HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Como es tradicional, el TIFF nuevamente presenta en esta edición un buen número de filmes conocidos en el último Festival de Cannes. He aquí un breve comentario de 9 de los mismos que se exhiben como primicia para América del Norte.
Loveless (Rusia-Francia-Bélgica) es un film de notable calidad en donde el director ruso Andrey Zvyagintsev ilustra con gran lucidez algunos aspectos imperantes de su país a través de una historia magníficamente relatada. Zvyagintsev concentra su atención en la violenta relación existente entre Boris y Zhenya, una pareja a punto de divorciarse quienes tienen un hijo de 12 años del cual ninguno de los dos desea hacerse cargo. El chico es lo suficientemente perceptivo de la falta de amor y cariño de sus progenitores y es así que un buen día desaparece del hogar; es allí donde los desamorados padres reaccionan con firmeza y desesperación tratando de lograr su paradero. A través de su trama queda traslucido el caos ético y moral imperante en la Rusia post comunista.
En Radiance (Japón), la veterana realizadora japonesa Naomi Kawase centra su atención en la importancia del resplandor de la luz para apreciar mejor el mundo en que el ser humano se desenvuelve. La protagonista es Misako (Ayame Misaki) una devota mujer en su trabajo de autodescribir filmes para no videntes; en dicha tarea llega a conocer Nakamori (Masatoshi Nagase) un hombre que fue en su momento un prestigioso profesional y que ahora va perdiendo el sentido de la vista por una enfermedad degenerativa. A través de ese encuentro y la conexión que se produce entre ambos, Kawase motiva al espectador a reflexionar sobre el valor que adquieren las imágenes, la fragilidad de la belleza, la no permanencia de lo que nos rodea, como así también la importancia que adquiere la memoria para rememorar el pasado. Sin llegar a destacarse entre las grandes obras de Kawase, el film no obstante se distingue por el tema que aborda, la calidez que destila y por su magnífica fotografía.
Apelando a algunos temas ya enfocados en su rica filmografía el gran director austríaco Michael Haneke ofrece en Happy End (Francia-Alemania-Austria) un sólido relato donde lanza sus dardos al comportamiento de una familia de la alta burguesía que habita en Calais. Allí se encuentra Georges (Jean-Louis Trintignant), el anciano patriarca que creó una importante empresa de construcción, su hija Anne (Isabelle Huppert) que está a cargo de la misma y su inestable nieto Pierre (Franz Rogowski). En ese grupo de familia igualmente se encuentran Thomas (Mathieu Kassovitz), el hermano de Anne junto con Eve (Fantine Harduin), una niña de 13 años producto de su primer matrimonio, y su segunda mujer Anais (Laura Verlinden). Es Eve que a pesar de su corta edad, observa el proceso de desintegración de su familia constatando el adulterio de su padre, el derrumbe de su abuelo que desea morir, los secretos y mentiras encubiertas, las hipocresías y complacencias reinantes así como la total indiferencia de sus mayores frente a lo que acontece a su alrededor. Con la maestría acostumbrada, Haneke retrata la violencia latente donde cualquier elemento incidental puede hacerla estallar tal como se comprobará en un momento clave del relato. El título del film no puede ser más irónico puesto que en la visión sombría de Haneke, tomando como referencia la familia descripta no existe precisamente un final feliz.
Redoutable (Francia) es una ligera comedia que enfoca la relación sentimental de Jean Luc Godard con Anne Wiazemsky, quien fue la protagonista de La chinoise (1967) y que después se convirtió en su segunda esposa. Basándose en la autobiografía Un an après de Wiazemsky, el director Michel Hazanavicius enfoca la personalidad del enfant terrible de la nouvelle vague. Como consecuencia del fracaso de crítica y público de la mencionada película, simultáneamente con los acontecimientos de mayo de 1968 donde Godard se involucra en ese movimiento de protesta revolucionario, Godard reflexiona sobre el rumbo a seguir en sus futuros proyectos. El film describe la forma en que Anne (Stacy Martin) en su breve matrimonio con el director, lo evoca reflejando sus dudas, angustias y tormentos que lo condujeron a un intento de suicidio, y cómo su identificación con la doctrina maoísta repercutió en los filmes que posteriormente realizó adoptando un criterio radical en el que rompe por completo con el cine tradicional.
El realizador retrata a un Godard egocéntrico, narcisista e intelectualmente arrogante que menosprecia a quienes no piensan como él; al hacerlo, el realizador utiliza un tono de humor sarcástica que a veces bordea en lo caricaturesco y que no siempre logra el propósito perseguido. En esencia, sin trascender demasiado, Hazanavicius brinda un relato livianamente entretenido que se aprecia fundamentalmente por la excelente caracterización que Louis Garrel realiza de quien es considerado como uno de los mayores precursores del cine de vanguardia.
Un film decididamente recomendable es The Day After (Corea del Sur) de Hong Sangsoo. El prolífico director apelando a un lenguaje cinematográfico con reminiscencias del inolvidable director francés Eric Rohmer ofrece una deleitosa comedia de equívocos dentro del marco de una sencilla historia en la que predomina un cuarteto romántico. Filmado en blanco y negro, el relato de Hong presenta a Areum (Kim Minhee), una joven que comienza a trabajar como asistente de Bongwan (Kwon Haehyo), el patrón de una pequeña editorial. Él mantiene una relación adúltera con Changsook (Kim Saebyuk), que es la persona a quien Areum está reemplazando. Cuando sospechando de la infidelidad de su marido, la esposa de Bongwan (Cho Yunhee) llega intempestivamente a la oficina cree que es Areum la mujer con quien Bongwan la engaña. Cuando tiempo después su amante retoma su trabajo desplazando a Areum, la engañada mujer se tranquiliza al saber que ella ya no está más. A través de este ingenioso juego sostenido por muy buenos actores, esta pequeña historia a pesar de sus pocas secuencias adquiere un dinamismo sorprendente debido a la agilidad que el director imprime a la misma.
The Square (Suecia-Alemania-Francia-Dinamarca-Estados Unidos) que este año obtuvo la Palma de Oro, confirma la solidez del realizador sueco Ruben Ostlund quien en 2014 impresionó gratamente con Force Majeure El relato constituye una parodia al mundo del arte contemporáneo a través de la inauguración de una exposición por parte del director artístico del museo quien a lo largo del metraje atraviesa situaciones tragicómicas; en última instancia, el propósito del realizador es el de reflejar en forma surrealista los prejuicios y contradicciones de la intelectual burguesía sueca. Sin duda, un muy buen film.
La Cordillera (Argentina-Francia), tercer opus del director argentino Santiago Mitre es un buen film a pesar de ciertos desniveles. El tema central gira en torno de las peripecias atravesadas por Hernán Blanco (Ricardo Darín), un novel presidente de Argentina que sin tener experiencia política anterior debe asistir a una reunión cumbre regional que se celebrará en Chile; ahí se discutirá la política energética a seguir por la región y la constitución de una organización latinoamericana petrolera que tenga una gravitación similar como la de la OPEC a nivel mundial. A la llegada al hotel montañoso del país trasandino se impone que existen dos posiciones completamente divergentes sobre el tema a debatir, donde la visión del presidente mexicano (Daniel Giménez Cacho) se opone a la del mandatario de Brasil (Leonardo Franco), considerado como el emperador latinoamericano debido al predominio y peso político que tiene en la región. Es allí que Blanco tendrá que adoptar una decisión difícil a la hora de votar, situación que resulta aún más complicada frente a la interferencia de un representante de Estados Unidos (Christian Slater) que trata de influir en la posición que se estará debatiendo.
Si acaso ese hubiera sido el único tema central del film podría decirse que lo que se muestra es una pintura realista de lo que realmente suele acontecer en este tipo de reuniones, donde se recurre a confabulaciones, ardides y demás jugarretas políticas empleadas en tales circunstancias a fin de lograr el apoyo necesario en el momento de realizarse la votación de la propuesta. Sin embargo, el relato se bifurca a mitad de camino al introducir una historia paralela con la llegada al hotel de la hija de Blanco (Dolores Fonzi) en un estado de gran inestabilidad emocional; las situaciones fantasiosas que tienen lugar podrían formar parte de otro film completamente diferente.
Esta ambiciosa producción se valoriza por su importante elenco internacional encabezado por Ricardo Darín quien una vez más ratifica su nivel de excelencia como actor; asimismo, en los renglones técnicos cabe destacar los magníficos diseños de producción.
Las Hijas de Abril (México) de Michel Franco es un drama que aunque bien realizado, su historia dista de satisfacer. La trama gira en torno de Clara (Joanna Larequi) de 34 años y su hermana menor Valeria (Ana Valeria Becerril) de 17 años, viviendo en Puerto Vallarta. Cuando ésta última, ha quedado embarazada en su relación con Mateo (Enrique Arrizon) un muchacho de su misma edad, ambos deciden no interrumpir la gestación. A todo ello, Abril (Emma Suárez), la madre española, que mantiene una distante relación con sus hijas, arriba al lugar y al enterarse de la condición de Valeria, está dispuesta a ayudarla en la crianza de su futura nietita. Cuando el bebé nace, Abril adopta una actitud completamente desconcertante al mostrarse como un ser monstruoso capaz de llegar a límites insospechables; así, sin el menor reparo sustrae la criatura de su hija como también no tiene empacho alguno para seducir a su yerno. A medida que el film progresa, situaciones disparatadas se van sucediendo convirtiéndolo en un pedestre relato de horror. Aunque Emma Suárez cumple una buena labor como la maldita progenitora, el abrupto vuelco del guión impide que su deshumanizado personaje adquiera verosimilitud.
120 Battements par minute (Francia) del realizador Robin Campillo considera la lucha emprendida por un grupo de militantes del Act Up-Paris en los inicios de la década del 90 contra las autoridades de Francia y los laboratorios farmacéuticos frente a la pasividad e indiferencia adoptada en momentos en que el SIDA azota en forma despiadada; en su accionar, esta organización fundada en 1989 lucha por defender los derechos de quienes portan el HIV como así también de la gente contagiada por el temible virus. Manteniendo en su mayor parte una estructura coral, en los tramos finales el relato adquiere considerable fuerza ilustrando la emotiva relación sentimental de un joven del grupo no afectado por el virus con otro miembro seropositivo que se encuentra en estado de agonía.
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