Cartas desde Ucrania, testimonios de la guerra
Cartas desde Ucrania, testimonios de la guerra
– Tres jóvenes ucranianos cuentan cómo están viviendo la guerra, una desde Medellín y los demás desde las ciudades sitiadas por Rusia.
Es el vigésimo séptimo día de la guerra en Ucrania. Rusia tiene cercada Mariúpol y dio un ultimátum a las tropas ucranianas de esa ciudad y a los guerreros voluntarios que han llegado desde otros países para que abandonen las armas y salgan del territorio.
Las tropas de Putin quieren tomar el control del mar de Azov y unir las regiones independentistas del Donbas con Crimea. Sin embargo, la resistencia ucraniana ha sido férrea y los francotiradores todo un obstáculo para el ejército invasor, por lo que tomar la ciudad no ha sido posible en los tiempos predeterminados por Rusia.
Los bombardeos continúan en la capital Kiev, y las noticias hablan de más bajas civiles, destrucción de centros comerciales y edificios de apartamentos. Ya han salido más de tres millones y medio de ucranianos por las fronteras de Rumania, Polonia e incluso Bielorrusia, país aliado del régimen de Putin.
Los tres testimonios que podrán leerse a continuación están escritos en primera persona y dan cuenta de lo duro que es vivir una guerra, ya sea dentro del mismo país o a miles de kilómetros de distancia.
A Olexander lo conocí en un viaje a Europa, el año pasado; a Antonina en Medellín, mientras que Anastasia es una amiga de Antonina que quiso enviar su testimonio para ayudar a comprender la grave situación de los civiles ucranianos, quienes hasta enero vivían alegremente y en paz, y que ahora tratan de sobrevivir en refugios improvisados o en los heredados de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos se han puesto a salvo en otros países, pero la gran mayoría siguen resistiendo desde las barracas.
Amigo colombiano, perdona escribirte tan tarde. He estado defendiendo mi país, pero ayer el Ejército me envío a casa, y hoy estoy en camino a Italia. Recibí un disparo en el pie derecho, así que quizás no vuelva a montar en bici durante un largo tiempo, pero qué importa.
Te recuerdo con cariño, y espero que tú a mí también. Recuerdo que nos vimos en Luz Ardiden, durante el Tour de Francia. Tú estabas al lado de los familiares de Jonas Vingegaard, el joven danés que quedó segundo, detrás de Pogacar. Yo estaba sentado en la montaña, esperando el paso de los ciclistas, y tú pasaste grabando con tu celular, te chocaste conmigo y me ofreciste disculpas. Yo te di una cerveza, y ambos comenzamos a reírnos.
Es todo muy extraño, porque en ese Tour no hubo ningún ucraniano. Yo estaba allí acompañando a un amigo kazajo, del Astana, y tú estabas con la prensa colombiana.
Míranos ahora, hablando de guerra en vez de ciclismo. Ay, cómo me gustaría tomarme una cerveza viendo ciclismo.
Te cuento que mi ciudad, Kiev, está muy destruida. El suburbio donde vivo, Irpin, está desolado, aunque no abandonado como dicen los medios. Mis padres siguen allí, escondidos en las profundidades de la tierra. Suerte que el Metro es subterráneo. Yo quiero regresar, pero no me lo permiten. Me enviaron con las personas evacuadas y me dicen que irán por mis padres y los demás habitantes de Irpin, que pronto los veré.
Tengo 28 años Mauricio, apenas 28 años, y nunca había vivido algo como esto. Mis recuerdos son recorriendo el malecón del Dnipro y yendo a los bares con mis amigos, para ver al Dynamo, o para ver ciclismo. ¿Recuerdas que te dije que Padun es mi amigo?, pues bueno, ahora está con el Education de Rigo Urán, que es amigo tuyo. La vida da vueltas muy extrañas.
¿Tú has tenido un arma entre las manos? Bueno, yo nunca había portado una, hasta el 25 de febrero, un día después del comienzo de la invasión. No me podía quedar con los brazos cruzados. El primer día tuve miedo, mucho, pero al segundo vi como un misil destruyó una torre de televisión y se me vinieron las lágrimas, entonces les dije a mis padres que iría a luchar, y fui, tomé un arma, y luché hasta hace unos días, cuando me hirieron y quedé sirviendo para nada.
Solo yo fui a la guerra entre mis amigos. La mayoría salió corriendo cuando empezó todo. La verdad, me siento como la única rata que no abandonó el barco, pero no los juzgo, si te soy sincero, nadie espera esto, hasta que pasó.
Me gustaba mucho ir a Bucha y a Boryspil, allí tenía amigos. También me gustaba ir a caminar al parque Mariinsky, y al parque Gloria. Allí están los museos de la Primera y Segunda guerras mundiales, y el museo de la hambruna. Ahora todo está bombardeado y los pocos que quedan se esconden en los baños y en los sótanos. A muchos les he dicho que luchen, pero el miedo es terrible, te paraliza. No creo que se desate una tercera guerra mundial, pero nunca se sabe, Putin es un loco maniaco, y los rusos no se levantan, cada vez lo apoyan más.
Si todo acaba, y vuelves a Europa, espero verte en alguna carretera. Espero no llegar cojeando.
Con cariño, tu amigo Olexander Kachinstsky.
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