HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Este documental galardonado en Sundance con el premio del público es realmente valioso no solamente por ilustrar la proeza de 3 remarcables deportistas sino porque también expone las razones por las que los alpinistas están dispuestos a jugarse la vida.
Si bien escalar montañas es una de las actividades deportivas más peligrosas, aún lo es más si se piensa que el 2 de octubre de 2011 Conrad Anker, Jimmy Chin y Renan Ozturk lograron lo que hasta esa fecha era considerado imposible: llegar a la cumbre del Monte Meru ubicado en el Himalaya indio.
Lo dramático de esta hazaña altamente riesgosa, que anteriormente ya había sido intentada por varias expediciones internacionales sin haber conseguido el objetivo, es que para llegar a la cima es necesario superar la dificultad que presenta su tramo final; la misma consiste en poder ascender una de las pendientes montañosas más extremas del mundo, bautizada con el nombre de Shark’s Fin (“aleta de tiburón”) por su especial forma.
A diferencia de otros documentales sobre el tema, el presente no solamente se refiere a detallar los pormenores de los 11 días que insumió el ascenso triunfal, sino a los esfuerzos previos realizados por sus protagonistas para alcanzar esa meta.
Uno de los principales interlocutores del film es Jon Krakauer, autor del libro “Into Thin Air” y uno de los grandes expertos en la materia. A través de él uno se impone de lo que significa llegar a la punta del Monte Meru a 6310 metros de altura sobre el nivel del mar, con especial relevancia en sus últimos 300 metros que configura la ruta del Shark’s Fin. Considerable tiempo es dedicado para explicar las razones por las que el trío de alpinistas no habían logrado su propósito en 2008 cuando por el inclemente tiempo debieron abandonar la misión estando muy cerca de completar el desafío y cómo ese hecho obligó a la reconsideración de sus vidas.
Aspectos personales quedan revelados con relación a cada uno de los protagonistas. Conrad Anker, el líder del grupo y uno de los más importantes escaladores de montañas de Estados Unidos, considera que el Meru representa la culminación de todo lo que ha hecho en su vida. Junto a él se encuentra Jimmy Chin, quien menos experimentado que Anker y habiendo casi perdido su vida en una fuerte avalancha, ha depositado toda su confianza en Anker al que considera su mentor. Finalmente se encuentra Renan Ozturk, un joven alpinista que a pesar de haber sufrido un severo accidente en la nuca, persiste en su voluntad de volver a efectuar el intento en 2011 junto a sus dos compañeros.
Es raro ver en un documental cómo se puede llegar a transmitir los aspectos emocionales de quienes practican este arriesgado deporte, donde nada es predecible, y cualquier desagradable sorpresa –sobre todo las traicioneras avalanchas- puede acontecer en el momento que uno menos se lo imagina. Es allí, donde el relato trata de hacer comprender al espectador cómo la intensa pasión que anima a los tres alpinistas de esta historia es lo que les brinda la fuerza interna necesaria para seguir escalando aventuradas montañas porque les produce la emoción que les da el verdadero sentido a sus vidas; en última instancia se trata de “algo que merece vivirse aunque se tenga que morir”.
Con una estupenda fotografía a cargo de Chin y Ozturk captando la grandeza mística del Himalaya y un extraordinario montaje de Bob Eisenhardt, el público asiste a un deslumbrante documental que al propio tiempo refleja los sentimientos humanos de amistad, lealtad y solidaridad de los integrantes de esta asombrosa expedición.
Conclusión: No es necesario ser alpinista para apreciar este remarcable y valioso documental
LISTEN TO ME MARLON. Gran Bretaña, 2015. Un film de Stevan Riley
A poco más de 10 años de la desaparición de Marlon Brando, el documentalista Stevan Riley le rinde un excelente tributo a través de este valioso documento sobre su persona. Aunque de ningún modo queda develada la compleja personalidad de este excepcional actor, Listen To Me Marlon constituye una ardua exploración a través de algunos pasajes de su vida personal y de su vínculo con el cine.
Si bien no se trata de una biografía, el montaje del realizador permite seguir cronológicamente su trayectoria. Para ello, el documental no recurre a las denominadas cabezas parlantes sino a entrevistas extraídas de material de archivo en donde el actor transmite sus impresiones sobre episodios vividos y su manera de pensar frente a algunos hechos de connotación social.
Sus años de infancia y juventud no han sido muy edificantes, habiéndole dejado en su recuerdo un impacto emocional no fácil de olvidar, como por ejemplo el haber tenido una madre alcohólica y un padre abusivo. Cuando el muy joven aspirante a actor decide abrirse camino por su cuenta, deja su hogar natal de Omaha para dirigirse a Nueva York donde comienza sus estudios de actuación con la legendaria profesora Stella Adler, convirtiéndose en uno de sus mejores alumnos. También tomó clases en el renombrado Actor’s Studio de Elia Kazan donde pocos años después se reveló como un artista teatral de increíble instinto en A Streetcar Named Desire de Tenneesse Williams dirigido por Kazan, que también interpretó en la pantalla grande bajo el mismo realizador.
Después de importantes labores para el cine, llega su definitiva consagración internacional con el film On The Waterfront (1954) donde obtiene su primer Oscar como mejor actor. De allí en más desarrolla una impresionante carrera aunque no por ello exento de críticas por su extraña personalidad imbuida de considerable rebeldía y anticonformismo. En tal sentido se aprecia la forma sincera y honesta con la que el Brando se refiere al mundo de Hollywood donde todo está regido por el dinero.
Hay varios momentos de gran intensidad que se destacan en el film. Uno de ellos es cuando en ocasión de haber ganado su segundo Oscar por The Godfather (1972) en la velada del 5 de marzo de 1973, una mujer apache que representa a Brando lee una declaración del actor que conmociona al público por su contenido, a saber: “En esta velada, yo represento a Marlon Brando quien me pidió que les dijera que él lamentablemente siente no poder aceptar este muy generoso premio. Y las razones se deben por el tratamiento que los Indios de América reciben de la industria del cine”. También se ve tensión en el rostro de Brando cuando en 1990, su hijo Christian es enviado a la cárcel por haber matado al amigo de su hermanastra Cheyene quien posteriormente se suicidaría en Tahití; el actor jamás pudo reponerse del dolor producido por esta tragedia familiar.
Entre otros aspectos, el documental no es precisamente condescendiente con el actor al mostrar cómo Francis Ford Coppola expresa la frustración que experimentó frente a la indisciplina y problemas ocasionados por él durante la filmación de Apocalypsis Now (1979), terminando de este modo una larga amistad.
En líneas generales no hay muchos datos sobre su vida personal donde su persona sigue siendo un enigma aún no develado hasta el presente. De todos modos, entrar en contacto con la voz del actor surgida de las grabaciones efectuadas en audio crea una increíble sensación de presencia; de este modo, entre otros aspectos, se tiene ocasión de apreciar sus excentricidades, sus inquietudes intelectuales, el rechazo a todo lo que implique celebridad, su participación social en el Movimiento de los Derechos Civiles de Estados Unidos, su espíritu donjuanesco y el atractivo sexual despertado en las mujeres que lo convirtió en padre de más de una decena de hijos.
Este documental adquiere importancia por la inteligencia del realizador en haber sabido aprovechar el material importante de más de 300 horas de registro para volcarlo en una magnífica edición de poco más de hora y media de duración con los valiosos testimonios de Brando y su proceso creativo como intérprete. No menos relevante es el modo en que los notables aspectos visuales del film con algunas escenas de gran belleza le otorgan un distintivo aire poético.
Conclusión: A todas luces, este fascinante documento de Riley permite un acercamiento íntimo a la vez que un lúcido retrato de quien muchos historiadores de cine consideran como el actor más grande de Estados Unidos.
COURT. India, 2014. Un film escrito y dirigido por Chaitanya Tamhane
Con solo 28 años de edad, el director Chaitanya Tamhane confirma en Court, su segundo largometraje, una indudable madurez exponiendo los vericuetos del sistema legal de la India, en donde frente a determinados casos la justicia resulta desnaturalizada.
Con gran eficiencia el realizador capta las situaciones absurdas que se pueden presentar tomando en consideración una situación límite, aunque completamente factible, que surge de su ingenioso guión.
El relato que transcurre en Mumbai en la época actual se centra en los esfuerzos que realiza Vinay Vora (Vivek Gomber), un joven abogado preocupado por la justicia social, quien asume la defensa de Narayan Kamble (Vira Sathidar); este hombre de 65 años es un compositor de música folclórica que ha sido arrestado por haber supuestamente inducido con sus canciones al suicidio de un trabajador de aguas cloacales. En realidad, el espectador se impone después que las condiciones peligrosas en las que el obrero desempeñaba sus labores podría haber sido la razón por la que decidió terminar con su vida.
Durante la primera de las audiencias, Nutan(Geetanjali Kulkarni), la abogada fiscal, a toda costa solicita al imperturbable juez Sadavarte (Pradeep Joshi) la condena del cantante que de ser considerado culpable podría recibir una pena de hasta 20 años de prisión; en tal sentido, ella invoca leyes y resoluciones que se remontan a la época en que el país aún era una colonia y cuyas disposiciones resultan hoy día completamente obsoletas.
Si el contraste entre la tradición y el modernismo es algo subyacente en el contexto de esta historia, también resulta de interés notar hasta qué punto los prejuicios influyen en los cargos formulados al cantante en la medida que como activista político sus canciones de protesta resultan incómodas al sistema.
Además de presenciar cómo el juicio se va postergando a través del tiempo frente a la ausencia de evidencias concretas para condenar al acusado, el guión también apunta a describir las vidas personales de las personas implicadas a fin de evitar que los personajes resulten unidimensionales como también para tratar de humanizarlos. Así, en la primera escena se ve cómo Narayan se desempeña en calidad de maestro enseñando a sus alumnos la geografía del país; asimismo se aprecia cómo Nutan se ocupa de su hogar como cualquier ama de casa atendiendo con atención a su marido y sus dos hijos; también se observa el vínculo de Vora con su madre quien desea que su hijo encuentre pronto a alguien con quien casarse para que ella pueda llegar a ser abuela.
Aunque la historia se siente un poco repetitiva a través de las continuadas sesiones de audiencia, hecho que trae a la memoria la película iraní A Separation (2012) y la israelí Gett (2014), el film tiene suficientes méritos donde aparte de exponer un tema de interés, cuenta con un competente elenco de actores, una buena fotografía de Mrinal Desai así como el excelente montaje efectuado por Rikhav Desai.
Conclusión: Una interesante crítica a la disfuncionalidad de la justicia a través de un caso absurdo
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