HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Patricio Guzmán, uno de los directores documentalistas más importantes de América Latina, prosigue con su cine de compromiso político. Después de Nostalgia de la Luz (2010), retorna con el El Botón de Nácar estableciendo nuevamente un vínculo entre la historia de Chile con su geografía.
Ubicándose esta vez en el sur chileno en lugar del nórdico Desierto de Atacama de su film precedente, la voz en off del realizador va relatando en forma entre triste y melancólica la vida de la población autóctona que allí habitó, cuyos integrantes estaban profundamente asociados con las aguas del Océano Pacífico a través de las travesías efectuadas en canoas para desplazarse entre las diversas islas. Sin embargo esa existencia armoniosa se vio trastocada como consecuencia del efecto devastador de las misiones y del colonialismo europeo. Así, de las tribus nativas que han sido diezmadas, apenas unos pocos descendientes subsisten. Es allí que Guzmán trata de relacionar esos hechos con la recurrencia histórica que aconteció durante el brutal régimen militar de Pinochet en los dramáticos vuelos mortales donde más de un millar de prisioneros políticos fueron lanzados al fondo del mar con sus cuerpos sujetos a rieles ferroviarios para evitar que pudieran emerger en la superficie, impidiendo de este modo cualquier intento de sobrevivencia.
Si la analogía efectuada por Guzmán entre los exterminios puede resultar en ciertos casos un poco forzada, de todos modos la propuesta es válida; en su intento de permitir que el espectador reflexione sobre la tragedia de los desaparecidos pueblos kawésqar, selknam y yámanas de hace algunos siglos y de las torturadas víctimas del reciente pasado histórico, la noble ambición del realizador es que con su trabajo, los dramáticos sucesos reseñados puedan perdurar en la memoria colectiva de las actuales y futuras generaciones.
El film se complementa con fotos extraídas de material de archivo, entrevistas realizadas con un historiador, un antropólogo que reproduce el sonido de los ríos, un poeta y algunos de los descendientes indígenas, así como con la creación de planos visuales que contribuyen a ofrecer al film un tono poético y elegíaco. Finalmente, la cuidadosa fotografía de Katell Djian contribuye a reforzar los valores de esta producción.
Queda como resultado un sólido documental decididamente intelectual que al propio tiempo destella humanidad y emoción.
LOUDER THAN BOMBS. Noruega-Francia-Dinamarca, 2015. Un film de Joachim Trier
El director noruego Joachim Trier vuelve al cine con un tema que ya ha sido tratado en múltiples oportunidades; sin embargo, la muerte de un miembro de la familia y las secuelas producidas en el resto de sus integrantes cobra aquí una dimensión diferente a través del enfoque brindado.
En el relato del realizador escrito con Eskil Vogt, el familiar desaparecido es Isabelle Reed (Isabelle Huppert), una fotógrafa de guerra que murió hace tres años en un accidente (provocado o no) a cercana distancia de su hogar, en el estado de Nueva York. Es en el tiempo actual, que se está planeando una exposición fotográfica de su trabajo como homenaje póstumo a su memoria, lo que unido a un artículo que va ser publicado sobre ella en el New York Times por quien fuera uno de sus colegas (David Strathairn) reabre las heridas aún no cicatrizadas de Gene, su viudo (Gabriel Byrne) y sus dos hijos, Jonah (Jesse Eisenberg) y Conrad (Devin Druid).
A partir de lo que precede Trier analiza en forma meticulosa aunque no lineal las grietas existentes en el núcleo familiar puestas de manifiesto por la muerte de Isabelle. Así se sabe que ella ha sido una ardua profesional cuya devoción a su trabajo motivó a que fuese prioritaria a la de su función de esposa y madre de sus hijos. Ese hecho implicaba por otra parte a que Gene que si bien nunca se opuso a la peligrosa tarea desempeñada por su mujer, tampoco podía evitar su frustración de que no estuviese más tiempo en el hogar o bien de sentir permanentemente el temor a que en cualquier momento pudiese morir en el campo de batalla; por el contrario, él prefirió sacrificar su carrera de actor con tal de estar más cerca de su familia. Todo este marco de referencia ha repercutido en la dificultosa comunicación mantenida con sus hijos, sobre todo con el menor adolescente Conrad quien introvertido y solitario pasa la mayor parte del tiempo encerrado en su pieza junto con sus videojuegos. Jonah por su parte, que es casado y acaba de tener un hijo, retorna al hogar de sus padres a fin de ordenar las fotografías de su madre y es ahí que descubre secretos íntimos de su progenitora.
Utilizando distintivos estilos que originan a su vez diferentes percepciones e impresiones erróneas por parte de cada uno de los miembros de esta familia, el director va desnudando la disfuncionalidad de la misma a medida que los conflictos existentes van adquiriendo mayor dimensión. Es ahí donde uno de los desafíos que enfrenta el relato es cómo afirmar la solidez de esta familia para que –como lo indica el título del film- el amor pueda llegar a ser más fuerte que las bombas de los conflictos bélicos.
El único reparo de este film complejo y ambicioso es que analizando el duelo producido por la ausencia de un ser querido el director mantiene en su narración un perfil emocional demasiado bajo; eso crea una distancia considerable entre el espectador y los personajes impidiendo una mayor empatía con los mismos.
HOT DOCS
El importante Festival Hot Docs de películas documentales que anualmente tiene lugar en Toronto, está presentando en la presente edición que concluye el 8 de mayo una selección de más de 200 filmes provenientes de 51 países. He aquí, dos títulos juzgados por EL POPULAR.
El Infinito Vuelo de los Días. Colombia-Francia, 2015. Un film escrito y dirigido por Catalina Mesa
Lo primero que se lee al comienzo de este documental de Catalina Mesa son los versos de Olivia Sossa que dicen: “Este, mi noble Jericó es bonito. Enclavado en el sol de la montaña. El monte azul rozando el infinito, y el infinito entrando en la cabaña”. De algún modo, eso establece el tono de este film que constituye un cálido homenaje a Jericó, un municipio del departamento de Antioquía en Colombia. Para su realización, la directora se inspiró en las historias que su tía abuela Ruth Mesa le había contado.
Además de brindar al espectador una buena descripción de la cultura de esa región, el film enfoca a varias mujeres de diferentes edades y condiciones sociales que allí habitan a través de las conversaciones mantenidas entre ellas y la narración de anécdotas personales que resultan interesantes de escuchar. Amor, desengaño, tristeza dolor e inmensa sabiduría intuitiva es lo que emana de este documental; adoptando un carácter íntimo ofrece al propio tiempo notas muy emotivas, como también algunas situaciones de humor que amenizan al film.
Entre algunos de los personajes reales se encuentra una anciana de 102 años que está preparada para pasar a la otra vida y espera que la virgen la reciba. Su expresión denota una considerable madurez; al ser consciente de su mortalidad manifiesta que sus días están contados pero sin albergar temor a la muerte. Otra mujer de edad madura con 46 años de matrimonio cuida la frágil salud de su marido; aparte de haber dado educación a sus hijos y brindándoles una carrera para defenderse en la vida, no puede ocultar el profundo dolor que aún subsiste por la desaparición de uno de ellos, acaecida hace ya 20 años, y que probablemente haya sido la guerrilla la que causó el drama. La coquetería femenina es la que está presente en una pintoresca y verborrágica viuda que además de conservar una colección de rosarios que adorna su casa, tiene como hábito maquillarse apropiadamente para estar elegante cuando sale de su casa; al propio tiempo agradece a Dios el hecho de que pueda morir en Jericó, su pueblo al que tanto ama.
En el montaje del film, la realizadora ha sabido intercalar una apropiada música de fondo que crea un sentimiento de nostalgia a la vez que contribuye a enriquecer a este documental. Entre varias de las hermosas canciones se encuentran Me voy pa’l pueblo, Espíritu colombiana, Ojos de Almendra, Luna Lunera, Nuestra Casita, Cerezo Rosa y Un siglo de ausencia.
En esencia, este es un film que además de celebrar la vitalidad del espíritu femenino antioqueño transporta al espectador hacia un rincón del mundo digno de conocer.
The Succesor. Italia, 2015. Un film de Mattia Epifani
Este documental está basado en el testimonio directo de quien fuera empresario de la compañía Tecnovar que estuvo dedicada a la producción y venta de minas terrestres que utilizadas en conflictos bélicos produjeron millares de víctimas.
El ingeniero italiano Vito Alfieri Fontana, hijo de una familia de excelente situación económica de Bari, heredó de su autoritario padre dicha empresa Sumergido por un cargo de culpa sobre las actividades de la misma y a pesar del lucrativo negocio que significaba su explotación, después de tres décadas de existencia decidió cerrarla en 1997. Más aun, para liberar su conciencia del complejo de culpa que le embargaba desde 2000 a 2012 Fontana se convirtió en líder de un equipo encargado de la erradicación de minas terrestres en más de 100 lugares de Kosovo y Bosnia Herzegovina que habían sido desplegadas durante la dramática guerra que tuvo lugar pocos años atrás. En esa delicada función realizada, que puede resultar fatal si no se toma la máxima precaución, llega a conocer a Nijaz Nemic, quien habiendo trabajado en tareas de desminado en una explosión perdió una pierna; curiosamente, su discapacidad física no le impidió convertirse en un esquiador paralímpico y en tal condición fue el primer atleta de Bosnia Herzegovina que participó en los Juegos de Invierno de 2010 que tuvo lugar en Vancouver.
Muy bien montado, el documental de Mattia Epifani obliga a que el espectador se pregunte si acaso los fabricantes de estos devastadores instrumentos de guerra no son indirectamente responsables de las víctimas que producen los terrenos minados. Al propio tiempo, resulta interesante comprobar que a pesar de la noble tarea realizada por Fontana como un acto de redención, él no puede ocultar la fascinación que le produce el diseño de estas letales minas.
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