Las sotanas ya no frenan las balas en México
Las sotanas ya no frenan las balas en México
La parroquia San Isidro Labrador de Los Reyes, a la salida de la Ciudad de México, a un lado de la carretera hacia Puebla, es tan austera como el barrio que la alberga.
Su cuerpo apareció en su habitación, tenía las manos atadas y la boca tapada con cinta adhesiva y puñaladas en el cuello y en el pecho.
Después de 11 años como sacerdote, sus vecinos, gente humilde, piadosas madres, ancianas y jóvenes tatuados lo recuerdan con cariño. “Era buena gente y muy lindo con todos. No hacía mal a nadie y a todos nos gustaba. A veces pecaba de exceso de confianza porque la colonia se ha puesto muy fea y la inseguridad es permanente”, dice una parroquiana que prefiere no dar su nombre, con dos bolsas en la mano.

Luis López, asesinado en julio, es el último religioso muertos de una lista que se ha multiplicado por cinco en la última década. Durante el gobierno del expresidente Carlos Salinas hubo cuatro curas asesinados, con Ernesto Zedillo tres y con Vicente Fox otros cuatro.
Sin embargo, desde la llegada al poder de Felipe Calderón (2006-2012) fueron asesinados 25 sacerdotes y en los cinco años de gobierno de Enrique Peña Nieto son ya 26 religiosos muertos: 18 curas, cinco laicos y un seminarista asesinado, además de dos desaparecidos, según el Centro Católico Multimedial.
“No se trata de una violencia en forma de persecución como en la Guerra Cristera o la que mantiene el ISIS, es de otro tipo. En esta se incluyen extorsiones, secuestros, torturas y asesinatos”, resume Omar Sotelo, fundador del Centro Católico Multimedial.
“Los sacerdotes son incómodos para el crimen organizado porque denuncian a los políticos, ayudan a migrantes, socorren a los heridos y, sobre todo, conocen bien a la gente de sus pueblos”, explica.
El aumento de los asesinatos coincide con el repunte generalizado de la violencia en todo el país y en todos los estratos y deja hasta el momento más de 21.000 muertos en lo que va de 2017, uno de los más violentos de los últimos años.
Sin embargo, la violencia contra religiosos incluye dos hitos: el asesinato de un sacerdote en plena misa en la Catedral y la explosión de un artefacto explosivo en la arquidiócesis. A ello se añaden dos tristes récords: México es el único país en el que ha sido asesinado un cardenal (Juan Jesús Posadas Ocampo, en Guadalajara en 1993) y es, por noveno año consecutivo, el país en el que hay más sacerdotes asesinados en un país que no está en guerra.
En el último año, los religiosos han recibido 800 amenazas de muerte, un 50% más respecto a 2016, pero entre los expertos que llevan años analizando la violencia religiosa llama la atención el ensañamiento y la brutalidad. “La figura del sacerdote se ha desacralizado como guía y pastor de la comunidad. Con el asesinato de un sacerdote se manda el mensaje claro de que si mato un cura, puedo matar a cualquiera”, resume.

Sotelo sonríe ante la pregunta de si necesitarían medidas especiales como en el caso de los periodistas. “Nosotros no queremos botones de pánico, escoltas…somos curas no podemos trabajar así. ¿Qué se puede hacer entonces? Que se resuelvan los casos”, sentencia. De estos asesinatos, un 70% corresponde al crimen organizado, según sus datos.
“Se trata de una persecución silenciosa a la que suele acompañan la difamación”, dice Julieta Appendini, directora de Ayuda a la Iglesia Necesitada México, una organización que estudia la violencia religiosa en todo el mundo.
“Cada vez que muere un sacerdote extienden un manto de calumnias e infamias sobre el padre para manchar su nombre”, señala Appendini, quien apunta que “la mayoría de las agresiones tienen que ver con ataques de la delincuencia organizada, no del narco”, matiza. “Los sacerdotes están más expuestos porque son actores en la primera línea de fuego defendiendo a pobres, migrantes o marginados”, resume.
Para el historiador Jean Meyer: “hay una propagación de la delincuencia y de la deshonestidad en general. Se supone que estamos en un país estadísticamente cristiano, donde la mayoría de la población es católica y los que no, son evangélicos, protestantes (…) pero, por otro lado, en lo que va del sexenio, casi 20 sacerdotes han sido asesinados, más de la mitad por su valentía, porque predicaban contra el crimen organizado; algunos sencillamente para robarles, y eso, en un país como México era una cosa absolutamente impensable, un tabú; el sacerdote podría ser un bribón, un abusador, lo que sea, pero la función sagrada lo amparaba; incluso en los momentos más álgidos de la Revolución y el anticlericalismo mexicano no había eso”, dijo en una entrevista en el diario mexicano El Universal.
El responsable del crimen de Luis López resultó ser el ayudante del párroco, Celso, de 24 años, quien confesó que mató al cura cuando lo sorprendió robando las limosnas de la iglesia.
La nota de prensa del Episcopado confirmando su muerte estaba acompañada de una cita del Nuevo Testamento: “Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado”. Sin embargo, el mundo nuevo que llega, es aún más violento.


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