Cambian las pestes; los comportamientos, no
Cambian las pestes; los comportamientos, no
Gestión semejante de la peste a la gripe española
ROMA, 28 MAR – El comportamiento del hombre frente a las epidemias -preste, cólera, viruela o gripe- no cambió demasiado a lo largo de los siglos, pese al progreso de los conocimientos tecnológicos y médicos.
Y no solo por la aplicación de cuarentenas y bloqueos a las ciudades enfermas, sino también por la gestión de los hospitales y la presencia, en el alba de la era de las vacunas, de los antivacunas y la difusión de “fake news”.
Alessandro Alessandro Porro, docente de Historia de la Medicina en la Universidad Estatal de Milán, subraya que “aquello a lo que estamos asistiendo hoy con el Covid-19 se vio ya en parte con la gripe española de 1918-1919”.
“Entonces no había ni medicamentos ni vacuna contra el virus, y primero se dedicaron los grandes hospitales al cuidado de los enfermos. Luego, cuando estuvieron llenos, se hizo lo mismo con los más pequeños y finalmente se requisaron estructuras en todo el territorio para albergar un número de enfermos cada vez mayor”.
“La única diferencia es que, debido a la Primera Guerra Mundial en curso, entre nosotros no se pudieron aplicar las medidas de aislamiento y distanciamiento social que se establecieron ahora”.
La epidemia se agotó “naturalmente, sola, después de haber enfermado a millones de personas”, explicó. Cuarentena y cordones sanitarios tampoco son una novedad, ya que se adoptaban en forma recurrente durante las pestilencias, controlando personas y mercaderías que entraban en las ciudades y prohibiendo a quien venía de áreas enfermas.
La peste fue una “presencia constante en el tiempo que se encendía de nuevo cada unos diez años. Basta pensar en la famosa epidemia de peste negra de 1348, a la que siguieron otras en 1363, 1381, 1394, 1400, luego durante todo el siglo siguiente, y también en 1522, 1529, 1557, 1565, 1575, hasta la peste de 1630”, explico Porro.
El relevamiento de los muertos y la comunicación a las autoridades, como hace en estos días la Protección Civil italiana, tampoco son nuevos.
“En Milán en el 1400 -agrego- se relevaba cada día el número de muertos y se comunicaba a las autoridades, que así conocían la situación en tiempo real”. Además, hacia el fin del siglo se construyó el lazareto.
Otra cosa que no cambió es la desconfianza de muchas personas hacia los médicos y la novedad de las terapias. Lo demostró lo ocurrido a fines del 1700 con la llegada de la primera vacuna contra la viruela.
“También en ese caso hubo un frente antivacunas y la difusión de fake-news, en las que por ejemplo se decía que quien se dejara vacunar se volvería como una vaca y le crecerían los cuernos”, contó Porro.
Y tal como se hace hoy con quienes prestan su rostro para defender las vacunas, también entonces un médico italiano, Luigi Sacco, pensó que el modo de convencer a los dubitativos era involucrar a los “influencers”, que en la época eran periodistas, poetas y personas del mundo de la moda.
Y Giuseppe Parini, treinta años antes de la vacunación, compuso la oda “El injerto de la viruela” para demoler los prejuicios que circulaban sobre las prácticas de protección ante la enfermedad.
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