Lo que está en juego para América Latina por los graves daños y pérdidas del desafío climático
Lo que está en juego para América Latina por los graves daños y pérdidas del desafío climático
Ana Villalobos es la jefa de la delegación negociadora de Costa Rica en la COP
– ¿Qué responsabilidad tienen los países ricos, que emitieron grandes cantidades de gases de invernadero para desarrollar sus economías, hacia los países en desarrollo azotados por el cambio climático?
La pregunta está en el corazón de las discusiones sobre “pérdidas y daños”, uno de los temas más espinosos de la cumbre de cambio climático, la COP 27, que se celebra hasta el 18 de noviembre en Egipto.
Los fondos que los países pobres piden por “pérdidas y daños” no son lo mismo que la ayuda para adaptación. “Daños” se refiere, por ejemplo, a cosechas destruidas que eventualmente pueden volver a plantarse. “Pérdidas” alude a lo que ya no puede recuperarse como el derretimiento de un glaciar.
Habla Ana Villalobos, jefa de la delegación negociadora de Costa Rica en la COP 27.
Para Villalobos, es crucial que los países de Latinoamérica reciban apoyo, pero debe tratarse de financiamiento “que no haga todavía más grande el nivel de endeudamiento que ya tienen”.
Por primera vez el tema de pérdidas y daños causados por el cambio climático se incluyó en la agenda oficial de una cumbre de cambio climático. ¿Qué avances ha habido en este tema?
El primer avance creo que es la inclusión, y veo esto en el contexto de otros asuntos, como el de circunstancias especiales de África, que a pesar de la importancia que tienen para sus proponentes, no lograron entrar a la agenda.
Daños y pérdidas entró, pero además desde la perspectiva de financiamiento. Lo cual es doblemente importante porque no es una discusión de pérdidas y daños en un espacio indefinido, sino de mecanismos de financiación.
¿Por qué la discusión sobre pérdidas y daños es tan importante para América Latina y para otras regiones impactadas por el cambio climático?
Es importante poner esto en el contexto del Acuerdo de París, que establece con toda claridad que no existe “compensación” por pérdidas y daños. ¿Esto qué significa? Que los países no pueden, en principio, preparar una factura en razón de las pérdidas y los daños que tuvieron e ir a un tercer país a cobrarle una compensación, una reparación de esas pérdidas y daños.
La pregunta es entonces para qué hablamos de elementos financieros de pérdidas y daños. La perspectiva es minimizar pérdidas y daños, alertar de pérdidas y daños y prevenir pérdidas y daños. Esos tres elementos están involucrados en las conversaciones.
Por lo menos en este estadio no se está necesariamente buscando una compensación, bajo el Acuerdo de París, que no lo prescribe.
Pero aclaro que la COP, la Convención Marco de Naciones Unidas, no tiene esa previsión del Acuerdo de París, entonces hay una discusión de gobernanza sobre bajo cuál agenda serán revisados estos temas a posteriori. En este momento no es esa la conversación.
¿O sea que, por ejemplo, en el caso de la sequía en países de América Central, o de las inundaciones devastadoras en Pakistán, no se prevé que estos países reciban fondos por lo ya ocurrido, sino que se habla por ahora solo de minimizar esos impactos a futuro?
Minimizar efectivamente a futuro. En el entendido de que lo pasado no está siendo parte de la conversación en términos de un elemento de cobro, sino que es un elemento de previsión.
Los países deben poder preveer a través de actividades de mitigación, minimizar, a través de acciones de adaptación, y atender, con acciones propias, las pérdidas y daños resultado del cambio climático. Para ello, es indispensable contar con los fondos para llevar a cabo actividades en estos campos.
Los países en desarrollo hablan de establecer lo que en el lenguaje de la COP se llama un “facility” o mecanismo para financiar pérdidas y daños. ¿Qué significa esto?
Lo importante es asegurar la disposición de recursos vía el aporte de gobiernos o la movilización de fondos con el sector privado, o por otros medios posibles.
Lo más importante entonces es esta discusión de un “facility”. ¿Qué es?
La ambigüedad del término es importante porque no hemos decidido si esto es un banco, o un fondo, o una ventana en el Fondo de Adaptación expresamente colocada para tratar los temas de pérdidas y daños.
“Facility” es un concepto general. Pero sabemos, y en eso estamos claros, que tiene que haber una entidad, y esa entidad perfectamente puede ser un fondo, que es a lo que estamos apostando en el G77 (grupo de países en desarrollo) y China, que es el grupo del que nosotros somos parte. Apostamos a que así como el tema de adaptación tiene su fondo, así como mitigación tiene su fondo, pues entonces nosotros podamos tener también uno para atender pérdidas y daños.
Y esto es importante: contar con recursos exclusivamente para pérdidas y daños y no recursos que haya que “arañar” a otros fondos.
¿Cuáles son algunos de los mecanismos que consideran los países en desarrollo para financiar pérdidas y daños? Se habla por ejemplo de canje de deuda por acción climática.
Estas son opciones que siempre están sobre la mesa, no solamente para perdidas y daños.
Deuda por naturaleza, por ejemplo, es un mecanismo que en Costa Rica se ha utilizado en alguna ocasión, donde el país se compromete a ciertas acciones y un tercer país reconoce esas acciones a favor de la naturaleza y cancela el préstamo del deudor. Entonces la entidad financiera que le estaba haciendo el préstamo reconoce ese pago.
Los países latinoamericanos, y esto es importantísimo, nosotros vemos el tema de financiamiento desde la posibilidad no sólo de acceso, sino además de que sea un financiamiento que no haga todavía más grande los niveles de endeudamiento que los países ya tienen.
Porque a los países de Latinoamérica no le sirve tener más deuda para poder hacer cosas, porque eventualmente la deuda va a terminar comiéndose las posibilidades de un desarrollo mejor orientado.
El concepto principal es que los países de Latinoamérica deben tener acceso a recursos financieros que no engrandezcan el nivel de deuda que ya tienen.
¿Cuáles son los principales obstáculos para progresar en el tema de la financiación?
Yo creo que hay un obstáculo de entendimiento de qué significa ese financiamiento. Algunos piensan que es un financiamiento fresco, limpio, que no tenga ninguna atadura. Los países desarrollados nos han hecho ver que el financiamiento también ha sido dado en otro tipo de formas, entiéndase en capacitación, en tecnología y entonces hacen sumatorias con números que a veces no nos cierran.
Las obligaciones que esos países tienen en razón del Acuerdo de París son innegables.
Entonces creo que hay un tema de entendimiento que no está tan claro, acompañado también de un tema de disposición de recursos, y de una discusión sobre quiénes deben hacer parte de las bases de donantes (aquellos que están obligados por el Acuerdo de París a aportar recursos a los países en desarrollo).
El autor sobre temas climáticos Bill McKibben escribió desde la COP27 que el tema de pérdidas y daños es la gran cuestión moral de nuestro tiempo, así como la esclavitud fue la cuestión moral principal del siglo XIX.
¿Cuán injusto sería que no se materialicen los fondos para pérdidas y daños? ¿Qué está en juego?
Yo creo que lo que está en juego es que los países que pertenecemos a este bloque de países en desarrollo tengamos una posibilidad real de atender las consecuencias de la crisis climática, y eventualmente aspirar a mejores condiciones de vida para los ciudadanos.
Eso es lo que está en juego. Un país como Costa Rica, cuyo aporte a las emisiones totales de carbono es 0,02% (según la base de datos EDGAR de la Unión Europea), no puede tener que estar enfrentando consecuencias del cambio climático por la inacción o por el histórico tratamiento incorrecto del clima que han tenido emisores más grandes que nosotros.
Efectivamente sí hay un tema moral. Costa Rica, con emisiones que no hacen mucha diferencia en el balance general de emisiones, tiene igual la camiseta puesta, como se dice en mi país, para implementar sus compromisos.
Y si nosotros lo estamos haciendo, lo correcto es que quienes son los grandes emisores, quienes tradicionalmente han sido los que llevan lamentablemente esta bandera de impulsar las emisiones en el mundo porque tienen modelos de desarrollo y patrones de consumo que a eso los llevan, deben entonces apoyar a países como el mío, que con una contribución ínfima al problema hace todo lo que puede y más para salir adelante.
Hay una cuestión de reconocimiento de esa responsabilidad en un problema que muchos de los países de Latinoamérica primero no ayudaron a crear. Y segundo, para el cual contribuyen de una manera muy pequeña.
El apoyo financiero a los países cuyo aporte al total de emisiones es ínfimo es un imperativo moral.
El secretario de Naciones Unidas, Antonio Guterres, advirtió al comienzo de la COP27 que “estamos en una autopista hacia un infierno climático y con el pie en el acelerador”.
Según el IPCC las emisiones de CO2 o dióxido de carbono deben caer en un 45% para 2030 para que la temperatura del planeta no aumente más de 1,5 °C. Pero las emisiones siguen aumentando.
¿Qué esperanza tiene de dar respuesta al cambio climático, cómo ve el problema en el futuro?
Mire, esta pregunta me la hizo también una vez un medio en Costa Rica. Y yo le voy a decir que si yo no tuviera esperanza no estaría haciendo lo que hago. No estaría al frente de la delegación de negociadores de Costa Rica y no estaría participando como participo.
La evidencia juega en contra completamente de nosotros. La evidencia nos golpea muy fuerte y cada vez que tenemos que ver un informe del IPCC o de otra entidad que se ha tomado el trabajo de hacer una evaluación de la situación, no salimos bien parados.
Pero es que ese es el momento en el que uno tiene que poner todavía el doble del esfuerzo que está haciendo y tiene que además acercar a otros actores sin cuyo trabajo no se va a salir adelante.
Claramente hay un trabajo monumental del sector privado que además tiene los recursos, tiene las posibilidades rápidas de implementar cambios importantes y contribuir de una manera significativa. Y por supuesto, el sector de sociedad civil que está exigiendo los cambios.
La ONU dijo este mes en estos momentos “no hay una ruta creíble para contener el calentamiento global al máximo convenido de 1,5 °C”. Algunos sostienen que sería mejor abandonar esa meta que ya no es realista y puede ser hasta un poco engañosa para la gente…
No sé si engañoso es la palabra. A mí me gusta pensar que uno debe ser ambicioso y me parece que nosotros deberíamos continuar sobre esa meta hasta que la ciencia nos diga que es posible alguna otra cosa.
Pero lo que no creo que sea correcto es variar la meta porque sabemos que no le vamos a llegar.
Porque si la ciencia a mí me dice que es 1,5 lo que se necesita, entonces yo tengo que seguir trabajando sobre lo que la ciencia me está diciendo. Y no decir que vamos a acomodar la meta a lo que podemos hacer.
Creo que una cosa es tener una meta bien ambiciosa y otra muy distinta tener que probablemente implementar cambios propios en los países para irnos adaptando. Ahí entra la adaptación al irremediable escenario de no llegarle al 1,5 °C. Pero yo no cambiaría la meta porque eso significa renunciar a una ambición.
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