“No time to Die”, Bond más romántico post Mee-too
“No time to Die”, Bond más romántico post Mee-too
ROMA 30 SEPT – Un James Bond íntimo, romántico, sentimental y post Me-too jamás se vio como en “No time to die”, el último filme de la saga del famoso espía dirigido por Cary Fukunaga y protagonizado, quizás por última vez, por el británico Daniel Craig.
En la cinta número 25 del agente secreto con licencia para matar se podrá ver menos cócteles, menos glamour, menos ironía inglesa, pero sí más o menos los mismos músculos y caballos de fuerza a disposición.
En suma, un Bond, ya jubilado, “aprendió la lección”, se convirtió en adulto y decidió ser mejor porque la ética en el fondo es mejor que la estética.
Ahora, haciendo una verdadera gincana para evitar mucho spoiler, se puede decir que este filme, como es tradición, existe obviamente un supermalo a derrotar, Safin (Rami Malek), lidiando con el acostumbrado plan para exterminar a la humanidad.
Pero esta vez el arma letal, no es una bomba nuclear, sino un virus letal, el proyecto Heracles, creado en una perdida isla en el océano Pacífico, que actúa según el ADN (el guion, va dicho, es anterior al Covid siendo el filme producido hace dos años).
Gran comienzo con Madeleine (Léa Seydoux) de niña lidiando con un espectral hombre de máscara blanca (teatro No japonés) que llegó a su casa para asesinar al padre, miembro de la Spectre.
Luego gran salto temporal con Madeleine adulta por las calles de Italia, feliz y enamorada en el histórico Aston Martin de Bond, el Db5 de los años sesenta con súper accesorios, que pide a un 007 súper relajado, algo imposible incluso de concebir, que vaya más rápido.
Luego, obviamente, en el filme de Fukunaga todo se acelera -las escenas de acción espectaculares y rumorosas, son el verdadero elemento de continuidad de este singular 007- y se pasa así a Santiago de Cuba, donde la Spectre está teniendo una suerte de convención de la malavida.
En Cuba, Bond se encuentra con el viejo colega de la CIA, Felix Leiter (Jeffrey Wright) y con Paloma (Ana de Armas), agente pasante, apretada en un vestido negro de cóctel y muy disponible, pero nada de sexo con el reformado 007.
Y ahora nada de sexo, ni ninguna seducción cuando Craig se encuentra con Nomi (Lashana Lynch), emergente agente del MI6 al cual fue asignado el nombre en código de 007. ¿Podría ser ella la próxima James Bond? Altamente improbable, como se comprende enseguida.
La historia principal, entre Craig y la Seydoux, ya separados desde hace 5 años, pero siempre enamorados, tiene un inesperado cupido: Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz) que vive en una celda acolchada en Londres como un Hannibal Lecter más loco que nunca.
Madeleine, por psiquiatra, es una de las pocas personas que tienen acceso a Blofeld, y justamente allí encuentra de nuevo a Bond que, entre otras cosas, tiene por primera vez un intenso cara a cara con el malo que está detrás de las rejas.
En este vigésimo quinto capítulo de la saga, el más políticamente correcto, se revela una novedad que no es poca cosa: el ingreso, entre los guionistas, siempre querido por Craig en persona, de Phoebe Waller-Bridge, pluma muy femenina de serie de TV de culto como “Killing eve” y “Fleabag”.
Una curiosidad. El mismo Daniel Craig presentó en vista previa en las pantallas de todo el mundo anoche el vigésimo quinto capítulo de la saga James Bond (distribuida por Universal desde este jueves), agradeciendo al público por la paciencia y deteniéndose en la importancia de la sala, lugar de elección para quien ama el cine.
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