El dengue desangra Perú: la enfermedad, alimentada por el cambio climático, deja casi 300 muertos
El dengue desangra Perú: la enfermedad, alimentada por el cambio climático, deja casi 300 muertos
– El crecimiento exponencial de casos, más de 161.000 este año, está relacionado en parte con el aumento inusual de temperaturas en el país
Una mañana de finales de mayo, tras regresar de su chacra (terreno de cultivo) en Villa La Legua, en el departamento peruano de Piura, Carlos Arturo Zapata, de 93 años, se sintió mal. Era un hombre fuerte y vital, pero, de pronto, la fiebre, el dolor de cabeza y una suerte de sensación extraña en los ojos, como quemante, comenzaron a golpearlo. No quiso ir al médico. Sus familiares le dieron paracetamol y le hidrataron para tratar de aliviar sus síntomas y comenzó a mejorar. Hasta que, inesperadamente, cuatro días después, volvió a ponerse mal. Le volvieron los dolores, ya no quería comer y no le bajaba la fiebre. Lo llevaron de emergencia en un auto al hospital Jorge Reátegui, en la capital de ese departamento de la costa norte del Perú, pero en el camino falleció.
Fumigación de viviendas en el distrito de Comas.SEBASTIÁN CASTAÑEDA
Lo mató el dengue, una enfermedad común en esta región desde hace años, pero que hoy se ha expandido de manera casi incontrolable. Ralph Zapata, su nieto, cuenta aún dolido que en las últimas semanas en La Legua, una población de unos 5.000 habitantes, se han reportado 30 casos diarios de afectados por este patógeno de la familia de los flavivirus. La enfermedad, que suele provocar fiebre repentina, dolores musculares en las articulaciones y manchas por el cuerpo, no tiene tratamiento y, en sus vertientes más graves, como el dengue hemorrágico, puede provocar la muerte.
Se trata de algo nunca antes visto ni allí ni en todo el distrito de Catacaos, al que pertenece La Legua, donde hasta mediados de junio se registraron 2.086 casos sobre una población de 75.000 habitantes, según el Ministerio de Salud (Minsa). En todo el departamento de Piura, el más afectado del país, hay 46.650 casos, entre confirmados y probables, y los muertos llegan a 96. A escala nacional, superan los 161.000 y los fallecidos son al menos 287. Frente al efecto letal de la pandemia de covid, que en este país provocó casi 200.000 muertos, esto parece poco. Pero el crecimiento ha sido exponencial: el año pasado se registraron 43.899 casos de dengue, y en 2021, 24.642.
Reparto de agua por camión cisterna en el asentamiento humano Nadine Heredia en el distrito de San Juan de Miraflores en Lima.SEBASTIÁN CASTAÑEDA
El alza de casos se produce, además, luego de que, en marzo, el ciclón ‘Yaku’, un sistema de baja presión tropical inusual en esta latitudes, provocara copiosas inundaciones y devastación en varias regiones de la costa peruana. Para el doctor Rául Urquizo, decano del Colegio Médico de Perú, en ese contexto era esperable que la epidemia sobreviniera por la acumulación de agua estancada, mezclada con el calor que hace que el Aedes aegypti, el insecto transmisor, prolifere raudamente. De acuerdo con el doctor César Cabezas, del Instituto Nacional de Salud, en condiciones habituales, el tiempo que el mosquito demora en pasar de huevo a insecto adulto es de unos nueve días. Pero cuando el calor aumenta, ese ciclo se hace más corto.
El cambio climático
El doctor Cabezas apunta, además, otro factor de alarma: se ha detectado la presencia del virus “en el aparato reproductor del insecto”, lo que se cree que anula una fase del proceso normal de contagio. Para que este se dé, es necesario que la hembra del Aedes aegypti pique a una persona ya infectada, ya que necesita sangre para asegurar su reproducción, y luego a una tercera. Pero este hallazgo hace todo más rápido: desde el desarrollo del mosquito en el ciclo huevo-larva-pupa-insecto, hasta el contagio y el aumento de casos.
Una mujer es atendida en la Unidad de vigilancia Clínica, Uviclin en el distrito de Puente Piedra.
SEBASTIÁN CASTAÑEDA
A todos esos factores hay que añadirle la falta de reacción en conjunto del Estado y la pobreza. Es común que las comunidades con menos recursos, como los asentamientos humanos, donde no tienen acceso al agua potable, la almacenen en recipientes abiertos que sirven de criaderos para los mosquitos. Para la doctora Nancy Serpa, ex viceministra de Salud, “se trata de un problema no sólo sanitario, sino social”. Y hoy por hoy, fundamentalmente climático.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dengue se está extendiendo a países donde antes era prácticamente desconocido, como Croacia. Un documento de la organización publicado este año señala que cada año se reportan 390 millones de infecciones. Estima, además, que hay 3.900 millones de personas que corren el riesgo de contraer la enfermedad.
Para Raman Velayudhan, coordinador de la iniciativa de la OMS para el dengue y el arbovirus, “el cambio climático ha tenido un papel clave al facilitar la propagación del mosquito”. La advertencia no es nueva. El investigador peruano Paul Maquet ha recordado que ya en el 2007, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático sostuvo que el fenómeno provocaría “una alteración de los vectores de enfermedades infecciosas en ciertas áreas”.
Llamando al mosquito
El propio Ministerio del Ambiente (Minam) señalaba en su Plan de Adaptación al Cambio Climático presentado en julio de 2021 que uno de los peligros relacionados al calentamiento global es el aumento de las enfermedades metaxénicas (aquellas cuyos vectores son sensibles a las modificaciones del ambiente) como el dengue. Especialmente para quienes carecen de agua potable y desagüe.
Laboratorio de investigación del dengue en el INS Instituto Nacional de Salud.SEBASTIÁN CASTAÑEDA
En Puente Piedra, un distrito periférico de Lima Metropolitana, se puede comprobar que algo ha cambiado. Ya es invierno y la temperatura supera los 25 grados, hace calor y no hace falta ponerse abrigo. No es usual en Lima, donde a estas alturas del año suele estar nublado y con temperaturas en torno a los 20 grados o menos. Pero este año el calor no quiere irse.
Milagros Sánchez tiene 33 años. Está internada en una cama de la Unidad de Vigilancia Clínica (Uviclin) instalada en esta zona por el Ministerio de Salud (Minsa) por un cuadro agudo de dengue. “Un día, como a las tres de la mañana, me desperté con escalofríos, dolor muscular, fiebre, no quería comer. Pensé que era una gripe”, recuerda.
Como el paracetamol no le hizo efecto, se hizo una prueba en un centro privado de diagnóstico y lo confirmó: tenía dengue. Presume que se contagió en la casa de su abuela, que tiene varias macetas en su jardín, algunas solo con agua, un lugar ideal para albergar al mosquito transmisor.
En la zona norte de Lima, por ejemplo, el Ministerio de Salud (Minsa) ha podido detectar cómo el Aedes aegypti suele encontrarse en ese tipo de recipientes, especialmente en las vasijas con agua que albergan al bambú (Bambusoideae), una planta a la que se le atribuye la facultad de atraer la suerte, pero que en este caso puede llamar a la tragedia.
Fumigar para vivir
En una tarde reciente, un equipo del Minsa lleva a cabo una jornada de fumigación en Carabayllo, otro distrito donde el dengue ataca con fuerza. En una calle donde apenas hay asfalto, decenas de modestas viviendas se amontonan en partes bajas y altas. Los encargados van tocando las puertas, las personas salen y disparan una nube del insecticida llamado Malathión. Mata al mosquito, pero no a sus larvas.
Fumigación de viviendas contra el dengue.SEBASTIÁN CASTAÑEDA
Pero, en algunas áreas, la desconfianza juega en contra de la prevención. “Esta es zona roja. Es probable que crean que se trata de un asalto y por eso no abren”, dice una agente de salud del equipo del ministerio después de que nadie le abriera en una casa. Finalmente, alguien abre la puerta y la mujer rocía pyriproxifeno, una sustancia que sí mata a las larvas, en un recipiente con agua y una rosa marchita.
Afuera ya es de noche. Al fondo, en las partes altas de un cerro, se ven casitas todavía más pobres que serán difíciles de cubrir con la fumigación. En zonas como esa, el mosquito responsable de la epidemia se mueve a sus anchas mientras la pobreza y el cambio climático lo alimentan. Y pronto viene Fenómeno El Niño a darle más calor todavía.
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