LA VOZ HUMANA. España, 2020. Un film escrito y dirigido por Pedro Almodóvar. 30 minutos
LA VOZ HUMANA. España, 2020. Un film escrito y dirigido por Pedro Almodóvar. 30 minutos
Después de su triunfo con Dolor y Gloria (2019), Almodóvar retorna con otro gran logro en la adaptación muy personal que realizó de la pieza La Voz Humana concebida en 1930 por el inolvidable poeta Jean Cocteau.
No obstante tratarse de un cortometraje que es el primero que realiza en inglés, Almodóvar ofrece en su media hora de duración una pequeña gran joya. Como bien es sabido, la mayor parte de su filmografía está consagrada a la mujer y en este caso nuevamente utiliza el contenido del texto para bucear en el alma femenina, permitiendo que el espectador quede deslumbrado.
Ambientando la acción en la ciudad de Madrid a la hora actual, el realizador introduce un prólogo decididamente innovador donde se observa a la mujer (Tilda Swinton) entrar a una ferretería para comprar un hacha y un bidón de gasolina, siendo atendida por su vendedor (Agustín Almodóvar). Posteriormente ella es captada en su bien amoblado departamento donde se la nota impaciente, nerviosa y expresando el sentimiento de soledad e incertidumbre porque su amante con quien ha compartido su vida durante cuatro años ha decidido dejarla; en tanto, ella observa las maletas con su ropa que él debe pasar a recoger, habiendo transcurrido tres días sin que él se hiciera presente, ocasión en que tendría lugar la despedida. Acompañada por su perro -sin duda magníficamente amaestrado-, la expresión del animal parece captar lo que a ella le está aconteciendo.
Cuando finalmente su celular suena, allí comienza su dramático diálogo que en realidad se trata de un monólogo porque solamente se percibe la voz de ella dado que no se escucha lo que su invisible interlocutor le responde del otro lado de la línea. Es allí que ella abre desesperadamente su corazón tratando de recuperar vanamente el amor de su amante.
El trabajo de Tilda Swinton es nada menos que hipnótico y puede muy bien ser comparado con las grandes interpretaciones brindadas por la inolvidable Anna Magnani en uno de los episodios del film de Roberto Rosellini L’Amore (1948) y la de Ingrid Bergman realizada para la televisión por Ted Kotcheff (1966). Con sus miradas, gestos y movimientos Swinton maravillosamente traduce las diferentes sensaciones que experimenta su personaje incluyendo su melancolía, aislamiento, silencios, calma, desolación, impotencia, ira, locura, hasta desembocar en un estado de catarsis.
Almodóvar disimula el origen teatral de la obra para convertirla en una ingeniosa creación cinematográfica. Con su magnífica puesta escénica permite que el desarrollo del relato cobre dinamismo a través de los continuados desplazamientos que la mujer realiza en su departamento. Para ello ha contado con la invalorable contribución del fotógrafo José Luis Alcaine quien mediante vívidos colores sigue los pasos de la protagonista al propio tiempo que soslayadamente su cámara deja entrever algunos DVDs de Quentin Tarantino y Douglas Sirk, así como cuadros adosados a la pared con las réplicas de las pinturas de Artemisia Gentileschi (Venus y Cupido), José de Madrazo y Agudo (Alegoría del Invierno) y Alberto Vargas (Memoirs of Olive).
Nuevamente, el inteligente manchego ha contado con la remarcable participación del laureado compositor Alberto Iglesias quien concibió una banda sonora que sirve de valioso apoyo a los vaivenes anímicos y reacciones de la mujer.
Como palabras finales de este comentario cabe agregar “Estimado Pedro, gracias por habernos proporcionado esta obra de arte“.
THE MAURITANIAN. Gran Bretaña-Estados Unidos, 2020. Un film de Kevin MacDonald. 129 minutos.
Un triste episodio basado en un acontecimiento veraz acontecido en la prisión de Guantánamo es el que el realizador Kevin Mac Donald reproduce en The Mauritanian basado en el drama vivido por Mohamedou Ould Slahi que lo narra en su libro “Guantanamo Diary”. A decir verdad, lamentablemente hoy día no causa mayor sorpresa, la situación que a través de los años innumerables prisioneros políticos hayan sido alojados en ese recinto sin haber existido evidencias concretas de lo que se les acusaba; con todo, el ver reflejado en la pantalla el caso de Slahi resulta sumamente patético.
Si bien en sus primeros minutos la narración ofrece cierta confusión, a medida que transcurre el relato va adquiriendo la solidez necesaria para comprender cómo los hechos se han ido concadenando. La acción comienza en Mauritania, país ubicado al este de África, dos meses después del trágico 11 de septiembre de 2001, cuando funcionarios de la policía local llegan al hogar de Slahi (Tahar Rahim) indicándole que debe acompañarlos a fin de ser interrogado por las autoridades de Estados Unidos; lo que parecería implicar una breve ausencia, tal como se lo expresa a su madre, resulta el comienzo de su calvario en el centro de detención de Guantánamo a partir de septiembre de 2002, previa prisión de ocho meses en Jordania. El arresto es debido porque el FBI supone que él ha estado implicado en el acto terrorista neoyorkino. Los elementos en que se fundan es haber mantenido contacto telefónico con su primo perteneciente a al-Qaeda, y que además durante sus estudios realizados en Alemania, años antes al del ataque neoyorkino, mantuvo contacto con un yihadista de Yemen.
Valiéndose del guión de M.B. Traen, Rory Haines y Sohrab Noshirvani, el realizador enfoca su relato ilustrando las denigrantes técnicas de interrogación aplicadas por el personal militar de la infame prisión. A su vez, destaca los esfuerzos realizados por la abogada Nancy Hollander (Jodie Foster) quien, trabajando junto con su joven asociada Teri Duncan (Shailene Woodley) en un gabinete jurídico de New Mexico, está sumamente interesada en asumir la defensa de Slahi para lograr que le sea concedido el habeas corpus; este es un método empleado para proteger a una persona acusada que ha sido privada de su libertad sin haber sido juzgada y sin evidencia legal incriminatoria.
Es dramático comprobar cómo Slahi es tratado por sus guardianes a fin de obtener su confesión, utilizando métodos aberrantes de tortura en el que es encadenado, sometido a temperaturas extremas, recibiendo brutales golpes y hasta ser sometido con los ojos vendados a un falso acto de ejecución. Así, en los continuados viajes que Hollander efectúa a Guantánamo con el propósito de actuar en su defensa, el desgraciado sujeto no puede menos que expresar su pesimismo, frustración y una manifiesta desconfianza hacia ella. En tanto que la abogada trata de reunir y examinar los legajos del acusado, por su parte Stuart Couch (Benedict Cumberbatch) actuando como el procurador militar del gobierno desea que el proceso adquiera el máximo de transparencia posible donde en todo momento las reglas de la ley sean aplicadas; sin embargo cuando Couch comprueba que eso no es posible, renuncia a su cargo.
Cuando finalmente en 2010 el juicio tiene lugar con Slahi en la base naval americana y el juez Robertson (Andre Jacobs) en New Mexico, después de haber oído los alegatos el magistrado otorga el habeas corpus manifestando que las asociaciones que mantuvo el incriminado no ameritan legalmente su detención. Tal como aparece en los créditos finales, el Departamento de Justicia apeló la decisión y es así que Slahi recién obtuvo su libertad en octubre de 2016, después de 14 años y 2 meses de confinamiento; sin haber sido inculpado de delito alguno, ni el Departamento de Defensa, como tampoco ninguna agencia gubernamental de Estados Unidos reconoció responsabilidad alguna por los abusos sufridos en Guantánamo.
A través de una sobria y clásica narración MacDonald permite que este drama sensibilice al espectador gracias en parte al impecable elenco que ha logrado reunir. Rahim efectúa una magnífica composición del sufriente prisionero que en la soledad trasunta increíble humanidad, encuentra solaz en su fe religiosa e incluso la inspiración para escribir en su encierro sus experiencias que serían volcadas en su exitoso libro. No menos ponderable es la labor de Foster quien descuella como la jurista de notable integridad moral que está determinada a toda costa a que su defendido logre ser juzgado. En papeles de apoyo se destaca Cumberbatch componiendo al abnegado fiscal que abandona el caso por cargo de conciencia cuando descubre que las confesiones del acusado han sido obtenidas bajo coerción.
Al terminar su proyección no cabe menos que reflexionar sobre las anomalías que suele presentar el sistema judicial de Estados Unidos y, sobre todo, que la cárcel de Guantánamo siga aún existiendo.
SLALOM. Francia, 2020. Un film de Charlène Favier. 92 minutos
El título del film referente al deporte invernal de esquí alpino es el tema que la realizadora Charlène Favier aborda para reflejar la relación existente entre una joven atleta y su instructor.
Noée Abita quien impresionó gratamente en Ava (2017) reafirma sus condiciones artísticas brindando una remarcable caracterización de Lyz, una estudiante de enseñanza media en los Alpes de Francia que manifiesta una gran pasión hacia el esquí. Es así que logra ser aceptada en un selectivo club cuyo propósito es el de entrenar a través de la práctica del slalom a futuros atletas. Es allí donde es adiestrada por Fred (Jérémie Renier), un ex campeón al que una severa herida lo obligó a salir del ruedo.
Más allá de las múltiples escenas deportivas, el guión de la realizadora y Marie Talon se interna en la psicología de sus dos protagonistas. Lyz es expuesta como una joven que en su etapa adolescente atraviesa por una gama de sentimientos y contradicciones; en tal contexto es fácil empatizar con su ambivalente conducta de querer superarse en la práctica de un deporte que exige enorme precisión, habilidad y velocidad, así como el tener que afrontar el extremado esfuerzo tanto físico como emocional. Por su parte, Fred autoritariamente explota la vulnerabilidad de su alumna para lograr que eventualmente pueda desempeñar un digno rol en las competencias olímpicas; precisamente, debido a su extremado nivel de exigencia que requiere de su discípula, se va creando entre ambos una relación tóxica teñida de considerable tensión.
Otro aspecto importante del relato está involucrado con el abuso generado en el campo deportivo entre instructores y alumnos. En este caso la infatuación que ejerce en Lyz la personalidad de su mentor quien la va dominando hasta límites extremos, conduce a un inevitable vínculo sexual.
En su primer largometraje de ficción Favier denota notable madurez a través de esta historia muy bien relatada así como sólidamente interpretada. Abita estupendamente transmite la variada gama de emociones que experimenta su personaje así como Renier igualmente se distingue como el opresivo instructor subyugando a su indefensa alumna. En los factores técnicos de producción la cámara del director de fotografía Yann Maritaud capta en toda su magnitud el esplendoroso paisaje montañoso de los Alpes como así también ofrece excelentes secuencias de esquí slalom. En esencia, no se necesita ser esquiador para disfrutar de este buen film.
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