THE KILLING OF TWO LOVERS. Estados Unidos, 2020. Un film escrito y dirigido por Robert Machoian. 84 minutos.
THE KILLING OF TWO LOVERS. Estados Unidos, 2020. Un film escrito y dirigido por Robert Machoian. 84 minutos.
Por Jorge Gutman
Con el antecedente de haber recibido una cálida acogida en el Festival de Sundance ahora el gran público tiene oportunidad de juzgar The Killing of Two Lovers del realizador Robert Machoian abordando la disolución de un matrimonio y su repercusión en una de las partes.
En la primera escena del relato que se desarrolla en una zona montañosa de Utah se observa a David (Clayne Crawford), de treinta y tantos años, que portando un revólver se introduce a través de la ventana en la habitación de una casa con la intención de matar a una pareja que se encuentra durmiendo; un oportuno ruido proveniente del inodoro lo hace desistir de su propósito. Posteriormente se sabrá que allí se encontraba su esposa Niki (Sepideh Moafi) junto a Derek (Chris Coy), su nueva relación sentimental.
Después de esta ambigua presentación, en donde la intención del realizador es transmitir el inestable estado psicológico de David, gradualmente se va revelando que él y Niki viven un período de separación a prueba; si bien el trato entre ambos es cordial, lo cierto es que su esposa no tiene la intención de reanudar el vínculo marital, en tanto que él alienta la esperanza de volver a convivir en el hogar integrado por su hija adolescente Jesse (Avery Pizzuto) y sus tres hijos más pequeños (Arri, Ezra y Jonah Graham). Esta situación no afecta mayormente a los niños quienes demuestran gran cariño a su padre en diferentes oportunidades; sin embargo no acontece lo mismo con Jesse quien no puede disimular su descontento por la desunión de sus padres y amargamente les reprocha por lo que está sucediendo.
El esmerado guión de Machoian no trata de explicar las causas que produjeron la grieta matrimonial y aunque no toma partido por ninguna de las dos partes, el foco de atención está centrado en David. A lo largo del metraje se asiste al trauma vivido por este personaje donde a pesar de mantener la compostura necesaria ante su mujer y sus hijos, internamente no puede ocultar el dolor, angustia, desesperación y en general el deterioro que experimenta en un momento crucial de su vida.
Sin caer en el sentimentalismo, el film permite apiadarse de David contemplando cómo sus celos lo inducen a reaccionar violentamente al enfrentarse con el amante de su esposa. La interpretación de Crawford es remarcable transmitiendo intensamente la vulnerabilidad, contradicciones y la variedad de emociones que bullen en el interior de su herido personaje; eso queda muy bien ilustrado por el realizador quien con la colaboración del magnífico fotógrafo Oscar Ignacio Jiménez recurre a un encuadre de una relación de aspecto 4:3 permitiendo que el espectador se involucre más intensamente con la suerte de su protagonista. Moafi también se destaca como la mujer que manteniendo la responsabilidad maternal, no cree sentirse culpable por la ruptura matrimonial al estar convencida que la misma no tiene posibilidad de enmienda.
Un elemento distinguible del film es la banda sonora de Peter Albrechtsen emitiendo un sonido agorero decididamente funcional en los momentos en que el relato adquiere máxima tensión.
Este sobrio y bien realizado drama conyugal demuestra el nivel de calidad del cine independiente de Estados Unidos a la vez que ratifica el talento de Machoian como cineasta y guionista.
ALL THIS VICTORY. Líbano-Francia, 2019. Un film de Ahmad Ghossein. 93 minutos.
Un grave episodio acontecido en Líbano durante la guerra de 2006 que afectó gravemente a su población cobrando más de 1000 víctimas es reproducido dramáticamente por Ahmad Ghossein en All This Victory. En este conflicto bélico que comenzó el 12 de julio de ese año y se prolongó durante 34 días el ejército israelí penetró al país con el propósito de luchar contra los grupos paramilitares de la organización islámica libanesa Hezbolá que comenzaron a disparar cohetes sobre las poblaciones fronterizas de Israel.
El film comienza presentando a Marwan (Karam Ghossein, hermano del director) quien viviendo en Beirut está próximo a dejar el país junto con su esposa Rana (Flavia Juska Bechara). Aprovechando el alto el fuego por espacio de 24 horas entre las partes beligerantes, decide dejar por poco tiempo a su mujer en la ciudad para buscar y traer consigo a su padre quien reside en un pueblo ubicado al sur del país, uno de los lugares más castigados por la guerra. Algunas horas después de conducir su coche a través de un panorama montañoso llega al lugar de destino donde contempla la aldea natal de su progenitor completamente devastada por el bombardeo israelí. La tarea se vuelve difícil para ubicar a su progenitor y a fin de obtener información sobre su paradero Marwan acepta la invitación de dos ancianos (Adel Chahine y Boutros Rouhana) amigos de su padre para alojarse momentáneamente en su casa que es una de las pocas que aún se mantiene en pie. Al poco tiempo un matrimonio vecino (Issam Bou Khaled y Sahar Minkara) llega al lugar en procura de refugio. Frente a la incertidumbre de no saber si su padre sigue con vida, el problema se le complica a Marwan cuando una mujer se adueña de su vehículo estacionado en el exterior del inmueble dejándolo varado y en consecuencia debiendo pernoctar donde se encuentra. La situación alcanza considerable tensión cuando al finalizar la tregua los bombardeos se reanudan afectando parte de las instalaciones de la casa; para peor, algunos soldados israelíes penetran en el piso superior de la misma ignorando que en su planta baja se encuentran Marwan y sus acompañantes; por lo tanto eso obliga al grupo a permanecer en riguroso silencio y sin movimiento alguno para no ser descubiertos y atacados.
El realizador valiéndose de su muy buen guión escrito junto con Abla Khoury y Syllas Tzoumerkas, ha logrado que la filmación realizada en su mayor parte en un único escenario no afecte el interés de su impecable narración Para ello ha contado con un reducido elenco de actores que brindan completa naturalidad a la tragedia que sus personajes están viviendo; en la dinámica que se establece entre los mismos, ellos expresan vivamente los sentimientos de desasosiego, aprisionamiento, ansiedad y permanente temor que les envuelve al tener conciencia que la muerte les acecha a cada instante. La buena fotografía de Shadi Chaaban contribuye a valorizar el drama logrando la adecuada flexibilidad de ubicar la cámara estáticamente en la filmación en el interior de la casa y de agilizarla en los espacios exteriores donde capta las ruinas del desértico villorio.
Queda como resultado un sólido film en el que el director libanés vuelca sus inquietudes acerca del amargo sabor que su país ha sufrido por los azotes del conflicto bélico, no solo en 2006 sino igualmente en 1982 y 1993. Es así que sus habitantes han aprendido a convivir en estas difíciles circunstancias, alentando la esperanza de que el país no siga siendo un fácil blanco de potencias externas.
THE HUMAN FACTOR. Gran Bretaña-Israel, 2019. Un film de Dror Moreh. 112 minutos.
Habiendo sido el autor de The Gatekeepers (2012), un remarcable documental sobre la agencia de servicios de seguridad israelí Shin Bet, el director Dror Moreh retorna con otro pujante documental referido a las complicadas y largas negociaciones que tuvieron lugar entre israelíes y palestinos para poder concretar un definitivo acuerdo de paz.
Este proceso comenzó en 1991 cuando al final de la guerra fría Estados Unidos se convierte en la potencia más poderosa del mundo; en consecuencia, el presidente George H.W. Bush a través de su secretario de estado James Baker, consideró que había llegado el momento de actuar como intermediario entre los israelíes y sus vecinos árabes con el propósito de que pudiera crearse un estado palestino a la vez que Israel fuera reconocido como el legítimo hogar del pueblo judío que a lo largo de su historia ha sufrido la amenaza de exterminación.
El guión del documentalista escrito con Oron Adar, está basado en la minuciosa y didáctica explicación de los diplomáticos negociadores americanos Dennis Ross. Martin Indyk, Daniel Kurtzer, Aaron Miller, Robert Malley y Gamal Helal como intérprete y enviado especial de Medio Oriente; los encuentros mantenidos con representantes de Israel y con los de la contraparte incluyendo al líder de la OLP Yasser Arafat, el rey Hussein de Jordania y el presidente de Siria Hafez al-Assad adquieren capital importancia en el marco del relato.
En esa recopilación se pasa revista a los esfuerzos realizados durante la década del 90, en un principio por Bush y Baker con el presidente de Israel Yitzhak Shamir y posteriormente por el electo presidente Clinton y el nuevo primer ministro israelí Yitzhak Rabin para alcanzar el deseado objetivo. Es así que los Acuerdos de Oslo de 1992, que oficialmente constituyeron una Declaración de Principios entre Israel y la OLP que avizoraba un gobierno autónomo provisional palestino, fueron finalmente firmados en los jardines de la Casa Blanca el 13 de septiembre de 1993 por representantes de la OLP, Estados Unidos, Israel y Rusia, contando además con la presencia de Clinton, Arafat y Rabin; es interesante destacar que en esa ocasión Rabin aceptó estrechar la mano de quien fuera su enemigo a condición de que en esa ceremonia Arafat no portara arma alguna, no utilizara vestimenta militar ni que tampoco intentara besarlo, como es costumbre en la cultura árabe; con todo, cabe apreciar que los resquemores y recelos entre el primer ministro israelí y Arafat fueron gradualmente desapareciendo originando una afectiva relación entre ambos.
Ese histórico acontecimiento que auguraba un porvenir luminoso para la solución del candente conflicto no fue bien recibido por algunos sectores políticos israelíes y por parte de la población que en demostraciones callejeras a viva voz manifestaban que Rabin era un traidor. Lamentablemente su asesinato del 4 de noviembre de 1995 en Tel Aviv significó un duro golpe para Estados Unidos; anecdóticamente, el diplomático Dennis Ross manifiesta ante la cámara cómo al imponerse de la triste noticia no pudo ocultar sus lágrimas frente a su esposa y sus tres pequeños hijos.
Con la muerte de Rabin, el proceso se estancó durante el mandato de Shimon Perez y posteriormente con el gobierno de derecha de Benjamin Netanyahu quien fue electo en 1996 y permaneció en el cargo hasta 1999; cuando Ehud Barak lo sucedió como primer ministro, los negociadores lograron persuadirlo a continuar con las tratativas de paz; todo hacía presumir que en la cumbre de Camp David de julio de 2000 con la presencia de Clinton, Barak y Arafat se llegaría a un exitoso resultado. Lamentablemente, la trascendental reunión concluyó con un rotundo fracaso en la medida que palestinos e israelíes no lograron un consenso sobre el futuro de Jerusalén.
En los primeros tramos del documental queda destacada la importancia del factor humano donde la misión de los intermediarios del proceso consiste en establecer la confianza y la necesaria empatía entre las partes en la que cada una de las mismas debe ubicarse en la situación real vivida por la otra a fin de ceder algo para poder cubrir la brecha que las separa. Lamentablemente eso no ha sido posible hasta el presente y por el momento no hay motivos para inferir que la dramática situación vigente pueda alterarse.
El empleo de fotografías de la Biblioteca Presidencial William J. Clinton, las imágenes de televisión registradas así como un importante material de archivo del cual se ha valido Moreh, constituyen un valioso apoyo para ilustrar los acontecimientos descriptos en el film; eso permite obtener una buena perspectiva sobre cómo las diferentes políticas, culturas, idiomas e intereses de los actores antagónicos de este proceso han echado a perder la gran oportunidad de lograr la paz.
Con el estupendo montaje de Oron Adar, el director logró un excepcional documental que resulta sumamente esclarecedor no solo por explicar lo acontecido en la mesa de las negociaciones sino también por ilustrar lo que fuera de la misma dejaron entrever sus participantes.
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