Moritz Hochschild, el minero considerado el “villano de Bolivia” que salvó la vida de miles de judíos del Holocausto nazi
Moritz Hochschild, el minero considerado el “villano de Bolivia” que salvó la vida de miles de judíos del Holocausto nazi
Moritz Hochschild fue conocido como uno de los tres “Barones del estaño” en Bolivia.
- En la primera mitad del siglo XX los hombres más poderosos de Bolivia -y tal vez de Sudamérica- eran mineros: Simón Patiño, Carlos Aramayo y Moritz Hochschild.
Durante años, debido a sus polémicos métodos para acumular riqueza, los archivos históricos calificaron a estos tres hombres, llamados los “Barones del Estaño”, como los “enemigos de Bolivia”.
Entre ellos se destacaba la figura de Hochschild, el único de los tres que no tenía la ciudadanía boliviana. De origen alemán y con estrechos lazos con Europa, los calificativos de “explotador” abundaban en torno a su nombre.
Pero la historia demostró ser más compleja. Hacia finales de 1999, cuando se organizaba el archivo de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), las personas encargadas se encontraron con documentos que revelaban que Hochschild, gracias a esos contactos europeos, había logrado salvar la vida de miles de judíos del régimen nazi.
“Era lo que podemos decir de un hombre de negocios de la minería, que le importaba la rentabilidad y que explotaba a sus empleados”, dice el historiador Robert Brockman.
“Pero los papeles encontrados en la Comibol dejaron ver otro lado de este hombre: el de una especie de Schindler que hizo lo posible por salvar a los judíos del Holocausto nazi”, agrega.
El alemán Oskar Schindler, un industrial miembro del Partido Nazi, es reconocido por haber salvado la vida de más de 1.000 personas, empleándolos en sus fábricas para salvarlos de las persecuciones.
En Bolivia, Hochschild hizo lo mismo y, de acuerdo con documentos, salvó incluso a muchos más que el mismo Schindler: entre 9.000 y 20.000.
Robert Brockman escribió una biografía sobre el minero en la que destaca su empeño por rescatar la mayor cantidad de judíos que vivían bajo el régimen nazi poco antes de que estallara la II Guerra Mundial en 1939.
“Hochschild logró convencer al gobierno boliviano de aquel entonces que era una buena idea abrir la frontera a los judíos, totalmente en contravía de lo que estaban haciendo la mayoría de países de la región”, relata Brockman.
Hochschild, el minero
Mortiz Hochschild nació en febrero de 1881 en la localidad de Biblis, en el suroccidente de Alemania, y provenía de una familia de judíos dedicados al negocio de la minería.
“Esos dos aspectos, la minería y que la mayoría de familiares y vecinos suyos eran de la etnia asquenazi (judíos que se asentaron en Europa Central y del Este), definirían lo que iba a hacer el resto de su vida”, señala el historiador.
A principios del siglo XX salió de Alemania por primera vez y comenzó a hacer negocios de forma independiente, primero en Australia y después en Chile, que sería el país donde tendría el eje de sus operaciones durante muchos años.
“En Chile es donde organiza su empresa de extracción, y de forma casi implacable comienza a desarrollar el negocio de la minería, que lo llevaría a Bolivia donde revolucionaría la extracción minera”, anota Brockmann.
De acuerdo no solo al relato del historiador sino también a otros documentos históricos, Hochschild buscó apropiarse de minas que estaban en desuso o abandonadas y volverlas rentables con nuevos métodos extractivos.
“Resulta que aquellas minas que antes daban plata fueron abandonadas cuando este elemento se acabó. Sin embargo, tenían otros metales como el estaño o el zinc, que Hochschild sabía que podría explotar”, señala.
Pero no solo fue su ocurrencia. A este sistema de minería en Bolivia también ingresarían Patiño y Aramayo.
A los tres se los conocería pronto como los “Barones del estaño”.
“Con el estallido de la I Guerra Mundial, estos hombres comenzaron a vender estaño a las grandes potencias. Hicieron mucho dinero, pero a costa de explotar a los trabajadores”, indica el historiador.
Todo iba sobre ruedas para estos poderosos mineros durante las décadas de los 20 y el 30, hasta que los cambios que ocurrieron en el gobierno a principios de la década de 1940 significaron el final de su imperio.
“Hochschild perdió todos sus privilegios. Fue enviado a la cárcel en dos ocasiones y sus mineras comenzaron a ser tomadas por el Estado”, recuerda Brockmann.
Con el tiempo, especialmente durante la llamada Revolución del 52 en el país sudamericano, se dieron a conocer detalles de los métodos de explotación de los mineros y la apropiación de las mineras alrededor de Bolivia.
De acuerdo al relato que se estableció en ese momento, los llamados Barones del estaño pasaron a ser considerados “los villanos de Bolivia”.
“En esos documentos se menciona que él estuvo a punto de ser ejecutado, pero finalmente fue liberado”, anota el historiador.
En 1944, una vez recuperada su libertad, abandonó el país y nunca más volvió. En Chile logró volver a encaminar su fortuna, enfocándose de nuevo en la minería.
Murió en 1965, en un hotel en París.
Sin embargo, una de las principales acciones detrás de sus negocios durante esos años en Bolivia se iba a revelar casi 60 años después, en medio de unos archivos que nadie había ordenado.
Una relación especial
En 1999, el gobierno de Bolivia le encomendó a Edgar Ramírez, un hombre que había estado vinculado al campo minero por más de 20 años, la tarea de organizar los documentos que habían sido incautados a los tres Barones en la década del 50.
Ramírez se puso a la tarea y, cuando estaba revisando las cajas que habían pertenecido a la minera de Hochschild, se encontró con varias sorpresas, entre ellas que aquel empresario, calificado de “villano” y que había estado a punto de ser fusilado, también había salvado a miles de judíos del Holocausto.
“Este aspecto del hombre era desconocido hasta que descubrimos estos papeles”, le dijo Ramírez al diario británico The Guardian en 2020.
“Él era conocido en Bolivia como el peor tipo de empresario. ¡Lo peor!”, señaló el minero, quien falleció este año.
El archivo en cuestión, que ahora hace parte de la Comibol y fue declarado Patrimonio de la Memoria de la Humanidad por la Unesco en 2016, reveló miles de detalles sobre cómo esos judíos habían llegado desde Alemania hasta las cumbres andinas de Bolivia.
“Lo que nos muestran los documentos es que, debido a la gestión de Hochschild, muchos judíos provenientes de Alemania, Francia, Polonia e incluso Yugoslavia pudieron obtener una visa y un trabajo para empezar de nuevo”, relaa Max Raúl Murillo, actual director del archivo de la Comibol.
“Hay constancias de trabajo, salarios, visas, cartas no solo en español sino también en alemán y hebreo, que tuvimos que traducir para saber cómo había ocurrido todo”, señala Murillo.
De acuerdo a los documentos, fue gracias a la relación especial que Hochschild tenía con el entonces presidente boliviano Germán Busch Becerra (1937-1939) que pudo lograr el ingreso entre 9.000 y 20.000 judíos, mayormente asquenazis.
De Alemania a Bolivia
En las biografías que se han escrito alrededor de la figura de Hochschild hay un aspecto que se menciona reiteradamente: en 1933, cuando el gobierno nazi declara que todos los alemanes judíos que no residan en el país pierden la nacionalidad, el empresario minero se da cuenta que algo grave va a pasar.
“Era un hombre que viajaba todo el tiempo y esta situación lo pone en alerta de lo que ocurre en su país, especialmente con su comunidad. Entonces siente que tiene que hacer algo”, señala Brockman.
De acuerdo al relato de los historiadores, lo primero que intenta es gestionar la entrada a países donde ya hay una comunidad judía bien establecida, como Estados Unidos o Argentina, pero sus resultados son magros.
Entonces acude a Busch, quien no estaba muy de acuerdo con la idea porque no veía cómo hacer para que los judíos que llegaran a Bolivia no utilizaran al país simplemente como un escalón para llegar a otros territorios.
“Pero Hochschild lo convence diciéndole que estos judíos pueden trabajar en el campo y ayudar a desarrollar este sector de la economía boliviana”, señala Brockman.
De esa forma se crean la Sociedad Protectora de Inmigrantes e Israelitas (SOPRO) y la Sociedad Colonizadora de Bolivia (SOCOBO) con el objetivo de legalizar el ingreso de estos inmigrantes.
“Estas entidades gestionan la documentación con base en normativas nacionales, como la promulgación de Decretos Supremos de 1938, la Resolución Suprema del 14 de marzo de 1938, de ingreso de judíos al país, y la Circular del 24 de abril de 1938, que son requisitos exigidos a los inmigrantes que desean poblar tierras baldías”, aclara Murillo.
Pero la gestión de Hochschild no se limitó a convencer al gobierno boliviano.
“Los expedientes muestran que dirigió la labor inmigratoria hasta la finalización de la II Guerra Mundial. Creó guarderías, centros infantiles, lugares de recreación para niños huérfanos de procedencia judía, contrató trabajadores inmigrantes judíos en sus empresas mineras”, dijo Murillo
Y agregó: “Además, adquirió las haciendas Santa Rosa, Chorobamba y Polo Polo en los Yungas, donde desarrolló actividades agrícolas con los propios inmigrantes para generar alimento, trabajo y estabilidad económica”.
Sin embargo, lo que no sabía el presidente Busch es que la mayoría de los judíos a los que el gobierno de Bolivia le había entregado la visa para que pudieran ingresar al país -y de ese modo, huir de Alemania- nunca había trabajado en el campo.
“Por distintas razones históricas y religiosas, los judíos no tuvieron mucha incidencia en la producción agrícola en Europa”, anota el académico.
“Es por esa razón que muy pocos se quedaron en Bolivia. Muchos se fueron a Argentina o a otros países de la región”, agrega.
De todas maneras, con la ayuda de Busch, Hochschild gestiona la salida de Alemania y la llegada a Bolivia – salían de distintos puertos de Europa, atravesaban el Atlántico y llegaban al puerto de Arica, en Chile, con una última instancia de viaje a través del llamado “Expreso de los judíos”, que partía desde el puerto chileno y llegaba a La Paz- de miles de personas.
En documentos obtenidos para su investigación, el historiador revela que la mayoría de las personas que se quedaron en Alemania que pertenecían a la misma comunidad del empresario minero no sobrevivieron al Holocausto.
“Más allá de sus comportamientos empresariales, esta gestión de Hochschild realmente salvó la vida de estas personas”, señala Brockman
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