HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Un estudio clínico de personalidad es lo que se contempla en Thelma donde el realizador Joachim Trier logra involucrar al espectador en un relato que apela más al cerebro que a la emoción.
Tras un tenso prólogo en el que se observa a un padre transitando por un lago congelado con su hijita, la acción se desplaza una década después donde Thelma (Eili Harboe), una adolescente viviendo en una aldea rural con sus sobreprotectores padres Trond y Unni (Henrik Rafaelsen, Ellen Dorrit Petersen), se traslada a Oslo para comenzar sus estudios universitarios de biología. Intimidada por el nuevo ambiente que va descubriendo y no muy segura de sí misma, la joven se mantiene un tanto aislada de sus compañeros; de todos modos, a pesar de la distancia guarda un permanente contacto con sus padres quienes siguen sus pasos preocupándose por ella.
Dos factores irrumpen para crear el hilo dramático que impulsa el desarrollo de la historia. Uno de los mismos se produce cuando Thelma sufre un desvanecimiento que en apariencia podría asimilarse a los de una persona epiléptica; después de un escaneo cerebral realizado por el hospital de la universidad no se logra determinar las causas de ese síntoma por cuanto ningún desorden neurológico llega a reflejarse. El otro elemento que tiene lugar simultáneamente es el encuentro de Thelma con Anja (Okay Kaya), una compañera de estudios con quien al principio establece una amistad platónica que al poco tiempo deviene en una mutua atracción sexual. Teniendo en cuenta que ella ha sido criada dentro del marco de religiosidad fundamentalista que anima a sus padres, ese despertar sexual le produce emociones contradictorias donde a través de las mismas va aflorando la habilidad innata de sus poderes psíquicos sobrenaturales que le permiten controlar los acontecimientos que van atravesando en su mente.
De allí en más el relato basado en el guión de Trier y Eskil Vogt adopta las características de un típico film de horror supernatural donde el director cuida muy bien de no caer en el efectismo gratuito sino que utiliza esta historia como una metáfora de los momentos traumáticos que Thelma ha vivido en su infancia y el modo en que la extremada educación religiosa recibida ha ido condicionando su personalidad. Es ahora que sus manejos subconscientes parecerían permitirle ser dueña de su persona y avanzar exitosamente en el proceso de madurez que atraviesa hacia la etapa adulta.
Esta historia fascina por la ambigüedad creada en torno al complejo personaje protagónico, magníficamente caracterizado por la actuación de Harboe, como así también por la atmósfera opresiva que el cineasta ha logrado a medida que este thriller paranormal va desarrollándose.
LADY BIRD. Estados Unidos, 2017. Un film escrito y dirigido por Greta Gerwig
Habiéndose distinguido como actriz, ahora Greta Gerwig demuestra sus remarcables dotes de directora y guionista en su ópera prima Lady Bird cuyo tema está referido a una adolescente que desea volar con alas propias.
Christine McPherson (Saoirse Ronan) es una jovencita de 17 años que ha decidido llamarse Lady Bird; en principio esa actitud denota una forma de distinguirse del mundo que la rodea y no tener que aceptar un nombre que ella no eligió. Viviendo en Sacramento con su familia y estando a punto de concluir sus estudios de enseñanza media en un colegio católico, ella aspira a lograr una vida más independiente y es por ello que desea seguir sus estudios universitarios en Nueva York; esa actitud entra en conflictos con la de su madre Marion (Laurie Metcalf) quien prefiere que ella escoja una universidad próxima al lugar donde vive. Pero ésa no es la única diferencia que sustenta con su progenitora dado que siempre existen motivos que sin ser trascendentes originan un choque entre ellas. Típicamente podría señalarse que ambas se odian pero al mismo tiempo se quieren entrañablemente; en tal sentido es interesante el modo cómo Gerwig describe a Marion, una mujer que trabaja en un hospital más allá del número de horas normales para afrontar las necesidades económicas del hogar teniendo en cuenta que su marido Larry (Tracy Letts) ha perdido su empleo y por esa razón vela por el bienestar de los suyos.
Si las disputas entre madre e hija constituyen el tema central del film, la novel directora igualmente destaca el proceso que Christine atraviesa durante su permanencia en la escuela, la relación con sus compañeros de estudio, su participación en actividades extra curriculares como así también los primeros amoríos con dos de sus compañeros, comenzando con Danny (Lucas Hedges) y posteriormente con Kyle (Timothée Chalamet) con quien mantendrá su primera experiencia sexual.
A pesar de que la etapa crítica de la adolescencia manifestada por la rebeldía juvenil y las asperezas familiares que pueden surgir ha sido tratada en múltiples ocasiones, en este caso Gerwig demuestra poseer un firme control de lo que narra ofreciendo un honesto y sincero retrato de una chica que ambiciona dejar el nido familiar para afrontar el desafío de poder desenvolverse autónomamente a fin de forjar su propia identidad. La realizadora en su carácter de guionista ha logrado una remarcable descripción de sus personajes quienes con sus virtudes y defectos transmiten una gran autenticidad, todo ello expresado a través de imágenes muy bien logradas como también por sus jugosos diálogos entremezclados con un humor socarrón.
A nivel interpretativo, Ronan logra una perfecta personificación de su personaje, así como Metcalf alcanza un nivel de excelencia como una mujer que a pesar de criticar a su hija quiere lo mejor para ella y su familia. En un rol secundario se destaca Letts como el cariñoso padre que trata de actuar como un buen intermediario en las disputas entabladas entre su señora y su hija; igualmente se aprecia la participación de Hedges quien ofrece una escena conmovedora cuando su personaje le ruega a Lady Bird que no comente su homosexualidad porque aún no ha decidido salir del armario.
En conclusión, esta comedia dramática representa un auspicioso debut de Gerwig como realizadora ofreciendo un relato dulce y afectivo de una joven en el proceso de transición hacia la edad adulta.
LAST FLAG FLYING. Estados Unidos, 2017. Un film de Richard Linklater
Como en varios de sus filmes precedentes, Richard Linklater destila humanidad en Last Flag Flying, una comedia dramática antibélica basada en la novela homónima de Darryl Ponicsan de 2005 que fue por él adaptada para el cine con la colaboración del realizador.
La historia que transcurre en 2003, comienza en Norfolk, Virginia, cuando Larry Shepherd -apodado Doc- (Steve Carrell) se impone que su hijo soldado de 21 años ha muerto en acción de combate en Bagdad. Obviamente compungido, habiendo quedado solo puesto que su mujer había fallecido un año atrás de cáncer, desea que para el sepelio lo acompañen dos antiguos camaradas, con quienes compartió la odisea vivida tres décadas atrás en Vietnam como marinos de la armada de Estados Unidos. Con ese propósito se dirige al bar que posee Sal Nealon (Bryan Cranston), un alcohólico mujeriego, bon vivant y cínico en sus pragmáticas apreciaciones. Tras la agradable sorpresa del encuentro después de esa larga ausencia sin verse, ambos se dirigen hacia la iglesia donde el otro ex soldado Richard Mueller (Laurence Fishburne) es en la actualidad un respetado pastor religioso. Así, estos tres veteranos de guerra se dirigen a la base aérea de Dover en Delaware donde se encuentra el ataúd del infortunado hijo de Doc a fin de acompañar sus restos al cementerio nacional de Arlington con todos los honores militares pertinentes. Sin embargo, por indiscreción de uno de los soldados presentes (J. Quinton Johnson) el trío se entera que el muchacho no murió por las razones oficiales ofrecidas sino de otro modo; eso induce a que Doc desee que su hijo sea sepultado en Portsmouth, New Hampshire, lugar donde él vive y en donde se encuentra asimismo la tumba de su esposa.
De allí en más, los tres amigos inician una travesía hacia el lugar de destino, con paradas intermedias en Nueva York y Boston, donde en ese recorrido comienzan a aflorar los recuerdos de guerra con las graves secuelas que la misma dejó en cada uno de ellos, sobre todo en el caso de Doc que tuvo que purgar una pena en una prisión militar por una falta menor. Con todo, el relato introduce momentos divertidos en la dinámica interrelación establecida por estos individuos de personalidad completamente diferenciada. Gradualmente, el drama cede paso a la comedia donde el relato se bifurca de su enfoque inicial para convertirse en un road movie nutrido de episodios anecdóticos donde algunos son mejores que otros.
Las interpretaciones son muy buenas. Cranston está impecable como un individuo que oculta su peso emocional volcando su energía a través del dinamismo de su comportamiento impulsivo y sin mayor autocontrol. Carrell sobresale como un ser tímido y apocado que viviendo la tristeza de su drama interior quiere ofrecer a su hijo una digna despedida; finalmente, Fishburne se distingue como un hombre de un pasado violento que encontró solaz en su vida a través de su entrega a Dios
Sin ser memorable por ciertos altibajos del guión, el film se destaca por denunciar la política militarista de Estados Unidos, la futilidad de los combates bélicos, el sentido del verdadero patriotismo y finalmente cómo el transcurso del tiempo va transformando la naturaleza y personalidad de quienes han estado involucrados en la guerra. Además de una meditación sobre la misma, Linklater resalta el sentimiento de la amistad y solidaridad humana a través del comportamiento de sus personajes principales.
CRISE R.H. Francia, 2017. Un film de Nicolas Silhol
Un thriller de candente actualidad es el que el novel director Nicolas Silhol aborda en Crise R.H. enfocando las artimañas a las que algunas organizaciones empresariales suelen recurrir para desprenderse de su personal.
Aunque el relato no está basado en personajes verdaderos cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia. El guión del realizador y de Nicolas Flereau ubica la acción en el departamento de Recursos Humanos de una gigantesca compañía multinacional de Francia; allí se desempeña como gerente Emilie (Céline Salette) una competente joven que reporta a Stephane (Lambert Wilson), el director de la unidad.
En la medida que la firma decide prescindir parte de su personal para reducir sus costos, en lugar de recurrir al despido que implicaría incurrir en importantes costos de indemnización, decide aplicar métodos de gestión inhumanos. Eso se traduce en presionar a sus empleados, ya sea transfiriéndolos a posiciones de menor categoría o bien desplazándolos a otras sucursales fuera del lugar donde viven, para que ellos opten por dejar voluntariamente su empleo.
Dentro de ese contexto Emilie, cumpliendo con las precisas instrucciones de su jefe, arrincona a un excelente empleado quien extremadamente agobiado por esta situación se suicida en la empresa. La situación se complica cuando Marie (Violaine Fumeau), la inspectora laboral, comienza a investigar sobre lo sucedido para determinar la causa del fatal accidente.
A medida que el relato prosigue, la intriga se va intensificando a través del comportamiento de Emilie. Agobiada de culpa frente a lo acontecido y dejando a un lado la frialdad habitual para cumplir con su tarea, ella experimenta un fuerte impacto emocional. Ése es el momento en que debe decidir entre confesar lo que motivó el accidente del infortunado empleado -liberando así el peso de su conciencia aunque eso le implique ser despedida de la compañía- o en cambio ocultar la verdad para preservar su empleo.
Dentro de una sobria y clásica realización e inspirado por la realidad socioeconómica de Francia, en este drama laboral el director denuncia la deshumanización de las grandes organizaciones acosando emocionalmente a su personal para lograr su propósito; en tal sentido el trabajador es solo un nombre en la nómina de la empresa en donde su buen desempeño laboral y lealtad a sus empleadores no son apreciados. Con un tema candente muy bien tratado, éste es un film de innegable calidad que se distingue, entre otros valores positivos, por la remarcable interpretación de Céline Sallette.
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