HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Antes de juzgar este film por sus propios méritos se hace imposible desconocer el trasplante del que fue objeto debido a circunstancias que resultaron difíciles de prever con antelación. Habiendo Kevin Spacey caído en desgracia en el pasado mes de octubre por razones bien conocidas, los productores de All the Money in the World consideraron que su participación como uno de sus protagonistas del mismo debía ser eliminada. Gracias a la buena disposición de Christopher Plummer para reemplazarlo y en una carrera contra el tiempo, en 9 días de rodaje junto con otros actores del elenco, incluyendo Michelle Williams y Mark Wahlberg, el realizador Ridley Scott y la excelente montajista Claire Simpson han logrado el milagro de que la película pudiese estar en condiciones de ser estrenada en la fecha programada; tal como luce, nadie podrá sospechar de la modificación realizada o que algo haya sido injertado artificialmente o sin sentido.
De lo que antecede queda por formular la pregunta si acaso valió la pena el esfuerzo realizado. La respuesta es un rotundo sí. Sin llegar a ser una obra maestra, Scott logró un intenso thriller basado en la historia verdadera del secuestro del nieto del multimillonario Jean Paul Getty y la angustia desplegada por una madre tratando de rescatar sano y salvo a su hijo.
La acción transcurre en 1973 en Roma y en las primeras escenas filmadas en blanco y negro para luego pasar a color, se observa a John Paul Getty III (Charlie Plummer) deambular en horas nocturnas en los alrededores de Via Veneto donde rechaza la invitación formulada por ciertas cortesanas del lugar; a los pocos minutos es secuestrado y una vez que es escondido en la guarida de los maleantes, Cinquanta (Roman Duris), uno de los secuestradores, es el portavoz que comunica a Gail Harris (Willliams), la madre del cautivo, que se requiere la suma de 17 millones de dólares para liberarlo. Tratando de acudir a su ex suegro (Plummer) para que suministre el dinero, el anciano individuo que ha logrado amasar la fortuna más grande del mundo con su imperio petrolero, no consigue que éste acceda a facilitar la suma requerida por los malhechores. Más aún, el megalómano individuo afirma que si accediera a ese pedido y teniendo en cuenta a sus restantes 13 nietos, quedaría “en la miseria”; al propio tiempo agrega que pese a que su fortuna se ha visto incrementada por el aumento del precio del petróleo, la misma podría bajar bruscamente si acaso se produjera un descenso del mismo. Frente a la emergencia, lo único que se limita a hacer es designar a su consejero Fletcher Chace (Mark Wahlberg), un ex agente de la CIA, para que se ocupe de solucionar el problema.
El guión de David Scarpa, basado en el libro de John Pearson, se centra fundamentalmente en Gail, la entrañable madre de 4 hijos que sufre enormemente al recibir las continuas amenazas de los secuestradores de que su vástago podrá pasar a mejor vida de no ser sus exigencias satisfechas en breve tiempo. Imposible para esta mujer disponer de esa suma ni muchos menos teniendo en cuenta que se encuentra indefensa financieramente; así, al divorciarse en 1971 de su ex marido, John Paul Getty II (Andre Buchan), a fin de mantener la custodia de sus hijos tuvo que renunciar a cualquier tipo de compensación y de pensión alimentaria por parte de aquel, quien ahora es un hombre disoluto y drogadicto viviendo en Marruecos.
Sin necesidad de entrar en detalles adicionales sobre el desarrollo de los acontecimientos cuyo desenlace es bien conocido, más allá de ciertas licencias adoptadas por Scott y Scarpa sobre la verosimilitud de este drama, el director creó un sólido suspenso imprimiendo un ritmo que nunca decae.
No se sabrá jamás cómo habría resultado este film con la intervención de Spacey, pero lo cierto es que Plummer deslumbra con su personaje a pesar de no haber contado con el suficiente tiempo para prepararlo. Aunque uno hubiese deseado una profundización mayor del mismo, el veterano actor extrae lo máximo de ese ser aislado por completo en su extrema avaricia y que alienado con su fortuna, la misma llega a embriagarlo al propio tiempo que lo deshumaniza. Williams en un rol complejo transmite intensamente el drama de una madre que sin caer en el histerismo no cesa de luchar con tal de recuperar con vida a su hijo. Duris satisface plenamente como el facineroso líder de la banda que mantiene continua comunicación con el joven secuestrado y logra sentir afecto por él al punto de adoptar en algunos momentos una actitud seudopaternal. Por último, Wahlberg siendo un buen actor, aquí no logra satisfacer plenamente aunque eso es debido a que su personaje no se encuentra suficientemente delineado.
En resumen, este drama policial que deja un sinsabor sobre el nefasto y corrosivo poder del dinero está muy bien realizado y además permite apreciar el remarcable desempeño de Christopher Plummer quien con sus 88 años de edad demuestra conservar su gran vitalidad de excelente actor.
MOLLY’S GAME. Estados Unidos, 2017. Un film escrito y dirigido por Aaron Sorkin
Conocido por su aptitud de remarcable guionista demostrado en The Social Network (2010), Moneyball (2011) y Steve Jobs (2015), entre otros filmes, Aaron Sorkin se ubica por primera vez detrás de la cámara para narrar en Molly’s Game una historia real basada en el libro autobiográfico homónimo de Molly Bloom.
Adoptando una estructura narrativa donde el presente se intercala con el pasado, la película comienza con un prolongado prólogo donde se muestra a la joven Molly (Jessica Chastain), quien habiendo sufrido como preadolescente un problema de columna, logró superarse iniciando una carrera profesional como esquiadora; con todo el destino le depara otro obstáculo cuando al entrenarse para las olimpiadas americanas sufre un grave accidente esquiando que le impide seguir practicando el deporte. Tras los créditos iniciales, la primera escena tiene lugar una década después en donde funcionarios del FBI llegan a su casa para arrestarla al haber dirigido mesas ilegales de póker.
De allí en más, retrotrayendo hacia el pasado se ve cómo después del accidente sufrido, Molly luego de haber abandonado sus estudios de leyes, demuestra que puede ser una hábil empresaria organizando apuestas clandestinas de póker; esa tarea la realiza primero en Los Ángeles y posteriormente en Nueva York, durante un período de 8 años. Entre los jugadores se encuentran celebridades de Hollywood, importantes figuras del deporte, empresarios millonarios y hasta algunos representantes de la mafia rusa.
Aunque el relato de Sorkin ilustra en parte las partidas de póquer donde la empeñosa joven vigila atentamente el movimiento de los jugadores, el foco central se encuentra en la relación que ella mantiene con su abogado Charlie Jaffey (Idris Elba) una vez que comienza la investigación del FBI. Este idealista profesional tratará de adoptar la mejor estrategia posible para defenderla en momentos de tener que enfrentar el juicio; en todo caso Molly deja claramente establecido que de ningún modo se prestará a identificar a quienes fueron sus clilentes jugadores si acaso esa información pudiese atenuar la sentencia del juez interviniente en la causa.
Tal como está presentado, este drama biográfico es muy dispar. Aunque la historia del ascenso, éxito y derrumbe de Molly Bloom -conocida como la Princesa del Póquer– ofrece material de interés, el relato no llega a impactar como debiera por variadas razones. Sorkin abusa de la narración en off que en forma de monólogo efectúa la protagonista, olvidando que el lenguaje del cine se manifiesta fundamentalmente a través de la imagen; no menos importante es que los diálogos de los personajes -a pesar de que hay algunos muy buenos- además de abrumadores se realizan con una velocidad apabullante impidiendo digerir todo lo que el director desea expresar. Otro aspecto objetable es que la relación de la protagonista mantenida en el pasado con su exigente y cuasi tiránico padre,que la dejó muy marcada, no está lo suficientemente desarrollada y menos aún convence su reconciliación final. Por último, la duración excesiva del film resulta a la postre agotadora a pesar de tener algunos pasajes entretenidos.
Sin llegar a satisfacer plenamente, esta ópera prima de Sorkin cuenta con un buen elenco liderado por la magnífica actuación de Jessica Chastain; adoptando un rol decididamente feminista ella transmite la firme determinación de una mujer ambiciosa capaz de conquistar el poder y mantener su control en un mundo dominado por hombres; a su lado. Elba confiere autoridad a su rol de abogado idealista, así como Kostner lo hace como el abusivo padre de Molly.
THE GREATEST SHOWMAN. Estados Unidos, 2017. Un film de Michael Gracey
Por más dulzón y sentimental que pueda resultar para los detractores de este film, lo cierto es que The Greatest Showman es un espectáculo gratificante que parecería haber sido filmado de un musical de Broadway. El relato está inspirado en la figura de P.T. Barnum, (1810-1891) quien fue un importante promotor de espectáculos además de haber sido el fundador del famoso Barnum & Bailey Circus. Como comedia musical, sus canciones y bailes se acoplan a la historia relatada que sin ser exactamente un relato autobiográfico traza la trayectoria desde sus primeros años de juventud hasta llegar a ser una renombrada figura del show business.
Después de que P.T.(Hugh Jackman) de humilde origen ha logrado vencer los obstáculos interpuestos para casarse con la dulce Charity (Michele Williams), su novia de juventud proveniente de una familia acomodada, vemos al matrimonio bien constituido residiendo en Nueva York con sus dos hijitas. Cuando Barnum pierde su trabajo de empleado administrativo en una compañía naviera que quiebra, él tratará de escapar de una vida banal. Así, queriendo ofrecer a su familia mejores condiciones de vida, apela a su imaginación a fin de que su deseo de convertirse en un importante empresario de espectáculos pueda cristalizarse. Apoyado moralmente por su querida esposa crea en el American Museum un show entremezclando números tradicionalmente circenses con la presentación de una serie de personajes marginalizados de la sociedad por sus características físicas inusuales; entre los mismos figuran una mujer barbuda (Keala Settle), un enano (Sam Humphrey), un hombre completamente tatuado (Shannon Holtzapffe) y dos gemelos trapecistas (Yahya Abdul-Mateen II, Zendaya). Si bien el espectáculo no logra entusiasmar suficientemente al público, la afortunada asociación con Phillip Carlyle (Zac Efron), un productor teatral vinculado con el círculo de la alta sociedad, habrá de cambiar su fortuna. De allí en más todo parecería sonreír para el dinámico y emprendedor Barnum sobre todo cuando contrata a Jenny Lind (Rebecca Ferguson), la famosa cantante sueca de ópera que causa un positivo impacto en el público.
Aunque lo que antecede no se ajuste estrictamente a la realidad, donde por ejemplo el personaje de Carlyle es ficticio, lo que aquí prevalece es el glamour de la música, las danzas, el coro, la excelente coreografía y sobre todo la decena de bellas canciones incluyendo entre otras The Greatest Show, This is me, A Million Dreams y Never Enough. La película se beneficia asimismo por su calificado elenco donde en el rol protagónico se destaca la dinámica actuación de Jackman quien además de muy buen comediante confirma sus credenciales de excelente bailarín y afianzado cantante en los varios números donde le cabe intervenir; asimismo, también se distingue Efron como el socio de Barnum.
Más allá del esplendor y la belleza de este show agraciado por una estupenda coreografía y acertado vestuario, el relato deja asomar una crítica a la intolerancia y los prejuicios hacia quienes no son presumiblemente como debieran ser. En todo caso, el contenido argumental ocupa aquí un lugar secundario porque lo más importante es el sentido del espectáculo; en ese aspecto, el novel director Michael Gracey ha logrado una muy entretenida producción musical.
Comments (0)