HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Como su título lo indica, el film narra una historia increíblemente real que supera a cualquier fantasía enfocando la biografía de Joseph Ferdinand Cheval (1836-1924), un hombre común y corriente que llega a convertirse en el autor de una obra arquitectónica excepcional.
Basado en un guión del realizador y Laurent Bertoni, el relato comienza en las últimas décadas del siglo 19 y se ubica Châteauneuf-de-Galaure,en el departamento deDrôme(sur de Francia) donde Cheval (Jacques Gamblin) es un humilde hombre solitario e introvertido quien como cartero reparte la correspondencia que lleva en su bolsón; para cumplir su tarea recorre diariamente un trayecto de 32 kilómetros entre las diferentes aldeas de la zona. Cuando su mujer fallece, su hijito de 7 años queda a cargo de los abuelos, en tanto que él sigue emprendiendo su trabajo habitual.
Distribuyendo las cartas, un día llega a conocer a Philomène (Laetitia Casta), una agradable joven con quien llega a casarse. Cuando nace Alice, siendo incapaz de exteriorizar el sentimiento de amor paternal, su profundo afecto quedará manifestado dejándole la construcción de un gran castillo. Con tal propósito, en su diaria ruta postal va recogiendo piedras y con ayuda de una carretilla donde transporta su material comienza a implementar su proyecto inspirándose en las tarjetas postales que ha visto de obras arquitectónicas de naturaleza bíblica y de la mitología hindú. Así, con sus propias manos y sin ayuda ajena su alocada idea va cobrando fuerza a través de un acto de creación remarcable.
El destino se ensaña con Cheval cuando Alice muere a los 12 años de edad como consecuencia de una grave enfermedad, dejando sumido tanto a él como a Philomène en una profunda tristeza; eso contribuye a incentivarlo aún más para continuar con su obra y así honrar la memoria de su querida hija. Después de 33 años y 93 mil horas de arduo trabajo, sin haber dejado de lado su labor de cartero, este sencillo cartero sin conocimiento previo de arquitectura ni de trabajo de construcción, concluye su inigualable obra.
Tavernier ha desplegado una labor estupenda como realizador en la narración de esta historia, al propio tiempo que logró una remarcable reproducción del Palacio Ideal de Cheval, que hoy día es visitado por millares de turistas y es orgullo de la comuna de Hauterives. Además contó con la labor excepcional de Gamblin reviviendo a un hombre completamente circunspecto y apocado exteriormente pero que a través de sus gestos. su mirada y sus silencios transmite con fuerza la emoción que late en su interior; con todo, su actuación no opaca en absoluto la de Casta como la fiel, abnegada y sapiente esposa que sabiendo detectar el talento de Cheval lo apoya sin condicionamiento alguno. Finalmente se destaca la fotografía de Vincent Gallot captando la luminosidad de la naturaleza, factor que ha influido grandemente en el trabajo del famoso cartero.
En los créditos finales se señala que en noviembre de 1968, André Malraux, el entonces Ministro de Cultura de Francia, declaró que el palacio del cartero Cheval es un histórico monumento agregando que “nosotros, los franceses tenemos la suerte de poseer la única arquitectura naíf del mundo”
Ilustrando la pasión de un noble hombre obstinado, perseverante y obsesionado en llevar a cabo su magna tarea, Tavernier ha logrado un excelente y emotivo film dignificando el espíritu humano.
LES DRAPEAUX DE PAPIER. Francia, 2019. Un film escrito y dirigido por Nathan Ambrosioni
Siempre resulta grato descubrir a un gran director pero más aún lo es cuando se trata de un joven de 18 años, recién egresado del liceo; así, Nathan Ambrosioni demuestra en Les drapeaux de papier una madurez fuera de lo común; teniendo en consideración el tema por él concebido -que nada tiene que ver con su vida personal- y la brillante forma en que lo relata, el film parece provenir de un realizador de gran experiencia y de edad superior.
El relato de Ambrosioni que se desarrolla en Aix-en-Provence (Francia) gira en torno de dos personajes, Vincent (Guillaume Gouix) y Charlie (Noémie Merlant). Él, de 30 años, acaba salir de la prisión después de 12 años de confinamiento; al ser esquivado por su padre cuando lo llama por teléfono, la única persona a quien recurrir es su hermana Charlie, 7 años menor que él. Si al principio ella se sorprende con su visita, al verlo se conmisera de su hermano al saber que no tiene donde pernoctar; en consecuencia le ofrece una habitación de su casa donde alojarse.
A través de esta presentación, el realizador permite que la audiencia empatice de inmediato con ambos. Charlie, que modestamente se gana la vida trabajando como cajera en un supermercado, con gran generosidad además de su hogar le brinda su apoyo ayudándole a buscar trabajo como así también comprándole la vestimenta adecuada para que socialmente impresione mejor. Por su parte, Vincent debe enfrentar las dificultades de encontrar un empleo debido a sus antecedentes criminales y a una carencia de formación adecuada.
Hay varios tópicos que dentro del tema central destaca este remarcable cineasta. Uno de ellos radica en la existencia de un sistema carcelario que no provee un programa de rehabilitación necesario para que la reinserción al medio social resulte fluida. Como consecuencia de ello, el otro aspecto importante es la forma en que se manifiesta esa primera reinserción en el ámbito familiar; así, los nobles sentimientos de hermandad de Charlie hacia Vincent se contraponen con los de su padre (Jerȏme Kircher) al rechazar de manera absoluta a un hijo que afanosamente le suplica a su progenitor que le dirija una mirada afectuosa. El tercer tema es el de la dificultad de dominar la violencia explosiva que de tanto en tanto emana de Vincent por las cicatrices emocionales que aún se anidan en su persona por su larga permanencia entre rejas; en tal sentido, se destaca su buena voluntad en recibir la asistencia de una psicóloga (Anne Loiret).
A través de una cámara que capta primeros planos de sus protagonistas, Ambrosioni demuestra poseer una clara visión sobre lo que significa una buena imagen capaz de transmitir sin muchas palabras las expresiones y sentimientos de Charlie y Vincent, además de proveer momentos de considerable emoción. A ello contribuyen las interpretaciones excepcionales de Gouix y Merlant quienes con gran intensidad se apropian de sus roles permitiendo que el público empatice plenamente con los mismos.
Con una magnífica puesta escénica coronada con un conmovedor final, el prodigioso realizador ha logrado un drama realista de profundo humanismo que ciertamente amerita su visión. Por su trabajo, no resulta sorprendente que en Francia se lo considere como el joven Mozart del cine.
DUELLES / MOTHERS’ INSTINCT. Bélgica-Francia, 2018. Un film de Olivier Masset-Depasse
En principio Duelles reúne todos los elementos necesarios para configurar un remarcable thriller psicológico, sin embargo lo implausible de su resolución termina malográndolo.
La historia transcurre en un barrio residencial de Bruselas en los principios de la década del 60 donde conviven dos familias, cuyas residencias se encuentran anexas. En una de las mismas habita el matrimonio conformado por Simón (Mehdi Nebbou), su esposa Alice (Veerle Baetens) y su hijito Theo (Jules Lefebvre) de 8 años; en la otra residencia habitan Damien (Arieh Worthalter), su señora Céline (Anne Coesens) y el niño Maxime (Luan Adam).
Una buena relación existe entre ambas familias donde Alice y Céline son íntimas amigas. Algo parecido sucede entre los chicos quienes por la misma edad y acudiendo al mismo colegio son inseparables durante los ratos libres. La primera escena en que Alice le prepara una fiesta sorpresa a Céline con motivo de su cumpleaños, evidencia el cariño entrañable entre ambas mujeres.
El relato adquiere un clima dramático cuando una mañana en forma casual Alice observa a Maxime inclinado en el primer piso del balcón de su habitación, no pudiendo impedir que el chico se caiga y muera. Como es de esperar esta tragedia abate por completo a sus angustiados padres al propio tiempo que origina un distanciamiento de Céline hacia su amiga al hacerle ver que ella podía haber evitado el mortal accidente, aunque queda completamente claro que nadie ha sido responsable del lamentable suceso. A pesar de todo Alice se cuestiona si acaso pudiera haber hecho algo para frenar la caída de Maxime Un mes después del accidente mortal Celine pide excusas a su amiga por haberla culpado injustificadamente y todo hace suponer que esa amistad prosigue a pesar de que Céline y su marido no puedan recuperarse del dolor.
A partir de ese momento el guión del realizador escrito con Giordano Gederlini va creando un clima de suspenso generado por situaciones nutridas de completa ambigüedad. Eso acontece cuando el instinto maternal de Alice comienza a sospechar del comportamiento de Celine al creer que tiene intenciones de dañar a Theo; esa duda está muy bien planteada en la medida que el espectador encuentra razones para justificar esa sospecha como al mismo tiempo asumir que de ningún modo Celine es mal intencionada, sobre todo al demostrar afecto hacia el niño. Cuando otros incidentes -que podrían ser o no casuales. van sucediéndose, una exasperada Alice está convencida de que su amiga realmente quiere perjudicar a su hijo, ya sea por envida o por celos. De este modo se crea el suspenso al persistir la inseguridad sobre la malicia o inocencia de Céline.
Desafortunadamente este psicodrama basado en la sospecha se descarrila por completo en su último tramo en la medida que los guionistas adoptaron un disparatado desenlace que pareciera pertenecer a un vulgar film de horror que nada tiene que ver con lo que se vino relatando hasta ese momento. En consecuencia, su conclusión resulta altamente frustrante al echar por la borda la trama construida anteriormente.
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