HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de haberse visto The Krays (1990), las correrías delictivas de los hermanos mellizos Kray en la ciudad de Londres durante los años 60 nuevamente retornan a la pantalla a través de la versión ofrecida por Brian Helgeland en Legend. Esta historia, donde la violencia adquiere permanente presencia, podrá ser más apreciada por el público británico familiarizado con el tema que por los espectadores de este continente; de todos modos si hay una razón para justificar su visión es por la extraordinaria composición que Tom Hardy logra caracterizando a los dos personajes protagónicos.
La historia es narrada en off por Frances (Emily Browning), la señora de Reggie –uno de los mellizos; aunque ese recurso podría ser admitido en circunstancias normales, la suerte corrida por ella no permitiría que racionalmente fuese su relatora. El primer encuentro con los tristemente célebres hermanos impresiona al comprobar cómo la irreprochable técnica empleada permite que en un mismo cuadro ambos aparezcan interpretados por un mismo actor. Sus diferentes personalidades están muy bien descriptas; mientras que Reggie es inteligente, calculador, bien listo para los negocios y además guardando un cierto encanto, Ronnie es un psicópata irracional, sádico y peligroso asesino, además de no tener prejuicios para dejar saber que es un homosexual, comentario ciertamente audaz al ser efectuado en una época completamente diferente a la actual.
El relato enfoca principalmente las actividades delictivas de los Krays donde no están ausentes los asaltos, crímenes, violaciones y otros elementos que aterrorizaron al East End londinense de ese entonces. Parte de ese accionar es realizado a través de alianzas con hampones del crimen organizado de Estados Unidos.
A grandes rasgos el guión de Helgeland no alcanza a superar la medianía de otros filmes del género y mucho menos la excelencia de Goodfellas (1990), de parecida temática; aquí, la acción se traduce casi permanentemente en un relato violento y sin mayor suspenso, configurado con escenas demasiado alargadas que no siempre están bien cohesionadas. Los momentos más tranquilos e íntimos muestran a Frances que sintiendo un fuerte amor por su marido ve su matrimonio afectado en la medida que Reggie no puede disociarse de su mentalmente desequilibrado hermano; en todo caso, esa relación conyugal parece injertada dentro de un marco narrativo que persigue un propósito diferente.
Tal como está, el film carece de la fuerza necesaria para que el espectador quede involucrado en el mismo aunque una vez más cabe reseñar que los matices que otorga Hardy a sus personajes es admirable por haber logrado ofrecer dos personalidades completamente diferentes. El resto del elenco integrado por Browning, David Thewlis, Christopher Eccleston, Chazz Palimenteri, entre otros, se desempeña correctamente. Finalmente, una buena factura de producción recrea adecuadamente a la ciudad de Londres de la década del 60.
Conclusión: Un film desigual valorizado por la excelente interpretación de Tom Hardy
.JAMES WHITE. Estados Unidos, 2015. Un film dirigido y escrito por Josh Mond
El novel director Josh Mond aborda el proceso de maduración que experimenta James White, el personaje central del film que se comenta, dentro del contexto de un drama familiar.
En las primeras escenas, contemplando a James White (Christopher Abbott), se tiene una clara idea sobre su persona. De veinte y tantos años de edad este joven de Manhattan además de estar desempleado es un hedonista amante de las correrías nocturnas e inclinado al consumo masivo de bebidas alcohólicas, drogas a destajo y a algunos ocasionales placeres sexuales, conformando de este modo un estilo de vida disipada; a ello debe agregarse que su carácter un tanto explosivo y pendenciero contribuye a que resulte una persona inmadura y de de difícil trato.
Después de una noche de juerga en un bar y un tanto confundido por el alcohol, asiste a la ceremonia de duelo que tiene lugar con motivo de la muerte de su alejado padre quien tiempo atrás dejó su hogar después de divorciarse de su madre Gail (Cinthia Nixon), volviéndose a casar poco antes de morir.
En realidad, la desaparición de su progenitor no llega a afectar mucho a James dado que su vida sigue su rumbo habitual, prosiguiendo las jaranas con su amigo Nick (Scott Mescudi). En materia laboral, su desocupación no es para él un mayor motivo de preocupación ya que a pesar de tener cierta inclinación en escribir, no aprovecha la oportunidad de una oferta de trabajo a través de los contactos de un amigo de la familia (Ron Livingston).
El relato adquiere envergadura dramática cuando James, encontrándose con Nick en una playa de México, debe abreviar su despreocupada estadía al recibir un llamado telefónico que lo urge a volver a Nueva York; el motivo es que el cáncer de su madre que estaba en remisión volvió a cobrar inusitada fuerza. Es allí que se produce el íntimo acercamiento entre el muchacho y Gail donde él debe asumir la responsabilidad moral de atender el proceso agónico por el que ella atraviesa. Con todo, aunque el muchacho dista de ser un eficiente cuidador de su madre, se establece entre ambos un lazo tierno y profundo suministrando a esta historia momentos de genuina emoción.
Aunque no del todo estructurado, el film se valoriza por las muy buenas interpretaciones de Abbott y Nixon. El joven actor a pesar de caracterizar un personaje poco grato, traduce un sentimiento de vulnerabilidad frente al conflicto emocional que le produce el sufrimiento de Gail; aunque es difícil predecir si esa circunstancia podrá redimirlo y lograr que madure como persona adulta, lo cierto es que al tomar conciencia de que está perdiendo a su madre, esa situación dolorosa permite que el espectador sienta compasión por James. En cuanto a Nixon, ella brinda los matices necesarios de la condenada mujer que a pesar de querer ser fuerte y combatir a su nefasta enfermedad no puede lidiar con la casi nula resistencia física de su cuerpo.
La cámara inquieta de Matyas Erdeli y el muy buen apoyo musical de Scott Mescudi contribuyen a crear una genuina ambientación a la historia relatada.
Conclusión: Aunque no se trate de un film muy confortable, James White es un drama recomendable por la cuidada dirección impresa por Mond y por su inobjetable elenco central.
FLORIDE. Francia, 2015. Un film de Philippe Le Guay
A pesar de que las vicisitudes atravesadas por una persona senil se prestaría para un relato dramático, Philippe Le Guay logra en Floride una agradabilísima comedia exponiendo las diferentes gamas que puede alcanzar el ser humano. Como en su precedente film Molière à bicyclette (2012), Le Guay confirma sus excelentes dotes de realizador demostrando su capacidad de hacer reír en forma fina y elegante.
Una vez más el cine contempla lo que implica el comienzo de la pérdida de capacidad mental que el ser humano puede atravesar en el crepúsculo de su vida. Si bien la persona afectada puede ser incapaz de apreciar su real estado, sus familiares son quienes deben sobrellevar el enorme peso que implica la responsabilidad de su cuidado. Eso es lo que el director aborda en el guión que él y Jérôme Tonnerre han preparado basado en la pieza teatral Le père de Florian Zeller.
En un papel hecho a su medida, el veterano actor Jean Rochefort de 85 años, interpreta a Claude, un personaje de su misma edad. Se trata de un individuo de encantadora presencia que en un comienzo experimenta pequeños lapsos de memoria y que como un avezado pícaro manipulador con sus caprichos pone a prueba la santa paciencia de Madame Forgeat (Edith Le Merdy) quien se ocupa de cuidarlo; cuando ella ya no lo aguanta más y deja su hogar es su abnegada hija Carole (Sandrine Kiberlain) quien debe asumir esa responsabilidad además de dirigir la empresa familiar que fundó su padre. Aunque Ivona (Anamaria Marinca) es la reemplazante de Forgeat para cuidarlo, lo cierto es que gradualmente Claude comienza a experimentar con mayor intensidad los problemas de ausencia de memoria y de relativa inestabilidad mental. Esa situación además de repercutir fuertemente en Carole también afecta a Thomas (Laurent Lucas), su pareja, quien está cansado de tolerar sus exabruptos.
Cualquier persona que haya tenido a su cargo a un enfermo de tal naturaleza logra empatizar fácilmente con la situación que atraviesa Carole donde a través de la tensión creada no deja de contemplar la posibilidad de que su padre pueda ser trasladado a una residencia de ancianos. Si frente a un tema decididamente difícil, el público sigue los acontecimientos con una permanente sonrisa en su rostro se debe a la extraordinaria personificación que logra Rochefort de su personaje dotándolo de enorme simpatía; curiosamente a su edad demuestra estar en completa forma volcando su histrionismo de actor en una caracterización magistral que provoca permanente hilaridad. Asimismo, Kiberlain transmite con convicción a un personaje que a pesar de la guerra de nervios que le genera la condición de su padre, ella le brinda su máximo cariño y comprensión.
El título del film alude al estado sureño donde Claude decide viajar (¿fantasía o realidad?) para salir al encuentro de su otra hija Alicia que aunque murió ya hace 9 años él cree que vive allí.
En síntesis, Le Guay ha sabido muy bien equilibrar el tono dramático con la arista cómica de esta historia, evitando caer en lo demasiado sentimental o melodramático.
Conclusión: Un film recomendable que aunque más no fuera, merece verse por la excepcional actuación de Jean Rochefort
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