Los dinosaurios ya tenían garrapatas
Los dinosaurios ya tenían garrapatas
Encontrar algo tan frágil como una pluma de un dinosaurio que vivió hace casi 100 millones de años no debe ser fácil. Tampoco debe ser habitual hallar una pequeña garrapata conservada durante ese inmenso espacio de tiempo. Pero encontrarla agarrada a una de estas plumas atrapada en ámbar de hace 99 millones sería un milagro si no fuera porque esa palabra no tiene sentido en la ciencia. Es lo que ha hecho un grupo de investigadores, entre ellos varios españoles, que ha localizado, identificado y caracterizado varias de las garrapatas más antiguas encontradas hasta ahora.
La investigación, publicada en Nature Communications, ha datado el ámbar birmano en pleno Cretácico, en torno a hace 99 millones de años. Este periodo, posterior al Jurásico, acabó hace unos 65 millones de años, con el evento de una extinción masiva provocada, probablemente, por el impacto de un meteorito o asteroidecontra el planeta. Tal datación supone la evidencia directa más antigua del parasitismo de los dinosaurios por parte de las garrapatas. El ejemplar, identificado como una garrapata dura, pertenece a la especie Cornupalpatum burmanicum. Si se exceptúa a un ejemplar aún no caracterizado atrapado en un ámbar español, se trata de la garrapata más antigua encontrada.
Sin embargo, comenta Peñalver, “si consiguieras extraerla del ámbar y devolverla a la vida y se la dieras a un especialista en garrapatas, en absoluto sospecharía que este animal vivía hace casi 100 millones de años”. Aunque esta especie en sí se extinguió hace mucho tiempo, su linaje sigue existiendo hoy en uno de los tres grupos de este ectoparásito que existen en la actualidad.
Los investigadores identificaron y caracterizaron otras cuatro garrapatas de una especie desconocida hasta ahora, a la que han bautizado como Deinocroton draculi. Las cuatro se encuentran en ámbar también de origen birmano, incluso dos de ellas, un macho y una hembra, están fosilizadas en la misma pieza. En estos casos, aquel linaje no ha llegado hasta nuestros días. Aunque no tienen una evidencia tan directa como la de la garrapata agarrada a la pluma, los autores del estudio han encontrado pistas que indicarían que también parasitaban a los dinosaurios emplumados.
Una de esas pistas son las marcas en su abdomen de larvas de un escarabajo que aún hoy se encuentran en los nidos de las actuales aves. Pero la posibilidad de que sus víctimas fueran ya aves como las actuales está descartada: no aparecieron hasta 25 millones de años después de la fecha del ámbar. “Sabemos que era un dinosaurio emplumado, pero desconocemos si volaba o no”, afirma el investigador del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y coautor del, el español Ricardo Pérez de la Fuente.
El ámbar, que procede de una resina vegetal producida por coníferas y unas pocas plantas más, es la máquina del tiempo que más gusta a los paleontólogos. Como explica Pérez de la Fuente, “no solo captura organismos casi de forma instantánea, conserva para siempre las interacciones entre ellos”. Es el caso de la pluma y la garrapata de este estudio o los insectos atrapados en ámbar español con el polen recién recolectado aún en sus patas.
También es el caso de una de las garrapatas nuevas identificadas ahora. Murió bien cebada. Por el volumen de su abdomen, 8,5 veces más que el de las otras, debió de caer en la resina justo al descolgarse rebosante de la sangre de su víctima. Por desgracia, la ciencia no ha avanzado lo suficiente para, como se fantaseaba en Parque Jurásico, poder abrir ese ámbar y extraer el ADN del dinosaurio al que había picado la garrapata.
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