HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
La veterana actriz Sally Field retorna al cine ofreciendo una notable interpretación de una solterona de edad madura que se enamora de un apuesto hombre mucho menor que ella.
Field anima a Doris Miller, donde en la primera escena se la ve rodeada de parientes y amigos en el velorio de su madre a quien había cuidado durante gran parte de su vida. El dolor es para ella muy grande por cuanto su progenitora con quien compartía el hogar significaba un motivo que le daba sentido a su existencia. Habitando en State Island pero trabajando en Manhattan, todos los días utiliza el ferry para desplazarse a su empleo.
El relato cobra impulso con la llegada a la oficina de John Fremont (Max Greenfield), un nuevo empleado de 35 años de quien Doris se siente poco menos que embelesada con su apuesta presencia; dando rienda a su imaginación, su fantasía la hace suponer que él la considera de manera especial.
Después de asistir a un seminario de un conferencista motivacional (Peter Gallagher) quien le hace ver que en la vida todo es posible, la casi septuagenaria mujer tratará de buscar el medio de acercarse románticamente a John. Al visitar a su mejor amiga (Tyne Daly) a quien le confía lo que le está sucediendo, su nieta adolescente (Isabella Acres) le sugiere utilizar la red social de Facebook donde John está inscripto; mediante un falso nombre y con la foto de una atractiva chica, Doris comienza una relación con él imponiéndose de sus hobbies y gustos particulares.
De este modo ella manifiesta a su ídolo romántico la supuesta inclinación que siente por una banda de música electrónica a la que él suele frecuentar; así, los dos se encuentran “casualmente” en uno de los conciertos de la misma, originando una de las más risueñas y logradas escenas del film; plena de energía y vivacidad, Doris se entremezcla con la gente joven asistente y John la alza en sus hombros bailando y saltando al compás de la música rock.
A pesar de que el planteo descripto pueda en principio considerarse un tanto absurdo, el guión de Laura Terruso y Showalter otorga completa legitimidad a esta historia evitando que las situaciones graciosas puedan ridiculizarse. En gran parte eso se debe a la excelente descripción de los dos personajes centrales; así, la excéntrica e inquieta Doris cree que nunca es tarde para soñar, sobre todo cuando supone haber encontrado a su príncipe azul, sin tener en cuenta la diferencia de edad que media entre los dos; por su parte John, no percatándose de las reales intenciones de Doris, se acerca a ella sin ninguna otra razón que la de mantener una buena relación amistosa donde no está incluido el vinculo sentimental.
A través de todo el agridulce relato se destaca ampliamente Field quien dota a su Doris de un gran ímpetu a la vez que ofrece un conmovedor patetismo en su última chance de encontrar el amor de una persona con quien convivir el resto de su vida; la actriz transmite una magia única al rol que interpreta permitiendo que uno pueda empatizar plenamente con el mismo. A ello se agrega la simpatía, expresividad y espontaneidad demostrada por Greenfield, totalmente creíble en su personaje.
El resultado es una comedia absurdamente romántica que evitando desbordar en la caricatura logra conmover y conquistar a una audiencia madura.
MON ROI. Francia, 2015. Un film de Maiwenn
Con ritmo frenético y caótico, Maiween aborda en su cuarta incursión los efectos negativos de una turbulenta pasión amorosa.
El relato introduce a Tony (Emmanuelle Bercot), una abogada de treinta y tantos años de edad que es admitida en un centro de recuperación física como consecuencia de una grave herida en su pierna producida mientras practicaba esquí. A través de la terapeuta que la asiste, sale a relucir que el accidente fue el resultado de haber esquiado en forma prácticamente suicida y que eso se debió a su convulsivo estado emocional. Es allí que Tony comienza a reflexionar sobre su vida pasada a través de los flashbacks que permiten a la narración desplazarse hacia atrás y retornar al presente durante el transcurso del metraje. Así, la mujer revive el primer encuentro en un club nocturno de París con Georgio (Vincent Cassel), un seductor e irresistible mujeriego dueño de un restaurante, donde el “amor a primera vista” motivará a que ambos inmediatamente intimen.
El fuego pasional que culmina en matrimonio y posteriormente en el nacimiento de un hijo dará lugar a que en forma intermitente estos dos seres experimenten sentimientos de amor y odio a través de una relación tormentosa y decididamente destructiva. Si bien algunos grandes maestros del cine, como John Cassavetes, han abordado temas similares de manera profunda, aquí pareciera que el guión de la directora escrito con Etienne Commar no tiene nada nuevo que ofrecer al privar al relato de la tensión dramática necesaria para conmover; en consecuencia, a lo largo de poco más de dos horas ese torbellino amoroso y enfermizo termina extenuando.
Lo que más resulta difícil de aceptar es la forma en que Tony se somete a la violencia conyugal creada por su “rey” Giorgio (de allí el título del film), un individuo que aunque para terceros resulte agradable y simpático, en el fondo es un narcisista, manipulador y despreciable individuo que se aprovecha de la debilidad y dependencia emocional de su consorte. Así esas sucesivas peleas y reconciliaciones, donde parecería aplicarse el dicho “porque te quiero te aporreo” (quien bien te quiere te hará sufrir) aquí no resulta convincente.
A pesar de las objeciones señaladas, lo que salva a este melodrama del tedio son las logradas actuaciones de Bercot y Cassel, dos finos comediantes que infunden a sus personajes un contenido psicológico superior a lo que el guión les ofrece. En tal sentido, el meritorio trabajo de Bercot fue reconocido por el jurado del Festival de Cannes donde recibió el premio ex aequo por su interpretación en este film; por su parte Cassel igualmente se destaca por la espontaneidad y naturalidad que brinda a Giorgio. En un rol de apoyo también sobresale Louis Garrel como el hermano de Tony que trata de brindarle su apoyo en las vicisitudes que ella atraviesa.
MADE IN FRANCE. Francia, 2014. Un film de Nicolas Boukhrief
Curiosa trayectoria la de este film realizado hace dos años y que por razones insospechadas en el momento de su rodaje en 2013 se ha convertido en un documento premonitorio al haberse anticipado a los hechos dramáticos que ensombrecerían a Francia tiempo después. Como se aprecia, este tenso thriller de ficción que enfoca al yihadismo islámico imperante en el país galo es vaticinador de lo que verdaderamente aconteció en enero de 2015 con los ataques de Charlie Hebdo y posteriormente con el atentado terrorista del 13 de noviembre pasado.
Lo que antecede motivó a que Made in France viera imposibilitada su exhibición en las salas francesas para evitar que su contenido pudiera perturbar aún más a la población Es así que Canadá, más específicamente la provincia de Quebec, sea uno de los pocos lugares donde es posible presenciar este film en las pantallas de cine.
El relato, en base al guión preparado por el realizador Nicolas Boukhrief y Eric Besnard, comienza en una mezquita clandestina de París donde el imam (jefe religioso islámico) predica sobre actitudes radicales que deben llevarse a cabo y que son atentamente absorbidas por un grupo juvenil que lo está escuchando. De allí la historia introduce a Sam (Malik Zidi), un periodista franco argelino que hablando el árabe y como buen conocedor del Corán se ha infiltrado sin gran dificultad en una célula terrorista a fin de analizar el comportamiento de sus integrantes y poder posteriormente publicar un libro sobre el extremismo musulmán.
El movimiento está liderado por Hassan (Dimitri Storoge), un psicópata francés convertido al islam quien manifiesta haber sido entrenado en el Medio Oriente por Al-Qaeda; de retorno en Francia está decidido a inculcar la fanática doctrina del yihadismo. Para tal propósito, además de Sam, ha reclutado a Sidi (Ahmed Drame) –oriundo de Mali que desea vengar la muerte de un primo-, Driss (Nassim Si Ahmed) -un muchacho radicalizado que pasó cierto tiempo en prisión- y Christophe (François Civil) -proveniente de una afluente familia católica francesa y convertido a la fe musulmana-.
El director brinda al relato la tensión necesaria que se manifiesta en la posición riesgosa que asume Sam quien para no ser objeto de sospecha deja el domicilio familiar para evitar que su esposa e hijo estén expuestos a imprevisibles daños. En todo caso, el momento más dramático se produce cuandoHassan anuncia al grupo que ha recibido el mandato de realizar un atentado suicida en el centro de la ciudad como el primero de los ataques que Al Qaeda tiene programado efectuar en todo el territorio francés; sin embargo, dos de sus miembros sienten reparos en cometer dicha acción por los daños colaterales que causará el atentado donde inocentes personas pueden perder sus vidas.
En declaraciones efectuadas por Boukhrief a la prensa de Montreal en oportunidad del estreno canadiense, señala –tal como se ve en el film- que los terroristas son ciudadanos franceses (“producto de Francia” como el título lo indica) quienes viviendo en barrios y suburbios musulmanes completamente abandonados y marginados socialmente se alistan en un movimiento radical violento para modificar la situación existente.
Es difícil de probar tal punto de visto, pero más allá de la polémica que pueda suscitar este film frente a los acontecimientos realmente vividos (incluyendo la reciente tragedia de Bruselas), lo cierto es que aunque realmente inquiete, está bien realizado e irreprochablemente interpretado. La única observación es que uno habría deseado una exploración más profunda de estos terroristas; con todo, el propósito del film como una importante señal de alerta de la extrema violencia que se fomenta en jóvenes sin orientación precisa llega a calar en el ánimo del espectador.
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