HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
El director canadiense Robert Budreau aborda la figura del trompetista, cantante y músico de jazz Chet Baker (1929-1988) quien conoció un período de gran popularidad durante la década de los 50 años. Al hacerlo, recrea dramáticamente momentos decisivos de su vida aunque introduciendo ciertos personajes de ficción. De este modo, el relato libremente improvisado por el realizador puede que no obtenga la conformidad total de los puristas del jazz; sin embargo su ingenioso enfoque, cuidada realización y la actuación maravillosa de Ethan Hawke en su mejor trabajo para el cine contribuyen a que Born to be Blue resulte un film meritorio.
La historia comienza a principios de la década del 60 donde Baker (Hawke) se encuentra arrestado en una cárcel de Italia por drogadicción. Allí, un productor de Hollywood le ofrece actuar en un film basado en su propia persona. Eso obviamente no ocurrió en la realidad, pero de todos modos constituye un recurso para que el realizador introduzca aspectos de su exitosa carrera en los años 50 como músico de jazz; al propio tiempo enfoca cómo a través de una de sus amantes es inducido a la heroína, cuyo consumo lo marcó dramáticamente durante casi toda su existencia de persona adulta.
De retorno a los años 60, se observa en el relato de Budreau el romance del trompetista con Jane (Carmen Ejogo), quien es su incondicional aliada; ella será la que ayudará a que Baker recupere la confianza en sí mismo tras una gran paliza recibida después de un concierto por parte de un grupo de traficantes de drogas en un parque de estacionamiento; ese hecho lo dejó maltrecho sobre todo en su dentadura para seguir tocando la trompeta. Frente a esos difíciles momentos en que su futuro como músico resulta incierto, además de recibir el apoyo de Jane logra que su reluctante agente y productor Dick Block (Callum Keith Rennie) le ofrezca una nueva oportunidad para que su alicaída carrera cobre nueva vida. Con todo, su fuerte adicción a la droga es el talón de Aquiles del cual no logra desprenderse en casi toda su existencia de persona adulta.
El film se valoriza por la notable interpretación de Hawke transmitiendo intensamente la sensibilidad y humanidad de una persona fallida que sabiéndose altamente vulnerable por su cruel adicción, trata de redimirse a través de la música; otro aspecto destacable es su habilidad como vocalista, especialmente cuando canta “My Funny Valentine” con una singular calidez y melancolía. .Igualmente merece elogios la caracterización que realiza Ejogo de su ficticio personaje.
Un aspecto importante que el realizador tuvo en cuenta es filmar el relato central en colores en tanto que el “film dentro del otro” es efectuado en blanco y negro para recrear más apropiadamente la iconografía visual y fotográfica que caracterizó al jazz de los años 50.
De primer nivel es la fotografía de Steve Cosens como los diseños de producción de Aidan Lerux. Finalmente es de significativa importancia el aporte del compositor y arreglador musical y pianista David Braid, ampliamente versado en el jazz americano, como así también la del trompetista Kevin Turcotte resaltando las cualidades de Baker.
Más allá de que los amantes del jazz estén o no conformes con la aproximación de Baker según la visión de Budreau, este logrado film constituye un bello tributo a quien fuera una de las figuras más prominentes del jazz americano del pasado siglo.
BORIS SANS BEATRICE. Canadá, 2016. Un film escrito y dirigido por Denis Côté
El inteligente realizador canadiense Denis Côté siempre se ha caracterizado por ofrecer un cine innovador desechando de narrar una historia en forma tradicionalmente clásica. En Boris sans Béatrice, su noveno opus, aborda un tema más accesible aunque imbuido de ciertos símbolos que decididamente no están dirigidos a una amplia audiencia.
Desde el comienzo se aborda la figura de un hombre de mediana edad que se encuentra en un campo de pasto en tanto que un helicóptero sobrevuela el terreno con el propósito de recogerlo; esa escena se corta para dar lugar a la siguiente donde el mismo individuo que resulta ser Boris Malinovsky (James Hyndman) quien se encuentra en un negocio comprando unas camisas y trata de manera ruda a la vendedora que le solicita sus datos personales. Posteriormente se lo ubica en su fábrica, en la que es el dueño y empresario, donde comunica a su personal que estará ausente por cierto tiempo; la razón se debe a que desea aislarse en su casa campestre para estar al lado de su señora Béatrice (Simone Élise-Gerard), una alta funcionaria del gobierno federal que se encuentra con licencia de enfermedad por experimentar una fuerte depresión que la ha dejado en estado catatónico.
Rápidamente queda expuesta la personalidad de Boris; se trata de una persona arrogante, egocéntrica en donde pareciera que él es el centro de todo lo que lo rodea. En su vida familiar, no solo guarda distancia con su madre (Louise Laprade) sino que igualmente está alejado de su hija Justine (Laetitia Isambert-Denis); esta joven que brega por los principios de justicia social, ideológicamente se encuentra en las antípodas de los valores burgueses de su padre. Aunque Boris ama a su mujer y siente por lo que la está afligiendo, eso no le impide mantener lazos amorosos con Helga (Dounia Sichov), una de sus empleadas y además no deja de sentir una atracción hacia Klara (Isolda Dychauk), una joven rusa que atiende a Béatrice, con quien finalmente termina intimando.
Tratando de brindar a su relato un brochazo místico y espiritual, Côté introduce un personaje que nunca queda claro si es real o forma parte de la imaginación de Boris. Se trata de “un extraño” (Denis Lavant) que aparece en su vida como si fuese un enviado de Dios o una criatura mesiánica, quien trata de hacerle ver que la enfermedad de su esposa se debe a su culpa. Es allí que Boris, adquiriendo conciencia moral de su comportamiento egoísta, tratará de buscar el camino de la redención recomponiendo las relaciones con su madre e hija.
Si bien la aparición de ese supuesto ángel de la guardia resulta original dentro de la intriga de esta improbable historia, resultan difíciles de digerir las referencias de este personaje a las mitologías griegas para compararlas con el comportamiento de Boris.
El film de estilo distintivo y visualmente atrayente apela a simbolismos que no siempre resultan claros dentro del contexto en que se desarrolla la trama. Con todo, el problema central es la completa falta de emoción del relato donde su seca frialdad impide empatizar con la suerte de sus personajes. Así, de ningún modo resulta conmovedora la melancolía y depresión de Béatrice, como tampoco logra simpatía su principal personaje. Si bien hay una preocupación de Côté para indagar sobre la complejidad del ser humano y los alambicados vericuetos que manifiesta su comportamiento, no habría venido mal una mínima dosis de calor para que el espectador se involucrara mejor en la historia propuesta.
A nivel de interpretación, la actuación protagónica de Hyndman es irreprochable y constituye el principal aporte del film; el resto del elenco, que incluye una breve aparición del actor y realizador Bruce LaBruce como primer ministro de Canadá, lo acompaña con decoro.
LA BELLE SAISON. Francia, 2015. Un film de Catherine Corsini
La atracción sentimental entre dos mujeres es lo que Catherine Corsini considera en La Belle Saison, cuya acción transcurre en Francia durante la década del 70. Aunque sin alcanzar la profundidad de La Vie d’Adèle (2013) sobre un tema similar, el relato resulta atrayente a pesar de que en su segunda parte adquiere un clima melodramático no muy convincente.
Delphine (Izia Higelin) es una joven campesina quien viviendo en una campiña ubicada en el sur de Francia ayuda a sus padres (Jean-Henri Compère, Noémie Lvovsky) en la explotación de la granja que poseen. Dada su orientación homosexual, ella mantiene una relación oculta con otra chica del lugar; imposibilitada de vivir abiertamente ese vinculo por la homofobia reinante, decide dejar a los suyos y mudarse a París.
Habiendo logrado un empleo y un lugar donde permanecer en la gran ciudad, Delphine sale al encuentro de Carole (Cecile de France), una chica activista que lidera un movimiento de liberación femenina. Impresionada por la energía que ella vuelca a su causa, la provinciana se une al grupo además de sentirse atraída hacia Carole quien a pesar de estar en pareja Manuel (Benjamin Bellecour) responde a sus sentimientos; de allí en más ambas comienzan a desarrollar un amor pasional.
Aunque el nudo central del relato se centra en el vínculo sentimental mencionado, las escenas de París adquieren interés por la buena recreación del idealismo femenino en la lucha emprendida en esa época. El idilio marcha armoniosamente hasta el momento en que Delphine se ve obligada a retornar a su hogar natal debido a la enfermedad que aqueja a su padre; así ella deberá encargarse de la granja familiar. Para evitar la separación, Carole la sigue. Lo que sucede en ese nuevo escenario adquiere visos no muy creíbles, sobre todo el enfrentamiento casi caricaturesco entre la parisina y la madre de Delphine.
A pesar de las debilidades del guión en su segunda parte, el film se deja ver en gran parte por las satisfactorias interpretaciones de sus dos protagonistas. Así Higelin y de France logran una buena química en sus respectivos personajes, contrastando la timidez de Delphine con la convicción y determinación que anima a Carole. Al propio tiempo, la pintura de la vida rural en colisión con la que predomina en la gran metrópoli parisina está muy bien reflejada. Finalmente, la homosexualidad femenina está enfocada con decidida franqueza aunque evitando cualquier tipo de sensacionalismo.
Comments (0)