CRONICAS. De Selva a Sabana
CRONICAS. De Selva a Sabana
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Brasil ha sido el símbolo de una exuberante selva tropical de 7.4 millones de km2, la más grande del mundo. Del Río Amazonas, el más largo del planeta, fluyendo por 7.062 km de longitud, con un ancho entre 2 y 10 km durante la época seca y casi 50 km en temporada lluviosa, caudal mayor que el Nilo, Yangtsé y Misisipi juntos. Ciudades pujantes donde reinan fútbol, samba, música, baile, alegría, gente linda. 400 diferentes pueblos ancestrales, cuya cultura de cuidado a la jungla es ejemplo de amor a la Pacha Mama.
Ya no es así. La selva muere por incendios que buscan la tala indiscriminada que facilita la explotación de maderas preciosas, sin esa flora se produce la llegada de ganado cuyos cascos presionan la tierra húmeda hasta dejarla lista para la agricultura, donde predominan cultivos de palma y soja que desequilibran los suelos. La jungla desaparece por carreteras y represas hidroeléctricas, la pesca a gran escala, la minería que ahuyenta fauna, agota bosques, contamina fuentes de agua. Los estragos incluyen al gran Río Amazonas, donde ya se ve embarcaciones encalladas en un lecho seco y pueblos que sufren por falta de agua, alimento, comunicación. Ciudades como Sao Paulo cubiertas por densas nubes de partículas originadas por los incendios de la jungla, causa de problemas respiratorios, cardiovasculares, muerte de recién nacidos. Varios dirigentes indígenas que preservan el magnífico legado de sus ancestros han debido cambiar sus penachos de plumas multicolores por flores sobre sus ataúdes, igual destino han tenido campesinos y luchadores sociales dedicados a defender el pulmón del planeta.
Estas realidades se han agudizado desde 2019, tras asumir la Presidencia Jair Bolsonaro, quien cambió las leyes sobre áreas protegidas incentivando la quema de la selva en 15.000 kilómetros cuadrados anuales, un 30% más, sólo para favorecer a cierta élite que especula con la tierra arrasada. En la última década, el mayor amante del fútbol y el único pentacampeón mundial, ha destruido su jungla con un equivalente a más de ocho millones de campos de fútbol. Al privarse de esa verde esponja purificadora, Brasil ha lanzado a la atmósfera más de 452.000 megatoneladas de CO2, acelerando el cambio climático pese a haber ofrecido contrarrestarlo, convirtiéndose en uno de los países más contaminantes. Lo peor es que su mal ejemplo amenaza con extenderse hacia los otros países que comparten la Amazonía: Surinam, Guyana, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia.
Pero no sólo es Brasil, también se destruye las selvas en otros lugares del mundo. Desde el espacio ya se evidencian en nuestra Tierra las otrora selvas verdes convertidas en amplias manchas de sabanas amarillentas. De no frenarse esta ruina ahora y en forma urgente, a la especie humana sólo le espera su aniquilación.
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