujer no gozaba al propio tiempo que su presencia la obliga a confrontar algunos momentos que vivió en el pasado antes de haber tomado los hábitos.
A través de sus personajes protagónicos, la realizadora ilustra cómo los vientos de cambio que se van registrando en Quebec no solo influye en la evolución del catolicismo sino también en la situación social de la mujer que hasta esa época estaba enmarcada en un rol secundario frente al hombre.
La película está dirigida con sutileza y cuenta con una muy buena descripción de sus personajes, sobre todo los de Augustine y Alice donde la interacción entre ambas genera algunas de las situaciones más emotivas de esta historia. Bonnier está impecable en la caracterización de Augustine donde a través de su rostro un tanto severo no deja de revelar su nobleza. La revelación del film es Ménard quien además de mostrar sus excelentes condiciones de actriz demuestra ser una consumada pianista con las magníficas interpretaciones musicales que ofrece a lo largo del relato. El resto del elenco integrado por Diane Lavallée Pierrette Robitaille, Andrée Lachapelle, Valérie Blais y Andrée Lachapelle es inobjetable.
Si bien hacia el final del relato hay ciertas escenas que lo distraen de su principal objetivo, eso no llega a menoscabar la calidad del film que además de su historia humana fácilmente de empatizar, demuestra una vez más el poder de la música como un elemento vital para enriquecer el espíritu.
El DVD está editado en su versión original francesa con subtítulos optativos en inglés.
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