JOURNAL DE BOLIVIE. Canadá-Bolivia, 2019. Un film de Jules Falardeau y Jean-Philippe Nadeau Marcoux. 90 minutos
JOURNAL DE BOLIVIE. Canadá-Bolivia, 2019. Un film de Jules Falardeau y Jean-Philippe Nadeau Marcoux. 90 minutos
Resulta interesante apreciar cómo el cine canadiense y sobre todo el de Quebec se interesan por lo que acontece en América Latina; así, una vez más eso queda demostrado en el atractivo documental Journal de Bolivie, primer largometraje de Jules Falardeau y Jean Philippe Nadeau Marcoux que tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana de 2019.
Falardeau, que ya había tenido oportunidad de visitar Bolivia como profesor de cine en 2014, a raíz de haber forjado buenas relaciones con la gente que le cupo alternar, quedó impresionado por la impactante gravitación que ejerce la figura del Che (Ernesto Guevara) y es así que cuando el país se disponía a conmemorar el quincuagésimo aniversario de su asesinato propuso a Nadeau Marcoux realizar un documental sobre el acontecimiento.
El film está estructurado en dos partes que se van desarrollando simultáneamente. Así a través del diario registrado por el Che, Falardeau va leyendo en off extractos de su contenido desde su llegada clandestina en 1966 a Bolivia para crear un movimiento de guerrilla hasta el momento en que es capturado. Lo esencial del documental reside en 2017 cuando varias generaciones de bolivianos guevaristas que integran el movimiento Juventud Libre se reúnen para rendirle homenaje; el mismo consiste en volver a efectuar con los realizadores, esta vez en un ómnibus de turismo, la ruta emprendida por el emblemático guerrillero a través de las montañas bolivianas, según lo que se desprende de su diario, desde que ingresa a Bolivia en 1966 hasta llegar al pueblo de La Higuera donde es ajusticiado el 9 de octubre de 1967.
Antes que retratar al Che el documental prefiere reflejar su memoria a través de las opiniones expresadas por quienes le rinden tributo, como por ejemplo la de Jorge Antonio Muñoz, un joven ferretero que se volvió guevarista por las impresiones transmitidas por su padre. Otro comentarista es el autor Sandro Ibarra Camacho quien destaca la importancia del no tener miedo y afrontar la adversidad a fin de concretar los ideales perseguidos por Guevara. Entre los integrantes de Juventud Libre se encuentra Serafina Picha quien manifiesta que el propósito de haber realizado en 2005 ese largo camino de 800 kilómetros a través del Chaco Boliviano experimentando las altas temperaturas, la falta de agua y alimentación así como la de otros serios obstáculos, era el de sentir en carne propia el inmenso sacrificio realizado por el Che y sus hombres en pos de sus ideales. Asimismo, otros militantes como Mario Bustamante, Serafín Gallardo, Víctor Manuel Miranda, Pastor Pérez Rojas, Nelly Toro Martínez, Said Cortez, Éberth Dayler González y varios más expresan ese mismo sentimiento al propio tiempo que reafirman la necesidad de luchar contra la pobreza, la injusticia social y la corrupción que se está viviendo.
El propósito de mantener vigente a un Che que siga hablando se manifiesta en los murales donde jóvenes muralistas le rinden tributo pintando su rostro al mismo tiempo que agregando alusivas leyendas.
Resulta de interés apreciar cómo los integrantes de Juventud Libre que durante 4 días viajaron con los realizadores desde Sucre hasta La Higuera, les agradecen por haber captado la realidad actual boliviana y el sentir de su pueblo hacia la figura mítica del ex líder. Precisamente en el trayecto de retorno, Falardeau y Nadeau Marcoux se asocian al grupo al compás de una canción cuya letra expresa: “Que viva mi patria Bolivia / una gran nación / por ella doy mi vida / y también mi corazón / esta canción que yo canto / la llevo con amor / a mi patria Bolivia / que la quiero con pasión”.
El documental constituye una buena lección de historia para quienes no estén compenetrados del no muy lejano pasado boliviano al ilustrar la visión del guerrillero en su contraste con la percepción de la actual generación. Con un estilo que en parte se asemeja al cinéma verité, este documento fluidamente dirigido y editado se beneficia de la remarcable fotografía de Nadeau Marcoux transmitiendo vívidamente las expresiones, emociones y el espíritu de solidaridad y camaradería del grupo que participó en la ruta del Che.
Finalmente cabe destacar el importante material de archivo proveniente de Juventud Libre y de videos de la ONU, exitosamente intercalado en el relato del film.
AU NOM DE LA TERRE / IN THE NAME OF THE LAND. Francia, 2019. Un film de Edward Bergeon. 103 minutos
A manera de saga familiar el realizador Edward Bergeon aborda una palpitante a la vez que triste historia donde honestas personas que se dedican con toda su energía a trabajar dignamente pueden ver sus vidas destruidas. En tal sentido cabe destacar la remarcable madurez del director en su primer film de ficción al haber logrado un conmovedor drama en el que vuelca su experiencia de haber crecido en un ambiente rural donde su padre ha sido agricultor.
El relato basado en el guión del novel cineasta escrito con Bruno Ulmer y Emmanuel Courco, enfoca a Pierre Jarjeau (Guillaume Canet) quien desde Wyoming retorna a Francia para casarse con su amada Claire (Veerle Baetens) y tomar a su cargo el manejo de la explotación de la granja de su familia. Para ello y valiéndose de un préstamo bancario compra el predio agrícola a su padre (Jacques Rufus), quien no está convencido de que Pierre pueda manejar la empresa exitosamente
En una primera etapa la suerte parece sonreír al joven campesino. Así, su inmejorable relación matrimonial con una compañera que le brinda su profundo amor y amistad más la llegada de dos hijos contribuyen a que Pierre se considere un hombre realizado. En el aspecto profesional no tiene motivos para alarmarse; así, la explotación del predio marcha sobre rieles con la participación de su esposa en la parte contable, la ayuda de su hijo Thomas (Anthony Bajon) en sus ratos libres y la asistencia de un fiel empleado (Samir Guesmi), permitiendo a la familia vivir decentemente.
Sin embargo Pierre verá su idílica existencia trastocada a través de los años; eso es debido por haber aumentado su nivel endeudamiento para ampliar el negocio unido al hecho de que el tradicional método de explotación de la tierra y la crianza de pollos han estado sujetos a cambios tecnológicos al que no ha podido o sabido adaptarse.
El apreciable guión ilustra el via crucis de este hombre frente a la incapacidad de saldar sus deudas y comprobar cómo su duro trabajo de sol a sol ya no resulta productivo arrojando considerables pérdidas. A la marcada depresión que lo acosa se une la desgracia de un incendio donde todo queda reducido a escombros.
La sobria y pulida puesta escénica de Bergeon permite que la trama adquiera un delicado equilibrio entre la vida familiar y el exigente trabajo que demanda la labor del granjero. En tal sentido, el deterioro moral de Pierre al ver cómo la pasión volcada a su trabajo ha ido socavando la unidad familiar cunde hondamente en el ánimo del espectador.
La interpretación es otro de los elementos enriquecedores del film. Canet en el mejor papel de su carrera de actor transmite plenamente el descenso a los infiernos del personaje protagónico en medio de un mundo rural olvidado. Baetens cautiva demostrando la fortaleza y empeño de una mujer dispuesta a apoyar a su marido en los momentos más difíciles y al propio tiempo adoptar la fortaleza necesaria para sostener a la familia; igualmente destacable es la prestación de Bajon como el hijo que aunque trata de complacer a su padre no desea continuar la tradición familiar.
En los factores técnicos de producción la fotografía de Eric Dumont capta los bellos paisajes en que transcurre la acción en tanto que la banda sonora de Thomas Dappelo es funcional al desarrollo del relato.
A pesar de su estremecedor desenlace dejando un penoso sinsabor, Bergeon ofrece un remarcable drama humano que destilando absoluta autenticidad permite que el público se involucre plenamente en el mismo.
UN DIVAN À TUNIS / ARAB BLUES. Francia-Túnez, 2019. Un film escrito y dirigido por Manèle Labidi. 88 minutos
Indagando sobre algunas de las modalidades adoptadas por Túnez con motivo de los cambios que se produjeron durante el período de la “Primavera Árabe”, la directora franco-tunecina Manèle Labidi ofrece una liviana comedia costumbrista que transcurre en la capital de Túnez.
A través del guión de la realizadora se siguen las peripecias de Selma (Golshifteh Farahani) una inteligente psicoanalista que en 2012 retorna de Francia donde estaba residiendo desde los 10 años de edad para afincarse en su ciudad natal y practicar su profesión.
A pesar de dejar entrever algunos aspectos de una sociedad machista y la influencia ejercida por radicales religiosos islámicos, el relato nunca adquiere un cariz dramático; por el contario, Labidi ha preferido adoptar un tono liviano ilustrando las peripecias que atraviesa esta mujer en un medio cultural diferente al que transcurrió gran parte de su vida.
Residiendo con sus tíos, su adolescente prima Olfa (Aïcha Ben Miled) le pregunta porqué regresó de París cuando por el contrario ella lo que más anhela es vivir en la bella capital de Francia; la razón es que Selma desea brindar apoyo psicológico a su gente como consecuencia de los drásticos cambios políticos que afectan al país.
De manera risueña el relato expone las vicisitudes de Selma estableciendo una especie de protocolo sobre la manera en que se realizarán las consultas, la reserva previa de las mismas y el estricto horario que se debe respetar; dentro de la variedad de casos que atiende, sus pacientes se sorprenden cuando la terapia requiere que deban acostarse en el diván del consultorio, situación que se presta a graciosos equívocos.
El nudo conflictivo del relato se produce cuando Naïm (Majd Mastoura), el policía local, a pesar de sentirse atraído por Selma, le comunica que no puede continuar su práctica sin poseer el permiso pertinente. Este inconveniente sirve como excusa para ilustrar todas las complicaciones burocráticas que la psicoanalista debe atravesar a fin de obtener la licencia profesional.
Un Divan à Tunis se apoya en las interacciones que Selma mantiene con sus pintorescos pacientes así como por la buena ilustración que efectúa Labidi de las tradiciones religiosas del país que en su implementación se traducen en comportamientos disímiles. De todos modos lo que más trasciende es la muy buena caracterización que Farahani logra de su personaje en el marco de esta comedia satírica que a pesar de ciertos estereotipos consigue entretener gratamente a la audiencia.
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