HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Jafar Panahi, el gran humanista del cine iraní, sigue filmando a pesar de las limitaciones que enfrenta para hacerlo. Como es bien sabido, el cineasta fue detenido en 2009 por el gobierno de Irán con la excusa irrelevante de que su cine atentaba a la seguridad del estado por la propaganda en contra que emergían de sus relatos; condenado en 2010 a seis años de prisión y 20 años de no poder filmar, viajar al exterior o conceder entrevistas, logró con todo superar el inconveniente con su gran imaginación concretada en el rodaje de dos películas, This is not a Film (2011) y Closed Curtain (2013), efectuadas desde su casa donde se encontraba cumpliendo arresto domiciliario; lo más interesante es que a pesar de todo, ambos filmes pudieron llegar a festivales de renombre y además exhibirse comercialmente. Aunque algunas de las severas medidas impuestas han sido atenuadas, aún le está prohibido salir del país; de todos modos, Panahi nuevamente encontró el modo de filmar otra película y así surgió Taxi, un valioso documento donde con gran inteligencia ilustra situaciones que acontecen en su país.
Para llevar a cabo su propósito, ideó un relato donde todo transcurre en un taxi, manejado por él, que conduciendo a diversos pasajeros va recorriendo la efervescente ciudad de Teherán. A través de ellos, a manera de un confesionario Panahi y el público se imponen de varios aspectos de 0pl.8 v 1q interés. Al principio de este viaje, el vehículo transporta a dos personas que no se conocen pero que intercambian sus puntos de vista diametralmente opuestos sobre la pena de muerte que rige en Irán; así se llega a saber que el país ocupa el segundo lugar en el mundo –después de China- en la aplicación de la pena capital. A través de otro pasajero que reconoce a Panahi, vemos cómo se dedica a vender DVDs pirateados de películas que no pueden verse en los cines iraníes.
Una inesperada situación se produce cuando Panahi es urgido a transportar a un hombre accidentado y ensangrentado al hospital más cercano acompañado de su desesperante señora; en el trayecto, el herido manifiesta que en caso de morir desea dejar expresado su última voluntad en un testamento para que su esposa lo herede porque de lo contrario sus hermanos dispondrán de su patrimonio. Otro episodio enfoca a una pasajera florista que siendo abogada se halla inhabilitada de ejercer su profesión por haber tenido contacto con prisioneros políticos.
Lo más ocurrente del relato sobreviene cuando nuestro taxista conduce a su sobrinita de 10 años, una niña vivaz y ocurrente quien con su cámara de fotos se apresta a filmar diferentes escenas que está presenciando; para hacerlo debe respetar las condiciones que la maestra ha indicado a sus alumnos; así, no es posible filmar escenas que reflejen un realismo sórdido, se debe evitar cualquier referencia a aspectos económicos o políticos del país, los personajes deben tener nombres iraníes, las mujeres filmadas deben cubrir sus cabezas con el velo islámico en tanto que los hombres no pueden utilizar corbatas o moños.
Con toda la impresión de asistir a un documental, éste es un film de ficción donde Panahi utiliza a verdaderos actores para reflejar de manera ingeniosa, graciosa, a la vez que sutil, aspectos de la realidad política y social de su país tales como la censura, la discriminación que sufre la mujer, la pena de muerte, la manera de vestir, etc. De este modo, y remitiéndose en algunos casos a películas de su propia filmografía, el espectador asiste a un film pleno de ironías, de jugosos diálogos y sobre todo de gran humanidad en donde este extraordinario realizador ofrece una auténtica pintura de la sociedad en que vive.
Al concluir su visión, uno se pregunta cómo ha sido posible para que Panahi pudiera haber concretado este film dada las circunstancias que le toca vivir como cineasta prohibido. En todo caso, lo que importa es que su documental de ficción haya podido exhibirse en el festival de Berlín obteniendo merecidamente el premio máximo y que de allí en más se difunda internacionalmente.
Cabe señalar que en los créditos finales solo aparece el nombre del realizador. Por razones obvias, no se incluyen los nombres de los actores del elenco como tampoco del equipo técnico.
Conclusión: Un film donde a través de un viaje en taxi queda expuesta una excelente y realista pintura de la sociedad contemporánea de Irán.
LABYRINTH OF LIES. Alemania, 2014. Un film de Giulio Ricciarelli
En su primer film como realizador Giulio Ricciarelli ofrece un dramático relato abordando los conflictivos sentimientos que experimentó el pueblo alemán algunos años después de la Segunda Guerra.
Si bien tanto el juicio de Nuremberg – realizado inmediatamente después del horrendo conflicto bélico-, como el de Eichmann -efectuado en Jerusalén en 1961- fueron acontecimientos muy bien conocidos por el mundo entero, no lo ha sido así el que tuvo lugar en Frankfurt. Lo que condujo al mismo es expuesto por Ricciarelli a través de un relato de ficción basado en hechos reales.
El protagonista es Johann Radmann (Alexander Fehling) un joven procurador fiscal ambicioso y honesto que en 1958 comienza su tarea profesional en la ciudad de Francfort. Si bien al principio está abocado a asuntos menores, como atender las infracciones de tránsito, todo cambia para él cuando Thomas Gneilka (Andre Szymanski), un periodista amigo, le pide que investigue lo acontecido con Simon Kirsch (Johannes Krisch) para que se haga justicia. Se trata de un sobreviviente del Holocausto quien logró descubrir que uno de sus torturadores en Auschwitz es hoy día un afable maestro que enseña en una escuela local.
Aguzado por la curiosidad de lo que acaba de enterarse, Radmann comienza a investigar sobre la materia y como si se tratara de abrir la Caja de Pandora, lentamente se da cuenta de que hay muchos otros alemanes que habiendo cometido atrocidades en la tragedia nazi son hoy respetables ciudadanos, donde incluso algunos de ellos se desempeñan en cargos públicos. Sin embargo, la tarea a la que se aboca encuentra el obstáculo de que quienes lo rodean no desean hurgar más en el reciente pasado del país; con todo, su obstinación y determinación de esclarecer lo sucedido contará finalmente con el apoyo del Procurador General Fritz Bauer (Gert Voss). El resultado final es que el largo proceso que involucró la búsqueda de evidencias en la exhaustiva investigación proporcionando irrefutables pruebas, desemboca en el proceso de Frankfurt que tuvo lugar entre 1963 y 1965, donde 22 antiguos oficiales del régimen nazi fueron juzgados y condenados.
Explorando las actitudes y comportamientos de la sociedad alemana de la época, queda en claro como la gente joven de postguerra, como es el caso de Radmann, desconocía la reciente historia del genocidio nazi. Simultáneamente, a través del prolijo relato, se evidencia la forma en que el proceso generado terminó enfrentando a jueces alemanes con acusados también alemanes, para que en última instancia comenzara a disiparse la amnesia colectiva de la nación.
A la manera de un triste cuento moral, Ricciarelli valiéndose del guión por él escrito junto con Elisabeth Bartel brinda un film de factura clásica evitando incurrir en golpes bajos o artificiales sentimentalismos. Con un desarrollo dramático muy bien sostenido enfatizando la travesía emocional de Radmann, en una buena composición realizada por Fehling, el film también ha cuidado de presentar a personajes secundarios que exudan una natural autenticidad.
Como nota al pie, aunque el film no lo menciona cabe consignar que afortunadamente Alemania ya no oculta su pasado; recorriendo la ciudad de Berlín se puede apreciar tanto el Museo Judío abierto en 1999, y también contemplar el Monumento del Holocausto inaugurado en 2001 que ubicado en el centro de la ciudad, además de transmitir un hondo sentimiento al visitante permite apreciar el modo en que el país recuerda y efectúa un homenaje a las víctimas de la tragedia nazi.
GUIBORD S’EN VA-T-EN GUERRE / My Internship in Canada. Canadá, 2015. Un film escrito y dirigido por Philippe Falardeau.
Entre la comedia política y la sátira incisiva, Philippe Falardeau ofrece un film original y agradable ilustrando cómo funciona la democracia canadiense dentro del sistema parlamentario que la rige.
En su inicio, los créditos advierten al público que el relato se basa en acontecimientos que aún no han sucedido pero que no demorarán en producirse. Con ello y habiendo predispuesto el tono en que transcurrirá la historia, las primeras imágenes introducen a Steve Guibord (Patrick Huard). Este individuo, que en el pasado ha sido un jugador de jockey, posteriormente se dedicó a la política; en la actualidad actúa como diputado independiente representando a los votantes de una circunscripción que se halla en una ficticia pequeña ciudad del norte de la provincia de Quebec. En su oficina, Guibord recibe a Souverain Pascal (Irdens Exantus), un estudiante que procedente de Haití llegó a Canadá con rebosante entusiasmo para efectuar una pasantía; impresionado por este joven, que demuestra ser un intelectual profundamente embebido en los filósofos del pensamiento ilustrado francés, el político acepta sus servicios para que colabore con él.
El elemento que impulsa la acción de esta historia es que una próxima elección se avecina y Guibord debe adoptar una clara posición sobre si es partidario o no de enviar soldados canadienses a la guerra –aunque aquí no se especifica a cuál-. Aunque personalmente él se muestra reluctante al envío, su ambiciosa esposa (Suzanne Clément) es resuelta partidaria del envío de tropas en tanto que su hija pacifista (Clémence Dufresne-Deslières) se opone a ello; claramente, la opinión de su familia nuclear no le ofrece gran ayuda para decidir sobre cuál es la posición que le conviene adoptar.
A todo ello, Guibord, que temeroso de viajar en avión únicamente circula con su coche para su campaña, ve que una de las rutas de acceso está bloqueada por la población nativa como manifestación de protesta; por añadidura, el sindicato de camioneros reacciona a tal medida impidiendo la circulación de otra ruta accesoria. Mientras tanto y tratando de consultar a sus votantes sobre el tema de la guerra, comprueba que a ellos poco les importa el mismo en la medida que hay otros aspectos más importantes para considerar.
Dentro de ese panorama bastante caótico, Guibord se da cuenta que Souverain resulta ser mucho más que un ayudante; a pesar de no haber vivido en Canadá, demuestra ser suficientemente avezado para darle ingeniosos consejos. La ocasión se presenta cuando una mujer que es miembro del parlamento del partido del primer ministro federal (Paul Doucet) se enferma y está imposibilitada de votar; aprovechando esta circunstancia, el alerta pasante le hace ver a Guibord que beneficiándose de las ventajas que ofrece el funcionamiento del sistema democrático de Canadá él se encuentra en la situación privilegiada de decidir con su voto la suerte del actual gobierno que es favorable a la guerra.
Siguiendo la máxima de lo que irónicamente se manifiesta en el relato en el sentido de que “la política es el arte de lo imposible posible”, Falardeau logra que el film produzca la amplia sonrisa del público en una eficiente sátira exponiendo hasta dónde un político puede ser fiel a sus propias convicciones. Con un muy buen elenco, Patrick Huard confirma sus condiciones de excelente comediante así como Irdens Exantus constituye una gran revelación con la vivacidad, simpatía y elocuencia que brinda a su personaje.
Conclusión: Una lograda sátira política.
Comments (0)