Benny Moré, el bárbaro del son
Benny Moré, el bárbaro del son
Por aquel entonces lo llamaban en México el Príncipe del Mambo, aunque esa era una sola de sus múltiples facetas, recuerda Portuondo. La de sonero mayor empezó a trabajársela desde niño en el poblado cienfueguero de Santa Isabel de las Lajas, donde vivía con su madre y 17 hermanos, todos ellos descendientes de esclavos congos. Desde pequeño cantaba y se acompañaba con el tres, y su tono era tan afinado que llamó la atención del gran Miguel Matamoros, que le abrió un hueco en su trío y se lo llevó a trabajar con él en 1944, cuando ya su voz flaqueaba. Con don Miguel Moré grabó su primer disco, que incluía temas tan pegajosos como La penicilina, que hablaba de los remedios para el mal de amores.
Con los Matamoros, Bartolo —pues todavía era así conocido— hizo una larga gira por México, tan larga que al final se casó con la enfermera Juana Bocanegra Durán y por consejo del guitarrista del conjunto, Rafael Cueto, se cambió de nombre. “Aquí a los burros los llaman Bartolo, así que ya sabes”, le dijo. Moré no se lo pensó mucho y eligió Benny por el jazzista Benny Goodman, de quien era admirador, y bien escogido estuvo el alias pues enseguida se le abrieron más puertas. Durante su estancia en México trabajó con varias agrupaciones, hasta que un día le presentaron al matancero Pérez Prado, por su aspecto bautizadoCara de Foca, con quién desarrolló una corta pero intensa colaboración, cuajada de éxitos de caja.
El mambo triunfaba allí donde se presentaba, también en el cine, y al igual que Pérez Prado, Moré apareció en varias películas mexicanas de la época al lado de la rumbera cubana Ninón Sevilla, ataviado con sus pintorescas chaquetas con sobretalla y sus pantalones anchos, un look que pronto pondría de moda. 1949 y 1950 serían años de intensa actividad para ambos músicos, cuando grabaron juntos varios discos muy logrados y nutritivos en lo económico, con temas redondos como Anabacoa, Rabo y oreja, Ensalada de mambo, A romper el coco y María Cristina. Por aquellos tiempos la fama de Moré crecía sin parar y las orquestas se lo rifaban, como la del saxofonista santiaguero Mariano Mercerón, el Feo que Toca Sabroso, con quien regresaría a la isla al comenzar los cincuenta, cuando todavía el mambo no acababa de ser aceptado en la radio y la televisión cubana, si bien contaba con defensores tan ilustres como el escritor Alejo Carpentier. “Es la primera vez que un género de música bailable se vale de procedimientos armónicos que eran, hasta hace poco, el monopolio de compositores calificados de modernos, y que, por lo mismo, asustaban a un gran sector del público”, dijo el autor de El reino de este mundo.
Treinta años después de la muerte de Pérez Prado —en 1989 en México—, el debate sobre la paternidad del mambo todavía persiste (algunos insisten en que su verdadero creador fue Arsenio Rodríguez, otros aseguran que fue Orestes López, autor del danzón Mambo en 1939). El mismo Benny Moré, desde un disco grabado en 1949, intervino en la polémica cantando: “¿Quién inventó el mambo que a las mujeres las vuelve locas? / ¿Quién inventó esta cosa loca? / ¡Un chaparrito con cara de foca!”.
Poco después de regresar a Cuba con Mercerón, el Bárbaro del Ritmo se presentó en La Habana con la orquesta de Bebo Valdés y en 1953 fundó su famosa Banda Gigante, con la que arrasó en Cuba y en América acompañado de músicos de gran relieve, como el trompetista Alfredo Chocolate Armenteros, el batería Rolando Laserie, el cantante Fernando Álvarez y el trombonista Generoso Jiménez, con quien escribió numerosos arreglos para su legendaria big band. Moré no había estudiado música ni sabía leer una partitura, por lo que a lo largo de su carrera se apoyó siempre en sus músicos para transcribir al pentagrama sus geniales intuiciones.
Desde la primera presentación de la Banda Gigante, a la que Benny Moré llamaba “mi querida tribu”, el éxito fue absoluto. Su peculiar forma de dirigir y las fabulosas orquestaciones de su conjunto descomunal, integrado por decenas de artistas de primera línea que en el escenario se guiaban tan solo por las improvisaciones y el instinto de Moré, revolucionaron el panorama musical de la época. Benny sintetizaba todos los géneros, la trova tradicional, el son montuno, el guateque, la tradición folclórica, la serenata, la descarga, el club, el cabaret… Cada disco era un verdadero palo, y entre los más sonoros estuvo Pare… que llegó el Bárbaro (1958), con aquella canción dedicada a una camarera que le volvía loco: “Sírveme, un trago de ron / y toma tu cerveza, junto a mi corazón / tú eres la camarera de mi amor”.
En 1963, en la última entrevista que dio al diario Revolución un mes antes de morir prematuramente, a causa de una cirrosis hepática de tanto beber ron, el músico enseña al periodista un corral con carneros, pollos, puercos y otros animales a los que había bautizado con el nombre de artistas famosos… “Ven acá, Elvis Presley, ven acá a comer con papi”, le dice a una chiva… Muchas de estas historias y otras anécdotas aparecen en los libros, ensayos, colecciones de fotos y también en el documental Los últimos días de Benny Moré, que se presentará el 24 de agosto en Cuba coincidiendo con el día de su natalicio.
Pero nada como las letras de sus canciones en la interpretación de Omara Portuondo. Siempre tu voz es el título del disco e incluye un evocador repaso por la cintura y los hombros de las mujeres de México y La Habana (Bonito y sabroso), por “la feliz noche en que los dos supimos nuestro amor” (¡Oh vida!) y también por “la pasión que sintió mi corazón cuando te vio junto al mar” (Hoy como ayer). No podía faltar “Déjame pensar en el fracaso que tuviste en el ayer / Deja de soñar con el pasado que no puede ya volver” (Te quedarás), ni el son afrocubano Mata Siguaraya, que habla de un árbol sagrado que en Cuba alberga a divinidades como Changó, dios del trueno, de la belleza viril y de la música en la religión de la santería. En fin, que aunque hayan pasado 100 años, pare usted, que llegó el Bárbaro.
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