HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de la primera mitad de la última entrega de la trilogía de Suzanne Collins que se conoció en noviembre de 2014, ahora ha llegado el momento de develar su desenlace. Su conclusión impresiona favorablemente porque la forma en que queda resuelta la odisea de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) alcanza en determinados momentos dimensiones emocionales que generalmente suelen estar ausentes en los típicos relatos del género. Además, esta fantasía post apocalíptica tiene un claro mensaje atinente a demostrar de qué manera el poder tiránico y descontrolado de un gobierno puede alcanzar ribetes dramáticos para sus oprimidos ciudadanos.
Retomando el relato donde quedó inconcluso, se recordará que Alma Coin (Julianne Moore), la presidenta del Distrito 13 y líder de la revuelta que se está gestando, utiliza a a Katniss como el emblema de la revolución. Sin embargo, la joven desea asumir un rol mucho más visible y activo que implica estar al frente de la batalla y lograr matar a Snow (Donald Sutherland), el hombre que siniestramente preside los destinos de Panem.
Para poder entrar al reducto de su enemigo y cumplir su objetivo, Katniss se encuentra acompañada por un grupo de amigos y soldados completamente identificados con su causa; entre otros, se destacan Peeta (Josh Hutcherson), quien había sido objeto de un lavado de cerebro por parte del Capitolio y que lentamente logra recuperar su memoria, Gale (Liam Hemsworth), Finnick (Sam Claflin), Boggs (Mahershala Ali), Cressida (Natalie Dormer), Johanna (Jena Malone) y Prim (Willow Shields). A todo ello, el malvado presidente que es consciente de que el movimiento puede alcanzar visos insospechados, no vacila en utilizar todos los recursos que tiene a su alcance para aplastar definitivamente a los insurrectos y sobre todo a Katniss; de este modo, les tiende diferentes tipos de trampas que ponen en peligro sus vidas. Sin embargo, los rebeldes no quedan amilanados, en especial la heroína de esta historia que sabe muy bien que en el desafío que enfrenta no está en juego solamente su supervivencia sino el destino de los habitantes de los 13 distritos de Panem.
En base a lo que antecede, el guión de Peter Craig y Danny Strong ofrece secuencias de acción muy bien resueltas que superan a las de las entregas anteriores. Pero la violencia nunca llega a desbordar siendo funcional al propósito perseguido por Collins.
En cuanto al aspecto romántico del relato, el mismo es apenas anecdótico y poco importa saber o adelantar si en el triángulo amoroso será el emocionalmente afectado Peeta o el apuesto Gale quien ganará el corazón de Katniss. Afortunadamente, el libreto no dedica mucho tiempo a este asunto para en cambio demostrar que la preocupación mayor de la joven guerrera reside en combatir a su funesto enemigo.
Si bien esta segunda mitad de la trilogía cobra inusitada energía, el factor sorpresa que depara su desenlace refuerza aún más el interés de la misma. Solo basta anticipar que la resolución no es la que uno aguardaría sino otra totalmente diferente que actúa como una señal de alerta demostrando cómo quienes buscan derrotar a gobiernos corruptos pueden albergar intenciones ocultas que nuevamente harían peligrar la democracia de una sociedad civilizada.
El director Francis Lawrence logra evitar los desniveles existentes de la primera parte imprimiendo aquí un dinamismo que agiliza al relato sin llegar a decaer.. En el vasto elenco, ampliamente se destaca Lawrence infundiendo vida a su rol y en última instancia es ella quien con su eficiente actuación constituye el alma de esta franquicia. En papeles secundarios Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Woody Harrelson y el desaparecido Philip Seymour Hoffman en su póstumo rol, se desempeñan correctamente.
Conclusión: Un satisfactorio final de una precautoria fantasía moral sobre regímenes tiránicos y opresivos.
SPOTLIGHT. Estados Unidos, 2015. Un film de Tom McCarthy
El realizador Tom McCarthy ofrece un excelente film de investigación periodística que por su calidad puede compararse a All The President’s Men (1976) de Alan J. Pakula. y Zodiac (2007) de David Fincher. Estructurado a la manera de un thriller, su tema enfoca el encubrimiento de los abusos sexuales de miembros de la Iglesia Católica a niños parroquianos ocurridos en el estado de Massachusetts.
El drama, en base a un guión del realizador escrito con Josh Singer, relata los esfuerzos emprendidos por el diario The Boston Globe para esclarecer los luctuosos hechos que aunque sabidos quedaron hasta ese momento ocultos, como si existiese en la población y sus fuerzas vivas una conspiración de silencio para no divulgar las tristes acciones que acontecían en el seno de la Iglesia.
Todo comienza en julio de 2001 cuando se llega a saber que el retirado sacerdote John Geoghan enfrentaba acusaciones de haber molestado a decenas de niños durante el período en que ejerció sus funciones religiosas. Al propio tiempo se supo que el arzobispado de Boston a través del Cardenal Bernard Law (Len Cariou) protegía a varios curas que violaron a jóvenes feligreses, donde en muchos casos esos asuntos se solucionaban fuera del sistema legal a través de los abogados defensores de la institución. Aunque el matutino previamente se había referido al asunto con algunas notas publicadas pero sin efectuar su seguimiento, es con la llegada de su nuevo editor Marty Paron (Liev Schreiber) que cambia la situación cuando determina que el Boston Globe indague con mayor profundidad sobre el tema. De este modo se constituye el equipo Spotlight liderado por el editor Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton) quien junto con los reporteros Michael Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) y Matt Carroll (Brian D’Arcy James) tienen a su cargo la delicada misión de tratar de “destapar la olla” públicamente.
El relato ofrece inusitada tensión en la medida en que cada uno de los periodistas cumpliendo con las respectivas tareas asignadas debe enfrentar numerosos obstáculos; eso genera en el relato diversas subtramas de eficaz intriga que terminan cohesionándose satisfactoriamente. Así, Spotlight trabajando afanosamente y con enorme presión psicológica durante el espacio de un año, va revelando los pormenores de una historia escandalosa que vino desarrollándose desde hacía bastante tiempo; lo sorprendente es que lo acontecido en el estado de Massachusetts no fue algo circunstancial sino que también ocurrió en otros rincones del mundo con ramificaciones que incluso llegaron hasta el propio corazón de El Vaticano. Más aún, tal como se aprecia en el film, los eclesiásticos imputados en vez de enfrentar a la justicia y ser encarcelados eran simplemente trasladados de una parroquia a la otra, quedando de esta manera impunes de los abominables delitos cometidos. Cabe señalar que el esforzado trabajo de este brillante equipo mereció que el Boston Globe recibiera el prestigioso Premio Pulitzer.
A través de una narración sensible y articulada sin caer en sensacionalismos injustificados, el realizador obtiene un film impecable que ofrece momentos de genuina emoción como, por ejemplo, cuando la periodista Pfeiffer se aproxima a un clérigo ya jubilado preguntándole si alguna vez ejerció un acto de pedofilia. McCarthy ha tenido una excelente visión para seleccionar a su elenco porque cada uno de los actores principales realiza una labor irreprochable; si a título personal podría distinguir las logradas caracterizaciones de Keaton, Ruffalo y McAdams, no le va en zaga la labor desplegada en roles de apoyo de Stanley Tucci, Billy Crudup, John Slattery y Jamey Sheridan.
Después de la visión de este valiente film, uno se pregunta porqué demoró tanto tiempo en efectuarse la valiente denuncia emprendida por el diario y cómo ha sido posible que sacerdotes supuestamente respetables de la Iglesia pudieran ser intocables dentro del seno de una sociedad civilizada; no menos importante es pensar en el daño emocional inferido a sus víctimas dejando heridas emocionales difíciles de cicatrizar.
Conclusión: Un film de visión imprescindible que destaca la noble misión que el periodismo de investigación puede desempeñar en el seno de una sociedad denunciado sus lacras morales.
BY THE SEA. Estados Unidos, 2015. Un film escrito y dirigido por Angelina Jolie Pitt
Una década después de haber actuado juntos por primera vez en Mr. & Mrs. Smith, ia pareja más popular del cine vuelve a aparecer en la pantalla en By The Sea, tercera incursión de Angelina Jolie Pitt como directora. En esta ocasión la bella actriz analiza el deterioro de una relación conyugal después de varios años de convivencia. Lamentablemente, el film no llega a distinguirse en la medida que la languidez, lentitud y la insistente repetición de escenas resienten sensiblemente la eficacia del relato.
La acción que se ubica en la década del 70 en la costa francesa de un pequeño pueblo no especificado, sigue los pasos de Roland (Brad Pitt) y Vanessa (Jolie Pitt), un matrimonio neoyorkino de 14 años de existencia. Desde el momento en que llegan a la habitación del hotel queda claro que algo no marcha bien entre ambos; él es un escritor y comprensivo esposo que tolera el mal humor de su esposa, una ex bailarina que atraviesa un estado de marcada depresión. Algo muy serio parece aquejarla aunque no hay pauta precisa sobre las razones del trauma padecido. Mientras Roland trata de concentrarse en la preparación de una novela y acude asiduamente al café local donde es tratado con calidez y gran amabilidad por el encargado del mismo (Niels Arestup), su esposa destina el tiempo para estar en la cama, salir al balcón para contemplar el mar y a veces caminar para mezclarse con la gente del pueblo y hacer algunas compras. Si bien la realizadora ha tratado de mantener un bajo perfil conteniendo las emociones y prefiriendo que se aprecie más lo que no se dice o se esté callando, uno queda completamente alienado con la constante incomunicación de Vanessa, resultando difícil conmiserarse con lo que le está pasando a pesar de su drama interno.
El relato comienza a cobrar cierto vuelo después de 55 minutos, cuando llega al hotel Lea (Melanie Laurent) y su marido François (Melvin Poupaud) quienes recién casados se aprestan a pasar su luna de miel ocupando la habitación contigua a la de Roland y su señora. Cuando Vanessa descubre que hay un pequeño orificio en la pared que comunica con la habitación de los jóvenes esposados, ella comienza a espiar por el mismo contemplando las relaciones íntimas de la pareja; esa actitud parece revitalizarla y pronto induce a Roland para que también actúe como voyeur. Todo parecería sugerir que la felicidad radiante del novel matrimonio sirve en parte para revivir los años felices de Roland y Vanessa. Una vez más, la realizadora dedica tiempo excesivo a la adicción voyeurística de sus personajes centrales, solamente atenuada por la relación que se establece entre los dos matrimonios, aunque todo ello conduce a situaciones de desconfianza que no resultan convincentes.
Cuando al concluir uno llega a enterarse qué es lo que realmente le ocurrió a Vanessa en el pasado, la revelación de ninguna manera sorprende ni justifica la descripción que el guión ha hecho de su personaje; además, el comportamiento entre catatónico y estático del mismo no le ofrece a Jolie Pitt posibilidades de lucimiento como actriz. Del resto del elenco el único que realmente se distingue es Arestup que a pesar de su rol secundario otorga gran humanidad a su personaje constituyendo una presencia grata en esta historia. La bella fotografía de Christian Berger otorga un aire de distinción al film aunque no lo salva de su medianía.
Conclusión: A pesar de la gran sensibilidad que demostró Jolie Pitt en anteriores oportunidades como realizadora, en este caso no logra infundir el brío necesario para que el espectador se involucre en el drama de una pareja en descomposición.
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