HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Un muy buen trabajo de animación en blanco y negro es lo que el director Santiago Caicedo ofrece en Virus Tropical. A pesar de que generalmente las películas animadas están dirigidas a la población menuda, ya se ha visto que en los últimos tiempos este tipo de género atrae igualmente al público adulto como es el caso de este film.
Caicedo se vale del guión de Enrique Lozano que a su vez está basado en la novela gráfica del mismo nombre publicada en 2011 de la excelente dibujante Paola Gaviria, más conocida como Power Paola. Su contenido autobiográfico reseña los aspectos más trascendentes que han marcado la existencia de la autora.
Uno de los méritos de este film es el trabajo de animación y en tal sentido el logro visual obtenido es admirable a través de una minuciosa tarea que -según se informa- ha contado con más de cinco mil dibujos diseñados por Paola; a través de los mismos se asiste al desarrollo de un relato que destila sinceridad permitiendo que el público siga su desarrollo en forma amena.
El título del film responde al episodio vivido por Hilda (la voz de Alejandra Borrero) la madre de Paola (María Cecilia Sánchez) quien a pesar de haber ligado sus trompas quedó de todos modos embarazada por una suerte de “virus tropical”, permitiendo así que la futura artista llegara al mundo. De allí en más el relato ilustra su infancia en la ciudad de Quito, con su madre, su padre Uriel (Diego León Hoyos) que dejó el sacerdocio al casarse y sus dos hermanas mayores, Claudia (Camila Valenzuela) y Patty (Mara Gutiérrez). Desde muy pequeña, Paola demuestra su vocación por los dibujos, circunstancia que le permitirá mantener un encuentro con Juan Pablo II cuando el pontífice visita Ecuador.
Al propio tiempo el relato ilustra variados aspectos de su familia, como la ruptura de sus padres cuando Uriel abandona el hogar para radicarse en su ciudad natal de Medellín, la partida de Claudia a Galápagos y la decisión de su madre de llevarla a los 13 años a vivir a Cali, la cuna de sus ancestros, junto a Patty. Finalmente, la historia presenta a Paola transitando el proceso de madurez de la adolescencia hacia la adultez donde ella va forjando su destino como remarcable ilustradora.
Más basada en incidentes que en el desarrollo de una tradicional autobiografía, hay ciertos momentos en que la fluidez de la narración se resiente por situaciones repetitivas; sin embargo, a nivel global eso no llega a empañar la frescura, simpatía y encanto que irradia este proyecto de Caicedo a través de su dinámica realización, la buena pintura de sus personajes, sus acertados diálogos y algunas situaciones salpicadas de contagioso humor.
Además de la apreciable técnica de animación ya mencionada, donde Paola colaboró como directora artística del proyecto, este virus tropical se beneficia con la grata música de Adriana García Galán, dando como resultado una encantadora película.
ROADS IN FEBRUARY / LES ROUTES EN FÉVRIER. Canadá-Uruguay, 2018. Un film escrito y dirigido por Katherine Jerkovic
La realizadora canadiense Katherine Jerkovic da pruebas de una considerable madurez con Roads in February, su primer largometraje en donde igualmente es responsable del guión. Narrando una pequeña historia centrada en los lazos de familia, la joven directora demuestra una fina sensibilidad en su tratamiento como así también la sapiencia de haber captado las peculiaridades del comportamiento de vida donde transcurre la acción.
Diez años atrás, cuando aún era pequeña, Sara (Arien Aguayo Stewart) y sus padres dejaron Uruguay para vivir en Montreal. Ahora, la muchacha que acaba de perder a su padre decide viajar a su tierra natal en el cálido mes de febrero del hemisferio sur: lo hace en parte para calmar su pena, visitar a Magda (Gloria Demassi), su abuela paterna que reside en un pueblo rural, como asimismo para revivir sus memorias de infancia. En el reencuentro con su abuela se detecta cierta frialdad por parte de Magda al no comprender porque Sara dejó de lado su sueño de ser actriz para trabajar como camarera en un bar, lo que la hace pensar que la joven carece de ambiciones. A pesar de los silencios existentes que suelen producirse en ciertos momentos entre ambas, la sensación de incomodidad va cediendo en la medida que en forma natural y sin confrontación alguna, nieta y abuela llegan a un mutuo entendimiento; así, más allá de las diferencias generacionales, prevalecerá el cariño familiar frente a cualquier contingencia.
Además de su tema central, el relato incursiona en las diferencias culturales a las que Sara se enfrenta y que trata de reconciliar desplazándose en bicicleta a través de la humilde campiña, como así también en la amistosa relación entablada con un agradable muchacho (Mathias Perdigon) ciclista de su misma edad. Adoptando un tono entre nostálgico y agridulce, la novel cineasta logra en su promisorio debut un film intimista y tierno que se encuentra valorizado por las sobrias actuaciones de Stewart y Demassi y por su distintivo estilo visual.
HALE COUNTY THIS MORNING, THIS EVENING. Estados Unidos, 2018. Un film de RaMell Ross.
El celebrado fotógrafo RaMell Ross se ubica por primera vez detrás de la cámara para captar la vida de una comunidad mayoritariamente negra que vive en el condado de Hale County en Alabama. A través de 5 años de filmación, el realizador se propuso ilustrar las experiencias de su gente viviendo en una humilde zona rural de Estados Unidos donde las huellas del racismo, la tensión policial y la pobreza del pasado aunque están atenuadas no han desaparecido por completo.
La película se nutre de situaciones que conforman las diarias actividades de la comunidad y es precisamente a través de pequeños detalles en donde el observador llega a compenetrarse y conocer mejor a quienes la integran. Así se aprecian escenas que incluyen, entre otras, la congregación de la comunidad en una iglesia, un bautismo, un hombre tocando blues con su guitarra, una práctica de béisbol, un niño pequeño corriendo ida y vuelta en el living de su hogar, etc.
El relato descansa más en un mosaico de viñetas que en una línea argumental definida; con todo el director destaca a dos de sus habitantes. Uno de ellos es Daniel Collins, joven estudiante de la Universidad de Selma, que como amante del béisbol anhela desarrollar una carrera profesional en ese terreno y aspirar un futuro más venturoso que lo que puede ofrecerle el lugar donde vive. El otro personaje es Quincy Bryant, un buen padre que trata de brindar lo mejor a su familia acompañado de su esposa Bossie que está aguardando mellizos.
En esencia, el documental atrae por la manera poética en que está expuesta la experiencia de vida de gente afroamericana conviviendo en el corazón del sur americano. A través de sus momentos de alegría como así también de instancias dramáticas atravesadas, queda resaltado el espíritu que anima a esta población que se muestra confidente en superar los desafíos que enfrenta adoptando una actitud positiva.
LA GRANDE NOIRCEUR / THE GREAT DARKENED DAYS. Canada, 2018. Un film de Maxime Giroux.
El realizador canadiense Maxime Giroux, autor de Félix et Meira que en el TIFF de 2014 obtuvo el premio al mejor film canadiense, retorna ahora con La Grande Noirceur, un drama alucinante difícil de catalogar.
Si bien Giroux ha enfocado en su breve filmografía historias vinculadas con seres marginados de la sociedad, en este caso vuelve a considerarlos recurriendo a una discutible trama surrealista.
El relato se ubica en la época de la Segunda Guerra, donde Philippe (Martin Dubreuil), un canadiense francés que ha dejado Canadá para no ser reclutado en el ejército, trata de ganarse la vida en el sudoeste de Estados Unidos; así, en la primera secuencia se lo expone junto a otro grupo de personas participando en un concurso consistente en la imitación de Charlie Chaplin; afortunadamente él resulta el ganador pero el dinero obtenido como premio le es arrebatado al poco tiempo por un asaltante de la zona (Buddy Duress).
A partir de ese incidente el guión de Giroux con la colaboración de Simon Beaulieu y Alexandre Laferrière, muestra a Philippe que careciendo de recursos comienza a deambular por el sudoeste americano sin rumbo fijo. En ese largo trayecto se topa con una serie de personajes extraños comenzando con un empresario viajante (Reda Ketab) y posteriormente con una mujer (Sarah Gordon) que vive en una cueva; allí sufre la tortura infligida por un psicópata (Romain Duris) que trafica seres humanos. Sin transición alguna, en la secuencia siguiente despierta en medio del desierto descubriendo a un vendedor de cigarrillos (Cody Fern); ese raro encuentro de dificultosa precisión agrega una nota más a la completa irrealidad que vive Philippe.
Si bien este viaje metafísico propuesto por Giroux intenta sorprender a través de escenas de horror como una alegoría de la vivencia de un mundo cruel, inestable e impiadoso, esa deshumanización no alcanza a prender vuelo porque el angustioso sentimiento del protagonista no cobra eco en el espectador. En general, a pesar de las buenas actuaciones del elenco, sus personajes carecen del vigor necesario para transmitir el colapso del orden moral en que viven. A todo ello, la narración, no siempre coherente, se asemeja a la de una perturbadora pesadilla que al carecer de un foco preciso genera una historia poco gratificante.
Lo que resulta elogiable es la fotografía de Sara Mishara captando la majestuosa belleza del oeste americano; sin embargo, ese elemento positivo no alcanza a compensar el resultado final de este fantasioso drama.
LE JEU.Francia, 2018. Un film escrito y dirigido por Fred Cavaye.
Sin otra pretensión que la de ofrecer un liviano entretenimiento, esta comedia de Fred Cavaye logra su objetivo por estar hábilmente construida y bien interpretada.
El tema se centra en una reunión de amigos en torno de una comida que comienza auspiciosamente; sin embargo, a medida que se va desarrollando el ágape comienzan a develarse indiscretos secretos que conducen a una situación de malestar e incomodidad entre sus comensales.
Marie (Bérénice Bejo) y su marido Vincent (Stéphane de Groodt), han invitado a cenar a Charlotte (Suzanne Clément) y su esposo Marco (Roschdy Zem), al reciente matrimonio conformado por Lea (Doria Tillier) y Thomas (Vincent Elbaz), así como a Ben (Gregory Gadebois) quien debiendo haber venido con su nueva amiga finalmente llega solo. Como todos ellos se conocen por largo tiempo, todo está dispuesto para disfrutar de una amena velada.
En un momento dado de la comida, una casual circunstancia motiva a que estos amigos decidan participar en un juego; el mismo consiste en que ellos deben dejar sobre la mesa sus teléfonos inteligentes con la condición de que a medida que los aparatos vayan sonando sus respectivos dueños permitirán que los restantes puedan escuchar los mensajes recibidos. Ese entretenimiento termina resultando peligroso cuando las llamadas acogidas ponen al descubierto aspectos indiscretos de sus destinatarios; así, la aparición de affaires extraconyugales, amantes que han quedado embarazadas, imágenes pornográficas y la revelación de que uno de los amigos responde a una orientación sexual diferente, motiva a que nadie quede ileso de ese juego supuestamente inocente.
El desenlace complaciente de esta historia denota que lo relatado dista de ser realista; en todo caso, las continuadas sorpresas que nutren a esta farsa y la buena puesta escénica a través de los acertados movimientos de cámara en el limitado espacio en que transcurre, permiten que su visión resulte placentera.
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