CRONICAS: Bruce Trail
CRONICAS: Bruce Trail
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Nada mejor que aprovechar el verano en un lugar bello e interesante como el Bruce Trail, el sendero más largo de Canadá, de 900 km. de longitud. Hay varias rutas de acceso; ingresé por la que se encuentra al noroeste de Toronto, junto a Milton. En el camino un tanto rocoso sobresalen raíces de pinos y de maples, cuyas copas acogen el vuelo de hermosas aves, fáciles de observar durante el recorrido. Avancé unos kilómetros acompañada del murmullo de algún riachuelo, compensó mi esfuerzo una sorpresa: en un lugar donde sendero y agua se juntaban, apareció un grupo de Inukshuk, los pequeños medían alrededor de 40 cm., los grandes sobrepasaban un metro. Todos parecían tener vida. Y la tienen, afirman los Inuit.
También yo lo aseguro, conversaron conmigo. Los Inukshuk me dijeron que su nombre significa “persona” en inuktitut, una de las lenguas de los Inuit, pueblo originario del norte continental, a quienes el mundo llama esquimales, pero esa palabra no la usan porque les es ofensiva. Son los Inuit quienes les dan existencia al colocar una sobre otra, en perfecto equilibrio y sin argamasa, piedras rústicas o pulidas, de dimensión pequeña, mediana o muy grande. El amor con el cual nacieron les otorga dones espirituales para beneficiar, proteger y orientar a los viajeros en el Círculo Polar Ártico, por lo que se los encuentra ubicados en sitios estratégicos, en tanto la mayoría permanece en solitario indicando zonas de caza, pesca, cruce de animales, navegación, rutas, algún lugar sagrado. Mencionaron que ignoraban cómo llegaron a Ontario, a tierras que pertenecían a los pueblos Mississauga, cuando ellos son oriundos de la tundra ártica que Canadá comparte con Alaska y Groenlandia.
Me confiaron que si bien los primeros misioneros cristianos llegaron al Ártico en el siglo XVIII, la existencia Inuit cambió alrededor de 1950. Atrás quedaron nomadismo; iglús; alimentación en base a caza de focas, caribú, aves migratorias; peces y mamíferos marinos obtenidos con el uso del kayak en mar abierto; vestido, calzado, utensilios y combustible proporcionados por los animales. Se alteraron costumbres, el papel de mujeres y hombres en el hogar, la relación hombre-naturaleza. Al ubicarse en poblaciones, debieron subsistir con el trabajo asalariado. Los chamanes, como líderes espirituales, dejaron de curar enfermedades, comunicarse con los espíritus de personas, plantas y animales. Se acabaron las alegres veladas para cantar, narrar leyendas, pulir habilidades, enseñar a esculpir, bordar, transmitir su cultura a las nuevas generaciones. Hoy, los ancianos Inuit esperan que ese mundo espiritual se reactive, pues todo se relaciona con un mismo Dios.
Terminé mi recorrido por ese sector mágico del Bruce Trail sintiendo que los Inukshuk me habían protegido, abrazado con cariño, transmitido energía, agasajado con serenidad. Por esas bondades les respetan el tiempo, los vientos, los suelos, las aguas, el hielo, el fuego.
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