HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Con más de 300 filmes exhibidos, el TIFF al igual que en sus anteriores ediciones volvió a colmar ampliamente las expectativas creadas. Teniendo en cuenta la variedad de los filmes ofrecidos, esta muestra pudo contentar a los miles de espectadores que han asistido teniendo en cuenta sus predilecciones temáticas como así también en lo concerniente a los diferentes estilos de narración.
He aquí una revisión de algunos de los filmes presentados que el cronista de EL POPULAR tuvo oportunidad de juzgar.
Uno de los mejores filmes presentados en Toronto ha sido The Insult (Líbano-Francia) del realizador Ziad Doueiri. El relato de ficción concebido por el director y Joelle Touma transcurre en Beirut, quince años después de haber terminado en 1990 la guerra civil libanesa entre facciones cristianas, musulmanas y seculares. Allí se produce un incidente entre Yasser (Kamel El Basha), un obrero de la construcción que es un refugiado palestino y musulmán, y Tony (Adel Karam), un residente cristiano dueño de un taller mecánico. Cuando éste último regando las plantas en el balcón de su casa moja a Yasser debido a una cañería ilegalmente instalada, se produce un altercado que asume dimensiones insospechadas. En un momento dado Tony le exige a Yasser que se disculpe ante él; al no lograrlo, le manifiesta que hubiese deseado que Ariel Sharon -primer ministro de Israel- hubiese eliminado del mapa a los palestinos; ese descabellado insulto impulsa a Yasser a atacar físicamente a su contrincante rompiéndole algunas costillas. De allí en más la disputa inicial origina una bola de nieve que llega a afectar a la población del Líbano reverdeciendo las heridas subyacentes entre la población palestina y la cristiana. El espectador asiste a un denso drama político sobre la justicia y el honor mancillado demostrando cómo los tratados de paz que ponen fin a un conflicto bélico muchas veces no alcanzan a cicatrizar resentimientos existentes entre grupos de diferente fe religiosa. Muy bien realizado y convincentemente actuado, éste es un meritorio film que sigue impresionando tiempo después de haber finalizado su proyección.
Sebastián Lelio, uno de los más importantes realizadores latinoamericanos que hace 4 años impresionó con Gloria, es el responsable de dos filmes que impresionó positivamente a los espectadores del TIFF. Uno de ellos es Una Mujer Fantástica (Chile) que aborda un tema vinculado con el transexualismo. Su protagonista es Marina (Daniela Vega), una bella mujer viviendo en Santiago de Chile y que lleva una armoniosa vida en común con Orlando (Francisco Reyes), un hombre divorciado de 57 años de edad; sin embargo, esa dicha se interrumpe cuando repentinamente Orlando es víctima de un aneurisma fatal. Es allí donde queda en descubierto que Marina había sido objeto de una operación quirúrgica que la convirtió de hombre enmujer. Con gran sutileza y sin golpes bajos, Lelio ilustra las humillaciones que Marina sufrirá tanto por parte de las autoridades de la Unidad de Fuerza de Investigación de Ofensas Sexuales al dudar sobre la causa de la muerte de Orlando como así también por parte de su ex mujer que le niega el derecho de asistir al funeral del difunto y de su hijo que le exige que desaloje lo antes posible la vivienda en que habita. Es admirable la actuación de la transexual actriz Vega dando vida a un ser que a pesar de los agravios que sufre es capaz de mantener su dignidad a toda prueba; tratando de sobrellevar el maltrato del que es objeto demuestra ser una mujer fantástica. A pesar de que mucho se ha progresado en el tema de la orientación sexual diferente y de los derechos que asisten al transexual, el film motiva a pensar que la batalla no está del todo ganada.
Lelio igualmente sorprende con Disobedience (Gran Bretaña), su primera incursión internacional en idioma inglés, abordando un delicado tema que está basado en la novela homónima de la escritora británica Naomi Alderman. El relato introduce a Ronit (Rachel Weisz) quien años atrás dejó la comunidad religiosa de Londres donde su padre es el gran y reverenciado rabino para independizarse del medio que la rodeaba e iniciar una vida independiente como fotógrafa en Nueva York. Cuando su padre muere y retorna a Londres para su sepelio se aloja transitoriamente en la casa de su viejo amigo Dovid (Alessandro Nivola) quien está casado con Esti (Rachel McAdams), su íntima amiga de la infancia. Es allí donde Ronit habiendo cometido un acto de flagrante desobediencia por haber abandonado su fe es recibida fríamente por parientes y amigos; más aún, su progenitor nunca llegó a perdonar su alejamiento al punto de ignorarla por completo -donde en las obituarias de los diarios aparece como un hombre sin hijos-y en su voluntad testamentaria decidió ceder sus bienes a la sinagoga.
La segunda transgresión de la joven es que en este retorno ella y Esti no pueden resistir el fuerte impulso sexual que las atrae, a pesar de que Esti es observante de la religión judía donde la homosexualidad constituye un acto completamente inaceptable.
Lelio analiza con gran sutilidad la complejidad de la conducta humana en lo concerniente a la fe y a la identidad sexual logrando que Weisz y McAdams transmitan satisfactoriamente la variada gama de emociones que atraviesan sus personajes. Igualmente es expresivo Nivola como el comprensivo marido que permite a su mujer que decida por sí misma el camino a seguir. En esencia, el director ofrece un bello film con un noble mensaje que destaca el derecho inherente a toda persona de definir su identidad, como lo que acontece con las dos protagonistas de esta historia.
Aki Kaurismaki, el más importante director finlandés y uno de los más renombrados internacionalmente, vuelve a ofrecer otro film de gran humanidad y candente actualidad con The Other Side of Hope (Finlandia-Alemania). La guerra que desde hace varios años enluta a Siria ha producido una importante ola de refugiados que tratan de salvar sus vidas buscando amparo en otras regiones del mundo; ese es el caso de Khaled (Sherwan Haji) quien proveniente de la bombardeada ciudad de Alepo ha logrado llegar a Finlandia ilegalmente proveniente de Turquía y tras haber atravesado previamente Escandinavia. Su pedido de asilo político es rechazado oficialmente porque la autoridad de turno considera que Alepo no es un lugar peligroso, e inmediatamente es detenido con el propósito de ser repatriado al día siguiente a Siria. Habiendo logrado escapar de su encierro la suerte hace que se tope con Wikstrom (Sakari Kuosmanen), un cincuentenario individuo que atravesando una crisis de la mediana edad decide comenzar una nueva vida instalando un restaurante. Ambas historias se empalman armoniosamente y es así que a pesar de la frialdad demostrada por las autoridades finlandesas, el relato concebido por el realizador demuestra que a pesar de todo persiste el sentimiento de comprensión y solidaridad por parte de sus ciudadanos, como lo prueba Wikstrom al concederle refugio a Khaled y tratando de ayudarlo para obtener la documentación necesaria y convertirlo en residente legal.
El trasfondo dramático del tema no impide que Kaurismaki recurra a un humor cáustico y absurdo con gags de gran ironía, granjeando de este modo la total empatía del espectador. En todo caso, no obstante el drama sufrido por los refugiados en el mundo, esta historia deja un atisbo de esperanza aludiendo a su título. Éste es un film excelentemente construido, dirigido e interpretado por un calificado elenco.
En su primer film como realizador y guionista Ali Asgari aborda en Disappearance (Irán-Qatar) un tema de relevancia moral al propio tiempo que expone características no muy conocidas sobre el funcionamiento del sistema de salud en Irán. En horas nocturnas Sara (Sadaf Asgari), una adolescente estudiante de arquitectura, se dirige al departamento de emergencia de un hospital público de Teherán aludiendo que está sangrando por haber sido violada; lo cierto es que después de haber sido examinada ella necesita ser operada lo antes posible; sin embargo la delicada cirugía no puede ser realizada sin el consentimiento de sus padres o de un familiar cercano. Frente a esta situación recurre a su enamorado Hamed (Amir Reza Ranjbaran) para que se haga presente en el hospital presentándolo como su hermano. Con todo, una serie de formalidades burocráticas motivan a que la joven pareja tenga que transitar de hospital en hospital tratando de lograr resolver la urgente situación en la medida que se requiere el consentimiento de los padres de la joven; sin embargo esa solución resulta imposible para Sarah porque eso implicaría confesar a su familia su relación con Hamed y haber perdido la virginidad en condiciones poco menos que sacrílegas para los códigos morales vigentes al no estar casada. De este modo, a través de mentiras que se van sucediendo en donde la delicada situación planteada no tiene visos de solución inmediata, la dura experiencia atravesada por la joven pareja termina afectando el vínculo que los une.
Asgari demuestra una considerable madurez en su ópera prima ofreciendo un trabajo sobrio al ilustrar convincentemente las aspiraciones de los jóvenes de la presente generación en el marco de una sociedad conservadora renuente a aceptar los cambios.
Habiendo obtenido el máximo premio en el Festival de Venecia de 2009 con Líbano, Samuel Maoz retorna triunfalmente con Foxtrot (Israel-Alemania-Francia-Suiza), un angustiante drama que adopta características surrealistas. Con dos horas de duración, el realizador con un guión que le pertenece estructura el relato en tres partes de igual duración aunque bien diferenciadas. La primera sección presenta a Michael Feldman (Lior Ashkenazi) y a su esposa Dafna (Sara Adler) recibiendo de dos soldados la triste noticia de la muerte de su hijo Jonathan que estaba cumpliendo el servicio militar. Los padres no pueden ocultar la desesperación por esta tragedia en donde el furor de Michael alcanza un nivel descontrolado frente a otro anuncio inesperado. El segundo segmento transcurre en un remoto puesto de control ubicado en el medio del desierto a cargo de 4 soldados donde Jonathan es uno de ellos; allí los muchachos, además de franquear el paso a algunos camellos sueltos, se dedican a verificar las tarjetas de identificación de los viajeros que en su mayoría son palestinos y adoptando con ellos actitudes humillantes. En forma surrealista y absurda queda expuesta la rutina de estos soldados que cuando nada sucede tratan de atenuar su soledad bailando el foxtrot, cuyos movimientos constituyen una metáfora de lo que se presencia en el film. La parte final vuelve a enfocar al matrimonio Feldman en momentos altamente conmovedores.
Con un excelente argumento, excepcional actuación, un sorprendente despliegue visual y una insuperable dirección escénica, el público contempla un excepcional film retratando de manera crítica la falacia de las guerras.
Como en la mayor parte de su filmografía el director Diego Lerman en Una Especie de Familia (Argentina-Brasil-Francia-Polonia) vuelve a enfocar el universo femenino; esta vez adentrándose en el tema de la maternidad y más específicamente en los trámites de adopción de una criatura.
Malena (Bárbara Lennie), es una médica habitando en Buenos Aires que ansiosamente desea ser madre sin haber logrado hasta el presente su propósito; en la medida que los procedimientos legales se ven obstaculizados por la infructuosa vía burocrática, ella recurre a mecanismos no muy legítimos contratando los servicios de una humilde mujer (Yanina Ávila) que vive en condiciones precarias en una zona rural de la provincia de Misiones y está dispuesta a vender a su bebé a punto de nacer. Sin imaginarlo, al llegar a destino Malena se ve sumergida en un complejo laberinto sostenido en gran medida por la complicidad de profesionales médicos y abogados.
El realizador construye un relato que sin recurrir a golpes bajos resulta muy conmovedor analizando los aspectos éticos y morales que conlleva la adopción clandestina. En un rol que requiere un considerable esfuerzo emocional, Lennie logra transmitir el via crucis de una mujer desesperada de concretar la maternidad que biológicamente no puede lograr, en tanto que Ávila -no siendo actriz de profesión- es completamente genuina en el rol que le ha tocado caracterizar.
Resulta muy grato volver a contemplar a una gran actriz como es Glenn Close componiendo en The Wife (Gran Bretaña-Suecia) un rol que le viene como anillo al dedo donde también cabe resaltar la meritoria actuación de Jonathan Prince. Basado en la novela homónima de Meg Wolitzer y adaptada por Jane Anderson, el film de Björn Runge retrata a un matrimonio (Close, Prince) talentoso, cuya feliz convivencia es puesta a prueba a partir de un especial acontecimiento.
La historia transcurre en Connecticut en 1992 y comienza cuando el escritor Joe Castleman (Prince) es despertado telefónicamente a una hora temprana donde se le comunica que ha sido el candidato elegido para recibir el Premio Nobel de Literatura. La inmensa sorpresa y gran alegría de Joe de inmediato es compartida con su devota esposa Joan (Close).
El conflicto del relato se produce cuando dos meses después ambos viajan a Estocolmo para recibir el premio. En la cálida acogida que son objeto por las personas encargadas del ceremonial, Joe adquiere un total protagonismo con todos los honores de la ocasión en tanto que su compañera queda lógicamente relegada a un papel secundario como la esposa del premiado. Esa situación crea en Joan un sentimiento ambivalente de incomodidad y ocultos resentimientos; eso se debe a que en su juventud, en 1958, habiendo iniciado sus estudios de literatura decidió abandonarlos al casarse y colaborar activamente en los trabajos realizados por su marido; queda claro, que fue ella quien se ocupaba de corregir y modificar en parte sus obras dándole el toque mágico para engrandecerlas, permitiendo así que Joe alcanzara un gran éxito profesional, circunstancia que en todo momento él reconoce y le agradece.
A todo ello, la indiscreta intervención de un periodista (Christian Slater) que intenta realizar una biografía de Joe, complica la situación reinante, como así también las reacciones molestas que experimenta David (Max Irons), el joven hijo del matrimonio aspirante a escritor, que no logra el total reconocimiento de su padre.
Este drama constituye un buen análisis de cómo la celebridad puede afectar la relación de un matrimonio, la gravitación que puede tener una esposa en la labor profesional de su esposo y los elementos claves que intervienen en el proceso de creación de una obra literaria. La extraordinaria actuación de Close y Prince contribuye en gran parte a valorizar a este buen film.
En El Autor (España) el director Manuel Martín Cuenca ofrece una original comedia negra relatando las aspiraciones de un individuo que desea convertirse en un importante escritor.
El guión de Javier Cercas, basado en su novela “El móvil”, enfoca a Álvaro (Javier Gutiérrez) quien está casado con Amanda (María León), una popular novelista. Al haber descubierto que ella le es infiel, decide dejarla para comenzar una nueva etapa de su vida. Siendo un apasionado de la literatura deja su trabajo de oficinista en un estudio de escribanía de Sevilla para dedicarse de lleno a componer su primera novela. En el departamento de un inmueble donde ahora habita comienza a redactar sus primeros bosquejos que no llegan a convencer a su profesor de literatura (Antonio de la Torre); éste le recomienda inspirarse en personajes de la vida cotidiana para alcanzar la solidez de un buen novelista. Siguiendo su consejo, Álvaro decide utilizar como referencia a algunas de las personas que habitan en su edificio; entre ellos se encuentra la conserje (Adelfa Calvo) con quien tiene un affaire de corto alcance, una pareja de inmigrantes mexicanos (Adriana Paz, Tenoch Huerta) y un anciano ex militar (Rafael Téllez) con quien juega al ajedrez. Al ir manipulando la vida de sus vecinos él logrará convertir la realidad en ficción hasta llegar a un sorpresivo desenlace que sin duda contentará a los espectadores.
Analizando las motivaciones que impulsan a Álvaro para lograr una obra maestra sin importar los medios extremos a que debe recurrir, el realizador ha logrado un film ingenioso, hilarante, audaz y sin duda provocativo.
Después de haber presentado su documental Blind Loves (2008) y su primera película de ficción Miracle (2013), el realizador eslovaco Juraj Lehotsky retorna al TIFF con Nina (Eslovaquia-República Checa) considerando el drama de un ser afectado por el divorcio de sus padres.
Debutando en el cine Bibiana Nováková se introduce en la piel de Nina, que con sus 12 años de edad transitando hacia la adolescencia ve cómo su mundo tiende a desplomarse por la agriada desavenencia de sus padres (Petra Fornayová, Robert Roth) quienes se encuentran procesando su separación. Compartiendo su vida en dos hogares diferentes, el de su madre y el de su padre, la sensible Nina constata que no cuenta con una verdadera familia siendo la víctima involuntaria de la disolución familiar. Su único solaz y escapismo se encuentra en la natación donde en la práctica de dicha actividad deportiva experimenta la calma y tranquilidad espiritual que carece en su hogar. Cuando en un momento dado su madre le impide participar en una competencia de natación, ella adopta una actitud radical.
El relato del cineasta destila gran honestidad donde sin moralizar ni juzgar a sus personajes, expone a la inocente y tierna niña en su confrontación con el mundo de los adultos a través de la conducta de sus padres; en tal sentido es encomiable la expresividad emanada por Bibiana Nováková en el rol protagónico otorgando absoluta veracidad y riqueza emocional a esta humana historia.
Una suerte de cuento de hadas es lo que se aprecia en Tulipani, Love, Honour and a Bicycle (Holanda-Italia-Canadá) de Mike van Diem sobre la experiencia de una joven que tardíamente llega a conocer la identidad de sus padres biológicos. La trama que se desarrolla entre el presente y el pasado comienza en los primeros años de la década del 80 donde la joven Anna (Ksenia Solo) quien vive en Montreal con su madre Chiara (Donatella Finocchiaro) muy enferma; al morir, desea cumplir con su última voluntad que consiste en que sus cenizas sean desparramadas en su nativa aldea italiana de Puglia. De este modo emprende un viaje a Italia y al llegar a destino es recibida con gran entusiasmo por Immacolata (Lidia Vitale), que fue la gran amiga de Chiara, y su hijo Piero (Georgio Pasotti); es allí que Anna se impondrá de hechos importantes vinculados con su verdadera identidad que hasta entonces había ignorado.
En 1953, Gauke (Gijs Naber), su padre holandés y dueño de una granja cultivando tulipanes, después de una severa inundación resuelve dejar Holanda para desplazarse en bicicleta a Puglia; al poco tiempo le seguirá su esposa Ria (Anneke Sluiters) estando ya embarazada de Anna. La familia goza al principio una existencia feliz, donde Gauke se dedica exitosamente a continuar con la explotación de tulipanes a pesar de los obstáculos que le crea un mafioso extorsionista (Michele Venitucci) de la región. Con todo, esta pareja está lejos de imaginar los duros golpes que le depararía el destino en los años venideros y que como consecuencia haría que la pequeña Anna finalmente llegara a residir en Canadá con Chiara, la abnegada mujer que la crió, educó y le brindó su entrañable amor maternal.
A pesar de su trasfondo dramático el realizador adoptó el tono de comedia obteniendo como resultado un muy cálido y entretenido film; el mismo está integrado por un buen elenco que incluye la participación especial del veterano Giancarlo Giannini animando a un policía inspector deseoso de esclarecer ciertos hechos acaecidos con la muerte de uno de los personajes de esta historia.
El documental Ex Libris -The New York Public Library (Estados Unidos), del octogenario realizador Frederick Wiseman es una obra de arte que sin duda satisfará al público más exigente. A pesar de sus 3 horas y 17 minutos de duración no hay un solo momento en que el interés decaiga debido al tradicional esmero del excepcional documentalista cuidando de que no existan tiempos muertos. Como su título lo indica, el documental se refiere a la gran biblioteca pública neoyorkina ubicada en el 476 de la 5ta. Avenida de Manhattan como así también a las múltiples facetas que se aprecian en algunas de sus 87 sucursales ubicadas en la ciudad; al hacerlo, como ya es su norma, Wiseman imprime una gran humanidad a lo que expone.
Teniendo en cuenta que esta biblioteca -la cuarta más grande del mundo- está al servicio de la cultura pública, su función no se limita a permitir que el público acuda a sus salones para la lectura, préstamo de libros, CDs y material de video. A través de lo que se aprecia, la institución realiza una labor didáctica, altamente educacional y profundamente social observando las actividades vinculadas con infantes, chicos, adolescentes y adultos de toda edad incluyendo a los invidentes con las clases impartidas para que puedan leer en Braille. A todo ello es extraordinariamente meritorio que la asociación de esta institución con otros organismos culturales, como lo es por ejemplo el Lincoln Center, permita que el público pueda asistir a conciertos gratuitos, o bien participar en mesas redondas analizando los méritos del realismo mágico a través de la novela de Gabriel García Márquez “El Amor en los Tiempos del Cólera”.
La riqueza del film igualmente se debe a las visitas realizadas por un buen número de expositores donde a través de sus conferencias, el púbico tiene la oportunidad de apreciar temas de indiscutible interés, como es el caso del renombrado biólogo evolutivo Richard Dawkins exponiendo su punto de vista crítico sobre la teoría creacionista. No menos atractiva es la participación del músico Elvis Costello, así como la del poeta Miles Hodges.
El documental muestra algunas de las conversaciones que tienen lugar entre los miembros del consejo de administración de la institución en relación al financiamiento del sector púbico que alcanza a un 60% y a la posibilidad de aumentar las donaciones privadas; otro tema de discusión está referido a la mejor forma de satisfacer a la nueva generación de lectores de la era digital mediante el empleo de libros electrónicos.
Wiseman no interviene en momento alguno, dejando que su cámara y el director de fotogorafía John Davey capten las imágenes de los libros, de la gente ávida de conocimientos y en general de sus diferentes actividades culturales, como medio contundente para solidificar la democratización de la sociedad.
Gracias a este gran maestro del cine el espectador accede a un documental fascinante y absorbente que le hace conocer valiosos aspectos inéditos de esta magna institución pública.
El celebrado realizador y guionista Hirokazu Kore-eda por primera vez incursiona en un tema policial con The Third Murder (Japón) que en ciertos momentos parece remontarse a algunos de los relatos de Agatha Christie, aunque de ningún modo alcanza el nivel de excelencia de la extraordinaria novelista británica. No es indiscreción alguna revelar que en la primera escena se contempla a Misumi (Köji Yakusho), un criminal que en un lugar descampado roba y mata a un industrial. Como lo indica su título se trata de un tercer asesinato porque en el pasado ya había registrado otros dos crímenes que le valió 30 años de prisión. No hay en principio intriga alguna ya que Misumi confiesa ante la autoridad policial que él ha sido el asesino y la audiencia no duda de tal hecho.
La zona nebulosa comienza a surgir cuando el abogado Shigemori (Masaharu Fukuyama), encargado de su defensa al entrevistar a su cliente duda sobre la real motivación que le condujo a cometer el asesinato. Al avanzar la investigación que realiza van surgiendo elementos contradictorios como los rumores de que la señora del occiso había encargado a Misumi que ejecutara a su marido, o bien que fue la adolescente hija de la víctima que pidió que lo matara por haberla violado. A medida que el relato avanza las continuadas vueltas de giro terminan extenuando en la medida que los personajes dicen y se desdicen en sus afirmaciones donde parecería que todo el mundo está mintiendo continuadamente. Si acaso el propósito del realizador es demostrar cómo en ciertas circunstancias resulta difícil dictaminar dónde reside la verdad, las inconsistencias del relato motivan a que decaiga su interés después de un cierto trecho. A la postre, poco importa saber si como resultado del juicio el reo será sentenciado a prisión perpetua o en cambio condenado a la pena capital. En resumen, éste es un film que aunque no desechable carece de los suficientes ingredientes para configurar un buen thriller.
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