VORTEX. Francia-Bélgica-Mónaco, 2021. Un film de Gaspar Noé. 140 minutos
VORTEX. Francia-Bélgica-Mónaco, 2021. Un film de Gaspar Noé. 140 minutos
Dario Argento y Franoise Lebrun en VORTEX
Por Jorge Gutman
Los cinéfilos que aguarden otro film radical de Gaspar Noé, l’enfant terrible del cine francés, se encontrarán con la gran sorpresa de aplaudir una obra totalmente diferente aunque por cierto es la más directa y emotiva que haya realizado hasta la fecha. Aquí encara un tema ciertamente tabú como lo es la demencia senil y si bien el cine lo ha considerado remarcablemente en anteriores oportunidades, como lo fueron entre otros títulos Tokyo Story (1953) y Amour (2012), lo cierto es que Noé imprime en Vortex un distintivo estilo en su tratamiento pero igualmente trascendente.
Desde el vamos, el cineasta advierte acerca de lo que vendrá. al dedicar su película “a todos aquéllos cuyas mentes se descomponen antes que sus corazones”. El apacible comienzo muestra a una pareja de ancianos (Dario Argento y Franoise Lebrun) -cuyos nombres se desconocen- sentados en el balcón terraza del departamento en que habitan contemplando la ciudad de París a la vez que murmuran “la vida es un sueño dentro de otro”. Posteriormente los vemos despertando en la cama matrimonial y a partir de ese momento Noé divide en dos la pantalla; ese ingenioso recurso agraciado por la excelente fotografía de Benoît Debie permite que el espectador concentrando una mayor atención pueda seguir simultáneamente los pasos de cada uno de ellos. Bastarán pocos minutos para observar que mientras que él es un crítico cinematográfico sentado en su escritorio frente a su máquina de escribir preparando un libro sobre el cine y su vinculación con el sueño, ella sigilosamente deja su hogar y confusamente se dirige a un negocio sin tener clara idea de lo que va a adquirir. Al verificar su ausencia, preocupadísimo él se apresta a buscar a su esposa hasta ubicarla y haciéndola ver que el mundo exterior es peligroso y que no puede seguir adoptando esa actitud. No es mucho lo que falta para comprobar que esa mujer está mentalmente muy enferma; si bien él es más lúcido y capaz de manejarse por sí mismo tiene serios problemas de salud al haber sufrido tiempo atrás una hemorragia cerebral y estando afectado actualmente de una seria dolencia cardíaca.
Prontamente arriba al departamento Stéphane (Alex Lutz), el hijo de la pareja, acompañado de su hijito Kiki (Kylian Dheret); es allí que ella le hace saber que hay un extraño en su casa (su marido) y que alguien la está persiguiendo. El cuadro es patético y doloroso para Stéphane quien con gran sorpresa descubre que su madre que era psiquiatra y sigue conservando su licencia médica prescribe medicamentos para su marido. Si bien Stéphane ruega a su padre de que lo más conveniente es mudarse a una residencia de gente mayor donde podrán recibir los cuidados pertinentes dado que su madre no puede seguir sin ser asistida permanentemente, su obstinado progenitor se niega a hacerlo. Uno de los momentos más emotivos del film se produce en la escena en que ella en un momentáneo estado de lucidez y comprendiendo lo que está ocurriendo expresa su deseo de morir para no hacer sufrir más a su marido y a su hijo.
Hay detalles adicionales que no agregan mucho al tema central, como la relación extramatrimonial mantenida por él pero que de ningún modo afectó el profundo cariño que siente hacia su esposa. No es necesario agregar detalles sobre cómo prosigue esta historia en la que con gran delicadeza Noé aborda el amor en el crepúsculo de la vida y cómo ese profundo sentimiento prevalece frente a un mal incurable.
Así como en Amour dos monstruos sagrados del cine como Jean-Louis Tringtinant y Emmanuelle Riva iluminaron el film, aquí no le va en saga la fascinante actuación de Lebrun y Argento. El prestigioso director italiano ofrece una subyugante prestación animando al devoto y tierno marido que comprueba penosamente cómo el gran amor de su vida va inexorablemente degradándose. Por su parte Lebrun con muy poco diálogo a su cargo transmite a través de su rostro el torbellino de emociones que la envuelve al estar disociada de la realidad que la circunda. No menos importante es la participación de Lutz quien ofrece total convicción como el desempleado hijo que aún tiene que lidiar con sus problemas pasados de drogadicción y que ocupándose de su hijito, se siente incapacitado de poder atender continuadamente a sus queridos padres.
Con una impecable puesta escénica Noé ofrece una película desgarradora y penosa de contemplar pero absolutamente realista exponiendo con compasión y ternura el deterioro físico y mental de quienes están acosados por la cruel dolencia descripta.
PETITE MAMAN. Francia, 2021. Un film escrito y dirigido por Céline Sciamma. 72 minutos.
Céline Sciamma, la realizadora de Portrait de la jeune fille en feu que en 2019 fue calurosamente acogida en el Festival de Cannes 2019 retorna con Petite Maman, una hermosa historia que explora el encantador mundo de la infancia. Si como el refrán lo señala que “lo breve si bueno, dos veces bueno” eso bien puede aplicarse aquí donde en escasos 72 minutos la directora que es asimismo autora del guión nos entrega una excelente película.
Todo comienza en un geriátrico donde residía la querida abuela de Nelly (Joséphine Sanz) de 8 años de edad que acaba de morir y que lamentablemente la niña no tuvo ocasión de haber podido despedirse de ella como era su deseo. De allí acompaña a su madre Marion (Nina Meurisse) a la casa de la difunta ubicada en una zona boscosa a fin de vaciar los muebles y estantes donde su padre (Stéphane Varupenne) las está aguardando. Angustiada por el dolor, Marion abandona el lugar en tanto que su marido se ocupa de concluir la tarea de embalaje acompañado de su hijita. En ese lapso Nelly conoce a Marion (Gabrielle Sanz), una niña de su misma edad que está a punto de ser operada. Entre ambas se forja una gran amistad donde una parece ser el espejo de la otra como si fueran hermanas gemelas, hecho que no es extraño porque lo son en la vida real.
En el transcurso del par de días que se frecuentan, a través de sus imaginaciones las niñitas conviven en un mundo mágico; así van armando una cabaña en el bosque, simulan interpretar una obra de teatro que ellas crearon donde una de ellas es la pequeña mamita de la otra y asimismo demuestran su habilidad en el arte culinario cocinando panqueques.
La descripción que efectúa Sciamma es realmente encomiable. Su realista narración cobra absoluta autenticidad gracias a las excepcionales interpretaciones de las hermanitas Joséphine y Gabrielle; llevando sobre sus hombros todo el peso de la película; ellas transmiten con conmovedora dulzura el universo infantil. Este genuinamente conmovedor y nostálgico cuento de hadas tiene el mérito de llegar a todo tipo de audiencia y por su alto nivel de calidad es decididamente recomendable.
GAGARINE. Francia, 2020. Un film de Fanny Liatard y Jérémy Trouilh. 97 minutos
En su primer largometraje los directores Fanny Liatard y Jérémy Trouilh ofrecen una singular historia real entremezclada con la fantasía de su principal personaje. De allí que el espectador deberá dejar en parte su raciocinio a fin de disfrutar plenamente del film.
La acción se desarrolla en Gagarine, uno de los suburbios de París en el que a través de material de archivo se puede ver a Yuri Gagarine, el primer astronauta del espacio, visitando en 1963 esa zona conformada por inmensos bloques de 10 edificios con 370 unidades habitacionales construidas en Ivry-sur-Seine. A la hora de la verdad ese sitio que tantas esperanzas había albergado para su revitalización se convirtió con el paso de los años en un lugar marginal e insalubre, lo que condujo a que los servicios municipales dispusieran su demolición que finalmente se concretó en agosto de 2019. En consecuencia, el relato se centra en enfocar la vida de sus habitantes en los últimos días antes de ser evacuados y realojados en otros sitios.
Entre sus residentes se encuentra Youri (Alséni Bathily), un inteligente adolescente de 16 años deseoso de ser astronauta que pertenece a una humilde familia de inmigrantes. Habiendo transcurrido toda su vida en uno de los edificios, al imponerse que pronto serán derrumbados se embarca en una misión de rescate con sus amigos Housam (Jamil McCraven) y Diana (Lyna Khoudri), una chica gitana.
Cuando el equipo que tiene a su cargo el derribamiento está preparado para iniciarlo, Yuri queda solo en uno de los departamentos evacuados y es ahí que el relato adquiere un carácter surrealista a partir del momento en que él, obsesionado con los vuelos espaciales, da rienda suelta a su imaginación recreando el lugar en una mini nave espacial con un invernadero en su interior. De este modo con acertado criterio los directores logran que la segunda mitad del relato adquiera un tono de realismo mágico, realzado visualmente por la lograda fotografía de Victor Seguin y el eficaz diseño de producción de Marion Burger.
Dentro del marco central del relato, los noveles realizadores reflejan la realidad social de inmigrantes que no han podido escapar del nivel de pobreza, la solidaridad prevaleciente en la comunidad vecinal como asimismo exaltando el valor de la amistad. Con un satisfactorio elenco, destacándose Bathily en su promisorio debut, Liatard y Trouilh ofrecen una gratísima película nutrida de humano contenido.
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