HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
En los últimos años se han visto documentales en que la realidad supera a la más imaginativa fantasía; sin duda, este film es uno de los más apasionantes en donde se vuelve a repetir esta situación. El director y periodista danés Mads Brügguer, se convierte en un émulo de Sherlock Holmes al tratar de dilucidar el gran enigma concerniente a la trágica muerte de Dag Hammarskjöld acaecida cuando ejercía el cargo de secretario general de la ONU.
El 18 de septiembre de 1961, en un viaje realizado por Hammarskjöld al Congo para negociar un alto el fuego entre los soldados de las Naciones Unidas y las tropas del estado secesionista de Katanga bajo el mando de Moïse Tshombe que contaba con el apoyo de Bélgica, el avión se estrelló cerca del aeropuerto de Ndola, en Rodesia del Norte (actual Zambia). Según el comunicado oficial la causa se debió a un error técnico del comandante de la nave. En el fatal accidente además del alto funcionario perecieron los restantes 15 pasajeros y el único cadáver no deshecho ha sido el suyo con la curiosidad de que en su cuello portaba una carta de juego -el as de espadas, conocido en el póker como el naipe de la muerte-. Lo curioso es que a pesar de que en el lugar de la tragedia algunos testigos percibieron a lo lejos unas luces extrañas provenientes de un segundo avión, las autoridades pertinentes no le adjudicaron importancia alguna.
Cabe aclarar, que Hammarskjöld era un hombre pacifista y como idealista evidenciaba su simpatía hacia la independencia de los países africanos colonizados por Europa; en tal sentido cualquier solución a la que pudiera haber llegado con Tshombe relacionado con El Congo habría resultado perjudicial para los intereses de la compañía minera belga que explotaba los recursos minerales de la zona; en ese accionar también podrían haber estado implicados tanto Gran Bretaña como la Unión Soviética.
Curiosamente, los rumores de que el deceso del alto funcionario distaba de ser casual lo manifestaría el entonces presidente Truman cuando señaló que “Hammarskjöld estaba a punto de lograr algo cuando lo mataron”.
Lo que antecede contribuyó a que en 2011 el investigador sueco Göran Björkdahl comenzara a ocuparse del asunto porque su padre había sido un funcionario de la ONU quien al haber visitado el lugar del accidente sospechó que podía haber “gato encerrado”. Dos años más tarde, el director del documental y Björkdahl comenzaron a trabajar en equipo para poder concluir si hubo o no conspiración en la muerte del secretario general.
Con tal propósito estos dos detectives han viajado por toda Europa y África manteniendo numerosas entrevistas y revisando minuciosamente los archivos a los que pudieron tener acceso. Como si estuviesen abriendo la Caja de Pandora -ese mítico recipiente donde van surgiendo todos los males del mundo-, obtienen ciertas claves; así llegan a imponerse que en la fatídica noche de 1961, el mercenario belga Jan van Risseghem piloteaba un avión que destruyó la nave en que viajaba Hammarskjöld.
Una información clave surge cuando estos sabuesos llegan a saber que la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que fue el organismo oficial creado por el gobierno sudafricano con el propósito de lograr la justicia reparadora después del fin del Apartheid, hace mención de SAIMR (South African Institue for Marine Research). Este instituto integrado por 5000 empleados fue fundado y liderado por Keith Maxwell, un individuo que se hacía pasar por doctor administrando numerosas clínicas para empobrecidos negros de Sudáfrica.
Al no poder entrevistar al fallecido Maxwell y frente a una sucesión de pistas donde las declaraciones de ciertos entrevistados contradecían abiertamente a la de otros, estos dos rastreadores de la verdad logran contactar a Alexander Jones quien había sido un importante miembro del SAIMR. Sus declaraciones -que tienen visos de absoluta verosimilitud- causan escalofríos al ir revelando las criminales acciones del instituto donde Maxwell entrenaba a esbirros a fin de efectuar una limpieza étnica de la mayoría negra de Sudáfrica. Como si se estuviese leyendo alguna de las novelas de ficción de John Le Carré, lo que Jones manifiesta demuestra hasta qué punto puede llegar el odio de militantes supremacistas blancos. Lo que sigue es estremecedor en la medida que al continuar su exposición Jones efectúa revelaciones sobre cómo se produjo la expansión del virus del SIDA en África.
Brügger ha logrado un documental absorbente, inquietante y provocativo que aunque no llega a determinar fehacientemente quiénes estuvieron implicados detrás del asesinato de Hammarskjöld, sin habérselo propuesto, el giro de su minuciosa investigación le ha permitido obtener información de crímenes aún más siniestros que avergüenzan a la humanidad.
Al terminar la proyección, quien escribe este comentario no puede ocultar el profundo sentimiento de pena que le envuelve al comprobar cuánta sabiduría encierra la letra del tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo compuesto en 1934 al señalar “que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil también“. ¿Es necesario agregar que este film es de visión imprescindible?
NOS VIES FORMIDABLES. Francia, 2018. Un film de Fabienne Godet
El título de este sensible film puede resultar irónico porque su tema considera justamente lo opuesto al adentrarse en las dolorosas experiencias de un grupo de personas que tratan de aferrarse a la vida buscando escapar de la adicción que los ha atrapado.
Fabienne Godet en su cuarta incursión detrás de las cámaras, se valió de su experiencia de trabajo en el terreno de la salud mental para ofrecer un auténtico y honesto cuadro retratando a los personajes de este relato a través de un guión escrito con la colaboración de Julie Moulier quien es también su protagonista.
La acción transcurre en una residencia ubicada en una zona campestre de Francia que aloja temporalmente a drogadictos de diferente edad y condición social; sus integrantes bajo la dirección de un psicólogo conforman una comunidad terapéutica que trata de desintoxicarse de las drogas ingeridas a través de los años. El lugar de ningún modo se asemeja a una prisión y cualquiera de los alojados se encuentra libre de retirarse a mitad de camino si así lo desea.
Allí llega Margot (Moulier), proveniente de una familia provinciana de muy buena posición económica, quien a partir del momento en que dejó los suyos para estudiar en París, ha atravesado por diferentes estadios de drogadicción, incluyendo alcohol y fuertes dosis de cocaína. En un principio su rostro delata la angustia interna que experimenta y en las terapias de grupo ella se mantiene parca y reservada en un principio; con el correr de los días tiende a abrirse a medida que va extirpando sus demonios internos.
Si bien la cámara reposa más en Margot que en la casi veintena de pacientes con los que le toca convivir eso no obsta para que a través de un relato coral se pueda tener una idea precisa de la soledad, los sufrimientos, las fisuras afectivas y la frágil existencia que emergen de los participantes en sus dramáticas confesiones. Más allá de las sesiones terapéuticas, los encuentros que tienen lugar durante las comidas y en las conversaciones mantenidas en los paseos realizados en los jardines de la residencia se va evidenciando la importancia de la comunicación y de qué modo la gran solidaridad que se forja entre sus miembros va despertando en ellos la alegría de vivir al ir albergando la esperanza de una completa recuperación.
Godet logra un documento realista e intensamente humano, sin caer en el patetismo ni apelando a manipulación alguna para evitar de que se sienta lástima por los afectados. Lo remarcable de la realizadora es su aptitud de haberse involucrado por completo en el devenir de los toxicómanos debido en gran parte al sólido elenco que los caracteriza. Además de Moulier, en el reparto participan Cédric Maruani, Bruno Lochet, Jacques de Candé, Johan Libéreau, Jade Labeste, Camille Cayol, Johan Libéreau, Zoé Héran, Camille Rutherford y Sandor Funtek, entre otros, quienes van reflejando sus variadas emociones mediante las miradas, expresiones faciales y el movimiento de sus cuerpos; así, se han impregnado totalmente de la personalidad y psicología de estos seres humanos, al punto tal de que al final de la proyección el espectador duda si asistió a un emotivo relato de ficción o a un veraz documental. En resumen: un muy buen film.
CUBA MERCI GRACIAS. Canadá, 2018. Un film escrito y dirigido por Alex B. Martin
La sinopsis de Cuba Merci Gracias crea expectativas que distan de concretarse en la medida que este primer film de Alex B Martin se asemeja más a una película casera de limitado interés.
El endeble guión del realizador provisto de improvisados diálogos se centra en dos amigas, Manu (Marie-Emmannuelle Boileau) y Alexa (Alexa-Jeanne Dubé), quienes provenientes de Montreal llegan a La Habana para pasar sus vacaciones. De allí en más, ellas se comportan de manera similar al que haría cualquier turista acompañado de un amigo. Así se las contempla disfrutando del sol reinante, la playa, el mar, saliendo por las noches para transitar por las calles de la ciudad, efectuando paseos a lo largo del malecón donde escuchan las canciones de un casual trovador, celebrando el cumpleaños de una de ellas en una cena especial y manteniendo esporádicas charlas con algunos de los residentes.
A pesar de su breve duración, el director dedica considerable parte del metraje de 65 minutos filmando a estos dos personajes mientras se secan después de una ducha en el lugar donde se hospedan, depilándose partes íntimas del cuerpo, impregnándose de crema para protegerse del sol y charlando trivialmente en diferentes momentos del día.
Entretanto, el espectador aguarda pacientemente que surja algún comentario jugoso de las impresiones que como canadienses les causa el quehacer diario de los cubanos así como la interrelación que surge con la gente local. Eso se produce en dos brevísimas escenas; en una de ellas, una mujer les dice que la vestimenta de los hombres cubanos adquiere un toque cada vez más femenino; en la otra, un cubano les aclara que sus compatriotas son muy diferentes a los radicados en Miami quienes se desenvuelven en un medio donde predomina la violencia y la prostitución, cosa inexistente en la isla.
Más allá que Martin haya querido reflejar el sentimiento de amistad entre dos almas gemelas a través de un viaje turístico, no hay conflicto dramático ni nota relevante que pueda extraerse de este film de discutible estructura narrativa; además, el relato podría haber transcurrido en cualquier lugar del mundo porque en este caso es muy poco lo que puede extraerse de la cultura cubana a pesar de que la acción transcurre en La Habana. Por las razones expuestas, esta película cuyo título agradece a Cuba resulta intrascendente y poco atractiva.
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