HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
El director Jean-Jacques Zilbermann relata los pasos seguidos por su madre, una sobreviviente del Holocausto, años después de haber finalizado la tragedia. Al hacerlo brinda una comedia dramática examinando con sutileza la amistad femenina surgida durante el angustioso período en que 3 mujeres compartieron el horror de la guerra.
En un relato de ficción, el guión del realizador escrito con Daniel Dumas y Odile Barski comienza con un prólogo que tiene lugar en Auschwitz durante la guerra; inmediatamente la acción se traslada a París en los comienzos de la década del 60. Allí vive Hélène (Julie Depardieu), una de las sobrevivientes del terror nazi, que ahora trabaja como costurera. Aunque trata de llevar una vida normal siempre quedan vestigios del triste pasado; siendo cortejada sentimentalmente por Raymond (Mathias Mlekuz), uno de sus clientes, finalmente se casa con Henri (Hippolyte Girardot) su amigo de infancia, sin importarle que él ha sido castrado en Auschwitz por experimentos nazis médicos, lo que naturalmente le impide mantener una completa relación conyugal..
Como sucede con mucho de los sobrevivientes, los momentos vividos en los campos de concentración quedan marcados en la memoria de los afectados y es así que en el caso de Hélène ella no puede olvidar el gran afecto que cimentó durante los aciagos días con Rose (Suzanne Clément) –que cree que murió en la guerra- y Lili (Johanna Ter Steege). Con el propósito de ubicar a ésta última, después de largo tiempo de haber colocado avisos en los diarios, logra finalmente contactarla al saber que vive en Holanda; de este modo planea un encuentro para pasar juntas unos días de vacaciones en el balneario de Berck-sur-Mer ubicado al norte de Francia. La sorpresa es mayor cuando Hélène ve a Lili acompañada por Rose que en realidad logró salvarse y que viviendo en Montreal está en esos momentos de visita en Europa.
En forma sobria y evitando forzados sentimentalismos, el relato va destacando las diferentes características de cada una de las amigas, los recuerdos del pasado, las vivencias presentes, qué es lo que las puede unir después de tanto tiempo y lo que puede quizá distanciarlas. Salpicado de un cierto humor, en que cada una vuelca sus experiencias íntimas y el modo de reacomodamiento después de la guerra, el relato se nutre de algunas escenas emotivas; entre las mismas se encuentran la que muestra al trío orando alrededor de la mesa del Shabat, o bien entonando algunas canciones folclóricas judías.
Tanto Depardieu como Ter Steege y Clement ofrecen buenas interpretaciones y está muy bien lograda la reproducción del lugar turístico donde transcurre la acción así como otros detalles pertinentes a esa época gracias a la buena fotografía de Remy Chevrin y los acertados diseños de producción de Valerie Grall.
VIVA. Irlanda, 2015. Un film de Paddy Breathnach
Lo primero que sorprende de este emotivo film es que el realizador irlandés Paddy Breathnach haya sabido captar el espíritu cubano al sumergirse por completo en la realidad de Cuba. Valiéndose del guión de Mark O’Halloran, el director relata con sentimiento y ternura los problemas de un joven que busca su identificación a través de lo que verdaderamente desea ser en su vida y la relación con un padre que se opone a sus deseos.
La historia se centra en Jesús (Héctor Medina) un joven homosexual que vive en La Habana y que trabaja como peluquero además de confeccionar pelucas para un grupo de drag queens. Prácticamente huérfano, dado que su madre está muerta y sin haber visto a su padre desde que era pequeño, vive en una precaria vivienda y entre sus relaciones cuenta con el apoyo y protección de un maduro drag queen llamado Mama (Luis Alberto García). Sus magros ingresos los complementa con los servicios de prostitución que presta a ciertos clientes aunque su verdadera inclinación es llegar al mundo del entretenimiento, subir al escenario y actuar como drag queen en el club de Mama. Cuando sus sueños se convierten en realidad adoptando el nombre artístico de “Viva” inesperadamente llega Ángel (Jorge Perugorría), su padre, que es un ex boxeador alcohólico que estuvo preso durante 15 años por haber matado a una persona en una riña callejera.
El primer encuentro entre los dos no puede ser más desafortunado cuando Ángel abofetea a su hijo por verlo vestido de mujer. Pero cuando se muda a la vivienda de Jesús adoptando una actitud paternal machista, el joven no llegará a intimidarse por él, tratando en cambio de defender su orientación sexual y forjar su propio destino. En el proceso de maduración que atraviesa a través del poder de transformación logrado por el arte, finalmente llegará a establecer un vínculo más estable con su progenitor que deberá aceptarlo tal como es.
Aunque el film pueda tener matices melodramáticos no hay en su relato ninguna sensiblería barata que pudiera afectarlo. Por el contrario, tanto el realizador como su guionista han logrado una genuina descripción de los personajes resaltando la humanidad de los mismos a través de las logradas interpretaciones de Medina y Perugorría; al propio tiempo y dentro del marco social en que se desarrolla, la película no se preocupa en resaltar la belleza turística de La Habana sino más bien de reflejar la pobreza de los rincones donde vive la gente más desfavorecida de la sociedad. Para concluir, la música salsa cubana propia de una época ya ida brinda colorido y una cierta nostalgia a esta atractiva y cálida historia.
ALICE THROUGH THE LOOKING GLASS. Estados Unidos, 2016. Un film de James Robin
Después de haber disfrutado el film de Tim Burton Alice in Wonderland (2010) se conoce ahora su secuela Alice Through the Looking Glass dirigida en este caso por James Bobin. Si a veces el enunciado de que “segundas partes nunca fueron buenas” resulta discutible, algo de eso hay en esta película que carece de la magia necesaria que caracterizó al film precedente.
En el entreverado guión de Linda Woolverton, se la ve a Alice (Mia Wasikowska) algunos años después como capitana de la embarcación que perteneció a su difunto padre navegando los mares; al retornar a Londres se encuentra con algunos obstáculos referentes a su carrera y es así que resuelve dejar tierra firme para retornar nuevamente al País de las Maravillas a través de un espejo mágico.
Al llegar a destino se encuentra con que su muy querido amigo, el Sombrerero Loco (Johnny Deep), está sumido en una profunda depresión porque está convencido de que su familia que ha sido víctima de una tragedia acontecida largo tiempo atrás aún vive. Ansiosa por ayudarlo, nuestra heroína decide retornar al pasado para rastrear el paradero de sus padres y saber qué es lo que aconteció con ellos. Para lograr su cometido, Alicia tendrá que enfrentarse con el Sr. Tiempo (Sacha Baron Cohen) a fin de sustraerle la cronósfera que está en su posesión y que es el artefacto que le permitirá viajar a través del tiempo.
A partir de ese momento el guión de Woolverton adopta varios giros para crear situaciones poco lógicas y que de ninguna manera se corresponden con la obra literaria de Lewis Carroll. En consecuencia, las aventuras que Alicia atraviesa en el mundo paralelo que le hace soñar y sentirse renovada así como la galería de personajes reales y animados que salen a su encuentro no conservan en este film el fascinante encanto del film de Burton.
Aunque el relato diste de producir excitación hay que reconocer que existen contadas secuencias bien logradas pero en líneas generales, Robin se vale de las imágenes generadas por computadora (CGI) y del empleo de efectos visuales para realzar las debilidades del guión. Si bien nada puede objetarse a la actuación, entre otros, de Wasikowska, Baron Cohen, Helena Bonham Carter como la malvada Reina Roja y la de Anne Hathaway como su hermana la Reina Blanca, lo cierto es que no alcanzan a elevar el nivel del film.
He aquí un film que se apoya en los aspectos técnicos para trascender y que brinda un producto lujoso en términos de colores, vestuario y maquillaje, aunque el formato IMAX 3D no resalta en este caso su visión. Como relato es moderadamente entretenido pero en última instancia no posee la creatividad y vitalidad necesaria para que deje importantes huellas en la memoria del espectador.
MOUNTAINS MAY DEPART. China-Japón, 2015. Un film escrito y dirigido por Jia Zhang-ke.
Jia Zhang-ke, uno de los cineastas más importantes de China, ofrece en su octava película, una visión personal sobre la China contemporánea. Para ello ha recurrido a tres historias que desenvolviéndose en diferentes períodos van analizando cómo sus personajes se han ido amoldando a los cambios producidos en su país.
El primer episodio que transcurre en Fenyang en 1999 se centra en un triángulo romántico y sentimental; ahí se muestra a Tao (Zhao Tao), una joven y entusiasta maestra que debe decidir entre dos de sus pretendientes. Uno de ellos es Liangzi (Liang Jin Dong), un trabajador minero que ha sido su amigo de infancia, en tanto que el otro es Jinsheng (Zhang Yi), un hombre de negocios arrogante y seguro de sí mismo; cuando éste se convierte en propietario de la mina motiva a que Tao se decida por él. La oposición existente entre el proletario Liangzi y el rico Jinsheng describe la brecha que separa a las clases privilegiadas de las marginalizadas en la nación comunista que va cambiando de rostro.
La segunda sección se ubica en 2014 y enfoca a Liangzi quien se ha mudado a otra provincia, se casó y es padre de un bebé; habiendo seguido trabajando en una mina local sufre ahora de un cáncer terminal que lo motiva a regresar a su terruño natal para morir allí. Al propio tiempo, ahí también sigue residiendo Tao que está divorciada y es madre de Dollar, un niño de 7 años que vive con su exmarido en Shangai y asiste a una prestigiosa escuela internacional; cuando el chico regresa para el funeral de su abuelo, Tao se entera de que Jinsheng piensa mudarse a Australia con él.
El último segmento se desarrolla en 2025 en Australia donde Dollar (Dong Zijian) de 18 años de edad, que no ha visto a su madre durante todo el período transcurrido, vive allí con su padre. Mientras que el joven se desenvuelve exclusivamente a través del idioma inglés y se ha asimilado por completo a la cultura anglófona dejando de lado su identidad china, su padre que sólo habla chino y no domina el inglés, además de no haber podido adaptarse al cambio encuentra problemas de comunicación con el muchacho.
Para diferenciar las distintas épocas, el excelente director de fotografía Yu Lik Wai utiliza para cada episodio formatos de encuadre diferentes; en el primero emplea el clásico marco de 1:33, en el segundo 1:85 y en el último la pantalla completa, ofreciendo de este modo un estilo visual distintivo. Más allá de esa formalidad, lo importante es que este melodrama a pesar de que su último capítulo no resulta completamente convincente, llega a fascinar. Eso es debido, en parte a sus buenas interpretaciones, sobre todo por la excelente caracterización que Zhao Tao logra de su personaje en los primeros dos capítulos; además, el film se destaca por la sutil manera en que el director va reflejando las modificaciones culturales de la sociedad china en un mundo globalizado, cómo se produce el desarraigo en los chinos que deciden emigrar a otros países y en general por una mirada crítica a la deshumanización generada por el capitalismo.
Comments (0)