HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Un sobrio e intimista drama es lo que se aprecia en Miséricorde del realizador suizo Fulvio Bernasconi de cuyo guión concebido junto con Antoine Jaccoud emerge un sustancioso relato en donde la conducta irresponsable, la conciencia culpable y la redención se fusionan armoniosamente.
El protagonista de esta historia es Thomas Berger (Jonathan Zaccaï), un policía suizo atormentado de mediana edad quien ha llegado a Abitibi, al norte de la provincia de Quebec, por un período de tres meses para pescar. Cuando está a punto de retornar a su tierra suspende su viaje al enterarse a través de la televisión de la muerte de Mukki (Alexis Vollant), un adolescente autóctono que habiéndose desplazado en la ruta en bicicleta fue atropellado por una persona que conducía un camión y que huyó del lugar sin prestarle asistencia alguna. Ante esta noticia, Thomas desiste de su viaje y decide investigar el hecho. Al entrar en contacto con la madre (Marie-Hélène Bélanger) del desafortunado muchacho, le promete que hará todo lo posible para descubrir al culpable y traerlo ante ella para que se disculpe del acto irresponsable; en esa tarea él saldrá al encuentro del tío del adolescente (Marco Collin) y de una camionera (Evelyne Brochu) de la región. A pesar del gesto bien intencionado de Thomas de querer descubrir la autoría del irresponsable accidente, su actitud despierta recelos y sospechas por parte de la detective policial (Charli Arcouette) encargada del caso.
Si en primera instancia el relato podría asemejarse al de un thriller corriente, la verdadera intriga radica en saber porqué Thomas posterga el regreso a su hogar involucrándose en una causa que no le incumbe. Es allí que la trama adquiere mayor solidez al analizar el drama que Thomas acarrea en su interior -que no resulta conveniente revelar- y en donde la ayuda a un tercero implicará para él una catarsis capaz de liberarlo de un desgraciado error cometido y poder encontrar una salida para enfrentar el futuro en forma positiva.
Además del drama psicológico que a nivel individual plantea el film, el relato ilustra también algunos rasgos de la comunidad autóctona de Abitibi marginalizada de la población blanca lugareña y la existencia de tensiones raciales. La puesta en escena de Bernasconi es competente dotando a la acción con pocos diálogos y con primeros planos que captan la expresividad de sus personajes: en tal sentido, el director ha logrado una muy buena prestación de su homogéneo elenco donde se distingue la actuación de Zaccaï quien intensamente transmite la angustia interior que envuelve a su personaje. A todo ello, la magnífica fotografía de Filip Zumbrunn que permite apreciar la austera belleza de Abitimi brinda el marco ideal para el clima emocional que viven los personajes de esta historia.
Por lo que antecede, Bernasconi ha logrado un muy buen drama donde emerge la compasión, el purgamiento y el perdón.
TANNA. Australia-Vanuatu, 2015. Un Film de Bentley Dean y Martin Butler
Esta interesante producción australiana se distingue por dos importantes elementos. En primer lugar constituye el primer film realizado en Vanuatu, unas islas ubicadas en el Océano Pacífico Sur, donde entre ellas se encuentra la de Tanna donde transcurre su acción. El segundo factor destacable es que esta película ha sido una de las 5 nominadas este año para el Oscar al mejor film de lengua no inglesa.
Parte importante que debe ser atribuida a la calidad del film es que los dos realizadores pasaron varios meses en Tanna con Yakel, una de las tribus de la isla, donde lograron familiarizarse con sus costumbres ancestrales completamente apartadas de la era moderna para volcar sus impresiones con completa autenticidad; no menos importante es que el guión escrito por Dean, Butler, John Collee y con la colaboración de los habitantes de dicha tribu, está basado en un lamentable evento ocurrido en 1987 que dramáticamente impactó a esta comunidad.
En la ficción se aprecia que en Tanna habitan varias tribus con espacios y territorios bien delimitados. Tomando como referencia la gente de Yakel, el relato sigue los pasos de Wawa (Marie Wawa) una joven que está profundamente enamorada de Dain (Mungau Dain), el nieto huérfano de Charlie (Charlie Kahla), el jefe de la aldea; ambos se aman secretamente y se han prometido amor eterno. El conflicto se produce cuando el chamán de Yakel (Albi Nangia) es atacado por los hombres de Imedin, una hostil tribu vecina y rival de aquélla; a fin de eliminar las tensiones existentes entre ambos bandos, finalmente se llega a un acuerdo donde Charlie promete al jefe del clan Imedin (Mikum Tainakou) que Wawa se casará con su hijo. Frente a esta situación, donde los matrimonios arreglados forman parte de la cultura tribal, Wawa comunica a su madre Yowayin (Linette Yowayin) que solo está dispuesta a unir su vida con el hombre a quien ella quiere. Dada la imposibilidad de vencer los obstáculos interpuestos, la muchacha y Dain terminan huyendo; a fin de que su amor pueda concretarse libremente, los fugitivos amantes adoptarán una fatal decisión.
Los directores, reconocidos como expertos documentalistas, relatan con sencillez este atrayente relato folclórico que adquiere la verosimilitud de un documental teniendo en cuenta que la mayoría del elenco interpreta con absoluta convicción sus propios roles. Con todo, además de esta historia verdadera que adquiere las características de Romeo y Julieta de la era actual lo que la torna apasionante es que permite al espectador adentrarse en el comportamiento cultural de esta gente que hasta el presente el cine no había tratado, dando como resultado un film que antropológicamente resulta de gran interés.
Visualmente, este muy buen drama constituye un regalo a la vista a través de la magnífica fotografía lograda por Bentley Dean captando los resplandecientes paisajes que incluyen la exuberante foresta, cataratas, bellas playas circundantes como así también la presencia del imponente volcán Yahul que se encuentra activo; por su parte; la música original de Antony Partos es otro de los elementos importantes que contribuyen a que el espectador se sienta transportado al corazón de Vanuatu y sea testigo de esta trágica historia romántica.
CIGARETTES ET CHOCOLAT CHAUD. Francia, 2016. Un film escrito y dirigido por Sophie Reine
En una comedia agridulce muy bien realizada, la novel realizadora Sophie Reine aborda el tema de cómo debe comportarse un buen padre.
El protagonista del relato es Denis (Gustave Kervern), un hombre que habiendo perdido a su esposa asume la completa responsabilidad de sus dos hijas, Janine (Héloíse Dugas) y Mercredi (Fanie Zanini) de 13 y 9 años de edad respectivamente. Tratando de subvenir a las necesidades de la familia, y siempre andando a las corridas, el hombre tiene dos empleos, uno diurno y otro nocturno, por lo que su hogar no está convenientemente organizado. A pesar de todo, los lazos de familia son lo suficientemente sólidos tal como se aprecia en la buena relación mantenida entre el padre y sus hijas.
Cuando después de reiteradas veces Denis no llega en hora al colegio para buscar a Mercredi al finalizar la jornada escolar, la dirección del establecimiento se comunica con los servicios sociales para tomar cartas en el asunto. Así se introduce en el escenario Séverine (Camille Cottin), una visitadora social que le indica a Denis la necesidad de seguir un curso de responsabilidad paternal porque de lo contrario puede llegar a perder la custodia de sus hijas.
Cuando después de algunas sesiones, Denis abandona el curso de aprendizaje y resulta amenazado de quedar sometido a un proceso judicial, la comprensiva visitadora saldrá en su defensa al comprender que los criterios normales impuestos por el medio social en que uno vive no necesariamente se corresponde con el tipo de educación que los padres pueden a su criterio brindar a sus hijos. A pesar de que el film no alcanza un tinte dramático, hay algunas situaciones que suscitan emoción como cuando Denis se muestra impotente en poder ayudar a Janine que padece del Síndrome de Tourette, un trastorno neuropsiquiátrico que se caracteriza por múltiples tics físicos y vocales.
En líneas generales la dirección de Reine es fluida y la actuación global es muy buena aunque es innegable que las dos niñas de Denis manteniendo una gran complicidad entre ellas se adueñan de la película con su innegable simpatía. El resultado es un film sensible, gracioso y emotivo que deja una grata sensación al espectador resaltando el valor que adquiere la familia.
PARIS CAN WAIT. Estados Unidos, 2016. Un film dirigido y escrito por Eleanor Coppola
La directora Eleanor Coppola es conocida por haber realizado el remarcable documental Heart of Darkness: A Filmamaker’s Journey (1991) sobre lo que aconteció durante el rodaje del emblemático film Apocalyse Now dirigido por su marido Francis Ford Coppola. En esta oportunidad retorna con su primer film de ficción abordando una comedia demasiado liviana y reiterativa.
La historia presenta a Anne (Diane Lane) una elegante y reservada mujer que se encuentra en Cannes acompañando a su marido Michael (Alec Baldwin), un importante productor de cine; durante el festival de 2015. De lo que se observa, podría afirmarse que constituyen un matrimonio muy bien avenido a pesar de que él destina gran parte de su tiempo apegado a su celular por las continuadas llamadas que recibe.
La excusa que justifica la historia se produce cuando Michael debe dirigirse a Budapest para ultimar la producción de un film y su esposa no puede acompañarlo debido a una infección de su oído que le impide viajar en avión. Eso motiva a que ella decida regresar en tren a París a fin de reunirse con su esposo una vez que él finalice su misión; sin embargo, los planes cambian cuando Jacques (Arnaud Viard), asociado y amigo de Michael, amablemente se ofrece para llevarla a destino en su coche, hecho que ella acepta con cierta reluctancia.
El viaje que en principio se suponía que duraría no más que 7 horas, se prolonga durante un espacio de dos días porque siempre existe una razón para que el simpático y bon vivant Jacques efectúe paradas en la ruta; las mismas servirán para disfrutar de sofisticadas comidas en lujosos restaurantes, saborear los buenos vinos de la región, disfrutar un picnic campestre como así también para visitar el museo de los hermanos Lumière en Lyon; un desperfecto transitorio del vehículo en la ruta demora un poco más el trayecto pero servirá para que Anne demuestre su ingeniosidad al conductor solucionando el inconveniente.
A medida que el viaje transcurre, ella logra ser conquistada por la personalidad extravertida de Michael al propio tiempo que él trata sigilosamente de efectuar ciertos avances seductivos. ¿Podrá el sutil flirteo desembocar en adulterio por parte de Anne? Es preferible dejar al espectador que encuentre respuesta por sí mismo a la pregunta formulada.
El film no tiene pretensión alguna de profundizar en sus personajes ni tampoco se presta a emociones intensas; más allá de una confesión que Anne efectúa a Jacques acerca de la pérdida de su hijo, no hay densidad conflictiva que mueva las fibras del espectador. Coppola recurrió a todos los clichés habidos en este tipo de historias donde nada resulta sorprendente. A pesar de que este relato se prolonga más allá de lo necesario, el misma permite que se aprecie los bellos paisajes de la región de la Provenza que se va atravesando en la ruta.
Dejando de lado la breve aparición de Baldwin, tanto Lane como Viard se desempeñan correctamente sin que resulte gran esfuerzo transmitir lo que sus personajes les exigen. A pesar del endeble guión, la octogenaria directora permite que esta comedia resulte vistosa aunque sin poder ocultar su superficialidad.
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