HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Precedida de la buena recepción crítica recibida en ocasión de su estreno mundial en el Festival de Venecia y de su acogida popular en el de Toronto, ahora se estrena A Star is Born, la películadonde debuta como realizador el popular actor Bradley Cooper quien es también uno de los protagonistas del relato.
La primera pregunta que se impone es si acaso se justifica que por cuarta vez sea trasladada al cine una historia que en la versión de George Cukor (1954) con Judy Garland y James Mason logró un nivel de calidad excepcional al punto tal de haber sido seleccionada para su preservación por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. La respuesta a dicha pregunta es que se justificaría si acaso existiese algún rasgo innovador en la actual versión; a pesar de que la intención de Cooper es haber modernizado el relato adaptándolo a los tiempos actuales, este melodrama no alcanza la excelencia del film de Cukor, aunque lo más remarcable del mismo reside en la buena interpretación de Cooper y Lady Gaga.
El guión del novel realizador escrito con Erich Roth y Will Fetters presenta a Jackson Maine (Cooper), un músico popular de country y rock cuyo hermano y representante (Sam Elliott) le organiza conciertos que con su actuación satisfacen a un vasto auditorio que lo celebra calurosamente. Con todo, su gran éxito profesional no puede ocultar una parte sombría de su persona como empedernido bebedor.
Una noche y de manera circunstancial Jack llega a conocer en un bar a Ally (Gaga), una humilde trabajadora que sueña con ser cantante y que apelando a su bella voz canta magníficamente para los presentes “La Vie en Rose”. Impresionado por ella, de inmediato la contacta después de su actuación y a partir de allí surge entre ambos una sólida relación sentimental a la vez que profesional cuando él la lleva a compartir sus conciertos donde el público se maravilla con sus aptitudes vocales. Una vez casados, se produce lo que ya se ve venir; la carrera ascendente de Alli, donde interpreta sus propias canciones con palabras que le pertenecen, se produce simultáneamente con la caída en desgracia de Jack provocada por su adicción al alcohol y las drogas. A pesar del gran amor que ella siente por su marido, no puede evitar el proceso autodestructivo por el que él atraviesa; eso motiva a que Rez (Rafi Gavron), el agente de Ally, se niegue a que ella se presente en los conciertos con Jack dado su estado de inestabilidad emocional que le produce su ebriedad.
La historia es demasiado conocida sin que aquí exista innovación alguna capaz de sorprender, lo que unido a endebles caracterizaciones del guión y a la excesiva longitud del film, el resultado no es precisamente óptimo. Con todo, y tal como se anticipó previamente, la pareja central además de mantener una química notable permite moderadamente mantener el interés del relato. Cooper insufla gran pasión a su personaje a la vez que demuestra poseer una sugestiva voz en las canciones que interpreta. Por su parte Gaga es una verdadera revelación, donde además de cantar de manera irreprochable transmite candor y ternura como la mujer que habiendo surgido a la fama es consciente que eso se lo debe a su mentor que la impulsó a salir de su cascarón; así, acorde con el título del film “nace una estrella” tanto en la ficción como en la realidad. Finalmente, las agradables canciones contribuyen a gratificar el oído del espectador.
THE SILENT REVOLUTION / LA REVOLUTION SILENCIEUSE. Alemania, 2018. Un film escrito y dirigido por Lars Kraume
El realizador Lars Kraume relata uno de los acontecimientos acaecidos en 1956 en Alemania Oriental cuando acababa de irrumpir la invasión soviética a Hungría. Teniendo como telón de fondo ese dramático evento, el director se basó en el libro autobiográfico de Dietrich Garstka quien en el mismo relata su experiencia como uno de los estudiantes del liceo que estuvo involucrado en la revolución silenciosa aludida en el título del film. Con una muy buena adaptación el realizador ha logrado un documento de máxima solvencia que transporta al espectador a una triste época donde cualquier expresión que manifestara un desacuerdo con el imperio socialista era considerada como una actitud fascista y contrarrevolucionaria por el gobierno de Alemania Oriental.
La historia se desarrolla cinco años antes de la construcción del triste muro de Berlín donde en ese entonces existía más facilidad para atravesar la frontera que separaba al sector oriental del occidental de Berlín. En su comienzo el joven estudiante Theo (Leonard Scheicher) y su gran amigo Kurt (Tom Gramenz) de 18 años se dirigen a Berlín occidental con la excusa de visitar la tumba del abuelo de este último. Después de depositar flores en su tumba, ambos logran infiltrarse en un cine de la ciudad donde previamente a la exhibición del film en cartel se proyecta un noticiario dando cuenta de las graves consecuencias causadas por la agresión rusa a Hungría. Aterrados por la noticia, al regresar a Berlín Oriental ellos informan a sus compañeros de curso lo que está aconteciendo en el país vecino y como medida de protesta Kurt propone que se guarde un minuto de silencio al comenzar la clase de uno de los profesores del establecimiento; es así que aprobada la iniciativa sugerida la misma es implementada tal como estuvo planeada. A todo ello, la mayoría de los alumnos acude secretamente a la casa del tío de uno de ellos para escuchar las noticias de la emisora radial RIAS -ubicada en Berlin Occidental- difundiendo lo que sucede en Hungría, donde se comunica que una de las víctimas del atropello ruso es el famoso futbolista húngaro Ferenc Puskás.
No tarda mucho tiempo para que el minuto de silencio de los alumnos sea considerado por las autoridades escolares como una protesta política; es así que los estudiantes se ponen de acuerdo para utilizar como pretexto que el acto tuvo como propósito homenajear al futbolista muerto en Hungría. Sin embargo la excusa no resulta aceptada y el comportamiento estudiantil va convirtiéndose en una bola de nieve donde interviene al principio el director de la escuela (Florian Lukas), posteriormente la consejera escolar de la región (Jördis Triebel) y finalmente el Ministro de Educación (Burghart Klaussner); el propósito de la investigación es determinar quién fue el autor de esa protesta para ser severamente castigado a fin de evitar que hechos semejantes puedan repetirse. Paralelamente a la trama central se desarrolla un triángulo romántico donde Lena (Lena Klenke), una de las estudiantes del curso, siendo la novia de Theo decide dejarlo para vincularse sentimentalmente con Kurt donde ese hecho pone a prueba el sentimiento de amistad de los dos amigos; esa subtrama pudo haber sido evitada sin alterar la esencia central del relato.
A través de una sólida construcción este valioso film pone en evidencia de qué modo la libertad de expresión quedó reprimida durante la revolución socialista impuesta por los gobiernos satélites de la Unión Soviética. Al propio tiempo queda reflejado cómo el incidente del film repercute en los familiares de los alumnos reverdeciendo secretos bien guardados que acontecieron durante la Segunda Guerra. No menos importante es comprobar cómo las autoridades escolares del establecimiento por razones ideológicas no tienen empacho alguno en recurrir a la mentira y están dispuestos a condenar a un alumno inocente para que no se ponga en evidencia el pasado de un importante funcionario del lugar. Con todo, lo más importante de esta historia real es haber reflejado la voluntad de una juventud firme y decidida a no claudicar manteniendo los principios de lealtad y solidaridad.
El film cuenta con un nivel de interpretación notable permitiendo que lo que transcurre adquiera visos de total credibilidad. A ello se une una realización pulcra, sobria a la vez que emotiva sin caer en un artificioso melodrama al que podría prestarse la parte final del relato. En suma, Kraume ofrece un trabajo de apreciable calidad y sin duda alguna recomendable.
THE FIREFLIES ARE GONE / LA DISPARITION DES LUCIOLES. Canadá, 2018. Un film escrito y dirigido por Sébastien Pilote
Sébastien Pilote quien ha dado muestra de su talento en sus dos primeros filmes, Le vendeur (2011) y Le démantèlement (2013) aquí, aunque en un relato más ligero, nuevamente demuestra su fibra humana y sensible describiendo el comportamiento misantrópico de una adolescente.
El director ubica su cámara en una pequeña ciudad industrial de Quebec, donde la misma se encuentra afectada económicamente y en donde el porvenir de los jóvenes no parece muy venturoso. Es allí que transcurre la vida de Léo (Karelle Tremblay), una joven que siente un profundo malestar emocional y que quisiera abandonar el lugar donde habita lo antes posible.
Desde el primer momento Pilote, quien es también el autor del guión, describe la actitud irrespetuosa y despreciativa de la joven cuando su madre (Marie-France Marcotte) y su padrastro (François Papineau) le celebran su décimo séptimo cumpleaños en un restaurante local junto con otros dos invitados; así, además de llegar tarde al ágape desaparece antes de finalizar la reunión sin despedirse.
Cursando el último año de escuela secundaria, ella no manifiesta afinidad con sus compañeros y en general se la observa frustrada y resentida. Eso se evidencia en la difícil relación mantenida con su madre y más abiertamente en el odio que siente hacia su padrastro, un animador populista de una radio local. Solamente idealiza a su padre Sylvain (Luc Picard) quien habiéndose cerrado la fábrica donde trabajaba y actuaba como líder del sindicato se vio forzado a ganarse la vida en un lugar poco poblado del gran norte de la provincia; precisamente los momentos de solaz para Léo se producen en la cálida relación con él mantenida cuando retorna transitoriamente a la ciudad.
En principio todo parece cambiar para la joven cuando circunstancialmente conoce a Steve (Pierre-Luc Brilliant), un músico retraído que es profesor de guitarra y que vive con su madre en el sótano de su hogar; su presencia motiva a que ella se sienta impulsada a tomar clases de guitarra con él. A pesar de que gradualmente existe una conexión entre estos dos seres solitarios, Léo impide que el surgimiento del vínculo afectivo pueda cristalizarse en algo más importante.
Aunque no siempre quedan evidenciadas claramente las actitudes de su protagonista, el director logra un film personal captando el estado de confusión de Léo en su tránsito hacia el comienzo de la vida adulta. Si bien esta comedia dramática no resulta temáticamente novedosa, Pilote logra una buena dirección de sus intérpretes; en tal sentido se destaca el talento de la joven actriz Tremblay quien con aplomo aporta una carismática presencia así como Brillant brinda sensible humanidad a su personaje. A esos valores se añaden la lograda fotografía de Michel La Veaux y la eficaz música orquestada de Philippe Brault, redondeando de este modo un film primoroso que fue distinguido como el mejor de Canadá en el reciente festival de Toronto.
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