Rusia tiene potentes radares en frontera de Venezuela y Colombia
Rusia tiene potentes radares en frontera de Venezuela y Colombia
Al régimen de Nicolás Maduro Rusia le instaló hace 10 días cuatro radares en la frontera colombo-venezolana y uno más en Caracas.
Son como oídos gigantes que pueden captar hasta el sonido que produce una aguja al caer; y con estos artefactos de grandes pantallas, que parecen robots transformers de los que solo se ven en televisión, Venezuela ha intentado descubrir los secretos mejor guardados de Colombia más allá de los kilómetros fronterizos de selva y río que separan a las dos naciones que se dicen hermanas.
Esos oídos biónicos son cuatro radares que el Gobierno de Venezuela instaló en las localidades fronterizas de Zulia, Táchira, Apure y Falcón. Y otro, el más potente, fue armado en la plaza central del complejo militar Fuerte Tiuna, en Caracas, la capital venezolana.
Los cinco radares son los tentáculos de una Rusia que quiere expandirse con la invasión a Ucrania, y que necesita, de este lado de América, contar con aliados para enterarse de lo que pasa del otro lado del mundo y tener una puerta de entrada al continente.
Fuentes de la inteligencia militar colombiana confirmaron que la instalación de estos radares se dio de manera simultánea hace 10 días, cuando una legión de hombres rusos arribaron a la zona fronteriza, se quedaron cuatro días y regresaron a Caracas a armar el del centro militar de Tiuna.
“Sabemos que los asesores rusos hacen esos trabajos lo más rápido posible porque no les gusta tanto el monte, sino estar bien alojados en hoteles cinco estrellas. Son muy desconfiados y llevan su propia comida y hasta agua; hasta usan el uniforme de la Fuerza Aérea de Venezuela”, explicó un analista militar.
Dijo el investigador que con la instalación de estos artefactos se busca realizar actividades como explorar las comunicaciones y vigilar e identificar los movimientos de objetivos predeterminados por las autoridades venezolanas.
“Estos radares usan tecnología rusa de última generación, que te permite identificar y captar cualquier comunicación en cualquier frecuencia localizada dentro del espectro electromagnético; además, te muestra el punto exacto desde donde se origina la señal”, indicó el investigador.
La información contenida en documentos de campo e inteligencia, le permitieron establecer al Gobierno de Colombia que los radares utilizados para espiar las comunicaciones desde la frontera son el P-18, pero también se encontraron con los radares chinos JYL-1 y el DW-01, el cual –según los expertos– es un aparato que no emite ninguna onda electromagnética fuerte, lo que le da la característica de actuar como espía, captando señales de aeronaves en espacio aéreo colombiano que van desde teléfonos hasta conversaciones por WhatsApp.
“Las interceptaciones pueden llegar incluso a radios de comunicación sofisticados y encriptados, sistemas de comunicaciones de vehículos militares como tanques o buques de guerra e incluso, aviones de combate y comerciales”, dijo el analista militar.
Además, las autoridades colombianas conocen que en el estado de Apure se tenía instalado otro radar chino denominado JY-11B con el que monitoreaban las avionetas cargadas de coca que aterrizaban en los llanos venezolanos.
Frente al manejo de los radares siempre hay un equipo de autoridades venezolanas, pero cuentan con la asesoría de los rusos que siempre están al frente de la operatividad.
Pero en la frontera colombo-venezolana no solo hay equipamientos de radares; una flotilla de helicópteros rusos MI aguardan en la base de Barinas, a escasos 30 minutos aéreos de Arauca, en la frontera con Colombia.
Tres de esas aeronaves sobrevolaron el pasado mes de enero la frontera colombo-venezolana en los límites con Arauca, luego de que se agravara la confrontación entre las disidencias del frente 10 de las Farc contra la Segunda Marquetalia, aliada con el ELN.
Esas aeronaves, dicen los habitantes de la zona fronteriza, han sobrevolado por Apure, cuando los guerrilleros que se refugian en Venezuela entran en confrontación directa con los que se encuentran del lado colombiano.
“Esos helicópteros ya se han usado para atacar a las disidencias del frente 10. Fueron artillados en las bases de Venezuela, siempre con asesoría rusa”, dice el investigador.
Con los sobrevuelos de estas aeronaves también se busca el control de la frontera mediante estrategias de disuasión lanzadas no solo contra los grupos armados ilegales, sino también contra las fuerzas estatales de Colombia.
Inicialmente, desde la oficina de la canciller y vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, indicaron que este asunto no era de su competencia, que era un asunto que le concernía al Ministerio de Defensa, pese a que el 7 de febrero se reunión con el embajador de Rusia en Colombia, Nikolái Karlovich Tavdumadze, para expresarle sus inquietudes por la cantidad de armas, logística y ayuda militar que ese país le brinda a Venezuela, y la preocupación de que esa ayuda quedara en manos de grupos armados irregulares.
En esa ocasión, la vicepresidenta y canciller expresó que en Colombia había una preocupación por las amenazas cibernéticas y señaló que “estamos acá en estado de máxima alerta, lo están nuestras Fuerzas Militares, pero también lo estamos en todo lo que tiene que ver con el uso de tecnología o bien la manipulación de las redes sociales”.
Ramírez manifestó que “el embajador ruso nos ha expresado que ninguna cooperación militar de Rusia a Venezuela se utilizará jamás para una acción militar en contra de Colombia”.
Ante la remisión de la Vicepresidencia, también se consultó al Ministerio de Defensa, en cabeza del ministro Diego Molano, y desde su oficina de comunicaciones manifestaron que “en el ministerio no estamos haciendo vocería sobre ese tema”.
Con preocupaciones bajo la manga hay otro asunto que llama la atención: en Venezuela están pensando, con el apoyo de Rusia y Cuba, instalar siete radares más, estos de fabricación china que servirían como espías para vigilancia y para hacer inteligencia.
Estos nuevos artefactos se armarían a lo largo de la línea fronteriza desde donde Venezuela no quiere dejar de escuchar, como ubicándose detrás de una puerta, las conversaciones secretas que se dan en territorio colombiano
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