HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Quienes en 2008 han apreciado el excelente film Entre les murs (2008) de Laurent Cantet, volverán a hacerlo en este octavo trabajo del realizador. L’atelier es un valioso docudrama que ofrece considerable material para reflexionar y se presta a ser discutido después de su visión. Inteligente, cautivante y brillante a la vez, esta película ilustra a un microcosmos de los jóvenes de hoy día a través de un excelente guión preparado por Robin Campillo y Cantet.
La acción se desarrolla en La Ciotat, una pequeña localidad situada en el sur de Francia, donde acaba de cerrar un astillero y sufre los efectos de la desindustrialización. En ese ámbito, Olivia (Marina Foïs), una prestigiosa escritora y profesora, ha convocado a un grupo de jóvenes de la zona para participar en un taller de escritura: ellos representan una muestra bastante representativa de la juventud actual en lo referente a raza, clase social y diversidad cultural. Sin mayor experiencia en la materia los 7 voluntarios son asignados a preparar colectivamente un trabajo sobre la realidad social de la región como así también una novela de suspenso.
A través del proceso de aprendizaje, el grupo evidenciará la discrepancia existente entre su forma de pensar y la de la tutora que les está dirigiendo. Sin embargo, la diferencia igualmente subsiste entre los propios muchachos y aunque hay un denominador común que se caracteriza en su cuestionamiento del medio social que les rodea, no menos cierto es que hay considerables fisuras que se manifiestan en las discusiones que se suscitan; en las mismas se patentizan sus aspiraciones, anhelos, ilusiones, decepciones, frustraciones y temores.
Si la propuesta inicial del relato es de gran interés, lo es más aún cuando se produce el enfrentamiento entre Antoine (muy buena actuación de Matthieu Lucci) y la profesora; él es un joven rebelde que aislado del grupo y sin una clara visión del futuro encuentra en la violencia el camino para descargar su nihilismo.
La cámara del realizador quien ha sido asistido por la buena fotografía de Pierre Milon permite que se pueda seguir atentamente a cada uno de los caracteres dejando entrever las personalidades que los distinguen. Además de un ritmo fluido que mantiene la permanente atención del espectador a lo largo del relato, el film se encuentra asimismo agraciado por la riqueza de los diálogos y por el natural desempeño de jóvenes actores que otorgan veracidad absoluta a lo que se está presenciando.
El film cautiva por la franqueza en que vuelca los pensamientos y la comunicación que se establece en los jóvenes de la generación del milenio. Al propio tiempo, el personaje clave de Antoine permite ser asociado con cierto sector de la juventud sumisa a inclinarse a extremismos ideológicos de la derecha al no poder ubicarse en la realidad en que vive; es así que podría explicarse la génesis de los atroces crímenes que han sacudido a Francia en el pasado reciente.
Cantet demuestra una vez más ser un realizador proclive a considerar temas sociales de candente interés que son relatados de manera impecable tal como se puede apreciar en este magnífico documento de contenido social, psicológico y político.
ABU. Canadá, 2017. Un film de Arshad Khan
La complicada relación de un hijo con su progenitor es lo que testimonia, entre otros tópicos, el realizador Arshad Khan en Abu (palabra que en pakistaní significa “padre”).
Después de algunos cortometrajes realizados, Khan que nació en Pakistán y se encuentra radicado en Canadá, resolvió filmar este documental exponiendo los orígenes de su familia musulmana, los desafíos de haber crecido como homosexual dentro de un marco religioso completamente cerrado en el que una orientación sexual diferente es completamente inadmisible y considerada como una vergüenza para la familia, la migración a Canadá y la difícil adaptación al nuevo medio cultural donde colisionan los valores modernos con los tradicionales.
Valiéndose de fotos de la familia, videos hogareños entremezclados con clips de películas populares de Bollywood, animación y entrevistas con algunos de los miembros del núcleo familiar, el realizador efectúa un bosquejo autobiográfico bien articulado al ir narrando sus observaciones, sentimientos y la experiencia de ser considerado “diferente”.
El cineasta comienza por describir su infancia en Islamabad suministrando información sobre sus padres, en donde su madre Bini proviene de una familia bien acomodada en tanto que su padre fue un indio refugiado en Pakistán. Además de observar aspectos vinculados con sus familiares, el principal foco de atención reside en la tensión existente entre él y su padre Wasi; Este hombre después de los tristes acontecimientos del 11 de septiembre, adquiere una profunda convicción de la religión musulmana además de la situación conflictiva creada al tener que asumir la realidad de que tiene un hijo que es gay; por su parte, la madre del realizador no acepta su sexualidad. En todo caso, el documental transmite la sensación de que a pesar de la oposición existente persiste de todos modos un lazo inquebrantable de sólido amor familiar entre el hijo y sus padres.
Muy bien editado con el agregado de adecuada música pop, este íntimo y personal film, que constituye una catarsis para Khan, a través de un estilo confesional logra transmitir emotivamente al espectador la saga por él atravesada.
LA PROMESSE DE L’AUBE. Francia-Bélgica, 2017. Un film de Eric Barbier
El realizador Eric Barbier enfoca en La Promesse de l’aube al renombrado escritor Romain Gary. Aunque el film no resulte tan excitante como ha sido la vida de Gary, la adaptación realizada por el director y Marie Eynard en base a la novela homónima del autor permite apreciar un relato que se destaca por una cuidadosa puesta escénica respetando en todo momento los aspectos más esenciales reflejados en su autobiografía.
El guión sigue los pasos del escritor nacido en 1924 en Vilna, donde el pequeño Romain (Pawel Puchalsky) vive con su madre Nina (Charlotte Gainsbourg), una ex actriz de teatro frustrada que en su condición de madre monoparental se dedica a trabajar como costurera; las condiciones de vida bastante difíciles por su condición de ser judíos motivan para que en 1925 madre e hijo se trasladen a Varsovia por un período de algo más de dos años para recalar finalmente en Francia.
Después de una primera parte en que ambos se establecen en Niza, donde la madre maneja una modesta pensión y el adolescente muchacho (Nemo Schiffman) comienza a demostrar su afición literaria, la acción cobra mayor impulso cuando Romain (Pierre Niney) es estacionado en el desierto africano donde combate como aviador en las fuerzas armadas de Francia durante la Segunda Guerra.
El relato esencialmente está centrado en la apasionada y a veces asfixiante relación materno-filial; así una absorbente Nina proyecta en su hijo lo que ella no llegó a ser; desde los primeros años de Gary ella hace saber a todos que quieran oírla que su hijo será una gran personalidad, un prestigioso escritor y que algún día será embajador de Francia; por su parte ese sentimiento maternal es ampliamente retribuido por Romain hacia su progenitora.
Aunque la historia no se extiende más allá de la década del 50 durante su estadía en México, donde la escritora Lesley Blanch (Catherine McCormack) que es la primera esposa de Romain se ocupa de leer el manuscrito de su novela La Promesse de l’aube, lo cierto es que la profecía de Nina se cumplió aún más de lo que ella aguardó de su hijo; así, con su denodado estímulo permitió algunos de los logros más trascendentes de Gary que no solamente triunfó en el campo literario; merece recordar que él ha sido condecorado como Héroe de Guerra por el general De Gaulle, distinguido dos veces con el prestigioso premio literario Goncourt, en su carácter de diplomático de carrera fue nombrado Cónsul General de Francia en Los Ángeles y aunque nunca ejerció como embajador ha sido representante de Francia ante las Naciones Unidas.
Cinematográficamente Barbier se limita a ilustrar la novela de Gary permitiendo que el público se involucre con su fantástica vida. Las actuaciones de Gainsbourg y Niney son irreprochables existiendo una muy buena química entre ambos: la actriz se vuelca por completo en el personaje de una madre extremadamente devota hasta el punto de sofocar con su amor a su querido hijo en tanto que Niney es plenamente convincente como el adulto Gary.
En los renglones técnicos sobresale la excelente fotografía de Glynn Speeckaert, los magníficos diseños de producción de Pierre Renson como asimismo impresiona el diseño del vestuario de Catherine Bouchard.
A QUIET PLACE. Estados Unidos, 2018. Un film de John Krasinsky
Hay factores que contribuyen a que la valoración de una película pueda deberse al empleo de recursos no muy frecuentados por el cine. Esto acontece con A Quiet Place, una fantasía que apunta a crear un clima de terror basado en el absoluto silencio y sin apelar a efectos especiales para lograr su cometido. En tal sentido, el director John Krasinski dio en la tecla con la innovación utilizada en este thriller.
El guión del realizador escrito con Bryan Woods y Scott Beck ubica la acción en una zona rural de Nueva York en un futuro próximo; de lo que se aprecia en las primeras imágenes, parece ser que extraños monstruos carnívoros no pertenecientes a este planeta han devastado la civilización; se trata de rarísimos especímenes que aunque ciegos son dueños de un agudo sentido auditivo para capturar a sus víctimas. En ese lugar campestre y completamente despoblado, habita la familia Abbott integrada por Lee (Krasinsky), su esposa Evelyn ( Emily Blunt) y sus 3 hijos; para evitar ser detectados por los predadores invasores se abstienen de efectuar ruido alguno porque de lo contrario serán inmediatamente aniquilados. Eso implica tener que caminar descalzos para no hacerse oír así como en lo posible mantenerse mudos para evitar que la voz pueda delatarlos; en consecuencia ellos se comunican mediante el lenguaje de los signos que lo dominan muy bien porque la hija mayor (Millicent Simmonds) es sorda de nacimiento. El primer momento dramático se produce cuando en una caminata realizada con sus padres el más pequeño de los hijos distraídamente lleva consigo un juguete accionado a pilas que en un momento dado emite un ruido provocando su inmediata muerte.
Lo descripto transcurre en los primeros cinco minutos previos a los créditos iniciales para inmediatamente desplazar la acción un año después. El duelo por la pérdida del pequeño aún subsiste así como la gran intranquilidad de la familia frente a las misteriosas bestias que siguen acechando. Lo que acontece posteriormente es mejor presenciarlo pero se puede anticipar que la tensión de la familia irá aumentando en la medida que Evelyn en estado de embarazo está próxima a dar a luz y resultará imposible evitar el natural llanto del bebé recién nacido que alertará a los letales extraterrestres.
El argumento dista de ser original porque la historia de supervivencia frente a situaciones límites ha sido empleado en múltiples ocasiones. Además, este drama podrá disfrutarse siempre y cuando se dejen de lado el raciocinio lógico y la verosimilitud de lo que se contempla; así es que uno debe creer que los Abbott son los únicos humanos que han sobrevivido milagrosamente en la Tierra a pesar de estar rodeados de cruentos personajes alienígenos.
Dejando de lado las conjeturas precedentes cabe apreciar el mérito de Krasinski en haber creado un suspenso creciente apelando al artificio del silencio y valiéndose de subtítulos para que el público siga el desarrollo de los acontecimientos. Con una cámara inquieta, el realizador logró lo mejor de su reducido elenco donde especialmente Blunt y Simmonds se destacan con sus solidas caracterizaciones. Más allá de un final previsible donde las fuerzas del bien vencerán al implacable enemigo, lo cierto es que los amantes del género no entrarán a cuestionar la historia planteada y quedarán satisfechos con este film de terror que les hará sobresaltar en más de una ocasión.
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