FIRST COW. Estados Unidos, 2019. Un film de Kelly Reichardt.
FIRST COW. Estados Unidos, 2019. Un film de Kelly Reichardt.
Por Jorge Gutman
Los dramáticos momentos que el mundo vive actualmente han motivado que tanto el gobierno federal como los gobiernos provinciales de Canadá hayan aconsejado mantener la cuarentena para evitar de este modo la propagación de esta epidemia ya convertida en pandemia.
Por lo que antecede, el comentario de las películas de esta semana está referido a algunas de las que han debido estrenarse en la fecha y que no ha sido posible debido al cierre de las salas de cine. Es así que cuando se reanuden las exhibiciones cinematográficas, en principio fijadas para el 3 de abril, estos filmes serán exhibidos en sala o podrán integrar la lista de las plataformas de streaming que actualmente están disponibles en el mercado.
FIRST COW. Estados Unidos, 2019. Un film de Kelly Reichardt.
La directora Kelly Reichardt ofrece con First Cow un curioso western donde a través de una anécdota sencilla se asiste a un relato afectivo enfocando el derrotero de dos aventureros que al igual que muchos otros tratan de sobrevivir aprovechando las oportunidades que el salvaje oeste americano puede ofrecerles en la medida que se va produciendo la expansión de su frontera.
Basado en la novela de Jonathan Raymond que también participó en el guión junto con Reichardt, la historia se ubica en una zona rural de Oregón a principios del siglo 19 donde americanos y extranjeros van llegando para dedicarse al intercambio de pieles de castor por valiosos lingotes de oro. A ese lugar procedente de Maryland arriba Cookie Figowitz (John Magaro), un taciturno errante dispuesto a ganarse la vida confiando que lo ayudará su habilidad de buen cocinero. Su suerte habrá de sonreírle cuando circunstancialmente se topa con King-Lu (Orion Lee), un simpático y elocuente inmigrante que se encuentra huyendo de asesinos rusos. Prontamente surge entre estos dos individuos una improbable asociación comercial al haber Cookie descubierto la presencia de una vaca solitaria; así, él se dedica a ordeñarla en las horas nocturnas mientras King-Lu oficia de guardián por si hay moros en la costa; con la leche obtenida Cookie pone a prueba sus conocimientos de repostería para elaborar unos apetitosos buñuelos.
En esa división del trabajo, el cocinero se vale de su socio mercantilista que como avezado vendedor consigue que esos pasteles tengan un sensacional éxito al ser saboreados por los traperos del lugar quienes efectúan largas filas para adquirirlos hasta terminar agotándose. Así sabiendo aprovechar las ventajas del naciente capitalismo ambos socios, ya convertidos en grandes amigos y estimulados por la ganancia generada, siguen trabajando por la noche donde Cookie continúa apropiándose de la leche del bovino y a la mañana siguiente después de su cocción, King-Lu prosigue vendiendo los codiciados buñuelos.
El negocio se mantiene próspero hasta el momento en que Chief Factor (Toby Jones), el rico mandamás local, comienza a sorprenderse de que su vaca lechera traída de California no le resulta productiva; claro está que no tardará mucho en descubrir la causa. Aunque parecería que el relato se presta al suspenso, la realizadora ha preferido suplantarlo por un clima de magia imbuido de punzante humor al penetrar en la psicología de sus personajes que fácilmente logran seducir al público. No es necesario adelantar el desenlace de esta singular aventura, aunque el espectador muy atento a lo que observó en las primeras imágenes del film sabrá cómo concluirá.
En suma, he aquí una pequeña historia bien contada e irreprochablemente actuada por Magaro y Lee cuyos personajes mantienen una singular complicidad. Si a ello se agrega la fotografía magníficamente captada por Christopher Blauvelt se obtiene como resultado un film que sin pretensión alguna trasciende por su sensibilidad y humana calidez
HOPE GAP. Gran Bretaña, 2019. Un film escrito y dirigido por William Nicholson.
Ciertamente no existen lecciones de felicidad conyugal y es así que en la mayoría de las veces los factores que asisten a la armonía de un matrimonio o a su insatisfacción siguen siendo un misterio que está asociado a la naturaleza humana de las partes que lo integran. Esta introducción viene al caso porque este film de William Nicholson expone la disolución de un vínculo conyugal después de 29 años de vida conjunta.
La historia gira en torno de Grace (Annette Bening) y Edward (Bill Nighy), ambos de edad madura, cuyo hogar se encuentra en la zona costera del este de Sussex, en Gran Bretaña; ella, ya retirada, es una mujer intelectual implicada en un libro de versos; él es un erudito profesor de escuela. Desde las primeras imágenes el guión permite compenetrarse en sus personajes, donde la personalidad de Grace, abierta y espontánea, contrasta con la de su marido quien ofrece la impresión de un individuo cansado en seguir las conversaciones que su esposa trata de generar con indisimulado entusiasmo.
Cuando Edward invita a su adulto hijo Jamie (Josh O’Connor), que vive en Londres, a pasar el fin de semana en su hogar, al llegar le comunica -antes que lo sepa Grace- que decidió dejar a su madre. Cuando ella recibe de su esposo la dramática noticia diciéndole que conoció a una joven mujer que lo colma de satisfacción, la conmocionada Grace no se resigna a aceptar la situación y se dispone a luchar desesperadamente para revertir un proceso que al parecer es irreversible.
Nicholson cuyo guión está basado en la obra teatral que escribió transmitiendo su propia experiencia vivida al separarse sus padres, utiliza al personaje de Jamie como su alter ego. En la ficción se comprobará cómo involuntariamente el joven es utilizado por Grace para que actúe de intermediario ante su padre a fin de convencerlo para que retorne al hogar.
Dicho lo que antecede se asiste a un íntimo drama familiar que no agrega algo diferente a los temas de desintegración matrimonial ya considerados por el cine en varias ocasiones donde últimamente lo trató el director Noah Baumbach en su excelente drama Marriage Story. En este caso, Hope Gap no alcanza el mismo nivel y eso se debe en parte a que no se llega a saber qué es lo que sustentó la vida en común de esta pareja durante casi tres décadas y cómo es posible que Grace no se haya percatado que algo no funcionaba bien en esa relación, ignorando que la conducta apática de su esposo se debió al desafecto que sentía por ella.
Más allá de las observaciones señaladas, la gravitación de este film solventemente realizado reside en las sólidas actuaciones de Bening y Nighy. La veterana actriz se desenvuelve estupendamente las conflictivas emociones que experimenta una persona que sin haber enviudado sufre los sinsabores del abandono y de sentirse sola en el mundo. Por su parte Nighy cumple a la perfección el comportamiento de un hombre retraído, silencioso y poco comunicativo aunque consciente del impacto que su decisión causa en su cónyuge. Finalmente O’Connor es todo un hallazgo al transmitir la difícil situación de un hijo que comprendiendo a sus progenitores realiza el tremendo esfuerzo de permanecer imparcial; ese es precisamente el mérito del realizador al no tomar partido alguno por ninguna de las dos partes permitiendo de este modo que el público juzgue por sí mismo el comportamiento de sus personajes.
THE WHISTLERS. Rumania-Francia-Alemania, 2019. Un film escrito y dirigido por Corneliu Porumboiu
Dentro del panorama del cine rumano actual Corneliu Porumboiu es, uno de los más importantes realizadores. Habiendo deleitado al público con filmes tan eficaces como 12:08 east of Bucarest (2006), su ópera prima que ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, Police, Adjective (2009), y The Treasure (2015), entre otros títulos, aquí ratifica su talento con The Whistlers que en 2019 compitió en Cannes. El nombre original de esta liviana comedia es La Gomera porque la mayor parte de su acción transcurre en dicha isla que es una de las siete que integran las Islas Canarias.
Como un exponente del cine negro, en esta película se asiste a una peculiar historia donde se entremezclan policías, ladrones, matones y traidores dentro de un marco en el que sonoros silbidos actúan como telón de fondo.
El personaje principal es Cristi (Vlad Ivanov), un inspector de policía rumano de dudosa moralidad que además de sus funciones específicas trabajando con su colega Alin (George Pisterneanu) y reportando a su jefa Magda (Rodica Lazar), al mismo tiempo actúa como informante de mafiosos españoles ocupados de traficar drogas. Así, este “servidor de dos patrones” (sin parentesco alguno con el protagonista de la obra de Carlo Goldoni) se ve obligado a viajar a La Gomera a fin de lograr la recuperación de un botín de 30 millones de euros, para lo cual deberá sacar de la cárcel a un turbio hombre de negocios. A todo ello Cristi deberá aprender el lenguaje del silbo -una lengua ancestral basada en silbidos-, a fin de poder comunicarse con los gangsters sin necesidad de hablar y evitar de este modo que los policías que lo vigilan y persiguen puedan escuchar lo que se dice.
El guión del realizador no sigue un orden cronológico sino que está estructurado a manera de un complicado rompecabezas que se torna más problemático cuando Cristi llega a conocer y se enamora de Gilda (Catrinel Marlon), una fascinante “mujer fatal”; de todos modos, el espectador enfrenta el desafío de poder armar este puzzle prestando atención a los varios flashbacks que se van sucediendo. Agregar algo más a lo dicho sería privar al espectador del placer de descubrir cómo culminará esta historia.
Con una sutil comicidad decididamente absurda, Porumboiu acierta con su eficaz puesta escénica logrando entretener sanamente con este buen y vivificante divertimento policial.
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