HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
THE BIRTH OF A NATION. Estados Unidos, 2014. Un film de Nate Parker
Este film es otro respetable documento abordando la tragedia americana del racismo. Su estreno no puede ser más oportuno teniendo en cuenta los violentos episodios raciales que recientemente han tenido lugar en Estados Unidos. En este caso el realizador Nate Parker ilustra la rebelión de 1831 liderada por el negro Nat Turner y considerada como la más sangrienta de la historia americana.
El libreto escrito por el realizador y Jean McGianni Celestin presenta al pequeño Nat cuya familia es mantenida como esclava en una plantación algodonera de Virginia. Inteligente y bien motivado, el chico goza de la simpatía y aprecio de Elizabeth (Penelope Ann Miller), la mujer del dueño de la plantación, quien le enseña a leer así como también lo introduce a la biblia. La lectura del libro sagrado ejerce gran influencia en la etapa adulta de Nat (Parker) donde con su fe religiosa se convierte en un respetado predicador moralista de la población negra local.
En la primera parte de la trama queda muy bien descripta la forma despótica en que los esclavos son tratados, como si fuesen ganado en lugar de seres humanos. Con todo, Nat a pesar de su condición recibe un trato más humanizado por parte de su amo Samuel Turner (Armie Hammer). Ese hecho le crea una ambivalencia en su conducta en la medida que se comporta con deferente obediencia y respeto hacia él y su familia, mientras que al propio tiempo contempla la explotación de su gente por parte de los restantes hacendados blancos.
Simultáneamente a lo ya descripto, Nat conoce a Cherri Ann (Aja Naomi King), una joven chica negra maltratada, cuando en un remate de esclavos es comprada por Samuel; la cálida relación sentimental que se forjará entre ellos es retratada con delicada ternura.
Es en su segunda mitad, donde el film adquiere un carácter épico. Por haber bautizado a un hombre blanco, Nat es severamente reprendido y golpeado por su amo; ese hecho le hace adquirir plena conciencia del sufrimiento de sus pares y es así que lo impulsa a liderar un movimiento de sedición; en consecuencia, valiéndose de hachas y filosos cuchillos los esclavos emprenden una furiosa embestida contra los blancos. La respuesta de la contraparte no se hace esperar, generando una batalla campal que origina una secuencia muy bien coreografiada, además de ser la nota más dramática e impactante del relato. El desenlace de esta historia deja en el espectador un amago de tristeza porque a pesar de que Abraham Lincoln aboliría la esclavitud varias décadas después, el drama racial no ha desaparecido en el incipiente siglo en que vivimos.
El valor de este film radica en su contenido que además de invitar a la reflexión se presta al debate. Ahora bien, desde el punto de vista de apreciación crítica, no siempre el relato conserva fluidez, en parte por sus diálogos un tanto excesivos y en otros aspectos debido a que no siempre prevalece la sutileza necesaria para describir las escenas de violencia. Otro aspecto a observar es que la transformación del pacífico Nat en líder guerrero es expuesta con inapropiada rapidez.
La interpretación de Parker como protagonista está ampliamente lograda mostrando carisma y envergadura en el personaje caracterizado; también se destaca Hammer, como un hombre que a pesar de defender sus intereses de clase y raza es de alguna manera consciente de la degradación sufrida por los negros. Globalmente analizado, The Birth of a Nation es un honesto retrato de la gran tragedia sufrida por los esclavos afromericanos y sin duda Parker rinde un buen tributo a sus víctimas.
DENIAL. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2016. Un film de Mick Jackson
El Holocausto es un doloroso tema que ha sido muchas veces abordado por el cine; en Denial nuevamente vuelve a resurgir como foco central de una de las más recordadas batallas legales que tuvo lugar en uno de los estrados judiciales de Gran Bretaña en la década del 90. Brindando considerable envergadura dramática, el realizador logra un esmerado film donde en gran parte es debido al sustancioso guión del prestigioso dramaturgo David Hare.
David Irving (Timothy Spall), un controvertido autor inglés de textos de la Segunda Guerra Mundial y simpatizante de Hitler, comienza a adquirir notoriedad cuando basándose en informes de nula evidencia expresa en forma apasionada que el Holocausto nunca ha existido como así tampoco las cámaras de gas en Auschwitz. En respuesta a ello, la versada catedrática e historiadora americana Debora Lipstadt (Rachel Weisz) hace referencia a su persona cuando en forma contundente lo denuncia como un claro negador de la tragedia que conmovió al mundo en su libro Denying the Holocaust de 1993. Sintiéndose agraviado y ofendido por la autora, Irving la demanda ante la justicia por libelo.
Curiosamente, a diferencia del sistema judicial americano donde el acusado se presume inocente hasta que se compruebe su culpabilidad, en Gran Bretaña la persona demandada es quien debe probar su inocencia para quedar liberada de culpa. Es así que frente a la incriminación por la que ha sido objeto, Lipstadt, con la asistencia legal de dos eminentes abogados como Anthony Julius (Andrew Scott) y Richard Rampton (Tom Wilkinson), se embarca en un pleito judicial cuyo resultado final es muy conocido. Si bien, todos los entretelones del juicio resultan apasionantes, lo importante es que en el pronunciamiento judicial queda distinguido la diferencia que existe entre una “opinión” y un “hecho objetivo” a fin de determinar dónde la libertad de expresión puede o no quedar cercenada.
Además de la considerable minuciosidad emprendida por Jackson para relatar esta historia y de la preocupación de Hare para que el libreto evitara recursos o elementos que pudiesen distraer del enfoque del film, hay que tener en cuenta también el nivel de interpretación. En tal sentido, Rachel Weisz dota a su personaje con efectiva firmeza y determinación para defender una verdad que no puede ser objeto de duda alguna; igualmente persuasiva es la actuación de Spall encarnando a una persona incendiaria que es incapaz de retractarse de sus atroces afirmaciones en la materia; también cabe distinguir a Scott y Wilkinson quienes aportan solidez y convicción como los hombres de leyes que dedicados con pasión a este singular juicio tratan de reunir todas las pruebas legales para denunciar las falsas e inflamatorias acusaciones del demandante.
Este absorbente film dotado de vitalidad y emoción dramática no deja indiferente al espectador quien se identifica plenamente con la lucha emprendida por Lipstad en su búsqueda de justicia; al propio tiempo constituye un documento didáctico para las nuevas generaciones a fin de que en el futuro nadie pueda negar una de las grandes atrocidades cometidas en el último siglo.
TWO LOVERS AND A BEAR. Canadá, 2016. Un film escrito y dirigido por Kim Nguyen
Pocas veces la cinematografía ha expuesto la región del Ártico canadiense en la forma cómo se contempla en Two Lovers and a Bear. A pesar del panorama poco hospitalario debido al riguroso frío reinante, la presencia del terreno helado crea un espectáculo alucinante digno de admirar. Este elemento destacable es lo que permite al film compensar parcialmente la narración de una historia romántica realísticamente improbable.
En ese escenario del Polo Norte dos apasionados enamorados tratan de encontrar un refugio solaz para escapar del pasado que los ha llevado separadamente a anclar en el lugar. El relato presenta a Roman (Dane DeHann) quien en la primera escena se lo observa acompañando un cajón mortuorio para su traslado en helicóptero hacia un destino impreciso. El está intensamente enamorado de Lucy (Tatiana Maslany), una joven bióloga que parte de su tiempo lo destina trabajando como taxista; desde las primeras imágenes se ve que ella corresponde a los sentimientos de Roman, además de compartir gustos comunes, incluyendo la música. En los momentos de intimidad Lucy se siente bloqueada sexualmente frustrando a su pareja; además, sus sueños están impregnados de pesadillas donde trata de escapar de alguien que pareciera acosarla.
El conflicto central se presenta cuando ella comunica a su enamorado que ha aceptado seguir un curso de biología en un centro urbano y por lo tanto está dispuesta a dejar el pueblo para dirigirse al sur; a pesar de que lo invita a que la acompañe, Roman se niega a hacerlo. Eso motiva una reacción en cadena donde él compungido por la noticia se encierra en su vivienda dispuesto a renunciar a la mujer que ama y tratando de mitigar su pena con el alcohol; por su parte, Lucy locamente apasionada golpea desesperadamente la puerta de su casa para que Roman la deje entrar.
Debido a que el guión va adoptando un rumbo caótico, los eventos que posteriormente van sucediéndose carecen de dramatismo. Cuando hacia el final del relato que transcurre en una abandonada instalación militar se sabe la causa del traumatismo sexual de la joven así como la angustia familiar que Roman experimentó en su pasado, los motivos resultan muy escuetos y llegan tardíamente para llegar a trascender. Con una línea argumental muy endeble, se puede apreciar cómo cada uno de los dos personajes utiliza su respectiva motonieve para desplazarse de un sitio al otro en las difíciles y a veces peligrosas rutas congeladas.
En cuanto al “oso” al que alude el título del film, se refiere a que en diferentes momentos del relato aparece un oso polar blanco que tiene la capacidad de hablar con Roman dándole consejos que debería adoptar para seguir adelante. La inserción de este personaje resulta discutible por cuanto no aporta algo significativo a su trama.
Aunque animado de buenas intenciones, el film no satisface las expectativas aguardadas. Más allá de descubrir el magnífico esplendor del Artico gracias a la buena fotografía de Nicolas Bolduc, y a las buenas interpretaciones de DeHaan y Maslany, esta errática narración de Nguyen sobre amor voluble por parte de dos seres emocionalmente fracturados no llega a cobrar impulso.
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