HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Una vez más Denzel Washington ratifica sus cualidades de gran actor con la extraordinaria labor prestada en este film escrito y realizado por Dan Gilroy. Su tema es la crisis moral que sufre un individuo frente a una situación inesperada.
Washington personifica a Roman J. Israel, un abogado penalista afroamericano y un activista de larga data en defensa de los derechos civiles que lleva una modesta forma de vida; como idealista es un defensor de la gente humilde y como profesional durante más de dos décadas ha estado trabajando con otro colega en un estudio jurídico de Los Ángeles. Mientras que su asociado se ocupa de efectuar las defensas requeridas en las audiencias judiciales, Roman se desempeña internamente atendiendo los aspectos vinculados a los diferentes casos que se están considerando. En cuanto a su personalidad, su comportamiento es el de un hombre obsesivo, dueño de una memoria excepcional y asumiendo en ciertos casos actitudes que podrían asemejarse a la de un autista, aunque realmente no lo sea.
Cuando su socio repentinamente sufre un ataque cardíaco del cual cae en un estado de coma irreversible, su sobrina resuelve disolver la oficina encomendando a George Pierce (Colin Farrell), un abogado y antiguo alumno de su colega, para que se ocupe de su liquidación. Al encontrarse Roman sin trabajo, George- sabiendo de sus habilidades y de su mente prodigiosa- aprovecha para contratarlo en su firma.
En su primer caso debe ocuparse de la defensa de un joven (Niles Fitch) que ha sido acusado de haber matado a un empleado de un almacén aunque realmente es inocente. Es allí que se produce un hecho impensado para Roman cuando se le presenta la oportunidad de mejorar su situación económica pero al precio de cometer un repudiable acto moral.
Lo más interesante de esta historia es el estudio de personalidad que el realizador efectúa de este personaje. Una vez más se constata que la naturaleza humana puede adoptar comportamientos contradictorios: por un lado, se observa la actitud de un hombre capaz de asumir la defensa de los seres más humildes y marginalizados de la sociedad, en especial de los jóvenes negros castigados por el sistema legal vigente; por el lado opuesto, ese mismo individuo es capaz de traicionar los valores que firmemente sustenta.
Ciertamente, el film deja más preguntas que respuestas sobre la conducta de Roman; aunque es difícil especificar qué es lo que atraviesa por su mente a través de los problemas emocionales que experimenta, la acertada actuación de Washington permite caracterizar con precisión la extraña personalidad de su personaje. Además de este brillante actor, Farrell igualmente convence en la composición del suyo, en tanto que Carmen Ejogo se destaca como una coordinadora comunitaria que consagrada a los derechos civiles guarda afinidad con la ideología de Roman.
Con insinuaciones de un racismo latente y la existencia de un desigual sistema de justicia penal, el film interesa aunque en forma intermitente. Las objeciones mayores resultan de que el relato no está muy bien estructurado y al bifurcarse en muchas instancias de su foco central, no llega a cohesionarse de manera global. Con todo, merece ser visto aunque más no fuera por la remarcable interpretación de Washington.
Three Billboards Outside Ebbin, Misouri. Estados Unidos
Frances McDormand, en otra de sus grandes actuaciones, deleita personificando a un personaje ciertamente peculiar. En esta comedia negra el director Martin McDonagh ilustra el cuadro de una mujer que recurre a un medio inusitado para despertar la conciencia de quienes no han reaccionado suficientemente a la tragedia que el destino le ha deparado.
McDormand es Mildred Hayes quien ha perdido a Angela(Kathryn Newton), su hija adolescente que ha sido brutalmente violada y asesinada. Viviendo en Ebbing, un pueblo de ficción ubicado en las afueras de Missouri, ella no puede controlar su pena al ver que después de varios meses de acontecido el crimen, aún no haya habido respuesta alguna por parte de las autoridades locales. De allí que con su paciencia ya colmada decide dirigirse al agente de ventas local (Caleb Landry Jones) para alquilar por espacio de un año tres carteles publicitarios que se encuentran a lo largo de una ruta local a fin de colocar avisos denunciando ese hecho; en uno de ellos se lee “raptada mientras está muriendo“, en otro “y aún no hay arrestos” y en el tercero “¿A qué se debe, Sheriff Willoughby?“.
Cuando Jason Dixon (Sam Rockwell), el racista oficial de policía, pasa por el lugar se queda sorprendido por lo que ve y de inmediato se comunica con el sheriff Bill Willoughby (Woody Harrelson) para ponerlo al tanto de lo que sucede. El sheriff en forma amable se acerca a lo de Mildred para conversar con ella haciéndole ver que él ha hecho todos los esfuerzos posibles para localizar al asesino pero que lamentablemente aún no se ha podido identificarlo; ella se mantiene impasible sin aceptar las explicaciones brindadas e incluso no se inmuta en absoluto cuando él le dice que padece de un cáncer terminal. Manteniendo la postura rígida de no atender excusa alguna que pueda justificar que aún no se haya sabido quién ha sido el criminal, la mujer tampoco accede a las argumentaciones del cura local (Nick Searcy) que también la visita, ni la de su dentista a quien termina atacándolo.
Curiosamente a medida que el relato va desarrollándose, las simpatías del espectador van lentamente desplazándose de Mildred hacia Willoughby en la medida que la población local que quiere al sheriff considera de mal gusto la actitud adoptada por Mildred con los letreros acusatorios. Si bien es comprensible el dolor de una madre frente a la pérdida de su hija y sin que se llegue a saber quién es el culpable, la furia y odio que emergen de Mildred son de tal naturaleza donde sus actos de violencia no permiten crear la compasión que en circunstancias normales merecería; menos aún la alianza circunstancial que llega a forjar con el repelente jefe de policía.
El relato progresivamente va asumiendo el carácter de un moderno western donde la venganza violenta de ciertos actos solo sirve para engendrar otros de mayor violencia. A pesar del contexto dramático de esta historia, subyace un humor corrosivo que permite que su crudeza no resulte deprimente.
Bien realizado, con algunas observaciones en que se manifiestan rasgos racistas y sexistas del medio social en que transcurre el relato, la principal objeción formulada al film es que progresivamente adquiere giros inesperados carentes de verosimilitud y que por razones de discreción no conviene revelar. De todos modos, el film se deja ver por su buen elenco y sobre todo por la magnífica interpretación de McDormand, como una mujer sedienta de justicia.
WONDER. Estados Unidos, 2017. Un film de Stephen Chbosky
Después de haberse distinguido como un maduro realizador en The Perks of Being a Wallflower (2012), Stepen Chbosky retorna al cine con Wonder, una historia emocional acerca de un niño que por una rara mutación genética ha nacido con una deformación facial.
El chico de 10 años de edad es August Pullman (Jacob Tremblay) quien ya ha pasado por varias cirugías que no han ayudado mucho a mejorar su rostro y que lo oculta con un casco cuando se encuentra fuera de su hogar. A su lado se encuentran sus padres Nate (Owen Wilson) e Isabel (Julia Roberts) quienes le brindan todo el cariño posible, al igual que lo hace su hermana mayor Via (Izabela Vidovic).
Hasta ese momento Auggie -como así es llamado- recibió la educación elemental por parte de su madre; ahora sus padres consideran que ha llegado el momento de comenzar sus estudios de enseñanza media en una escuela privada local. Es así que ahí debe enfrentarse con sus compañeros con quienes no podrá disimular su cicatriz facial; en consecuencia, por ser diferente no puede eludir algunos actos de crueldad de algunos de ellos aunque gradualmente se gana la estima de otros camaradas que comienzan a reconocer su nobleza de espíritu.
El film se distingue por abarcar varios temas de indudable interés. Uno de ellos es el de ilustrar cómo el problema de Auggie influye en la dinámica familiar; así, la atención especial dispensada por Nate e Isabel hacia él, motivan que Via, a pesar de querer a su hermanito, siente que es relegada a un segundo plano por sus padres.
Otro aspecto que se considera es la del bullying en el ámbito escolar y el modo en que las autoridades escolares pueden contrarrestar esa degradante intimidación que sufren los chicos que no están en condición de defenderse. En tal sentido, resulta encomiable la firma actitud adoptada por el director de la escuela (Mandy Patinkin) al no dudar en suspender a ciertos alumnos que directa o indirectamente han insultado a Auggie o se han burlado de él. El film, no obstante algunos momentos de sensiblería excesiva, cautiva a través de su desarrollo dramático donde la perseverancia del niño logra finalmente aglutinar al colegio al que asiste y a la comunidad en que se desenvuelve.
Indudable aliado de la satisfactoria dirección de Chbosky es la actuación de Jacob Tremblay en el rol protagónico. Este niño que tan bien impresionara en Room (2015), aquí confirma su solidez de maduro intérprete; viviendo su personaje con completa naturalidad, permite que uno se compenetre con la situación que atraviesa. Asimismo se distingue Julia Roberts como la madre que ha dejado de preparar su tesis doctoral para dedicar la completa atención a su hijo. El resto del elenco alcanza un homogeneo nivel en la caracterización de personajes muy bien definidos.
Basado en el best seller de la novela homónima de R.H. Palacio de 2012, el guión coescrito por el realizador transmite los nobles sentimientos que prevalecen en la misma y en tal sentido los lectores del libro como quienes no lo hayan leído quedaran satisfechos con este inspirador drama sentimental.
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