Vargas Llosa, el periodismo amarillista y los pilares temáticos de toda su obra en ‘Cinco esquinas’
Vargas Llosa, el periodismo amarillista y los pilares temáticos de toda su obra en ‘Cinco esquinas’

Mario Vargas Llosa durante la presentación de ‘Cinco esquinas’, en Casa América, de Madrid, este 1 de marzo.
“¿Había despertado o seguía soñando?”. Lo cierto es que a las 12 y 11 minutos del 1 de marzo de 2016 Mario Vargas Llosa empezó el primer día de su gran año. A esa hora, y bajo un cielo celeste madrileño, el Nobel peruano entró en Casa América, por la puerta de Cibeles, para asistir a la presentación de su nueva novela, Cinco esquinas (Alfaguara). Era la apertura de una larga temporada de actos, homenajes y efemérides que lo llevarán por medio mundo. Y cuando verá cumplido el día más feliz de su vida como escritor, “Más que cuando recibí la llamada del Nobel”, con la edición de su obra en la colección La Pléiade, de la editorial francesa Gallimard.
80, 70, 65, 60, 18, 2 y 5 son los números que resumen el 2016 vargasllosiano: cumplirá 80 años este 28 de marzo; hace 70 años conoció a su padre en Piura y llegó a Lima, dos hechos que decidieron su destino personal y literario; hace 65 años, cuando salió de la Escuela Militar Leoncio Prado, no tuvo dudas de su vocación de escritor; hace 60 años publicó su primer texto literario, El abuelo, en el periódico La Crónica; desde entonces ha escrito 18 novelas; a finales de este mes entrará en el Olimpo editorial de La Pléiade, la colección de Gallimard que reúne el canon universal, con la publicación de dos volúmenes que incluyen ocho de sus principales obras; dos es también el número de la edición de la Bienal de Novela que lleva su nombre en abril en Lima; y cinco es una de las dos palabras de su nuevo libro en una metáfora que resume lo que ha querido contar toda su vida.
La novela es, también, la confluencia de cinco de los pilares de la vida literaria de Vargas Llosa: el análisis del periodismo, el Perú, el poder, la hipocresía y el erotismo. La cara A y la cara B de cada uno de esos temas con el hilo conductor de una historia de pasiones subterráneas que, como el agua, siempre acaba por encontrar una salida. En el centro y alrededor de todo, la Libertad. 314 páginas en las que reflexiona sobre los diferentes niveles de libertad, secuestros y autosecuestros y prejuicios tanto en las instituciones como en las personas.
“Tal vez Roland Barthes tenía razón y los escritores siempre escribimos sobre un mismo tema y sus variaciones. La historia de los escritores, si se escarba un poco, es la historia de un solo tema”, concluyó un Vargas Llosa con voz pausada, una hora después de haber empezado la rueda de prensa con sus colegas periodistas tras el enjambre de los clicks y los flases de las cámaras, en el anfiteatro Gabriel Mistral.
Una hora en la que le preguntaron de todo y contestó a todo. Incluso sobre su nueva vida en lo sentimental con Isabel Preysler. En Casa América había más periodistas que de costumbre, colegas suyos de la prensa del corazón, en especial medio centenar de fotógrafos y cámaras de televisión a la caza de imágenes. Él, que ha escrito sobre todas las áreas del periodismo, de Internacional a Deportes, menos sobre la vida social ahora es protagonista de esas páginas. Él, que escribió el ensayo La civilización del espectáculo.
Le preguntaron por su presencia en la revista Hola. “A mí no me gusta estar ahí. Aparezco por razones de tipo personal. ¿Qué tendría qué hacer para no aparecer? Si me da la receta la asumo”, aseguró el autor de La casa Verde. “Es muy incómodo tener a fotógrafos en tu casa, te coartan la libertad. Ya no puedo hacer las cosas cotidianas que hacía como salir a caminar o ir al cine. Me siguen. ¿Para qué? No sé… toman y toman fotos”, se quejó el escritor.
El fenómeno de Hola es muy interesante y triste a la vez, reconoció Vargas Llosa. “Ahora tengo la experiencia desde dentro. Los periódicos descienden en sus tiradas mientras Hola, solo en España, imprime un millón de ejemplares, sin contar las revistas de los otros países”, lamentó el escritor. “Hay millones de personas que siguen ese tipo de material. Quieren la vida en rosa, ver a los ricos, la gente con fama… Quieren soñar, esa era una función de la literatura”, agrego Vargas Llosa para quien “es un problema cultural serio de este tiempo. Hay que afrontarlo de manera más creativa y no con bromas con gente que es una víctima”.
Un fresco del erotismo, el poder y la prensa amarilla
“¿Había despertado o seguía soñando?” no es solo lo que está viviendo Vargas Llosa. Es la pregunta inaugural de Cinco esquinas, es el comienzo de una historia de erotismo que se convierte en un thriller y luego en un mosaico del poder y la sociedad peruana; a la vez que ausculta algunos deseos escondidos de los individuos. Lo que aflora es la hipocresía y el cinismo de los diferentes poderes y de las personas de cara a la galería.
Lo que crea Vargas Llosa es un fresco de los últimos meses del Perú bajo el primer mandato de Alberto Fujimori y su hombre de confianza Vladimiro Montesinos, a mediados de los años noventa. Un país emboscado por el terrorismo de Sendero Luminoso, la corrupción y el resquebrajamiento de la democracia. Cinco esquinas, en realidad, es el nombre de uno de los antiguos barrios emblemáticos de Lima que representa todo ese desmoronamiento.
Todo empieza, la concepción del libro y la novela misma, con la imagen de dos amigas que de repente comparten un episodio erótico para el que no estaban preparadas. “Una de las transpiraciones normales de aquella época era el incentivo sexual, el sexo aparecía como libertad y goce en vista de que el resto de la vida había acabado con él”, explica quien escribió Pantaleón y las visitadoras.
Tras aquel episodio pasional, el marido de una de esas dos mujeres es chantajeado por otro asunto por un periodista de una revista amarillista. Es cuando la historia se adentra en el pulso de la realidad política, social y periodística de aquel Perú. “Fujimori utilizó la prensa como arma para eliminar a sus enemigos. Los poderes han querido, siempre, tener al periodismo de su parte. En la democracia hay una diversidad que permite cotejar la información y buscar la verdad. Esa es su superioridad”, afirma quien novelara la vida del dictador dominicado Rafael Leónidas Trujillo en La fiesta del Chivo.
“El peligro viene desde dentro del periodismo empujado por una necesidad de un público cada vez más interesado en el entretenimiento que en la información. Se acabó esa frontera. El amarillismo y el entretenimiento han pasado a ser los valores dominantes. Y el periodismo es víctima de eso. Es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Eso refleja nuestra cultura”, se lamentó el autor de Conversación en La Catedral. Pero Vargas Llosa quiere mucho al periodismo. Lo empezó a ejercer desde jovencito. Sin él no se entienden muchos de sus libros.
La responsabilidad de los periodistas en esta vorágine de sensacionalismo y seducción de audiencias en la Red está, según el Nobel peruano, en “la de no mentir defendiendo la verdad, a veces relativa, pero profesional. A veces la realidad es confusa. Siempre hay una manera de ser honestos”. Eso no excluye, según Vargas Llosa, el entretenimiento. Pero aclaró que no se puede pretender que la cultura llegue por igual a todo el mundo: “Es imposible que la cultura no sea elitista y eso no está reñido ni con la verdad ni con la democracia. Aceptar la existencia de la élite es indispensable, no antidemocrático. La cultura no puede llegar a todos por igual, aunque todos tengan acceso a ella, porque se abarata, se banaliza”.
Cinco esquinas está poblada de miedos. Miedo a morir, miedo a sentir, miedo a vivir los sentimientos y deseos sinceros, miedo al qué dirán, miedo a conocerse a sí mismos y darse a conocer de verdad. Y buena parte de esos miedos están patrocinados por una clase de periodismo. Ya pasada la una de la tarde, Mario Vargas Llosa cerró su encuentro con sus colegas al recordar a Barthes para reconocer que sí, que aunque al principio no estaba muy convencido, “un escritor es la historia de un solo libro”.
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