CRONICAS. Incongruencia dolorosa e injusta
CRONICAS. Incongruencia dolorosa e injusta
Por: Lucía P. de García
TORONTO.- Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la comida perdida o desperdiciada alcanza anualmente los 1.300 millones de toneladas, que equivalen al 40% de la producción mundial de alimentos. De esa cantidad, 39% se pierde o desperdicia en las mismas granjas; durante el transporte; al desechar productos por su fecha de vencimiento, lo cual sucede con frecuencia en hospitales, supermercados, restaurantes, hoteles. El restante 61% ocurre en los hogares, donde una fruta madura va a la basura o una porción del menú tiene igual destino por el hecho de ser del día anterior. Esas pérdidas nos afecta económicamente a todos, pagamos por productos que no llegamos a consumir.
Se ha determinado que si esa comida que se pierde o se desperdicia se extendiera sobre un territorio, éste alcanzaría el tamaño de Estados Unidos y podría alimentar a 3.000 millones de personas, 800 millones de las cuales van a dormir sin haber probado bocado durante el día.
Tanta abundancia refleja la generosidad de la Naturaleza. Perderla o desperdiciarla constituye una incongruencia dolorosa e injusta, peor aún porque incide directamente en el calentamiento global al implicar en la cadena de comercialización alimenticia el uso de combustibles fósiles, la emanación de gases de efecto invernadero, la deforestación de selvas, la contaminación de aguas y océanos.
En su permanente llamado a combatir el calentamiento global, la ONU exhorta a los gobiernos a bajar a la mitad la pérdida o desperdicio de alimentos hasta el año 2030. El Reino Unido ha acogido el llamado haciéndolo prioridad nacional y lo implementa con apoyo ciudadano, por ejemplo el Colectivo Feeding, que recoge el rechazo de exportaciones agropecuarias, envasadoras y supermercados, y los emplea para preparar comidas gratuitas que brinda a diario a 5.000 personas. Igualmente contribuyen varios restaurantes europeos que contratan a chefs especializados en preparar menús baratos con productos aún aprovechables. En Latinoamérica se entrega al comensal un recipiente con las sobras de los platos que no terminó. No faltan hoteles en cuyos comedores se encuentran ingeniosos letreros como este: “Sírvase lo que desee, lo que sobre le será cobrado”.
Si bien en Glasgow se están tratando temas cruciales para la sobrevivencia humana, la pérdida o desperdicio de alimentos también es importante, nos concierne a todos. Seamos parte de esta cruzada, y hagámoslo desde nuestros propios hogares para precisamente rebajar esa cifra del 61% que auspicia la incongruencia. Optemos por cosas simples como planificar la cantidad de los alimentos que adquirimos, congelarlos para prolongar su uso, crear platos sabrosos y nutritivos con lo que sobre, regalar. Lo primordial: no olvidemos de dar gracias a Dios por darnos el pan de cada día…
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