HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de haber incursionado en el terreno de la ciencia ficción con Arrival (2016), el talentoso realizador Denis Villeneuve retorna al mismo género abordando la secuela de Blade Runner (1982). Respetando el espíritu del emblemático film de Ridley Scott, basado en la novela de Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), Villeneuve ha logrado con Blade Runner 2049, una película monumental que cautivará tanto al gran público como al selectivo.
Para quienes no hayan visto el film original, resulta conveniente señalar que la acción transcurre en 2019 donde Harrison Ford interpreta a Rick Deckard, un policía cazador de replicantes. Ese nombre alude a androides creados genéticamente a imagen y semejanza de seres humanos por la corporación multinacional Tyrell para que trabajen como esclavos.
El relato del presente drama, basado en el guión de Hampton Fancher y Michael Green, se desarrolla tres décadas después donde la empresa Tyrell que ha quebrado es reemplazada por otra corporación multinacional dedicada a producir nuevos replicantes. Es en ese contexto donde el detective policial K (Ryan Gosling) de Los Ángeles por encargo de su jefa (Robin Wright) tiene la misión de localizar y exterminar a una raza clandestina de replicantes infiltrados en nuestro planeta porque podrían constituir una amenaza para los humanos.
A pedido de la distribuidora de no difundir detalles de la historia como así tampoco indicar el rol desempeñado por los personajes que la integran, sólo se anticipará que a través de la búsqueda efectuada por, K (número de serie del detective), él irá descubriendo ciertos secretos que lo impulsarán a rastrear el paradero de Rick Deckard (nuevamente interpretado por Ford) de quien no se supo desde 2019..
La compleja trama no es un obstáculo para que el espectador quede absorbido por la misma. A pesar de cierta lentitud que se produce en su primera hora, el film que apela más al intelecto que a la emoción apasiona por la magistral dirección impresa por Villeneuve, como así también por su muy buen elenco; en tal sentido se destaca la magnífica prestación de Gosling quien prácticamente se encuentra en pantalla a lo largo de los 154 minutos del film (sin contar los créditos finales) transmitiendo los vaivenes emocionales de su personaje; a su lado igualmente se lucen, entre otros, Harrison Ford, Ana de Armas, Sylvia Hoeks, Robin Wright, Lennie James, Carla Juri y Jared Leto.
El hipnótico lenguaje visual del film merece especial distinción, gracias a la excepcional fotografía de Roger Deakins y a los soberbios diseños de producción de Dennis Gassner. Son deslumbrantes las imágenes desoladoras de la ciudad de Los Ángeles, donde transcurre la mayor parte de la acción, con una atmósfera nebulosa que impide distinguir los edificios y la sociedad futurista que los habita; de igual modo queda magníficamente captado el escenario de un casino abandonado de Las Vegas. En determinados momentos, esa estupenda visualización brinda la sensación de estar contemplando centelleantes telas de pintura.
Si bien se trata de una obra de ciencia ficción, lo que Villeneuve ilustra podría reflejar el mundo que se habrá de vivir en un futuro no muy lejano. La presencia de una sociedad deshumanizada, la inteligencia virtual superando a la creada por el hombre, la caza de brujas y las confrontaciones entre las supuestas fuerzas del bien (los humanos) y las aparentes fuerzas del mal (los replicantes), son algunos de los aspectos que se prestan a la discusión después de haber contemplado este importante film, uno de los mejores de 2017.
BACK TO BURGUNDY (Retour en Bourgogne) Francia, 2017 Un film de Cédric Klapisch
En Back to Burgundy, el realizador Cédric Klapisch relata una historia de familia dentro del marco de la cultura vitivinícola.
El escenario es la zona rural de Borgoña donde un patriarca familiar (Eric Caravaca) ha dedicado su vida a la explotación de su viñedo en una vasta extensión de terreno que posee. La trama comienza cuando Jean (Pio Marmai), su hijo mayor, después de 10 años de haber dejado el hogar, retorna temporalmente de Australia donde también es vinicultor. Su alejamiento se debió a la difícil relación mantenida con su padre y ahora regresa porque él está a punto de morir. A su llegada es recibido con manifiesta alegría por su hermana Juliette (Ana Girardot) y su otro hermano Jeremie (François Civil), aunque ellos guardan cierto resentimiento porque Jean no se había hecho presente para la muerte de su madre acaecida hace algunos años. Rápidamente las asperezas son dejadas de lado ratificando el afecto existente entre los 3 hermanos, sobre todo cuando a los pocos días se produce el deceso del padre.
A partir de allí surge el principal conflicto de esta historia cuando al leerse el testamento del difunto, los hijos se imponen que tanto la casa como la enorme extensión del viñedo les son legados por partes iguales; por lo tanto si alguno de ellos decide obtener monetariamente la parte que le corresponde se requiere que todos estén de acuerdo en la venta del fundo. Sin embargo los 500 mil euros que implica el impuesto a la herencia que se debe pagar y la dificultad de reunir ese monto sin vender la explotación, constituye el obstáculo que debe ser resuelto por los hermanos en forma conjunta. En dicho entorno familiar es Juliette que a partir de la enfermedad de su padre se dedicó a continuar la explotación familiar junto con la colaboración prestada por un ayudante leal (Jean-Marc Roulot) del mismo; en tanto, Jeremie viviendo en la proximidad, tiene una esposa (Yamme Couture) y un niño recién nacido y trabaja para su suegro (Jean-Marie Winling) quien igualmente es un productor de vino muy importante de la zona. Por su parte , Jean, que mantiene una relación un tanto complicada con su esposa (María Valverde), desea desentenderse del negocio familiar y retornar a su hogar lo antes posible para estar junto a ella y su pequeño hijo.
De lo que antecede, el aspecto más importante del relato reside en cómo conciliar los intereses y deseos de Jean, Juliette y Jeremie, en la medida que los dos últimos nunca dejaron el terruño al estar muy arraigados al lugar en que han pasado toda la vida y aprendido de su padre los gajes del oficio.
El guión de Klapisch, Santiago Amigorena y Jean-Marc Roulot contiene elementos atractivos aunque la narración es más bien episódica sin que exista un contenido realmente dramático que llegue a conmover. Además, el film dedica un tiempo más allá del conveniente para ilustrar el proceso de elaboración del vino y la degustación de los mismos por parte de sus personajes; si bien eso puede complacer a los enólogos, a la postre conspira un poco en su ritmo. A pesar de que los personajes no están del todo delineados, el trío protagónico se desempeña eficientemente; así Girardot convence como la joven insegura de manejar el viñedo donde no logra todo el respeto que merece por parte de su personal, Civil igualmente satisface como el hermano en parte dominado por la personalidad de su suegro y Marmai -quien efectúa el relato- transmite los sentimientos ambiguos de haber estado ausente de la finca dejando a sus hermanos que se ocuparan de ayudar a su padre durante su larga ausencia.
En los aspectos formales, Klapisch se ha preocupado en ofrecer un buen retrato de la región de Borgoña efectuando la filmación a través de un año completo para mostrar la incidencia de las 4 estaciones en la producción del vino.
Dicho lo que antecede, este es un film que aunque no profundo resulta agradable por destacar la importancia de la familia y especialmente por transmitir genuinamente el sentimiento de solidaridad fraternal.
BATTLE OF THE SEXES. Estados Unidos, 2017. Un film de Valerie Faris y Jonathan Dayton
Con el agradable recuerdo de haber conquistado al público con Little Miss Sunshine (2006) la pareja de realizadores Valerie Faris y Jonathan Dayton ofrece con Battle of the Sexes otra atrayente película. El título alude a un match de tenis realizado en la ciudad de Houston el 20 de septiembre de 1973 que localmente congregó a más de treinta mil espectadores y a través de su transmisión televisiva cincuenta millones de espectadores de Estados Unidos observaron la gran contienda deportiva.
Transcurriendo en la década de los años setenta el público sale al encuentro de la renombrada tenista Billie Jean King (Emma Stone) de 29 años de edad perteneciente a la US Lawn Tennis Association quien se enfrenta con su dirigente Jack Kramer (Bill Pullman) al hacerle saber que de ninguna manera puede aceptar que una deportista cobre un salario que representa un 12% del percibido por sus colegas masculinos en igualdad de condiciones. Al no ver sus inquietudes satisfechas ella renuncia a esta importante asociación y funda la Women’s Tennis Association con la ayuda de su agente y amiga Gladys Heldman (Sarah Silverman) y sus compañeras tenistas. La actitud de Billie sirve para impulsar la causa feminista en una época en que los estereotipos sexistas están muy arraigados con la consecuencia de que la mujer es discriminada en variados aspectos socioculturales.
Parte del guión de Simon Beaufoy está consagrado a ilustrar la lucha interna de Billie con respecto a su orientación sexual donde estando casada con el abogado Larry King (Austin Stowell) mantiene una oculta relación amorosa con Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), que en la ficción es su peluquera aunque en la realidad era su secretaria. Con todo, el film se centraliza en el encuentro de Billie con Bobby Rings (Steve Carell), un ex campeón de tenis de Wimbledon.
Este simpático chauvinista de 55 años ya retirado, al encontrarse apremiado financieramente y constando la popularidad de Billie le propone celebrar un match estando convencido de que habrá de ganarle. Sin embargo cuando ella se niega, Riggs opta por enfrentarse con la gran tenista australiana Margaret Court (Jessica McNamme) donde resulta triunfador. Frente a una nueva propuesta de Rings, Billie accede finalmente a jugar con él originando así el histórico partido denominado “La Batalla de los Sexos” donde la renombrada tenista logra vencer a su rival. Si bien, el resultado del torneo es sabido de antemano, los realizadores han logrado generar un clima de gran suspenso durante el transcurso del mismo.
Stone, que este año obtuvo el Oscar por La La Land, confirma aquí sus condiciones de buena actriz brindando carisma, determinación y decidido empuje a la famosa tenista dispuesta a reivindicar los derechos de la mujer. Por su parte Carell, en un rol bufonesco logra conquistar la simpatía del público permitiendo que su personaje, a pesar de todo, exhiba el rostro humano de Rigg.
Sin llegar a la perfección en la medida que el metraje podría haberse aligerado con 15 minutos menos de duración, el público asiste a un muy buen film de gran atracción popular y que a su vez se destaca por su contenido social. Es indudable que después de más de cuatro décadas del evento, hubo un considerable progreso en relación al rol atribuido a la mujer; con todo, la igualdad de los sexos aún no se ha logrado totalmente si se aprecia lo acontecido en la contienda presidencial del año pasado entre el actual primer mandatario estadounidense e Hillary Clinton. Por esa razón, esta película es muy bienvenida.
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