HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
En su octava incursión como realizador, Tarantino enfoca nuevamente un spaguetti western como lo hiciera en Django Unchained (2012). The Hateful Eight es un film ambicioso con una irreprochable puesta escénica; con todo, el realizador, a pesar de incursionar en una temática importante como lo es el racismo, no alcanza el nivel logrado en otros títulos de su filmografía como por ejemplo lo fueron Pulp Fiction (1994).y The Inglorious Bastards (2009).
El relato que tiene lugar algunos años después de la Guerra de Secesión, está dividido en seis capítulos con una obertura musical de tres minutos. Al asomar la primera imagen que transcurre en Wyoming durante un riguroso invierno cubierto de nieve se detecta una diligencia que atraviesa la ruta transportando a dos pasajeros. Uno de ellos es John Ruth (Kurt Russell), un cazarecompensas que para cobrar una suma de 10 mil dólares lleva encadenada a Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), una fugitiva de la justicia que será entregada a las autoridades en Red Rock. En el trayecto Ruth acepta que Marquis Warren (Samuel L. Jackson) viaje con ellos; se trata de un locuaz ex esclavo negro que participó como oficial de caballería de la Unión y que ahora se gana la vida como cazarecompensas. Poco tiempo después sube al vehículo Chris Mannix (Walton Goggins), quien manifiesta ser el nuevo sheriff del lugar. Las conversaciones mantenidas entre estos individuos están cargadas de tensión como consecuencia de comentarios raciales dirigidos a Warren.
Cuando una fuerte tormenta de nieve impide proseguir el camino, los viajeros interrumpen la travesía refugiándose en un parador del caminoa la espera de que el temporal se apacigüe. Es en ese lugar donde se hallan 4 individuos incluyendo a Oswaldo Mobray (Tim Roth), un verdugo británico, el mexicano Bob (Demian Bichir) que se ocupa de cuidar el refugio en ausencia de la dueña del establecimiento, Sanford Smithers (Bruce Dern), un ex general de la Confederación que es extremadamente racista, y Joe Cage (Michael Madsen), un atípico cowboy taciturno. No pasa mucho tiempo para que entre los 8 individuos allí reunidos se cree un clima dramático a través de virulentos intercambios verbales donde uno de ellos resulta mortalmente herido. Es allí, cuando habiendo transcurrido 100 minutos el film introduce una pausa de 15 minutos.
Después del intermedio la voz en off de Tarantino cuenta lo que aconteció en la mañana del día en que transcurre la acción; además, el relato introduce un acontecimiento inesperado que mantiene un relativo suspenso durante la hora y cuarto restante del metraje.
Tarantino es un director que ha merecido respeto por la irreverencia y el carácter provocativo de sus filmes. Con todo, hay ciertas objeciones que merecen considerarse en este comentario crítico. En primer lugar el contenido no es lo suficientemente sustancioso como para generar gran excitación presentando dos partes bien diferenciadas que no alcanzan a fusionarse adecuadamente; si bien la acción desarrollada en el viaje inicial no está desprovista de interés como relato intimista, la historia cambia posteriormente de giro convirtiéndose en un film de misterio sin despertar especial emoción. Otro aspecto se vincula con la descripción de algunos personajes que resultan acartonados, impidiendo que exista la empatía necesaria por parte del público. No menos importante es que el film peca por su excesiva duración, unido al hecho de que gran parte del mismo se desarrolla en un reducido escenario lo que conduce a una claustrofobia que termina fatigando.
Pero la observación más importante a efectuar es la naturaleza violenta del relato. Si bien se ve venir desde el comienzo que la creciente tensión infernal que se establece entre los 8 personajes odiados del título del film terminará explotando, la carnicería humana de sangre que uno contempla es francamente aberrante, grotesca e innecesaria.
En lo que concierne al elenco, Jason Leigh se destaca ampliamente animando con intensidad dramática a la despreciable y racista proscripta, logrando la mejor actuación de su carrera hasta la fecha. A su lado también se distingue Jackson –actor fetiche de Tarantino- quien sabe aprovechar con justeza los mordaces diálogos que le ofrece el guión en la magnífica caracterización de su personaje.
El film que ha sido rodado en el formato Ultra Panavisión 70, procedimiento utilizado en muy pocas películas, capta muy bien la riqueza del color, profundidad e iluminación de los majestuosos paisajes cubiertos de nieve del oeste americano a través de la buena fotografía de Robert Richardson. La banda sonora de la película del prestigioso compositor italiano Ennio Morricone establece el tono adecuado para la ambientación de este western.
THE BIG SHORT. Estados Unidos, 2015. Un film de Adam McKay
El colapso económico de 2008 que ya fue abordado por el cine vuelve a ser considerado en The Big Short del realizador Adam McKay. El film que está basado en el fascinante libro The Big Short de Michael Lewis, adaptado para el cine por McKay y Charles Randolph, transcurre desde 2005 hasta 2008 y se centra en la real experiencia de cuatro hombres visionarios que consideraron que la burbuja del crédito y la vivienda que tuvo lugar en los Estados Unidos conduciría a un colapso financiero y económico a pesar de que las grandes instituciones financieras se negaron a admitirlo.
Uno de los “videntes” es Michael Burry (Christian Bale), un ex neurólogo sufriendo del mal de Asperger, que creó el exitoso fondo de inversión Scion Capital. En 2005 él ya notaba la debilidad experimentada por el mercado inmobiliario así como la vulnerabilidad producida por los créditos hipotecarios de alto riesgo asumidos por los bancos. Su intuición lo induce a actuar en contra de la tendencia del mercado comprando permutas de incumplimiento crediticio (credit default swaps) y sobre todo bonos hipotecarios muy riesgosos que a la postre le reportaron una gran fortuna.
Otro de los personajes es Mark Baum (Steve Carell), un gerente de fondos de cobertura criticando las prácticas poco éticas de Wall Street que rehúsa reconocer el desastre financiero que se está gestando. Cuando llega a contactarse con el banquero Jared Vennett (Ryan Gosling), quien es también el narrador de la historia, éste le convence de que pueden enriquecerse apostando contra los bonos hipotecarios emitidos por los bancos. El cuarto visionario es Ben Rickert (Brad Pitt), un retirado trader escéptico y de gran lucidez que aconseja a dos aspirantes operadores (Finn Witrock, John Magaro) la forma en que pueden beneficiarse del inminente colapso.
A pesar de su trasfondo dramático, esta historia es narrada en tono de cínica comedia donde McKay mantiene un buen ritmo. Sin embargo, teniendo en consideración que el lenguaje financiero abarca casi todo el metraje, el problema de este film radica en la terminología técnica empleada donde términos como “shorts”, “credit default swaps”, “CDO” (Collateralized Debt Obligation) y otros, no resultan fáciles de captar para el espectador corriente; así, no se logra comprender con toda claridad cómo la burbuja crediticia constituyó la causa explosiva de la crisis económica.
Dentro del calificado elenco, Bale ofrece total convicción recreando la personalidad excéntrica de Burry, en tanto que Carell transmite excelentemente la idiosincrasia de una persona que representa la conciencia ética de este drama y que supone con buenos fundamentos que el mundo atraviesa una marcada descomposición moral.
Globalmente considerado, el film crea un sentimiento de frustración al ver cómo los responsables de las finanzas de prestigiosas instituciones financieras han manipulado irresponsablemente el dinero de inversores y accionistas causando la debacle de 2008. Más aún, la sensación de indignación se acrecienta cuando se sabe que muchos de los delincuentes de Wall Street no han sido condenados y están gozando de plena libertad. En tal sentido, esta película es aleccionadora como un llamado de alerta para que esta hecatombe no vuelva a repetirse.
JOY. Estados Unidos, 2015. Un film dirigido y escrito por David O. Russell
Por tercera vez el realizador David O. Russell y los actores Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Robert De Niro mancomunan sus esfuerzos para ofrecer en esta oportunidad una comedia que repercutirá favorablemente en el público por la simpatía que estos actores irradian, y sobre todo por la irreprochable actuación de Lawrence en el papel protagónico.
Basado en la vida de Joy Mangano, el relato que transcurre a principios de la década del 90 introduce a Joy (Lawrence), una joven madre monoparental de 3 hijos; estando separada de su esposo Tony (Edgar Ramírez) después de un matrimonio poco exitoso, trabaja sin mayor entusiasmo como empleada de una línea aérea. La primera parte del film presenta a los miembros de su familia que además de sus hijos incluye a su cariñosa abuela Mimi (Diane Ladd), su depresiva madre Terry (Virginia Madsen) que se encuentra recluida en la cama de su habitación siguiendo permanentemente frente al televisor el desarrollo de las telenovelas ofrecidas, su divorciado y temperamental padre Rudy (Robert De Niro) que es dueño de un taller mecánico; a ello cabe agregar la presencia de Tony, quien a pesar de la ruptura conyugal mantiene con ella excelentes relaciones e incluso se aloja en el sótano de su casa.
Con algunas situaciones graciosas que se producen en el seno de esta complicada y disfuncional familia, el relato de Russell cobra verdadero aliento después de la primera media hora cuando Joy trata de implementar el uso de un utensilio hogareño por ella concebido; se trata de un trapeador extensible con flecos de algodón y reutilizable que brinda gran practicidad para quien lo utilice. A fin de que su invento logre ser conocido por el mercado, Tony la ayuda a contactar a Neil Walker (Cooper), uno de los directores de la cadena televisiva QVC que se dedica a vender por esa vía artículos del hogar caracterizados por su calidad, valor y conveniencia.
Una vez que Walker es persuadido sobre las bondades del trapeador, le brinda a Joy la oportunidad para que ella misma efectúe la demostración televisiva del mismo; el éxito obtenido es inmediato frente a las innumerables llamadas telefónicas que se van recibiendo por parte de teleespectadores demandando el producto en cuestión. Con todo, el clamoroso suceso no estará exento de algunos obstáculos imprevistos que agregan a la trama una nota dramática.
Aunque el relato no está totalmente articulado, esa objeción se atenúa por la existencia de varios momentos bien logrados; entre ellos, una de las situaciones de considerable interés se produce durante el proceso de la promoción del producto donde el público se impone de lo que acontece detrás de la escena para lograr el objetivo deseado.
Con una vitalidad a toda prueba Lawrence caracteriza muy bien a su personaje dotándolo de un excepcional feminismo, al demostrar cómo una mujer con empuje, entusiasmo y tenacidad puede llegar a fundar una dinastía comercial y convertirse en una excepcional empresaria en un mundo de hombres. A su lado, Cooper convence como el experto ejecutivo que sabe cómo vender un producto valedero y captar la idiosincrasia del potencial cliente; Isabella Rosellini es igualmente eficaz como la nueva mujer de Rudy que dada su excelente situación económica ayuda a Joy a financiar el lanzamiento de su producto; por último Ramírez también infunde convicción como el honesto consejero y asesor comercial de su ex esposa.
A pesar de no ser una película perfecta, Rusell ha sabido transmitir convincentemente el sueño de una moderna cenicienta que en lugar de conquistar al príncipe soñado, logra seducir a un vasto mercado encantado con los productos que ella es capaz de ofrecer como una innovadora mujer de negocios.
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