HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
La directora Nadine Labaki conmueve profundamente con su desgarrador drama Capernaum abordando como tema central el de la infancia maltratada y librada al azar dentro de un marco de vida miserable del cual es difícil desprenderse.
La primera y perturbadora escena de esta historia permite contemplar a Zain (Zain Al Rafeea), de aproximadamente 12 años de edad y sin certificado alguno de nacimiento, quien cumpliendo una pena de 5 años de prisión juvenil por haber acuchillado a un individuo, manifiesta ante un juez que quiere demandar a sus padres por haberle dado vida. De allí en más, desplazando la acción hacia el pasado se conocerá el motivo de tal petición.
Proveniente de una familia paupérrima y viviendo en una unidad habitacional ubicada en uno de los sectores desfavorecidos de Beirut, los progenitores de Zain (Kawthar Al Haddad, Fadi Kamel Youssef), incapaces de brindar amor a sus 7 hijos, nutren las emergentes necesidades financieras del hogar traficando drogas reconstituidas enviadas a las cárceles. Cuando el chico descubre que sus padres planean casar a su querida hermanita Sahar (Cedra Izam) de 11 años con un hombre (Nour el Husseini) que la triplica en edad, al no poder hacer nada por impedir tal hecho, queda muy amargado y resuelve abandonar su hogar.
Vagando por las calles de la ciudad, en un parque de diversiones sale al encuentro de Rahil (Yordanos Shiferaw), una inmigrante ilegal de Etiopía que realiza trabajos de limpieza y es madre monoparental de Yonas (Boluwatife Treasure Bankole), una criatura de 2 años. Es allí que Zain, a través de ambos, encuentra el verdadero sentido de una familia recibiendo el cariño que hasta ese entonces había carecido. Cuando repentinamente Rahil desaparece dejando solo a Yonas, él se hace cargo del abandonado bebé asumiendo la responsabilidad de cuidarlo; así, inicia un dificultoso camino para que los dos puedan sobrevivir, pero frente a situaciones difíciles de superar se ve obligado a adoptar una dramática decisión.
Si bien el duro combate atravesado por el protagonista de esta historia llega a conmover profundamente, la directora también ha considerado la triste realidad de los inmigrantes indocumentados como en el caso de Rahil quien se ha visto forzada a dejar Etiopía para llegar a trabajar clandestinamente en Beirut para ser finalmente apresada por las autoridades locales.
Más que un relato de ficción, el film se asemeja a un documental en la medida que su elenco, además de no profesional, incluye a varios actores quienes en la vida real experimentan los mismos problemas atravesados por sus personajes. En el rol protagónico y omnipresente en todo el relato se encuentra Zain Al Rafeea quien como el eje moral de este drama logra una estupenda caracterización del menor desamparado en procura de que el destino le ofrezca un futuro mejor, aunque resulte muy difícil de lograrlo.
Con una narración sólida y manejando una cámara nerviosa, la realizadora brinda un film triste y amargo retratando una dolorosa realidad que azota al mundo. Considerando sus innegables valores artísticos el film ha sido ovacionado y distinguido con el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y además ha sido nominado por la Academia de Hollywood en la categoría de mejor película extranjera.
LOLA ET SES FRЀRES. Francia, 2017. Un film de Jean-Paul Rouve
La dinámica familiar es enfocada en Lola et ses frères, una comedia dramática del realizador Jean-Paul Rouve en la cual también participa como actor.
Adoptando el tono de un film coral, la trama propuesta por Rouve en colaboración con el novelista David Foenkinos presenta a tres hermanos adultos que no han logrado gran comunicación entre sí. Uno de ellos es Benoît, un optometrista que decide iniciar una nueva vida conyugal casándose por tercera vez; el otro hermano es Pierre (José García), un ejecutivo de una empresa dedicada a la demolición de inmuebles; el trío se completa con Lola, una abogada especializada en divorcios.
Cada uno de estos hermanos lleva una vida separada lo que no implica que estén distanciados y a pesar de sus diferentes personalidades y algunas rencillas o reproches que pueden producirse entre ellos, siempre hay alguna ocasión para reunirse; así un encuentro se produce una vez al mes cuando los tres acuden al cementerio para visitar la tumba de sus padres.
El relato se abre en tres historias separadas presentando las situaciones personales por las que atraviesan cada uno de los hermanos. Así se asiste a las desventuras de Pierre, quien al producir la demolición de un edificio causando serios perjuicios a terceros, pierde su empleo y debe empezar el difícil proceso de conseguir uno nuevo, sobre todo cuando no se es más joven. Por su parte, Benoît se sorprende cuando su reciente joven esposa Sarah (Pauline Clément) le comunica que espera un hijo; al ver el rostro de desencanto de su marido se produce la primera fisura matrimonial. En cuanto a Lola, ella descubre el gran amor de su vida en Zoher (Ramzy Bedia), un cliente a quien le tramita su divorcio; sabiendo que él desea tener hijos, la felicidad de esta mujer llega a empañarse al saber que físicamente se encuentra imposibilitada de concebir.
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Con un indudable afecto y sensibilidad hacia sus personajes, Rouve permite que en última instancia el lazo fraternal permita una comunicación más franca y abierta en momentos difíciles para que mediante el mutuo apoyo puedan solucionar los respectivos problemas que les preocupan.
Dentro del marco de un relato clásico, donde la sangre no llega al río, se asiste a un film tierno y sensible, sazonado con una muy buena dosis de humor brindado por los eficientes diálogos del guión. A ello debe añadirse la inobjetable interpretación del elenco, en especial la de José García que en más de una ocasión logra conmover. De este modo, el realizador siguiendo los consejos del gaucho Martín Fierro de que “los hermanos sean unidos” ha logrado una comedia que aunque convencional su visión resulta agradable.
STAN & OLLIE. Gran Bretaña, 2018. Un film de Jon S. Baird
Así como recientemente Peter Bogdanovich ofreció un tributo al gran cómico Buster Keaton, aquí es el realizador Jon S. Baird quien hace lo propio con uno de los dúos de comediantes más celebrados de la historia del cine. Conocidos en muchos países con el cariñoso sobrenombre de “el gordo y el flaco“, Oliver Hardy y Stan Laurel brillaron durante la época del cine mudo ofreciendo una irresistible comicidad con sus piruetas y características personales.
En Stan & Ollie John C. Reilly como el gordo Oliver Hardy (también apodado cariñosamente “Ollie”) y Steve Coogan encarnando al flaco Stan Laurel se sumergen en cuerpo y alma en la piel de los agraciados cómicos; al hacerlo, ambos actores han logrado una excelente caracterización de cada uno de ellos al punto tal que agraciados por sus respectivos físicos y merced a un remarcable maquillaje dan la impresión de que los gloriosos cómicos han resucitado.
Baird trabajando con el guión de Jeff Pope comienza el relato con un breve prólogo que se desarrolla en Hollywood en 1937, donde la célebre pareja que se encuentra en la cima de su popularidad está lista para comenzar a rodar Way Out West; la reproducción del set de filmación con sus actores es sencillamente magnífica viendo a Hardy jugando con su corbatita en tanto que su compañero se hace notar con su cabello parado y el gracioso movimiento de sus ojos.
La acción se desplaza de inmediato a Inglaterra en 1953. El inexorable pasaje del tiempo con los años a cuesta se hace sentir para este tándem, sobre todo para Ollie quien obeso como lo ha sido siempre comienza a cojear un poco por los problemas que le causa una de sus rodillas. No encontrándose en las mejores condiciones financieras, la posibilidad del dúo de seguir haciendo películas resulta dificultosa en la medida que el estilo impuesto en sus años de gloria ahora ya no resulta tan efectivo. Es así que nuestros queridos comediantes se ven obligados a realizar una gira teatral en los escenarios de provincia de Gran Bretaña aplicando sus acostumbrados gags; en la medida que no hay suficiente publicidad de por medio, ellos realizan la promoción de sus presentaciones por sugerencia del empresario (Rufus Jones) que los ha contratado.
Entre otros aspectos, el relato destaca la presencia de las esposas del dúo; tanto Shirley Henderson como la deliciosa Lucille Hardy y Nina Arianda como la otrora y vanidosa artista rusa Ida Laurel, contribuyen a apoyar y proteger a sus respectivos cónyuges. Igualmente, el guión resalta algunos resentimientos mutuos de estos compinches debido a sucesos del pasado pero los atisbos de animosidad desaparecen bien pronto porque lo que predomina finalmente es el noble y profundo sentimiento de amistad y solidaridad que existe entre ellos; eso especialmente se evidencia en una emotiva escena cuando Ollie afectado del corazón no puede seguir actuando y Stan se resiste a hacerlo con un reemplazante.
En un relato realista no exento de nostalgia y con cierto dejo poético, queda como balance una comedia fina y divertida que destila considerable calidez gracias a la notable alquimia existente entre Coogan y Reilly animando a esta extraordinaria e inolvidable pareja de cómicos.
MALEK. Canada, 2018. Un film de Guy Édoin.
Un drama psicológico sobre un inmigrante perseguido por su pasado es lo que se observa en Malek del realizador Guy Édoin.
Malek (Tewfik Jallab) dejó El Líbano para iniciar una nueva vida en Montreal; sin embargo, su traumático estado emocional lo ha llevado a un intento de suicidio. A través de la ayuda social que recibe por estar desempleado, es forzado a recibir apoyo terapéutico de Geneviève (Karine Vanasse), una psicóloga que trata de auscultar su personalidad y vislumbrar las razones que lo atormentan. Gradualmente se llega a determinar la estrecha vinculación que mantuvo con su hermana y el complejo de culpa que acarrea por no haber podido evitar su muerte. Al propio tiempo, Malek logra cimentar un vínculo sentimental con Shoreh (Hiba Abouk), una joven inmigrante iraní quien también arrastra un duro pasado.
Basado en la novela Le cafard de Rawi Hage, el guión de Claude Lalonde no alcanza a rescatar toda la riqueza de la misma dejando en cambio la sensación de asistir a una historia que en ciertas instancias carece de la necesaria coherencia y que se agrava por coincidencias casuales que se producen de manera forzada.
En lo que concierne a la actuación, Jallab satisface como el atribulado protagonista que trata de liberarse de sus acosadores demonios interiores; Vanasse es completamente convincente como la psicóloga que asiste al torturado Malek como así también representando la figura fantasmagórica que lo visita en su hogar; por su parte la actriz española Abouk caracterizando a Shoreh aporta con la sensualidad de su personaje un especial encanto femenino.
La dirección de Édoin es sobria aunque sin descollar debido a las limitaciones del guión en el que los personajes descriptos no logran alcanzar la profundidad necesaria. En todo caso, este drama introspectivo resulta moderadamente aceptable aunque no agrega algo distintivo sobre el tema de los inmigrantes que no pueden dejar de lado los rastros del pasado de la tierra natal.
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