HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de una ausencia de 6 años, Michael Moore regresa con Where to Invade Next, un nuevo documental donde con ironía, sarcasmo y mordacidad denuncia la ausencia de valores fundamentales de su país natal. Partiendo de la premisa de que Estados Unidos perdió la guerra en Vietnam, Afganistán e Irak, se pregunta “dónde corresponde invadir ahora”; para ello, y con la inventiva que lo caracteriza, Moore efectúa una gira europea donde en cada lugar visitado trata de apropiar las bondades que va descubriendo.
En Italia, no puede disimular su incredulidad cuando se entera de las numerosas semanas de vacaciones que gozan los asalariados y la percepción del aguinaldo como décimo tercer sueldo del año. Al llegar a Francia aprecia el modo en que las escuelas se preocupan de que los comedores ofrezcan a los niños una alimentación nutritiva y balanceada. Al visitar Finlandia se impone sobre el actual sistema educacional que lo ubica en el primer lugar del ranking mundial. Aquí, los alumnos no necesitan más que 20 horas semanales de clase para aprender y estudiar, sin necesidad de tener que realizar tareas en el hogar; de este modo disponen de más tiempo para la realización de actividades extracurriculares y recreacionales, como así también lograr una mejor interacción social.
La gira continúa en Eslovenia donde Moore se sorprende que la enseñanza universitaria sea absolutamente gratuita para todo el mundo y que estudiantes estadounidenses al no poder afrontar el alto costo de la matrícula, lleguen a este pequeño país para estudiar en inglés sin cargo alguno. Un momento emotivo del film tiene lugar durante su estadía en Alemania al ver cómo en las escuelas los alumnos aprenden el pasado oscuro del país durante la época del exterminio nazi, para que el genocidio no vuelva a repetirse en el futuro; curiosamente, en las aulas de Estados Unidos no se indaga lo suficiente sobre la historia de la esclavitud afroamericana.
En Portugal Moore se entera que la legalización de las drogas ha motivado que su consumo sea uno de los más bajos del mundo. La visita siguiente es Noruega donde tiene oportunidad de apreciar que las confortables cárceles son utilizadas para lograr la rehabilitación de los convictos y no como método de castigo o venganza. La siguiente parada es Túnez, país musulmán, donde después de la revolución de 2011 la mujer ha logrado imponer que sus derechos se igualen a los del hombre, como así también tener la posibilidad de abortar y decidir sobre su propio cuerpo.
El viaje concluye en Islandia, el nórdico país que se vio gravemente afectado por el colapso financiero de 2008, donde curiosamente, la única compañía que escapó al colapso financiero estuvo dirigida por mujeres. A diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, ninguno de los ejecutivos islandeses responsables de la quiebra de las otras instituciones financieras quedó libre de culpa y cargo. Aunque no haya sido la intención de Moore, esta visita constituye un tributo al desempeño de la mujer en un país donde el sexo débil tiene importante gravitación no solamente en el mundo de los negocios sino también en el desempeño de la función pública y en todas las demás áreas sociales y políticas.
El realizador se lamenta de que Estados Unidos habiendo servido de inspiración a las naciones visitadas en lo concerniente a los valores humanos y sociales no haya sabido implementar sus ventajas para sí mismo. Con su típica vestimenta de jeans y gorrita de béisbol, este simpático trotamundo ofrece un documento muy bien editado, provocativo, audaz, con momentos de franco humor y decididamente apasionante. Agréguese a todo ello que la banda sonora va registrando agradablemente melodías típicas de cada país visitado.
RAMS. Islandia-Dinamarca, 2015. Un film escrito y dirigido por Grimur Hakonarson
Por su ubicación geográfica, Islandia está aislada de Europa a pesar de ser parte integral del viejo continente; no obstante su cinematografía aunque no muy abundante se ha caracterizado por mostrarnos facetas del comportamiento cultural de sus habitantes que siempre han despertado interés por su calificado nivel de civilización. Rams no es la excepción donde a través de la visión del director Grimur Hakonarson, el cinéfilo tiene oportunidad de juzgar un logrado drama humano que se desarrolla en un valle montañoso aislado reflejando la vida rural de una pequeña comunidad.
El realizador concibió una historia simple pero suficientemente ilustrativa sobre las costumbres rurales de la zona en donde transcurre la acción. Aunque de ficción, su relato podría más asemejarse a un documental por la forma en que está contado. Con un escaso diálogo la trama presenta a dos hermanos solteros que viven como vecinos pero se han mantenido separados por espacio de 40 años; ambos son granjeros dedicados a la cría de carneros. No se sabe la razón por la cual Kiddi (Theodor Juliusson), un hombre propenso a la bebida, y Gummi (Sigurdur Sigurjonsson), más relajado y tranquilo, se han distanciado; lo que en cambio trasciende es la rivalidad existente entre ellos. A falta del lazo fraternal que pudiera unirlos, el afecto se encuentra reemplazado por el cariño que cada uno de ellos siente hacia sus ovejas.
El elemento dramático que impulsa el desarrollo del film es la aparición de una plaga que afecta al ganado; para evitar perjuicios mayores las autoridades sanitarias han determinado que debe ser sacrificado. Esa decisión causa un dolor tremendo en dos personas cuyas vidas han estado estrechamente vinculadas con sus ovejas; a la crisis emocional que ambos atraviesan se une el daño económico que implica implementar el sacrificio.
Sin adelantar mayor información sobre cómo se resolverá la dramática situación, lo cierto es que el director logra un relato impregnado de un humor seco que se manifiesta en situaciones absurdas de convincentes gags visuales; así por ejemplo, la comunicación de los dos hermanos a través del perro de Gummi portando mensajes escritos para Kiddi, está graciosamente expuesta.
Con gran delicadeza, el realizador ofrece una historia que trasuntando tópicos como la soledad, incomunicación, rivalidad y resentimientos ocultos, logra redondearla con un climax altamente conmovedor que trae a la memoria los sabios versos del Martín Fierro: “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera”.
Esta bella película, que merecidamente ganó el primer premio en la sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes 2015, logra enternecer al espectador no solo por la habilidad de Hakonarson en la acertada exposición del relato sino porque además cuenta con dos magníficos actores, Juliusson y Sigurjonsson, quienes transmiten acabadamente la vida interior de sus respectivos personajes. Finamente es importante destacar la excelente fotografía de Sturla Brandt Grovlen captando la agresividad del desolado paisaje islandés en la transición del otoño hacia el invierno.
RACE. Canadá-Alemania-Canadá, 2016. Un film de Stephen Hopkins
Una vez más el tema racial es abordado en el cine aunque en este caso desde la óptica deportiva. Centrándose en las asombrosas hazañas logradas por el ícono deportista afroamericano Jesse Owens, el director Stephen Hopkins entrega un film que además de estar soberbiamente interpretado por Stephan James y Jason Sudeikis, se encuentra bien estructurado y sobre todo mantiene permanentemente la atención del espectador.
Si bien durante gran parte del siglo pasado ha sido notoria la discriminación racial y sobre todo el despreciable tratamiento que los habitantes americanos de raza negra han sido objeto en Estados Unidos, este film presenta una especial nota de interés al comparar el intolerable racismo americano con el que estuvo vigente en Alemania.
Evitando incurrir en la tradicional biografía, el guión de Joe Shrapnel y Anna Waterhouse se centraliza en Owens (James) donde la acción se desarrolla desde 1933 hasta 1936. Dejando en Cleveland a su familia integrada por su abnegada compañera Ruth (Shanice Banton) y su recién nacida hijita, el futuro campeón se inscribe como estudiante en la Universidad del Estado de Ohio; su intención es participar como corredor de fondo en las competencias realizadas entre los equipos de las universidades del país. La asimilación no es nada fácil teniendo en cuenta la forma cómo es discriminado por su color de piel por parte de sus compañeros blancos.
No tardará mucho para que el empeñoso deportista, demostrando condiciones naturales como atleta, logre el apoyo del excelente entrenador Larry Snyder (Sudeikis); después de varias contiendas ganadas de manera deslumbrante, Owens es elegido para integrar el equipo que participará en los Juegos Olímpicos de 1936.
El hecho de que la contienda tenga lugar en la Alemania Nazi con su brutal régimen origina discusiones entre los miembros del comité olímpico de Estados Unidos sobre si el país debe o no participar en el evento. Esa discordancia queda ejemplificada con la opinión del juez Jeremiah Mahoney, uno de los miembros, quien considera que es necesario boicotear las olimpiadas como un acto moral, en tanto que el industrialista millonario Avery Brundage (Jeremy Irons), uno de sus colegas, sostiene que el deporte nunca debe entremezclarse con la política; más aún, Brundage aduce que los juegos permitirán levantar la moral de los americanos en una época de gran depresión económica, sobre todo si el equipo es capaz de demostrar el talento deportivo nacional; finalmente es su posición la que prevalece.
La mayor excitación del relato tiene lugar en Berlín, donde los jerarcas alemanes realizan todo lo posible para demostrar la supremacía aria. Las escenas racistas y las demostraciones del antisemitismo reinante donde los judíos eran tratados aún peor que los negros, constituyen el telón de fondo de estas olimpíadas.
Entre otros detalles anexos, se ve a la cineasta alemana Leni Riefenstahl (Carice van Houten) filmando con su cámara el gran acontecimiento. A pesar del récord registrado por Owens con las cuatro medallas de oro obtenidas, eso no le exime ser objeto de discriminación racial. Así, en Alemania Hitler se niega a estrecharle su mano después de sus victorias, mientras que en Estados Unidos en una recepción realizada en su honor en el Waldorf Astoria no se le permite ingresar por la puerta principal sino que debe hacerlo por la que comunica a la cocina.
Plena de emotividad, la película refleja muy bien el cálido lazo establecido entre Owens y Snyder; la completa dedicación del entrenador hacia el atleta facilitó el camino para su consagración.
En esencia, este film muy bien realizado no solo considera la hazaña gloriosa de uno de los más extraordinarios deportistas del siglo XX, sino que también denuncia sin cargar demasiado las tintas el innoble racismo prevaleciente tanto en un país democrático como en otro dictatorial. Curiosamente, el entonces presidente Roosevelt no se dignó a felicitar a Owens ni a reconocer su triunfo logrado como representante de Estados Unidos.
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