CRÓNICAS: Los Mares están Enfermos
CRÓNICAS: Los Mares están Enfermos
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Sí, los mares están enfermos. La abundancia de conchas en las playas ha disminuido al punto de no poder encontrar ni una. Se dice que hace cincuenta años, en las islas de la Florida, por ejemplo, una tormenta dejaba sobre la arena capas de 60 a 90 centímetros de esas bellas gemas marinas, generoso obsequio de la otrora Madre Naturaleza saludable, potente, magnífica.
El atractivo de las conchas ha cautivado desde la antigüedad. Los pueblos asociaron las valvas calizas que las forman con un útero del cual creían había nacido la raza humana. Distintas civilizaciones las consideraron símbolo de fertilidad, prosperidad, todo lo bueno. Se las empleó como amuletos, ornamentos y ofrendas en ceremonias religiosas, a las que se invitaba mediante el soplido de grandes caracoles. En muchos lugares del mundo las utilizaron como moneda de canje, de ahí que se las haya ubicado en sitios bastante alejados de las costas.
Los pueblos originarios de nuestro continente apreciaron las conchas nacaradas, las mismas que han sido ubicadas en tumbas, como parte del ajuar funerario de altos dignatarios. No obstante, las favoritas fueron las conchas Spondylus, de forma perfecta y de color rojo encendido, las cuales adornaron centros religiosos y palacios. Los monarcas las usaron en vestimenta, cetros, pectorales, máscaras. Las mujeres las lucieron como joyas, en diseños hermosos y junto a piedras preciosas. Durante las ceremonias de sacrificios las portaron los chamanes y las víctimas.
Desde la Edad Media hasta el presente, las conchas han acompañado a los peregrinos que recorren el Camino de Santiago de Compostela en Galicia, para pedirle al primer santo que llegó a España para evangelizarla, que interceda ante Dios por sus favores. Las conchas han sido consideradas símbolo de vida y purificación en el cristianismo, por tales motivos se las encuentra en pinturas y esculturas religiosas, fuentes de bautismo y recipientes de agua bendita.
Por sobre estos detalles, las conchas colaboran con la Naturaleza al limpiar las aguas de los mares. En su interior conviven con ciertos organismos. En su exterior consienten que se adhieran algas, esponjas, pastos marinos. Alimentan tortugas, tiburones. Protegen especies vulnerables, esconden a peces pequeños que huyen de los grandes. Las aves precisan de las conchas para construir sus nidos. Los moluscos necesitan del calcio de las conchas muertas para desarrollarse.
Pero parece que a las pequeñas y humildes conchas no se les ha incluido en el plan de salvataje del planeta, o si constan en ese plan, es muy poco lo que se explica sobre lo que requieren para perpetuar su existencia. Los expertos dicen que para salvar a esta importante especie hay que recurrir a medidas tan sencillas como ellas son: a sus despojos, dejarlos intocables en las playas para que el tiempo los convierta en millones de granos de arena. Y si las conchas salen de su hogar para bailar al ritmo de las mareas, dejarles que regresen al mismo, para que en ese alegre ir y venir se multipliquen cual las estrellas del cielo. Sólo entonces podremos estar tranquilos y decir “los mares ya están sanos…”.
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