Ni la ONU ni la comunidad internacional frenan a Vladimir Putin
Ni la ONU ni la comunidad internacional frenan a Vladimir Putin
El gobierno de Vladimir Putin niega estar implicado en la masacre de Bucha.
– Naciones Unidas no consigue una condena formal a los posibles crímenes de guerra y mucho menos a las acusaciones por genocidio, después de la masacre en Bucha.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, pidió un imposible: que se reforme el sistema de Naciones Unidas para que Rusia no tenga poder de veto en el Consejo de Seguridad de ese organismo, una de las dos piedras en el zapato de Occidente para condenar la invasión que comenzó el 24 de febrero, y los crímenes que se han documentado desde entonces.
La otra roca en el pie es China, que también tiene esa potestad, es aliada de Vladimir Putin y, claramente, contrincante de la Casa Blanca de Joe Biden. El reclamo ucranio de condenar las acciones de las tropas rusas ya llevaba semanas en el tintero por la incursión misma y los presuntos crímenes de lesa humanidad y de guerra que se han detectado, pero se repitió una vez más después de que se develó la masacre en Bucha, una ciudad de la región de Kiev que el Ejército apenas logró retomar el fin de semana.
Desde noviembre de 2021, cuando ya se rumoraba que podía darse la invasión, Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido anunciaron sanciones contra Vladimir Putin, pero el presidente no se detuvo. Luego llegaron las medidas económicas, el veto al sistema bancario, la caída del rublo, el cerco comercial y el bloqueo aéreo, mas tampoco lograron detenerlo.
Si se amplían los cálculos, la comunidad internacional ha hecho llamados de atención a Putin por sus hostilidades contra Ucrania desde que se anexionó Crimea en febrero de 2014 y ni ocho años de amonestaciones fueron suficiente para bajar las armas.
Con la reconquista de Bucha, cerca a la frontera con Bielorrusia –por donde entraron los soldados al comienzo de la incursión militar– llegaron las imágenes de los cuerpos sin vida sobre el asfalto, atados, y de fosas comunes a medio cavar con las bolsas negras que guardaban personas muertas. Un asesinato colectivo que apagó más de 400 vidas civiles y que Occidente quiere llamar genocidio.
Por esos hechos que ocurrieron antes de que terminara marzo, pero apenas se conocieron en abril, Zelenski y sus aliados intentan otra vez una condena global al gobierno Vladimir Putin.
Sus argumentos se chocan con el sistema internacional mismo, un formato que se edificó después de la Segunda Guerra Mundial para evitar conflictos entre países y que tropieza con las tantas guerras que protagonizan sus líderes: Rusia (antes la Unión Soviética) y Estados Unidos, que también tiene varias invasiones a cuestas en Medio Oriente.
El reclamo de Kiev
Ucrania está pidiendo que se excluya a Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU y se reforme el derecho a veto que tiene ese país, una potestad que le ha permitido saltarse todas las discusiones de esa plenaria frente a la guerra en estos 43 días de enfrentamientos.
Ese formato, sin embargo, se edificó desde la carta fundacional de las Naciones Unidas y su modificación, señalan los expertos, es jurídicamente imposible e implicaría poner a todos los estados en sintonía. Por eso el reclamo de Zelenski de modificar la ONU “tiene mucho poder político, pero no efectos reales”, detalla el magíster en Derecho Internacional, Cristian González.
Y si por alguna circunstancia extraordinaria el organismo acepta condenar a la Rusia de Vladimir Putin, esto abriría la puerta a que se dé el visto bueno al envío de tropas aliadas, una determinación que pondría al mundo ante el riesgo de un enfrentamiento mayor con un punto final indeterminado.
Estados Unidos, España y Polonia ya abrieron folios contra el Kremlin señalándole de cometer un presunto genocidio en medio de la guerra que ha apagado la vida de 1.480 civiles, de los que 165 eran niños y niñas. Ese terminó no se acuñaba desde el genocidio en Ruanda de 1994 que intentó exterminar a la población Tutsi, una minoría étnica de la que fueron masacradas entre medio millón y un millón de personas (ver Antecedentes).
Determinar si se trata, o no, de ese crimen va más allá de la cantidad de vidas que se apaga porque para documentarlo es necesario demostrar que los homicidios fueron encaminados a masacrar a un grupo étnico, racial o religioso. O, en este caso, a una nacionalidad.
Es más, en el contexto de las tensiones entre Rusia y Ucrania ese término ha sido utilizado por ambos para acusarse mutuamente de incurrir en ese flagelo, como cuando Vladimir Putin señaló a Kiev de querer exterminar a los grupos prorusos de la región del Donbás y utilizó esa afirmación como pretexto para invadir el país. Así como Zelenski no ha logrado concretar una acusación por el poder de veto ruso, Putin tampoco lo consigue porque su detractor está respaldado por Estados Unidos.
Crímenes de las tropas rusas
Naciones Unidas ya está moviendo sus investigadores para determinar qué sucedió en Bucha mientras el ejército ruso tenía el control de la ciudad. El informe que entregó el martes la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos dice que todas las señales apuntan a que las víctimas fueron un objetivo deliberado y asesinadas directamente.
“Aunque podemos entender que un edificio sea bombardeado en un contexto militar, es difícil imaginar cuál sería el escenario de un individuo tendido en el suelo con una bala en la cabeza o de tener su cuerpo quemado”, sentenció la oficina a cargo de Michelle Bachelet.
Los relatos sobre lo sucedido en Bucha que dan Ucrania y Rusia son divergentes. Zelenski sentenció ante el Consejo de Seguridad y el Parlamento de España que las tropas rusas “cortaron extremidades y gargantas, violaron y mataron a mujeres delante de sus hijos. Les arrancaron la lengua solo porque el agresor no oyó lo que quería de ellos”.
El canciller ruso Serguéi Lavrov niega esas acusaciones sosteniendo que su contraparte busca manchar al ejército ruso y obstaculizar las negociaciones de paz que intentan tomar vuelo desde la segunda semana de los enfrentamientos.
El listado de delitos que Volodímir Zelenski pone en manos de las tropas de Putin es amplio: 2.000 menores de edad habrían sido raptados, se registraron violaciones a las mujeres, disparos contra civiles en el cuello, asesinatos a hombres que estaban de rodillas y las personas fueron atadas de pies y manos antes de matarlas, un patrón que ya fue retratado en fotografías.
Occidente está recabando sus pruebas yVladimir Putin empezó a reducir sus actividades militares después de la ronda de negociaciones que se llevó a cabo la última semana de marzo en Estambul, Turquía. El mapa (ver infografía) muestra que zonas como Kiev, que hasta hace poco estaban totalmente cercadas por los rusos, experimentan una baja de tensiones, pero el Pentágono no confía en esa retirada y asegura que se trata de un reposicionamiento.
Ya van 42 días de guerra y el cerco al Kremlin se agudiza. La Comisión Europea propuso que se deje de comprar carbón, petróleo y se cierren los puertos a los barcos de bandera rusa; el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, volvió a reclamar que se dé punto final a la invasión porque va en contra de las normas del Derecho Internacional.
El coletazo de la guerra ya se siente en todo el mundo. Al tratarse de dos economías agrícolas, el alza en los precios de los alimentos está afectando a 1.200 millones de personas en 74 países, los precios del petróleo se dispararon y se mantienen por encima de los 100 dólares el barril y el mercado global de hidrocaburos ve el reflejo de esas presiones.
Con todo esto, el sistema internacional no ha logrado frenar a Vladimir Putin, una misión que podrían asumir los oligarcas rusos que sostienen su mandato.
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