HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
La directora Lisa Azuelos ha trasladado a la pantalla la historia de una diva trágica como lo fue Yolanda Gigliotti que en el mundo artístico adoptó el nombre de Dalida. Siguiendo el camino de la clásica biografía, el film brinda al público momentos importantes que jalonaron su vida artística; sin embargo, el guión de la realizadora escrito conjuntamente con Orlando -el hermano de la cantante- no llega a profundizar lo suficientemente como para que se pueda captar qué es lo que le impidió lograr un adecuado equilibrio entre su carrera profesional y su vida personal.
Nacida en Egipto en el seno de una familia italiana, el relato expone los tiempos difíciles de su infancia en El Cairo cuando siendo niña es marginada por sus compañeras de escuela; a todo ello, un episodio que la deja marcada es cuando a su padre violinista lo encarcelan por ser italiano e injustamente es acusado de conspirador en el marco de la Segunda Guerra.
En lo que concierne a su carrera de artista la misma comienza en París en 1956, cuando ella participa en un show de variedades que tiene lugar en el Olympia y su voz y presencia impresionan a Lucien Morisse (Jean-Paul Rouve), el director de programación de Radio 1 de Europa; él será el artífice de su triunfo como cantante, al propio tiempo que enamorándose de su musa se convertirá en su primer marido; con todo, la felicidad conyugal es de corto alcance cuando al poco tiempo se produce la separación del matrimonio.
Otro de sus grandes amores es el mantenido con el cantante italiano Luigi Tenco (Alessandro Borghi), pero cuando en 1967 éste se suicida por no haber triunfado en el Festival de San Remo, el dolor la impacta fuertemente al punto de inducirla a su primer intento de suicidio. Otros lazos románticos la unen con un muchacho italiano (Brenno Placido) para posteriormente vincularse con Richard Chanfray (Nicolas Duvauchelle), perteneciente a la alta sociedad francesa.
Queda claro que Dalida llevó una vida torturada al no encontrar el amor que pudiera satisfacer completamente su realización como mujer; sin embargo, es poco lo que en ese sentido el relato aporta sobre la razón que la llevó a sus distintos amoríos y rupturas, aspecto que en ese sentido la volvió vulnerable a pesar de sus extraordinarios triunfos profesionales. A todo ello se agrega la frustración de no haber podido tener hijos debido a un aborto realizado y que como consecuencia del mismo quedó infértil de por vida. Los factores mencionados conducen al triste final cuando por segunda vez opta por eliminarse, hecho que logró concretarlo en mayo de 1987 a los 54 años de edad no sin antes dejar una esquela de despedida diciendo “Pardonnez-moi, la vie m’est insupportable” (Perdónenme, la vida me es insoportable); esa frase resume el sufrimiento de su existencia.
A despecho de las observaciones realizadas, hay varios factores que contribuyen a que el film cobre fuerza. Uno de ellos es la acertada elección de la realizadora al asignar el rol protagónico a la modelo italiana Sveva Alviti, cuyas incursiones en el cine son poco conocidas; gracias a ella, la figura de Dalida resucita con la pasión que esta actriz vuelca a su personaje; sin duda es el alma del film y su absorbente interpretación motiva a que eche una sombra a los demás integrantes del elenco a pesar de sus buenas actuaciones. Otro de los méritos del film descansa en sus valores técnicos que originan una producción decididamente vistosa. No menos importante son las melodiosas canciones que integraron el repertorio de la cantante y que interpretadas con viva emoción por Alviti permite al espectador regocijarse con Un po d’amore, Ciao, amore, cia, Bésame mucho, Bambino, Gigi l’amoroso, Il venait d’avoir 18 ans y Paroles, paroles, entre otros temas.
En última instancia Dalida sin llegar a conmover como gran drama es un film entretenido que se aprecia gracias al dinamismo impreso por Azuelos, por la remarcable actuación de Sveva Alviti, por las bellas canciones y por sus esmerados detalles de producción.
.
VOIR DU PAYS (The Stopover). Francia, 2016. Un film escrito y dirigido por Delphine Coulin y Muriel Coulin
Aunque el Síndrome de Estrés Postraumático afectando a soldados americanos que participaron en conflictos bélicos ha sido varias veces considerado en películas de Estados Unidos, ésta es la primera vez que el delicado tema es considerado desde la perspectiva femenina con personajes franceses en Voir du Pays.
Este drama, cuyo guión escrito por las hermanas Delphine y Muriel Coulin está basado en el libro homónimo de Delphnine Coulin, se centra en Aurore (Ariane Labed) y Marine (Soko), dos jóvenes veinteañeras que han sido amigas desde larga data. Habiendo optado por seguir una carrera militar ellas acaban de cumplir una misión en Afganistán.
Las autoridades francesas han decidido que antes de retornar al país, el grupo de soldados de la unidad militar efectúen una parada de tres días en Chipre, en un hotel de cinco estrellas. El propósito es que además de descansar en un ambiente relajado y mimados con todas las recreaciones que ofrece el lugar, los soldados sean sometidos a una operación de descompresión con la ayuda de un equipo de “realidad virtual” a fin de atenuar los efectos traumáticos producidos por el conflicto bélico.
A pesar de que en principio no existe diferencia entre los integrantes del grupo, el relato exterioriza sutilmente cómo estas jóvenes son consideradas por su género sexual por parte de sus colegas masculinos. El aspecto de mayor trascendencia dramática del relato se produce en las sesiones de terapia colectiva que afectan a Aurore y Marine de diferente manera; si bien la primera se acopla a brindar su testimonio de guerra relatando cómo quedó afectada al ver morir a tres de sus compañeros en una emboscada, Marine por el contrario ofrece resistencia a esta modalidad terapéutica.
Cuando ambas amigas junto con Fanny (Ginger Roman), otra soldado del grupo, salen para conocer la isla con muchachos chipriotas (Andreas Konstantinou, Makis Papadimitriou), el guión introduce ciertos giros dramáticos que ponen a prueba la amistad de Aurore y Marine.
Si bien el relato permite demostrar cómo a pesar de los esfuerzos realizados para borrar de la memoria las huellas del combate no siempre es posible que el estrés pueda cicatrizarse por completo; lo cierto es que, por lo que aquí se aprecia, cada individuo reacciona de manera diferente.
Esencialmente, las realizadoras han efectuado un minucioso análisis de la fragilidad psicológica de militares en su proceso de reintegración a la vida civil y al hacerlo resulta encomiable la forma en que los personajes femeninos han sido explorados sin recurrir a ninguna suerte de estereotipos. Este film no exento de emoción, que merecidamente fue premiado en la sección Un Certain Regard del último festival de Cannes, cuenta con un elenco solvente donde se destacan Labed y Soko; además de ofrecer una interpretación plena de matices, ambas consiguen que sus personajes guarden la adecuada complicidad, contribuyendo en gran parte a que se haya logrado el objetivo perseguido por las hermanas Coulin.
DAVID LYNCH: THE ART OF LIFE. Estados Unidos-Dinamarca, 2016. Un film de Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard Holm
Este documental sobre David Lynch despierta atención por tratarse de un cineasta que a través de su filmografía demuestra ser uno de los más creativos del cine independiente americano. Sus películas, inteligentemente enigmáticas, han maravillado tanto a los críticos como a los cinéfilos ansiosos de apreciar un cine diferente e intelectualmente apasionante; de allí que resulta de interés conocer qué es lo que hay detrás del cineasta. El film, pasando revista a gran parte de su vida, no entra a enfocar ninguna de sus películas sino que aborda su condición de artista en otras ramas y el modo en que finalmente llegó a Los Ángeles para dedicarse a la realización cinematográfica.
Filmado a través de un período de tres años el documental tiene lugar principalmente en su taller de trabajo ubicado en las colinas de Hollywood rodeado de su hijita menor Lula donde en forma afable y como único narrador relata aspectos de su vida antes de haberse volcado al cine. Nacido en 1946 en Missoula, un pequeño pueblo de Montana y viviendo a través de los años en otros lugares hasta afincarse en Filadelfia, su infancia transcurrió felizmente rodeado por el cariño de sus padres y de sus dos hermanos, donde Lynch destaca especialmente a su madre como una muy buena persona de gran calidez.
La narración insertada con fotografías, material de archivo y cine casero, permite que el espectador se familiarice con su adolescencia donde como bohemio el futuro cineasta expresa su rebeldía en seguir estudios formales para en cambio dedicarse a las artes plásticas, actividad que seguirá ejerciendo permanentemente.
Entre algunos aspectos personales, Lynch destaca su gran amistad con el diseñador Jack Fisk con quien viajó a Europa con la intención de estudiar con el pintor expresionista austríaco Oskar Kokoschka aunque retornó 15 días después a Estados Unidos. En lo que concierne a su vida sentimental, a pesar de haberse casado en 4 oportunidades solamente queda reflejada la presencia de su primera esposa Peggy, con quien tuvo su hija Jennifer nacida en 1968. Fue precisamente en ese período, estudiando en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania que pudo realizar el cortometraje The Alphabet y donde posteriormente recibió una subvención del American Film Institute para comenzar a trabajar en Eraserhead, que sería su ópera prima e implicaría su traslado a California.
El documental realizado por Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm es un tributo al realizador donde en forma lineal, amena y tranquila Lynch va develando facetas poco conocidas de su persona; así queda resaltada por primera vez delante de una cámara la concepción de su universo creativo que comenzó a través del dibujo, la pintura y la escultura, entre otras manifestaciones artísticas, antes de dedicarse al cine. Sin duda, este buen film será muy apreciado por los admiradores de este surrealista director de culto.
Comments (0)