HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
El destacado realizador rumano Cristian Mungiu, que entre sus importantes antecedentes figura haber logrado en 2007 la Palma de Oro en Cannes con 4 meses, 3 semanas, 2 días, el año pasado volvió a ser distinguido como mejor director con Baccalauréat, un drama realista que satisface plenamente a través de las diversas lecturas que pueden realizarse del mismo.
Una primera aproximación permite analizar al film como la crisis existencial que atraviesa un individuo de la mediana edad frente a un conjunto de factores que superan su capacidad de control. El personaje central es Romeo Altea (Adrian Titieni), un muy respetable médico que reside en una ciudad de Transilvania con su mujer (Lia Bugnar) y su adolescente hija Eliza (María Dragus). La joven es una brillante alumna a punto de concluir sus estudios secundarios y por sus méritos ha obtenido una beca para estudiar psicología en Inglaterra, con la condición de que previamente apruebe satisfactoriamente su examen de graduación.
El disparador que pone en marcha el tema central del relato se produce cuando poco antes de someterse a la prueba escolar Eliza sufre una agresión por parte de un sujeto desconocido, por la cual su brazo herido derecho es enyesado y en consecuencia le impide rendir el examen. Altea, que se encuentra muy desencantado con Rumania, a toda costa desea que el accidente de su hija no le imposibilite gozar de esa beca que le permitirá avizorar un mejor futuro en el extranjero; por ello, se encuentra urgido en resolver el contratiempo. A pesar de que este médico es una persona de principios honestos, la vital necesidad de que Eliza pueda superar el obstáculo lo conduce a realizar una maniobra nada ética; eso acontece a través de un intercambio de favores que realiza con Bulai (Petre Ciubotaru), un hombre influyente que a la vez es la persona responsable de los exámenes de graduación.
Si lo mencionado es el elemento fundamental del relato, el acto cometido por el facultativo constituye un microcosmos de lo que el realizador describe de la sociedad rumana a través de un retrato nada complaciente. Así, se puede apreciar que los resabios del régimen comunista siguen subsistiendo en la actual era democrática donde la corrupción y los tráficos de influencia no han desaparecido y en donde los valores morales se encuentran en franca decadencia; a todo ello, nadie es confiable y los chantajes y engaños parecerían constituir el mecanismo de defensa para poder sobrevivir. Para resaltar ese cuadro, Mingiu alimenta a su relato con inesperados actos violentos como el apedreo injustificado a una de las ventanas de la casa de Altea, al parabrisas de su coche o bien el ataque a pleno día propinado a su hija.
La narración es inobjetable permitiendo que el público se sumerja plenamente en lo que acontece en la pantalla y que saque su propia conclusión de lo que observa de la lúcida radiografía humana de Rumania que efectúa el realizador. La completa naturalidad de los actores viviendo realísticamente lo que la meticulosa descripción de los personajes les requiere, refuerza los valores de esta perturbadora historia.
Queda como resultado un admirable thriller psicológico donde Mungiu reafirma una vez más ser uno de los más calificados directores del cine europeo.
I, DANIEL BLAKE. Gran Bretaña-Francia, 2016. Un film de Ken Loach
Como es habitual en Ken Loach, este veterano realizador totalmente comprometido con un cine social, en I, Daniel Blake nuevamente manifiesta su preocupación por los sectores más indefensos de la sociedad en la que vive.
Este film conmueve por su honestidad y absoluta sinceridad demostrando cómo la maquinaria que se mueve en los organismos estatales puede humillar y desintegrar moralmente a inocentes individuos.
Siempre trabajando en colaboración con su excelente guionista Paul Laverty, el realizador sigue la trayectoria de Daniel Blake (Dave Johns), un noble carpintero sexagenario y viudo que sufre de problemas coronarios que le impiden trabajar. Para ello recurre a los servicios de ayuda social a fin de obtener una pensión de invalidez; pero la tarea no es tan sencilla como parece porque para valerse del formulario de admisión tiene que obtenerlo en línea, donde encuentra dificultades para lograr su objetivo porque no es muy ducho en el manejo de internet. Durante el calvario que atraviesa, Daniel conoce a Katie (Hayley Squires), una joven madre soltera que para evitar que sus niños sean colocados en hogares sustitutos está obligada a aceptar un alojamiento a 450 km. de su ciudad natal; entre ambos surgirá un mutuo apoyo y solidaridad enfrentando los problemas por los que atraviesan.
Con las muy convincentes actuaciones de Johns y Squires dando vida a dos entrañables personajes, Loach ofrece un remarcable drama impregnado de gran humanismo. Sin duda, su visión produce sentimientos de indignación y rabia comprobando cómo la infame burocracia estatal trata sin compasión alguna a la gente desposeída que se encuentra impotente para obtener la ayuda que requiere. En esencia, la dureza y malestar que se desprende del relato suenan verdaderos, sin ninguna nota falsa; de allí que aunque uno experimente tristeza de contemplar este conmovedor drama, se agradece a Loach y Laverty de denunciar con bravura y sin recurrir a manipulación alguna la injusticia sufrida por las clases más humildes de su país.
Por sus indiscutibles méritos, esta película fue premiada con la Palma de Oro en el último Festival de Cannes.
A QUIET PASSION. Gran Bretaña-Bélgica, 2016. Un film dirigido y escrito por Terence Davies
Si bien Emily Dickinson (1830-1886), la remarcable poetisa estadounidense, ya fue objeto de un muy buen monólogo teatral por parte del dramaturgo William Luce que se estrenó en Broadway en 1976, es ahora el turno del realizador Terence Davies quien en A Quiet Passion le brinda un bello homenaje.
Dueño de una exquisita sensibilidad que ya revelara en buena parte de su filmografía, el destacado director británico revive con delicadeza y sobriedad la existencia de una singular mujer que lamentablemente no pudo cosechar en vida el verdadero reconocimiento que merecía y solamente después de su desaparición, el mundo literario se impuso de la grandeza y profundidad de sus poemas. No es posible asegurar que lo contemplado responda estrictamente a la biografía de la poetisa, en todo caso lo que importa es que el guión del realizador respeta su espíritu al divulgar -a través de la voz en off- los versos que emanan de algunas de sus poesías.
El relato comienza cuando ella deja el colegio como una adolescente de 17 años (Emma Bell), revelando su firme carácter además de dar muestras de su inteligencia y razonamiento que la distinguen del resto de sus compañeras. De allí, la acción se traslada en el tiempo donde se contempla a una Emily adulta (Cynthia Nixon) viviendo en Amherst, Massachusetts, con su familia decididamente intelectual, integrada por su patriarcal padre Edward (Keith Carradine), su melancólica madre Emily (Joanna Bacon), su hermano Austin (Duncan Duff) y su hermana menor Vinnie (Jennifer Ehle).
Recibiendo el permiso paterno de escribir por las noches las poesías que surgen de su mente, el director describe muy bien la postura feminista de esta mujer; aventajada a los tiempos de su época, no se deja intimidar por las convenciones sociales existentes demostrando su neutralidad religiosa y rehusando asistir a la iglesia. Su manera de pensar le genera algunas relaciones conflictivas con su padre donde no obstante ella emerge airosa; igualmente manifiesta su enérgica reacción ante Austin cuando descubre que engaña a su esposa Susan (Jodhi May) con otra mujer casada. A pesar de ciertas discrepancias existentes, lo cierto es que en todo momento ella siente un gran afecto por todos los miembros de su familia.
Más allá de algunas situaciones anecdóticas, lo que predomina en el film es la naturaleza reclusiva de Emily. Esa vida solitaria constituye para ella la coraza necesaria para preservar su independencia; precisamente, ese aislamiento la restringe emocionalmente impidiéndole cultivar una relación sentimental que pudiera cercenar su libertad intelectual y su pasión por la poesía. Incidentalmente, el film refleja el desdén que ella recibe por parte de los críticos literarios al juzgar sus poemas; así, a pesar de haber concebido casi 1800 títulos, solamente una docena de los mismas fueron publicados en vida.
La interpretación de Nixon es antológica por haber logrado transmitir todos los matices pertinentes a la introvertida personalidad del personaje titular; al propio tiempo resulta admirable la forma en que la actriz asume el sufrimiento de la terrible dolencia renal de Bright que aquejó a Emily en sus últimos años de su existencia. En el impecable elenco que la rodea se distingue Ehle caracterizando magníficamente a Vinnie con quien la poetisa mantiene una íntima relación fraternal y apoyo moral; de allí que no resulta extraño que ella difundiera el trabajo literario de su hermana después de su muerte. Davies brinda un film realizado con esmero y pulcritud en una historia muy bien narrada. Formalmente, resplandece su belleza visual donde las imágenes captadas de cada fotograma parecen cobrar la forma de lienzos exhibidos en un museo.
Utilizando en forma poética la magia del cine el director permite que el público selectivo disfrute de este muy buen drama biográfico.
AFTER THE STORM. Japón, 2016. Un film dirigido y escrito por Hirohazu Kore-eda
Prosiguiendo con su tendencia de ofrecer comedias cálidas el conocido realizador Hirohazu Kore-eda vuelve a establecer las relaciones que se establecen en el seno de una familia dentro del marco de la sociedad japonesa; en este caso enfatiza el vínculo paterno-filial así como el efecto producido por el divorcio de una pareja tomando como referencia a un individuo en un momento crítico de su vida. Con su acostumbrada habilidad de interesante narrador, el director relata una historia que sin ser muy original no obstante se destaca por el sentimiento afectivo que el realizador le imprime a la misma.
Su protagonista es Ryota (Hiroshi Abe), un novelista que tuvo su momento de gloria al haber logrado un premio con una novela que escribió hace 15 años; sin embargo, hasta la fecha ha sido incapaz de repetir el suceso y es así que para ganarse la vida se desempeña como detective privado percibiendo un magro ingreso que lo diluye apostándolo en el juego de manera compulsiva. Sin poder afrontar la pensión alimentaria de su hijo (Taiyo Yoshizawa) de 11 años y estableciendo poca comunicación con Kyoko (Yoko Make), su áspera ex esposa, no hay mucho que estimule su vida por el momento. La única satisfacción que logra es cuando una vez por mes se reúne con el chico donde se empeña en tratar de convertirse en su amigo y ser el verdadero padre que no lo fue.
El elemento circunstancial que podrá modificar el orden existente es un fuerte tifón de verano que arrecia a la ciudad motivando que Ryota pase la noche en la casa de su acogedora madre anciana (Kirin Kiki), en compañía de Kyoko y su hijo; en esas horas donde los cuatro están reunidos queda abierta la puerta para una posible reconciliación familiar.
Llena de vitalidad y con un agraciado humor que la salpica esta comedia costumbrista expresa muy bien la fragilidad de un individuo que no logró lo que quiso ser; al adquirir conciencia de su fracaso a través de las contradicciones que marcaron su existencia ha llegado su momento de redención para tratar de corregir los errores del pasado.
Adoptando un estilo contemplativo y sereno, el realizador logra un film lúcido y delicado donde sutilmente deja aflorar las emociones de sus personajes sin apelar a ningún sentimentalismo artificial; para ello, Kore-eda contó con buenos actores donde especialmente se destacan Hiroshi Abe y la veterana actriz Kirin Kiki.
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