ALINE. Francia-Canadá, 2020. Un film de Valérie Lemercier. 123 minutos
ALINE. Francia-Canadá, 2020. Un film de Valérie Lemercier. 123 minutos
Por Jorge Gutman
Inspirada libremente en la vida de la super diva Céline Dion, la actriz, guionista y realizadora Valérie Lemercier considera su trayectoria desde su infancia hasta la época actual. Aunque es bien conocida la carrera artística de Dion, gran parte del interés de esta biografía reside en abordar detalles de su vida personal; aunque los personajes son auténticos, sus nombres han sido modificados.
En el guión de la realizadora escrito con Brigitte Buc se enfoca a la gran familia de la estrella donde ella es la menor de los 14 hijos que tuvieron sus padres Anglomard (Roc Lafortune) y Sylvette Dieu (Danielle Fichaud) en Charlemagne, Quebec. Ya a los 12 años de edad Aline (Lemercier) demuestra notables dotes para el canto; estimulada por su emprendedora madre no tardará mucho para que el productor Guy-Claude Kamar (Sylvain Marcel) habiendo escuchado un caset grabado por la adolescente quede gratamente sorprendido por su remarcable voz. Aunque siempre guiada y acompañada por Sylvette será Guy-Claude quien hará que su carrera emprenda vuelo hasta llegar a la cumbre.
Ya a los 17 años de edad Aline se enamora de su representante profesional inquietando a su posesiva madre que no ve con buenos ojos que su hija una su vida con un hombre 26 años mayor que ella y a la vez divorciado, con todo dejando de lado las objeciones de Sylvette, el amor puede más para Aline en donde en una escena muy emotiva saboreando en Italia un helado de chocolate ella encuentra el anillo de casamiento que su amado Guy-Claude colocó en su interior. Apenada en un principio por no poder quedar embarazada, después de un tratamiento ella logra concebir un varón y varios años después su hogar se completa con mellizos.
Si bien el relato enfoca los conciertos de la diva tanto en Canadá, Estados Unidos como asimismo en Europa -especialmente París- el guión demuestra que no todo es color de rosa para Aline. Es así que su multicargada agenda preparada por su marido motiva que una afección a las cuerdas vocales la obligue en cierto momento a tener que cancelar sus actuaciones como asimismo no hablar por 3 meses a fin de recuperar su voz y poder volver al ruedo. Aunque el cariño y euforia de su público la gratifica, lo cierto es que cuenta con un limitado espacio para su privacidad; en tal sentido el relato ilustra muy bien la dificultad de equilibrar satisfactoriamente el rol de la triunfal artista de Las Vegas con el de madre de sus adorados 3 hijos quienes desearían compartir más tiempo con ella. Finalmente, cuando la tragedia irrumpe al morir Guy-Claude, el hombre de sus sueños, ella debe disimular frente a su público el inmenso dolor y la soledad que la envuelve porque “el espectáculo debe continuar”.
Dentro de los cánones de un relato clásico, Lemercier ha logrado transmitir maravillosamente la personalidad de Céline en la que la pasión y el entusiasmo que la embarga resulta positivamente contagioso; su mímica, movimientos, desplazamientos y su actuación en el escenario constituye una imitación perfecta de la cantante, aunque las canciones son muy bien interpretadas por la soprano Victoria Sio. Igualmente es convincente la actuación de Marcel quien brinda el perfil que el público tiene de René Angélil. No obstante quien se lleva las palmas es Fichaud componiendo a Maman Dieu, una impetuosa y decidida progenitora que no repara en utilizar cualquier medio con tal de lograr que su princesa alcance la cima del éxito; su excepcional interpretación permite que esta historia se aderece con notas de sabroso humor.
Aunque quede la duda si lo que el film expone refleja fehacientemente lo vivido por Céline, lo cierto es que Lemercier ofrece un hermoso homenaje a la diva a través de una historia que además de agradar a sus fieles seguidores, sin duda alguna satisfará plenamente a una inmensa audiencia..
SEULES LES BÊTES. Francia-Alemania, 2019. Un film de Dominik Moll. 116 minutos
Con las características propias de las obras de misterio de Agatha Christie, Seules les bêtes se basa en la novela homónima de Colin Niel. Merced a la muy buena adaptación efectuada por el realizador Dominik Moll y el co-guionista Gilles Marchand, este drama crea una atractiva intriga que se mantiene desde el comienzo hasta su desenlace.
La trama se desarrolla en la comunidad rural de Causse Mejean, Francia, en donde Evelyne Ducat (Valeria Bruni Tedeschi), una mujer de mediana edad que habita el lugar, ha desaparecido en una noche tormentosa dejando su coche abandonado en una ruta de la localidad. De allí en más, a la manera de Rashomon la trama adopta la perspectiva de varios personajes de la zona que tuvieron directa o indirecta relación con Evelyne, mediante cinco diferentes historias.
Al principio se sale al cruce de Alice (Laure Calamy), una enfermera casada con el granjero Michel (Denis Menochet), quien poco feliz en su matrimonio no tiene reparos en cometer adulterio con Joseph (Damien Bonnard), uno de sus pacientes. En tanto, Michel que permanece todo el tiempo delante de su computador, aparentemente atendiendo las cuentas financieras, mantiene en línea una relación sentimental con una desconocida joven que vive en Côte d’Ivoire y a quien la ayuda monetariamente. Por su parte se aprecia que Joseph es un consternado granjero que vive aislado después de que su madre murió un año atrás y que solo mantiene comunicación con su perro.
Apelando a saltos temporales el fragmentado relato introduce a Marion (Nadia Tereszkiewicz), una joven camarera de hotel, que vive una apasionada relación con Evelyne hasta llegado un momento en que decide dejarla.
En base a lo que antecede el enigma se va acrecentando sobre el destino de la desaparecida y si acaso ha sido víctima de un crimen queda por saber quién de los personajes mencionados pudo haber sido el autor. A todo ello persiste la incógnita sobre cómo se desenvolverá el romance electrónicamente forjado entre Michel y la bella joven africana; por razones de discreción no conviene anticipar el rol que juega Armand (Guy Roger ‘Bibesse’ N’drin), un muchacho de 20 años que habita en Côte d’Ivoire.
Moll es un realizador que sabe cómo generar un clima de suspenso como ya lo demostrara en sus anteriores trabajos, entre otros Harry, un ami qui vous veut du bien (2000). Aquí nuevamente mantiene el misterio hasta el momento de completar el crucigrama propuesto en este relato ingeniosamente estructurado. Aunque su desenlace pueda resultar discutible, eso no aminora la calidad del mismo valorizado por su calificado elenco, la destacable fotografía de Patrick Ghringhelli y el remarcable montaje de Laurent Rouan.
DRIVE MY CAR. Japón, 2021. Un film de Ryüsuke Hamaguchi. 178 minutos
Adaptando los cuentos del libro “Hombres Sin Mujeres” del escritor japonés Haruki Murakami, el destacado realizador japonés Ryüsuke Hamaguchi ofrece con Drive My Car un drama de notable calidad que habiendo sido estrenado en Cannes fue distinguido con el premio al mejor guión.
Si bien su duración de 3 horas puede resultar un inconveniente, el público que se sumerja en la problemática de este remarcable film quedará ampliamente gratificado. Con su estupenda puesta escénica Hamaguchi resalta la soledad que afronta un hombre que ha perdido a su mujer y la necesidad de encontrar una vía para poder superarla.
En un prólogo de aproximadamente 40 minutos, se asiste al apasionado vínculo sexual de Yasuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima), un reputado director teatral, con su mujer Oto (Reika Krishima), una renombrada guionista de la televisión quien durante su orgasmo le va narrando el libreto que está preparando. Cuando un día regresando al hogar Yasuke comprueba que su compañera lo engaña con un joven actor (Masaki Okada) de la televisión, él opta por callar debido al gran amor que por ella siente; al poco tiempo, Oto muere inesperadamente debido a un derrame cerebral y él no puede ocultar su pena después de 20 años de haber compartido su vida con ella.
Han pasado dos años y es ahora que Yasuke convertido en un individuo solitario y con su trauma a cuestas deja Tokio para llegar a Hiroshima donde se dispone a montar una versión multilingüe de Tío Vania de Antón Chéejov. Para ello, los organizadores locales han dispuesto que Misaki Watari (Toko Miura), una experta conductora, sea la encargada de transportarlo en los desplazamientos que deba realizar.
De aquí en más la acción se desarrolla en dos lugares simultáneamente. Por un lado, se asiste a los ensayos que se están realizando y la singular técnica utilizada por el director con actores provenientes de Japón, China y Corea, hablando diferentes idiomas; en el reparto se encuentra Koshi, el actor con el cual su esposa lo había engañado, como también una chica coreana (Park Yoo-rim) sorda pero no muda que se expresa mediante el lenguaje de los signos. La mítica obra chejoviana es en parte un reflejo de la soledad del director pero en todo caso montarla en escena constituye una catarsis para aliviar su pena.
El otro escenario es el viaje en coche que Kafuku realiza con la chofer en donde el vehículo constituye un personaje más de esta historia, mientras él va oyendo los casets que había grabado su difunta mujer. En el continuo acercamiento mantenido con Misaki durante los viajes realizados él encuentra solaz con su compañía además de transmitirle sus confidencias, por su parte, ella le expresa su gran remordimiento por sentirse culpable de la muerte de su madre acaecida por el derrumbe de la casa en que vivían.
Con sutilidad a la vez que con gran sensibilidad Hamaguchi ilustra un relato profundamente humano reflejando las variadas emociones experimentadas a través del amor, la culpa, la pena y el arrepentimiento. Maravilla la actuación de Nishijima y Miura tanto en los diálogos como en los silencios mantenidos mientras el vehículo va atravesando l la ciudad de Hiroshima en la que se aprecia las magníficas tomas captadas por la fotografía de Hidetoshi Shinomiya. En esencia, el espectador tiene la oportunidad de apreciar un bello relato no exento de melancolía.
BAD LUCK BANGING OR LOONY PORN (Rumania-Luxemburgo-Croacia-República Checa, 2021. Un film escrito y dirigido por Radu Jude. 106 minutos
Después de haber realizado en 2020 Uppercase Print, un remarcable documental político exponiendo los abusos sistemáticos cometidos en la Rumania comunista de Ceasescu, Radu Jude retorna con Bad Luck Banging or Loony Porn. Habiendo competido este año en el festival de Berlín, por sus innegables méritos el film fue galardonado con el Oso de Oro.
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En esta audaz y provocativa sátira rodada en plena pandemia, el director ilustra con inusitada franqueza algunos de los males que afectan a su país. Configurado como un tríptico, en su prólogo se contempla por espacio de 3 minutos una gráfica escena sexual de Emi (Katia Pascariu) con su marido en el dormitorio conyugal en la que ellos decidieron filmarse. Aunque la forma en que dos personas hacen el amor es asunto exclusivo de quienes lo practican resulta que ese video casero se ha filtrado en las redes sociales y ése es el puntapié que genera el conflicto dramático del film.
En su primera parte se observa a Emi deambulando en pleno verano por las calles de Bucarest con la máscara adherida a su cara, mostrándose extremadamente preocupada por la viralización del video y que ahora circula en el colegio donde ella es una respetada profesora de enseñanza media. En el segundo capítulo, completamente independiente del anterior, el realizador se vale de un material de archivo que pasa revista a acontecimientos históricos del país con algunos ecos del régimen comunista así como de la violencia doméstica imperante.
Retomando lo que aconteció en el segmento inicial, en el último capítulo la desesperada maestra enfrenta al tribunal integrado por los padres de los alumnos del colegio quienes habrán de decidir si ella debe o no ser expulsada; en tanto, la acusada trata de defender su vida privada y sobre todo su dignidad. A través de ese juicio donde en nombre de una falsa moral se critica la obscenidad del video que involuntariamente ha llegado a dominio púbico, van aflorando las hipocresías y miserias de grupos reaccionarios de la sociedad rumana.
Con una impecable puesta escénica de Jude y un calificado elenco en el que además de Pascariu participan Claudia Ieremia, Olimpia Malai, Nicodim Ungureanu, Andi Vasluianu y Alexandru Potocean, el espectador tiene la oportunidad de juzgar esta aguda e impresionante crítica social; mediante la misma queda ratificada la maestría del realizador, uno de los más importantes de la nueva ola del cine rumano.
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