Hablemos de Cine
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El drama de los migrantes centroamericanos que procuran eliminar su condición de expatriados es tratado a través de este documental que como título adopta el apropiado nombre de Destierros. Aunque su triste temática no es novedosa, lo que aquí se destaca es que ha sido considerado por un documentalista canadiense. El director Hubert Caron-Guay brinda un dramático retrato de gente humilde que viviendo en la completa miseria arriesga su vida emprendiendo un viaje que tiene como destino poder llegar a la frontera americana y de allí en más iniciar una vida más venturosa en Estados Unidos.
Es así que se asiste a un viaje peligroso donde no importa utilizar cualquier medio de desplazamiento, ya sea a través de la dura marcha a pie, o bien aglomerándose en trenes de carga; a pesar de estar escasamente nutridos y durmiendo en condiciones muy poco confortables, para estos desterrados todo resulta aceptable con tal de lograr el objetivo perseguido. La travesía alberga muchos obstáculos en la medida que en el trayecto a través de México, los desplazados tienen que estar precavidos de la policía mejicana quien colaborando con la americana están pisándoles los talones para detenerlos.
Después de una lenta exposición con extendidos planos secuencia en su primera parte, en la segunda mitad Caron-Guay aproxima su cámara para captar los testimonios obtenidos de algunos de los desamparados migrantes. Así por ejemplo a través de sus declaraciones se llega a saber, entre otros aspectos, cómo las mujeres son explotadas en Guatemala y el modo en que la debilitada democracia hondureña condena a la gente de escasos recursos que se ve obligada a emprender el exilio.
Frente al dramático panorama, estos excluidos no tienen nada que perder. La violencia sufrida en sus países de origen les motivan buscar una salida en el ansiado Norte; sin embargo, la falta de compasión por parte de las autoridades norteamericanas para dejarlos traspasar la frontera dista de garantizar el éxito de esta azarosa aventura. Todo ello conduce a que este patético documento produzca una profunda desolación dado que no hay vestigio alguno que permita vislumbrar la luz al final del túnel para esta desterrada población migrante.
HOSTILES. Estados Unidos, 2017. Un film escrito y dirigido por Scott Cooper
La expansión de la frontera americana ha sido un tópico que el cine estadounidense lo ha considerado en numerosas oportunidades y en ciertos casos con películas de gran calidad. En Hostiles se vuelve a abordarlo a través del interesante relato del realizador Scott Cooper donde deja abierta la posible reconciliación entre los blancos que migraron hacia el Oeste y los amerindos que habitaban la región viendo sucumbir sus costumbres ancestrales.
La acción transcurre en 1892 donde Joseph Blocker (Christian Bale), un legendario capitán de caballería del ejército de los Estados Unidos, recibe la orden de transportar desde New Mexico hasta las tribales zonas de Montana al recientemente liberado Yellow Hawk (Wes Studi), jefe de guerra de los Cheyenne, y a los suyos. Blocker, un hombre taciturno y de muy pocas palabras, guarda un profundo odio y resentimiento hacia la población indígena y muy especialmente a Hawk que fue su gran enemigo. Ahora que el autóctono se encuentra en estado moribundo el capitán no tiene otra opción que obedecer la decisión adoptada por el presidente Benjamin Harrison para que el Cheyenne satisfaga su deseo de morir en su suelo natal.
Así comienza el largo viaje de Blocker junto con un séquito de soldados montados a caballo escoltando a Hawk y su familia a través de vastas zonas desérticas; posteriormente se añadirá al reducido grupo Rosalie Quaid (Rosamund Pike), una desolada viuda que recientemente ha perdido a su familia asesinada por los indios comanches. La travesía no estará libre de peligros a medida que la expedición va internándose en territorio comanche y debe toparse con tribus hostiles.
Durante el transcurso del dificultoso periplo gradualmente va forjándose un lazo de solidaridad entre el reservado capitán y su adversario. Blocker, un hombre que sirviendo a su patria concibió un estilo de vida matando al indio enemigo, va cobrando humanidad al admitir sus errores de fanático racista; por su parte Hawk, con poco tiempo que le resta de vida, es consciente que todos llegan a igualarse en el momento de morir y es así que tiende su mano fraternal a su antagonista.
Cooper logra que este western adquiera profundidad a través de la dimensión psicológica que logran sus personajes y al propio tiempo permite reflexionar sobre la sangre derramada y el odio cimentado en la odisea americana emprendida para agrandar el territorio al alto costo de diezmar a la población autóctona.
La interpretación protagónica de Bale es magnífica; con gran convicción transmite la gradual transformación de un individuo que experimenta un cargo de conciencia por la conducta asumida en su vida; su lograda caracterización trae a la memoria lo que John Wayne logró con su personaje racista en el recordado western The Searchers (1956) de John Ford. Acompañando a Bale, Pike transmite conmovedora emoción con su personaje, Studi brinda calidez como el doliente indígena y Adam Beach igualmente se destaca como su hijo.
Visualmente, el film impresiona gracias a la esplendorosa fotografía de Masanobu Takayanagi captando la grandeza y el cambiante panorama ofrecido a través de las 1500 millas recorridas.
En esencia, Cooper demuestra que aún hoy día el tan frecuentado tema del western puede interesar e incluso a entusiasmar siempre y cuando alcance el nivel de calidad logrado por este dramático relato.
BONNE POMME. Francia, 2017. Un film de Florence Quentin
Hay algunas notas destacables en esta comedia. En primer lugar la presencia de dos leyendas del cine francés como lo son Gérard Depardieu y Catherine Deneuve que por décima vez vuelven a actuar conjuntamente. En segundo término es que el magnetismo de ambos actores no puede en este caso salvar la mediocridad de Bonne Pomme.
Más aceptable como un telefilm de menor categoría, la historia se centra en torno de Gérard (Depardieu), un mecánico bonachón que decide dejar el taller mecánico de la familia de su adúltera esposa para trasladarse a un pequeño pueblo con el propósito de adquirir su propio garage y comenzar una nueva vida. Esperando efectuar las operaciones de compra con Rico (Grégoire Ludig), el actual propietario del taller que tiene en vista, Gérard se aloja mientras tanto en una pequeña posada próxima al lugar que es manejada por Barbara (Deneuve), una dueña poco responsable en la atención de sus clientes.
El guión de la realizadora escrito con Alexis Quentin intenta ofrecer una comedia romántica a través de la relación de simpatía que se establece entre el afable Gérard y la caótica Barbara; sin embargo, las situaciones completamente antojadizas y sin mayor sentido que se presencian motivan que el romance en gestación carezca de aliento ni que tampoco la comedia presente situaciones risueñas como para amenizar su monotonía. A todo ello y para extender la duración del film, el director introduce una serie de subtramas que de ningún modo son trascedentes; así la presencia de un alcalde (Guillaume de Tonquedec) que ofrece clases de inglés o bien la intervención de la ex suegra de Gérard (Chantal Ladesou) no despiertan mayor interés ni generan intriga alguna.
En suma, Quentin no ha sabido aprovechar los innegables talentos de Depardieu y Denueve ni tampoco los del resto del elenco que participó en este desafortunado proyecto.
DEN OF THIEVES. Estados Unidos, 2017. Un film escrito y dirigido por Christian Gudegast
La guarida de ladrones -al que se refiere el título en inglés de este film- es un relato de acción que no aporta algo novedoso o distintivo que pueda diferenciarlo de otros del género; a todo ello, su extensa duración de 140 minutos lo convierte en un relato tedioso y poco atractivo.
Al comenzar el espectador queda advertido que Los Ángeles, donde transcurre la acción, es la ciudad que registra el mayor número de asaltos bancarios de Estados Unidos, donde cada 48 minutos hay uno que se produce. Eso marca el tono de las primeras imágenes donde una banda de delincuentes capitaneada por Merriman (Pablo Schreiber), ataca a un camión blindado originando escenas de cruenta violencia. Estos delincuentes extremadamente armados, donde algunos de sus integrantes son ex militares muy bien entrenados, demuestran su experiencia en robos de bancos; es ahí donde Nick O’Brien (Gerard Butler) como jefe policial de una importante élite de la escuadra del crimen redobla sus esfuerzos para tratar de detener a los malhechores.
Dentro del contexto de este relato quedan evidenciadas las personalidades completamente opuestas de O’Brien y Merriman; así el policía responde al tipo de macho irreductible, bebedor empedernido además de pendenciero y completamente decidido a llevar a la justicia al peligroso delincuente y sus cómplices, en tanto que éste es un frío criminal que sin recurrir a mayores emociones sabe cómo manejar a los suyos y encarar ambiciosos planes. Precisamente, el próximo gran proyecto de los bandidos consiste en lograr infiltrarse en la sucursal del Banco de la Reserva de Los Ángeles y apropiarse de 30 millones de dólares que la institución está a punto de retirar de la circulación antes de ser destruidos.
Si lo que antecede parecería ofrecer la oportunidad de asistir a un thriller psicológico, la realidad lo desmiente. Con un guión anémico plagado de vacuos diálogos, el film no es más que una sucesión de situaciones implausibles e inusitadamente violentas, carentes de envergadura dramática donde el suspenso es prácticamente imperceptible. Si bien Christian Gudegast en su primera incursión como realizador trata de humanizar a sus personajes, el esfuerzo no alcanza a fructificar; así por ejemplo, la escena en que la esposa e hijita de O’Brien abandonan el hogar porque éste ha priorizado su trabajo desatendiendo a su familia, no logra crear la emoción pretendida.
Sin apartarse de la fórmula conocida donde en el desenlace debe producirse el enfrentamiento entre vigilantes y ladrones, aquí poco importa saber si las fuerzas del orden lograrán o no imponerse porque a a esta altura de la historia el público es indiferente sobre la suerte corrida por sus protagonistas. He aquí un film carente de tensión donde sus actores poco pueden hacer para rescatarlo de su mediocridad.
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